El vino de Dios

Carlos Tromben

Fragmento

Índice

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Cubierta

UNO

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DOS

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TRES

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CUATRO

CINCO

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SEIS

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SIETE

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Epílogo

Agradecimientos

Notas

Créditos

Para Carlos y Gloria

Para la custodia del secreto no basta el laberinto de falsas pistas políticas, la destrucción del material, la falsificación. Es necesario un interdicto sagrado; una prohibición de acceso a los que no deben saber.

Claudio Magris

El Secreto y No

El símbolo era una contraseña, una moneda partida por la mitad que servía para que el poseedor de una mitad reconociera al desconocido poseedor de la mitad restante.

José Antonio Marina

Dictamen sobre Dios

La milicia de Santa Fabiana (Extraído del disco duro de Janet Lang)

En la calle de los Penitentes, a pocos metros del cuartel general de los jesuitas en Roma, se encuentra un edificio anodino, de paredes descascaradas. Se entra por una puerta verde vigilada las veinticuatro horas por una cámara y un falso borracho, que cambia todos los días y es en realidad un agente de la Entidad.

En las paredes color calabaza de este edificio hay algunas ventanas rectangulares. Todas están cerradas y protegidas con una cuadrícula de barrotes de fierro. Los secretos que allí se guardan son de extrema importancia. Secretos tan antiguos como la propia Compañía de Jesús, que de vez en cuando y según las necesidades políticas de los tiempos son filtrados al mundo laico con cuentagotas.

Allí están los registros de todo lo que los jesuitas llegaron a poseer y luego perdieron en América. Las propiedades y el capital acumulado por la orden durante dos siglos y medio de trabajo misionero; las conversaciones entre los provinciales y el poder secular en cada uno de estos emplazamientos estratégicos; los descubrimientos arqueológicos, los levantamientos antropológicos antes que la disciplina siquiera existiera.

Al lado de esta fortaleza se encuentra la sede de la beata Virgen de la Piedad, una orden de monjas de clausura adscritas a la espiritualidad ignaciana, no más de una veintena en total, de madre superiora a la más joven de las novicias. Durante mucho tiempo su rol fue cuidar al Papa rojo. Alimentarlo, lavarle y plancharle la ropa, zurcir sus calcetines y lustrar sus zapatos.

Su ejemplo de vida y guía espiritual es Santa Fabiana de Poznan, la joven polaca fallecida a la edad de Cristo, llamada por Él para preparar su segunda venida, cuyo diario de vida muchos han comparado con las obras de Santa Teresa de Jesús y otras experiencias místicas femeninas.

Las monjas de Santa Fabiana creen en los carismas, es decir, en las manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo. Tienen presencia en un número importante de países estratégicos a partir del año 1945, como Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Eslovaquia, Kazajistán, República Checa, Cuba, Filipinas y Brasil.

Realizan su labor apostólica en la rehabilitación y protección de jóvenes en peligro moral, víctimas de la prostitución y madres solteras separadas de sus familias. Su principal fuente de ingresos son las donaciones de los fieles y la comercialización de objetos de culto.

Usan hábito negro y un curioso tocado rectangular que solo deja a la vista su rostro. Festejan a la Beata Virgen de la Misericordia el primer domingo después de Pascua. Como muchas órdenes de su tipo, sufre hace años

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