La sombra del dictador

Heraldo Muñoz

Fragmento

Prólogo a la nueva edición

Prólogo a la nueva edición

Esta reedición de La sombra del dictador, que entrelaza mis memorias personales con un relato y análisis del recorrido de la dictadura de Augusto Pinochet y la transición democrática que la siguió, sale a la luz pública cincuenta años después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que inició esa larga sombra. Un momento apropiado para conocer más y reflexionar sobre ese hito histórico que marcó profundamente a Chile, y al mundo, y sobre los efectos del régimen dictatorial en lo que vino con posterioridad.

El libro en su versión original cubrió hasta el primer gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, hace ya catorce años. Mucho ha pasado desde entonces.

En lo personal, durante ese período fui canciller de Chile, desde 2014 al 2018, en la segunda administración de Michelle Bachelet; ejercí como subsecretario general de Naciones Unidas y director para América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); presidí el Partido por la Democracia, y, luego de ganar una primaria abierta de este partido, fui candidato presidencial.

En ese mismo lapso, la historia se aceleró. El país vio emerger un progresivo malestar social; el crecimiento económico se hizo más lento; se expandió vertiginosamente el uso de las redes sociales; se registraron las primeras protestas estudiantiles; llegó el estallido social del 18 de octubre de 2019; se forjó el Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución del 19 de noviembre de 2019 que, a través de una reforma constitucional, permitió la realización de un plebiscito que aprobó, en votación abrumadora, la elaboración de una nueva Constitución a cargo de una Convención Constitucional; la ciudadanía le propinó, el 4 de septiembre de 2022, una categórica derrota al texto constitucional emanado de esa convención, y se abrió una nueva oportunidad para la elaboración de una propuesta de nueva Constitución, en el «Acuerdo por Chile» suscrito por amplias fuerzas políticas antes del cierre del 2022 y aprobado como reforma constitucional por el Congreso Nacional.

Por eso, el epílogo de esta nueva edición recorre aquel período hasta 2023, incluyendo los hitos recién mencionados: hace un balance del país al cincuentenario del golpe de Estado y reflexiona sobre la extensión de la sombra del dictador y su régimen.

La versión original del presente libro, en inglés, ganó el Premio Washington Office on Latin America (WOLA)-Duke University 2009 al mejor libro de no-ficción sobre derechos humanos, democracia y justicia social en América Latina contemporánea. Además, el libro fue seleccionado en la categoría no-ficción de la lista de los mejores 100 libros publicados en 2008 del Washington Post.

La sombra del dictador fue traducido y publicado en España, traducido al portugués y publicado en Brasil, y traducido al farsi y al georgiano y editado, respectivamente, en Irán y en la República de Georgia.

Agradezco a Penguin Random House esta oportunidad, en un año histórico, para dar a conocer esta obra al público nacional. Mis especiales agradecimientos a Melanie Jösch, directora editorial, y a Aldo Perán, director literario, con quienes trabajé diversos aspectos de esta reedición.

Oportunamente agradecí a quienes me hicieron valiosas sugerencias en la versión original del libro. Ahora, agrego mis agradecimientos por las sugerencias al epílogo de Paloma Muñoz Quick, Joan Garcés, Ricardo Brodsky, Sergio Bitar, Pamela Quick, José Antonio Viera-Gallo, Fernando Ayala y Jorge Insunza, así como por el estímulo a la elaboración de esta reedición por parte de Eugenio Tironi y Víctor Barrueto. Por cierto, ninguno de los mencionados tiene responsabilidad alguna por los eventuales errores u omisiones de este volumen.

Espero que el libro en su reedición, a cincuenta años del golpe militar, sea una contribución para entender mejor ese período oscuro de nuestra historia y a derivar lecciones aprendidas para el futuro de Chile.

Heraldo Muñoz
Santiago, febrero de 2023

Prólogo

Prólogo

El general Augusto Pinochet es una de las figuras políticas latinoamericanas más reconocibles. Guste o no a los chilenos, su nombre se conoce y se recuerda desde Asia y África hasta las Américas y Europa, ya sea hablando con taxistas como con embajadores, empresarios o presidentes de gobierno. Pinochet pertenece a la misma clase de dictadores que Francisco Franco, Iósif Stalin, Ferdinand Marcos o el Sha de Irán.

El nombre del dictador no se sumió en la oscuridad tras su fallecimiento, en diciembre de 2006. En octubre del año siguiente, un centenar de estudiantes que protestaban en la Universidad de Teherán contra el presidente Mahmud Ahmadineyad para exigir la liberación de sus compañeros detenidos, gritaban: «Ahmadineyad es Pinochet. ¡Irán no se convertirá en Chile!». Cuando el antiguo campeón de ajedrez Gary Kaspárov se presentó a las elecciones presidenciales rusas, acusó a Vladimir Putin de ser el Pinochet ruso y se hizo asesorar por exdisidentes chilenos. Al antiguo dictador del Chad, Hissene Habré, se le conocía como «el Pinochet africano».

Muchos de los líderes mundiales progresistas de hoy se sintieron impulsados a dedicarse a la política precisamente para unirse a la causa de la democracia chilena. La lucha de Chile contra Pinochet se convirtió en una causa célebre internacional. El movimiento actual en defensa de los derechos humanos surgió a partir de las protestas y de las denuncias a nivel mundial contra la dictadura de Pinochet, impulsadas por Amnistía Internacional y por otras organizaciones no gubernamentales pro derechos humanos.

El golpe de Pinochet contra Salvador Allende en 1973 hizo que el presidente soviético, Leónidas Brezhnev, diera un giro a su política exterior y aprobara el principio de la lucha armada en países del Tercer Mundo. La lección del violento golpe de Pinochet, y la subsiguiente pérdida de influencia del Partido Comunista en Chile, fue tan importante para Moscú que el temor a «otro Chile» desencadenó la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética en 1979, con el objetivo de defender el régimen comunista en Kabul.

El arresto del exdictador en Londres, en el año 1998, siguiendo una orden judicial emitida por el juez Baltasar Garzón, anunció un cambio importante en el derecho internacional. Desde ese momento en adelante, ningún tirano podía estar seguro de escapar al sistema judicial mundial.

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