El dormitorio en el apartamento del consejero. Las cortinas están echadas y la habitación casi a oscuras. Se ve la cama desde detrás y a dos personas acostadas en ella. El diálogo suena a veces amortiguado por las sábanas, de ahí que aparezca en SUBTÍTULOS en la pantalla.
LAURA: ¿Estás despierto?
CONSEJERO: No.
LAURA: Bueno.
CONSEJERO: ¿Qué hora es?
LAURA: Las dos. Casi.
CONSEJERO: Las dos y qué más.
LAURA: ¿Cómo?
CONSEJERO: De la mañana o de la tarde.
LAURA: No hablarás en serio.
CONSEJERO: Solo a medias.
LAURA: De la tarde.
CONSEJERO: Ya lo sé. Eres lo más sexy del mundo. ¿A qué hora sale tu avión?
LAURA: A las siete cuarenta.
CONSEJERO: ¿Qué haces?
LAURA: ¿Yo? Nada.
CONSEJERO: Tendrán que sacarme de aquí con una grúa.
LAURA: Si quieres, hablamos.
CONSEJERO: ¿Crees que deberíamos tomar un café?
LAURA: ¿Lo crees tú?
CONSEJERO: Supongo que no.
LAURA: Me he pasado dos semanas sin verte. Y tengo que volver esta noche.
CONSEJERO: Ya lo sé. Dime algo sexy, anda. Las palabras significan mucho para los hombres.
LAURA: Está bien.
CONSEJERO: Pues venga.
LAURA: Estoy pensando.
CONSEJERO: Bueno.
LAURA: Quiero que me metas la mano por dentro del vestido.
CONSEJERO: Si no llevas vestido…
LAURA: ¿Y qué más da? Es una cosa que te gusta oírme decir.
CONSEJERO: Ya lo sé. Pero tendría que ser de verdad, ¿no?
LAURA: Vale, de acuerdo. Quiero que metas la mano por dentro de mis bragas.
CONSEJERO: Estamos en las mismas. Casi será mejor que digas claramente lo que quieres que te haga.
LAURA: Quiero que me toques.
CONSEJERO: Que te toque dónde.
LAURA: Que me toques ahí abajo.
CONSEJERO: Lo deseas de verdad.
LAURA: Mucho.
CONSEJERO: Dilo un poco más sexy.
LAURA: Quiero que me lo toques.
CONSEJERO: Cielo santo. ¿Estás mojada?
LAURA: Sí. Oooh… Cariño…
CONSEJERO: Pero si estás chorreando.
LAURA: Ya lo sé.
CONSEJERO: ¿Se puede saber cómo te has puesto en este estado?
LAURA: Oooh… Pensando en ti.
CONSEJERO: Pensando qué de mí.
LAURA: En tu dulce cara entre mis muslos.
CONSEJERO: Dios, cómo eres.
LAURA: Cariño… Ay, creo que debería ir a arreglarme.
CONSEJERO: No quiero que te arregles. Quiero que me hagas cosas.
LAURA: ¿Estás seguro?
CONSEJERO: Segurísimo.
LAURA: De acuerdo.
CONSEJERO: ¿Cómo te volviste tan mala?
LAURA: Saliendo contigo. ¿Puedo decirte una cosa?
CONSEJERO: Naturalmente.
LAURA: Pienso que anoche te superaste a ti mismo. Creí que no podía dejar de correrme.
CONSEJERO: ¿Sabes las consecuencias que eso tiene para el ego de un hombre?
LAURA: Sí. ¿Continúo?
CONSEJERO: Por favor.
LAURA: Dios. Despacio. Despacio. Sí. ¿Cómo aprendiste a hacer eso?
CONSEJERO: Saliendo con chicas guarras.
LAURA: Me has echado a perder. Lo sabes, ¿verdad?
CONSEJERO: Eso espero. Dios. Tienes el coño más suculento de toda la cristiandad, ¿lo sabías?
LAURA: ¿Qué dicen las chicas cuando les haces eso?
CONSEJERO: No hay ninguna otra chica. Solo tú.
LAURA: Pero las ha habido.
CONSEJERO: Hace mucho tiempo. Ni me acuerdo.
LAURA: Claro que te acuerdas.
CONSEJERO: ¿En serio quieres saberlo?
LAURA: Sí.
CONSEJERO: Está bien. Normalmente decían «Oh, Dios mío», o «Cristo Jesús». Pero casi siempre algo así, tipo religioso.
LAURA: Eres muy divertido.
CONSEJERO: A ellas les gusta que las hagan reír. Dime qué más quieres que te haga.
LAURA: Tú ya lo sabes.
CONSEJERO: Dilo.
LAURA: ¿Y si te escandalizo?
CONSEJERO: Mala suerte.
LAURA: ¿Seguro?
CONSEJERO: Sí.
LAURA: Vale. Quiero que me folles con el dedo.
CONSEJERO: ¿Qué?
LAURA: Ya me has oído.
CONSEJERO: No me lo puedo creer.
LAURA: Pues créetelo.
CONSEJERO: Estás ya en el siguiente nivel de depravación, ¿no? Yo pensaba que a las chicas no les gustaba demasiado.
LAURA: Depende de la chica.
CONSEJERO: A ti sí.
LAURA: Quiero que metas el dedo y busques el punto y empujes.
CONSEJERO: Cielos. ¿Ahora?
LAURA: No. El jueves.
CONSEJERO: Dios.
LAURA: Oooh… Dios, sí, sí. Oh. Creía que no sabías hacerlo.
CONSEJERO: Yo no he dicho tal cosa. Dios, eres tan seductora…
LAURA: Calla.
CONSEJERO: Vale.
LAURA: Calla. Oh. Dios. Oh, Dios mío.