Cuentos completos

Ignacio Aldecoa

Fragmento

Contents
Índice
Portadilla
Índice
Tusitala, el narrador de historias
Nota preliminar
La farándula de la media legua
El hombrecillo que nació para actor
Un artista llamado Faisán
El loro antillano
Crónica de los novios del ferial
La fantasma de Treviño
El figón de la Damiana
El teatro íntimo de doña Pom
Función de aficionados
Chico de Madrid
Pájaros y espantapájaros
El libelista Benito
La sombra del marinero que estuvo en Singapur
El herbolario y las golondrinas
La muerte de un curandero meteorólogo
Los atentados del barrio de la Cal
Los bisoñés de don Ramón
Biografía de un mascarón de proa
El ahogado
Los bienaventurados
Caballo de pica
Para los restos
Los vecinos del callejón de Andín
El aprendiz de cobrador
Hasta que llegan las doce
El diablo en el cuerpo
Camino del limbo
La humilde vida de Sebastián Zafra
Quería dormir en paz
La nostalgia de Lorenza Ríos
... y aquí un poco de humo...
Un cuento de Reyes
Al otro lado
Seguir de pobres
A ti no te enterramos
Solar del Paraíso
Tras de la última parada
Muy de mañana
El autobús de las 7.40
El mercado
Los hombres del amanecer
Santa Olaja de acero
Entre el cielo y el mar
El asesino
El caballero de la anécdota
Aldecoa se burla
Maese Zaragosí y Aldecoa, su huésped
Balada del Manzanares
Vísperas del silencio
En el kilómetro 400
La urraca cruza la carretera
Lluvia de domingo
Rol del ocaso
Young Sánchez
Esperando el otoño
El corazón y otros frutos amargos
Aunque no haya visto el sol
La espada encendida
La despedida
Patio de armas
El porvenir no es tan negro
Hermana Candelas
Las piedras del páramo
Dos corazones y una sombra
La tierra de nadie
La piel del verano
Fuera de juego
La vuelta al mundo
La chica de la Glorieta
Los pozos
Al margen
Un buitre ha hecho su nido en el café
El silbo de la lechuza
Ave del Paraíso
Los pájaros de Baden-Baden
La noche de los grandes peces
Party
Amadís
Un corazón humilde y fatigado
Cronología
Notas
Sobre el autor
Créditos
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Tusitala, el narrador de historias

 

 

 

 

Ignacio admiraba profundamente a Stevenson. Y solía contar cómo los indígenas de la isla de Samoa habían grabado un hermoso epitafio en la tumba del escritor:

 

«Aquí yace Tusitala, el narrador de historias.»

 

Luego, Ignacio se quedaba pensativo un instante y añadía:

 

«Así es como me gustaría que me recordaran:

Ignacio Aldecoa, el narrador de historias.»

 

Y sonreía. Porque Ignacio tenía una forma risueña de decir las cosas en las que creía seriamente. Detestaba la solemnidad, rechazaba la pedantería y le gustaba pasar levemente sobre los asuntos graves: la brevedad de la existencia, la inaceptable injusticia de nacer para morir, la muerte misma.

Yo creo que podemos estar seguros, quienes le sobrevivimos, de que se ha cumplido el deseo de Ignacio Aldecoa. Porque si algo puede hacer de él un ser inolvidable, son sus historias. Ignacio era un narrador de raza. Para él, contar historias era una manera de vivir. Contarlas del modo más eficaz y con el lenguaje más bello y expresivo, la meta a la que le conducían su talento, su esfuerzo y su voluntad apasionada de perfección.

Para muchos lectores, profesores y ensayistas, Ignacio Aldecoa es conocido como un representante fundamental de la generación realista de los cincuenta. Pero esta afirmación, que puede ser acertada, no es suficiente en mi opinión, para explicar y comprender la obra literaria del escritor. Ignacio Aldecoa es una consecuencia de su tiempo, es verdad. Por razones cronológicas perteneció al grupo de escritores que eran niños en la guerra civil. El mundo que vivió en su adolescencia mostraba todos los síntomas del deterioro de un país que se recuperaba de la más aberrante de las guerras, la guerra civil.

Fiel a su época y al momento que le tocó vivir, Aldecoa escribió acerca de «las pobres gentes de España». Seres para quienes la vida es una «espera de tercera clase». Y lo hizo magistralmente. Solidario con el hombre de cualquier tiempo y cualquier lugar, la contemplación de sus contemporáneos, zarandeados por la tragedia de la posguerra, tenía que conducirle inevitablemente al que iba a ser su principal tema literario: la comprensión del dolor y el sufrimiento de los otros.

Pero en su literatura hay algo más que testimonio y denuncia. Los albañiles, los campesinos, los fogoneros, los pescadores, los desheredados, las víctimas sociales lo mismo que lo

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