Casa de campo

José Donoso

Fragmento

Los personajes

LOS PERSONAJES

Los Ventura y Ventura Los cónyuges Los primos Edad
1. Adelaida Cesareón del Real 1) Melania 16
(57 años) y Ventura, muerto 2) Higinio 15
3) Aglaée 13
4) Ruperto 10
5) Cirilo 8

2. Hermógenes Lidia Frías 1) Casilda 16
(55 años) y Ventura 2) Colomba 16
3) Cosme 15
4) Justiniano 15
5) Clarisa 12
6) Casimiro 12
7) Amadeo 5

3. Silvestre Berenice Galaz 1) Mauro 16
(53 años) y del Real 2) Valerio 15
3) Alamiro 13
4) Clemente 6

4. Celeste Olegario Ventura 1) Juvenal 17
(52 años) y de la Mora 2) Abelardo 15
3) Morgana 12
4) Hipólito 10
5) Avelino 7

5. Terencio Ludmila de la Mora 1) Fabio 16
(50 años) y Frías 2) Arabela 13
3) Rosamunda 12
4) Cipriano 10
5) Olimpia 8

6. Anselmo Eulalia Valle y Galaz 1) Cordelia 16
(50 años) 2) Malvina 15
3) Esmeralda 13
4) Clelia 12
5) Teodora 10
6) Zoé 7

7. Balbina Adriano Gomara 1) Aída, muerta 869
(47 años) 2) Mignon, muerta
3) Wenceslao
Primera parte. La partida

Primera parte

LA PARTIDA

Capítulo uno. La excursión

Capítulo uno

La excursión

1

Los grandes habían hablado muchísimo de que era absolutamente indispensable partir temprano esa mañana, casi al amanecer, si querían llegar a su destino a una hora que justificara el viaje. Pero los niños se guiñaban un ojo al oírlos, sonriendo sin levantar la cabeza de sus torneos de bésigue o de ajedrez que parecían durar todo el verano.

La noche anterior a la excursión que me propongo usar como eje de esta novela, Wenceslao dejó a su madre roncando con el láudano que tomó para poder dormir después de la efervescencia de los preparativos, y se escabulló de su lecho para ir a acurrucarse junto a Melania. Con la voz atenuada para que los lacayos no los sorprendieran hablando después del toque de queda, le apostó una corona a que sus padres, que se complicaban con todo, serían incapaces de partir antes de las once de la mañana, si es que partían, y que tanta exaltación y preámbulo quedarían convertidos en la insoportable retórica con que acostumbraban encubrir sus fracasos. Melania le tironeó los bucles para castigarlo por este irrespetuoso vaticinio: en la intimidad de las sábanas le hubiera gustado reducirlo al llanto para secarle las lágrimas de sus ojos azules con besos, y sus mejillas de muñeca de loza con su trenza negra.

Pero como Wenceslao no cejó ni lloró, a la mañana siguiente Melania no le pagó ni media onza de la apuesta al comprobar que el pronóstico del niño se cumplía: sonaron las doce antes de que los grandes terminaran de cerrar la historiada cancela de la reja del parque, y de echar llave a esas ventanillas del pa

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