Yo sé de una campanilla que
tan despacio toca
que no la pueden oír
nomás que las mariposas.
Una casita
con dos ventaniscos.
Si la miras
te pones bizco.
Tú que has leído
libro por libro,
hoja por hoja,
dime, ¿cuál es la planta
que da la fruta en la hoja?
Dime, si lo sabes,
¿qué cosa es aquella
que te da en la cara
y no puedes verla,
que empuja sin manos
y anda sin ruedas,
que muge sin boca
y marcha sin piernas?
Una colcha muy remendada
y no tiene ni una puntada.
Colorín, colorado,
chiquitito pero bravo.
Una yegüita blanca,
salta cerros y barrancas
y no se manca.
Se levanta cual la nube
y es muy blanco su color,
pero siempre cuando sube
le da un susto al cuidador.
Una viejita arrugada
con un palito detrás;
pasa, bobo,
¿qué será?
Quiero que me traigas un mundo
–redondo y rugoso–
y, detrás del mundo, el mar
–sabroso, sabroso–.
¿Qué será, qué será,
que cuanto más se alarga
más se acorta?
Crece al correr
y se achica con el agua,
aunque no se puede ver.
No es luz y se apaga;
adivina qué es.
Cantando olvido mis penas
mientras voy hacia el mar;
las penas se van y vuelven
pero yo no vuelvo jamás.
Está hecha
desde hace mucho tiempo,
pero tiene que hacerse
cada nuevo día.
¿Qué es lo que vemos
pero no nos ve,
nos habla
pero no le hablamos?
Verde como el pasto,
pasto no es;
habla como el hombre,
hombre no es.
¿Qué cosa no ha sido
y tiene que ser
y cuando sea
dejará de ser?
A pesar de tener patas
yo no me puedo mover;
llevo a cuestas la comida
y no la puedo comer.
En medio de la mar
hay una negrita;
no come ni bebe,
siempre está gordita.
Soy formado de metal,
lleno de casi agujeros,
y es mi oficio principal
servir de casco a un guerrero.
Todos me pisan a mí
pero yo no piso a nadie;
todos preguntan por mí
yo no pregunto por nadie.
Subo y subo,
colita de trapo…
no cortes el hilo
porque me mato.
En lo alto vive,
en lo alto mora,
en lo alto teje
la tejedora.
El burro me lleva a cuestas,
metida está en el baúl,
yo no la tuve jamás
y siempre la tienes tú.