Sostener el cielo

Cixin Liu

Fragmento

Prólogo del autor

Prólogo del autor

Este libro recopila once de mis relatos, la mayoría de ellos publicados hace ya más de una década. Por aquel entonces la ciencia ficción todavía tenía una presencia muy marginal en mi país, interesaba a un grupo muy reducido de lectores y carecía de repercusión. Siempre se había visto como un género foráneo, uno cuyos mismos fundamentos eran ajenos a nuestra cultura. A lo largo de la dilatada historia de China la vida venía transcurriendo a un ritmo más o menos constante generación tras generación y todo el mundo asumía de forma inconsciente que ese iba a seguir siendo el caso. Históricamente, el propio término «futuro» aparecía principalmente en textos relacionados con el budismo, otra importación; nadie en la vida diaria se paraba a pensar en, y mucho menos a elucubrar sobre, el futuro.

En los últimos años las cosas han cambiado de forma radical. El país ha entrado de lleno en un proceso de modernización ultrarrápida y día a día vemos cómo a nuestro alrededor se suceden los cambios más fabulosos. De repente, los chinos tenemos ante nosotros un futuro palpablemente real que ejerce una atracción irresistible; de la noche a la mañana nuestro venerable país se ha convertido en una nación con una pronunciada perspectiva de futuro. Ante tales circunstancias, la atención sin precedentes que ha comenzado a recibir la ciencia ficción no puede extrañar a nadie.

Tanto en Europa como en Estados Unidos, la pregunta que debo contestar más a menudo es: «¿Qué hace que la ciencia ficción china sea china?». Personalmente, nunca he tenido la intención, deliberada o inconsciente, de hacer que mi ciencia ficción resultara particularmente china. Aun con la gran variedad de temas y motivos propios de la ciencia ficción que tocan, si algo tienen en común las historias de esta antología es que plantean asuntos que conciernen a la humanidad entera, que describen desafíos y crisis a los que nos enfrentamos todos los humanos por igual. Lo cierto es que, conforme uno se dedica a leer o a escribir ciencia ficción, se aleja automáticamente de conceptos como el de etnia o de nación y pasa a considerar las cosas desde el plano superior de la humanidad en su conjunto; desde esa nueva y ventajosa perspectiva, la humanidad pasa a ser un todo unitario y no un conjunto de elementos segregados por etnia y nación. Incluso en aquellos casos en los que la ciencia ficción que uno lee o escribe cuenta una historia claramente trivial, mundana o personal, sigue teniendo esa misma concepción. Creo que es una de las características más valiosas del género.

En China, la forma de pensar de las nuevas generaciones está cambiando. Comienzan a levantar la mirada de la realidad cotidiana de su entorno inmediato para dirigirla hacia la lejanía de las estrellas y el futuro. Cada vez más, empiezan a verse como miembros de la humanidad en lugar de como únicamente chinos; también a plantearse esas cuestiones fundamentales que sus mayores rara vez consideraron: ¿De dónde vinieron la humanidad y el universo? ¿Hacia dónde van? Este cambio de mentalidad afectará profundamente no solo el futuro de China, sino el de toda la humanidad. Los relatos de este libro son una clara manifestación de esta nueva mentalidad.

Aun así, no dejo de ser chino; lo quiera o no, inevitablemente mis historias siempre tendrán un fuerte sabor chino y estarán impregnadas de la cultura, la historia y la realidad de China.

A la hora de crear ciencia ficción, trato siempre de imaginar y describir la relación entre lo pequeño y lo grande.

Lo pequeño aquí es la humanidad. Somos minúsculos no solo como individuos, sino también en nuestro conjunto. Imaginemos un concierto al que fuera a asistir la humanidad entera. ¿Cómo de grande tendría que ser el recinto? Mucho menos de lo que uno pudiera imaginar en principio: bastaría con una superficie equivalente a la del distrito financiero de Shanghái. Dicho de otro modo, usando una metáfora algo perversa: si triturásemos a toda la humanidad para hacer una albóndiga, esta tendría un diámetro menor de un kilómetro.

Lo grande es, evidentemente, el universo. Todos somos conscientes de su escala: l

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