El momento populista chileno

Cristóbal Bellolio

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

Escribo estas líneas semanas después del traspaso de mando de Sebastián Piñera a Gabriel Boric, el nuevo presidente de la República de Chile. Un hito histórico, no solo porque confirma la continuidad democrática del país y ratifica la posibilidad de alternancia ideológica en el poder, sino porque además marca un cambio de ciclo político. El término del segundo mandato de Piñera pone fin a lo que he llamado la «era Caburga», los dieciséis años en los cuales alternó el poder con Michelle Bachelet. También son los dieciséis años de la postransición, que marcan la irrupción de una nueva generación que adquiere conciencia política en democracia. «Postransición», porque la transición propiamente tal finaliza entre 2005 y 2006 con una serie de hitos: las reformas constitucionales que eliminan los enclaves autoritarios que dejó la dictadura; la llegada de la primera mujer a La Moneda, lo que constituye un cambio de liderazgo respecto de los elencos concertacionistas que condujeron el retorno a la democracia; la «revolución pingüina», que inaugura el gobierno de Bachelet y derriba a su ministro de Interior, Andrés Zaldívar, figura simbólica de la transición; la muerte de Augusto Pinochet. Desde entonces, el eje del debate político cambió. No deja de ser llamativo que sea la misma generación que irrumpe en 2006 la que encabeza las movilizaciones estudiantiles y universitarias de 2011, que luego construye sus propias estructuras político-electorales para competir contra sus padres y abuelos y que, finalmente, los derrota de manera inapelable en las elecciones presidenciales de 2021. La era Caburga es la historia de los gobiernos de Bachelet y Piñera, figuras rutilantes y excluyentes de sus respectivas tribus políticas. Pero también es la historia subterránea de la formación de una generación dorada en la política chilena.

En estos dieciséis años terminó por diluirse el clivaje democrático-autoritario para dar paso a una constelación de temas y problemáticas nuevas: progresismo, lucro, derechos sociales, feminismo, corrupción, abuso, dignidad, corrección política, entre muchas otras. Entre ellas, por supuesto, populismo. Este libro contribuye a una mejor comprensión de dicho concepto. No busca cerrar el debate sino más bien explorar sus posibilidades, echando mano a una pequeña parte de la tonelada de literatura académica disponible. Aun así, no es un libro estrictamente académico. Organiza los argumentos en forma sistemática y en lenguaje claro para que el lector pueda seguir la discusión con fluidez. Es un libro para todo público con interés en los procesos políticos. La primera parte se pregunta qué es populismo. En lugar de responder en forma perentoria, o de ofrecer una definición cerrada, explora distintas posibilidades. Una vez que contamos con algunas herramientas conceptuales, la segunda parte del libro las aplica al caso chileno. El ejercicio que se propone al lector es identificar —o, eventualmente, descartar— los elementos populistas tanto en torno al llamado «estallido social» de octubre de 2019, como al fenómeno político de José Antonio Kast. Salta a la vista que se trata de casos dispares, incomparables, dirán algunos. Pero es justamente su disparidad la que nos permite testear la flexibilidad del concepto de populismo: ¿puede haber populismo de izquierda y de derecha?, ¿puede ser populista un movimiento social o se necesita un líder carismático?, ¿es el populismo una enfermedad de la democracia o puede ser su remedio?, etcétera. Como se trata de un concepto cargado, la invitación es a explorar estas y otras preguntas en forma desprejuiciada, y postergar las conclusiones personales hasta el final. Es imposible que las preferencias y valoraciones del autor no se cuelen en el texto, pero he intentado trazar el territorio haciendo justicia a los argumentos, presentándolos en su mejor versión en lugar de ridiculizarlos. Esta es una práctica escasa, pero fundamental, en el trabajo intelectual.

Vaya en este sentido una aclaración. Este pequeño libro se titula El momento populista chileno, pero no está planteado necesariamente como una afirmación, sino como una hipótesis. Según Chantal Mouffe, podemos hablar de un «momento populista» cuando, bajo la presión de transformaciones políticas y económicas, la hegemonía dominante está siendo desestabilizada por la multiplicación de demandas insatisfechas. En este libro, la hipótesis del momento populista se relaciona con la presencia de algunos de los elementos centrales que señala la literatura, algunos de los cuales coinciden con la lectura de Mouffe, y otros, con la lectura de otros autores, por ejemplo, de la tradición liberal. Estos elementos se presentan en la primera parte del libro. En la segunda parte se ofrecen argumentos a favor y en contra de la hipótesis, tanto respecto del estallido social como respecto de José Antonio Kast. El lector debe decidir si esos argumentos son lo suficientemente persuasivos para confirmar o desechar la hipótesis. En el epílogo, a modo de conclusión, ofrezco una posible lectura del momento populista chileno, pero su aceptación dependerá del enfoque y tradición normativa del receptor. Lo importante es tener claro que el título no tiene (necesariamente) una connotación peyorativa. Parte del objetivo es justamente controvertir la opinión superficial dominante acerca del populismo, para decidir con mayores antecedentes si se trata de un fenómeno positivo o negativo, por un lado, y si realmente estamos experimentando ese fenómeno, por el otro.

El riesgo de escribir sobre populismo es añadir poco a un campo actualmente sobrepoblado. Sin embargo, a pesar de que en Chile tenemos grandes especialistas, el debate público y la conversación de sobremesa tienen severas dificultades para absorber este conocimiento. Este libro vincula la discusión teórica con la experiencia reciente de nuestro país como una manera de superar esta dificultad. La interacción entre teoría y práctica, entre argumentos conceptuales y casos de la política real, funciona como una especie de equilibrio reflexivo que nos permite ir afinando nuestra comprensión teórica y mejorando nuestra selección de casos. Como suele ocurrir, aunque los autores escriben libros para cerrar obsesiones personales, sirven realmente para abrir nuevas avenidas y posibilidades. En mi caso, esta obsesión por otro -ismo (ateísmo, liberalismo, populismo) tan solo refleja un interés general —casi una vocación, a estas alturas— por clarificar conceptos y delimitar el perímetro de su empleo.

Mi acercamiento al populismo como tema de estudio se produjo en forma más o menos fortuita. Reflexionando sobre la manera en que las democracias liberales deben procesar las afirmaciones fácticas de las tradiciones religiosas, especialmente cuando el relato religioso contradice el relato científico, encontré distintas formas de resistencia a los métodos y conclusiones de la ciencia, entre ellas la resistencia populista, típicamente en materia de cambio climático. Desde entonces he incorporado esta veta a mi labor académica. Algunos de los argumentos y pasajes de este libro fueron socializados en seminarios y conferencias en Newcastle, Arizona, Chic

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