Advertencia del autor
Tres temas —uno relacionado con las etiquetas políticas, otro con las actas de las reuniones celebradas por el Politburó y un tercero con la transcripción habitual del idioma ruso— son dignos de consideración al inicio de estas líneas.
En los años en que Gorbachov ocupó el poder se volvió una práctica habitual de los observadores soviéticos (y también de los occidentales) clasificar a sus opositores como de izquierdas o de derechas. Los sectores de la línea dura dentro del Partido Comunista, el ejército, los organismos de seguridad y quienquiera que se resistiese a las reformas que Gorbachov había emprendido eran catalogados automáticamente de derechistas. Los demócratas, en especial los más radicales, que presionaban a Gorbachov para que acelerara la instauración de una economía de mercado, eran tachados de izquierdistas. Pero, dado el uso habitual de tales conceptos más allá de las fronteras de la Unión Soviética —con los comunistas normalmente situados a la izquierda del espectro político y los devotos del libre mercado, a la derecha—, emplear aquí estas categorías resultaría desorientador. Así pues, me refiero por lo general a quienes se resistían a las reformas como «sectores de la línea dura» o «conservadores» (aunque este último término pueda resultar a la vez confuso), y como «radicales» a quienes criticaban a Gorbachov por ir demasiado lento en sus empeños. A estos últimos, cuando su postura era algo más moderada, los denomino también «liberales».
Desde 1966 se hacían transcripciones oficiales (rabochie zapisi) de las reuniones que mantenía el Politburó, inicialmente apoyándose en las notas del jefe del departamento general del Comité Central del Partido Comunista, y luego de taquígrafos profesionales. Cuando Gorbachov se convirtió en secretario general del Partido, sus asesores Anatoli Cherniáiev, Gueorgui Shajnázarov y Vadim Medvédiev —los dos primeros asistían a las reuniones del Politburó sin derecho a voz— tomaban a su vez notas minuciosas de esos encuentros. Buena parte del material de sus asesores está disponible desde hace tiempo en los archivos de la Fundación Gorbachov de Moscú. Unas pocas de las transcripciones «oficiales» surgidas de esas sesiones son hoy consultables, muchas de ellas en una colección denominada Fond 89, hecha pública por el entonces presidente de Rusia, Borís Yeltsin, en 1992. Los documentos del Fond 89, reunidos en el Archivo de Historia Contemporánea del Estado Ruso (RGANI), con sede en Moscú, fueron luego microfilmados por la Institución Hoover de la Universidad de Stanford. La Colección Dimitri Volkógonov de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos contiene la selección hecha por el propio Volkógonov a partir de las transcripciones de las sesiones del Politburó. El Archivo de Seguridad Nacional (NSA) de Washington, donde realicé la mayor parte de mi labor de investigación, posee transcripciones provenientes del Fond 89 y de la Colección Volkógonov, al igual que otros documentos del Politburó reunidos por el personal a cargo del archivo. Hasta donde yo sé, las transcripciones oficiales de las sesiones y las notas de los asesores de Gorbachov hechas en las reuniones del Politburó no difieren sustancialmente al dar cuenta de los mismos diálogos, pero las oficiales son más extensas, habida cuenta de que las notas de los asesores prestaban una atención particular a las palabras del propio Gorbachov. Las transcripciones oficiales se fijaban más en los comentarios de otros miembros del Politburó, algunos de ellos críticos con Gorbachov, quizá influidos a su vez por Valeri Boldin, el asesor de Gorbachov que supervisó tales transcripciones, quien se sentía cada vez más defraudado por su jefe.[1]
En esta obra se citan indistintamente los dos archivos con las actas del Politburó. A menos que se indique lo contrario, puede decirse que las citas provenientes de la colección READD-RADD del Archivo de Seguridad Nacional son transcripciones oficiales, mientras que las tomadas del Archivo de la Fundación Gorbachov (GFA) son las notas de Cherniáiev, Shajnázarov o Medvédiev, a quienes se cita en las notas bibliográficas al final de la presente obra cuando sus apuntes les son atribuidos en los documentos. Las fuentes de otras actas aquí citadas y procedentes de otros libros, incluidos los veintiséis volúmenes (hasta el momento) de las obras completas de Gorbachov, Sobranie sochinieni, y otros compendios de documentación publicados en Rusia y Occidente, quedan identificadas en esos otros libros.
Hay varios sistemas de transcripción del idioma ruso, y a lo largo de este volumen he empleado aquel que le resultará más familiar o accesible al lector no ruso y que servirá, con toda probabilidad, para captar la fonética rusa.
Durante el periodo que abarca el grueso de este libro, Ucrania formaba parte de la Unión Soviética, época en que los discursos oficial y extraoficial empleaban la versión rusa para referirse al personal y los topónimos ucranianos. Por esta razón, y para evitarle confusiones al lector, empleo en este caso las versiones rusas de tales nombres, excepto para el material publicado después de que Ucrania se convirtiera en un Estado independiente.
Los protagonistas
ABALKIN, LEONID: economista, vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, 1990-1991.
ABULADZE, TENGUIZ: realizador georgiano, director de la película Arrepentimiento.
ADAMÓVICH, ALÉS: escritor y crítico bielorruso; y delegado del Sóviet Supremo de la Unión Soviética a partir de 1989.
AFANÁSIEV, VÍKTOR: director general de Pravda, 1976-1989.
AFANÁSIEV, YURI: diputado del pueblo de la Unión Soviética; copresidente del Grupo de Diputados Interregionales, 1989-1991.
AITMÁTOV, CHINGUIZ: autor kirguís y soviético.
AJMÁTOVA, ANNA: conocida poeta rusa (1889-1966).
AJROMÉIEV, SERGUÉI: mariscal de la Unión Soviética; jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas soviéticas, 1984-1988; consejero militar de Gorbachov, 1988-1991.
ALEXANDROV-AGUENTOV, ANDRÉI: asesor en política exterior de los secretarios generales del Partido Comunista desde Brézhnev a Gorbachov, 1966-1986.
ALIEV, GUÉIDAR: primer secretario del Partido Comunista de Azerbaiyán, 1969-1982; primer vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, 1982-1987; miembro del Politburó, 1982-1987.
ALLISON, GRAHAM: profesor en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.
ANDRÉIEVA, NINA: profesora de química y militante del Partido Comunista que escribió un artículo en Sovietskaia Rossia en 1988, en el que acusaba a Gorbachov de estar yendo demasiado lejos en sus reformas.
ANDREOTTI, GIULIO: ministro de Asuntos Exteriores italiano, 1983-1989; primer ministro, 1989-1992.
ANDRÓPOV, YURI: secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, noviembre de 1982-febrero de 1984; director del KGB, mayo de 1967-mayo de 1982.
ARBATOV, GUEORGUI: fundador y director del Instituto-Academia de Ciencias de estudios relativos a Estados Unidos y Canadá, 1967-1995; miembro del Comité Central; delegado del Sóviet Supremo de la Unión Soviética, 1985-1991; asesor cercano de Andrópov y Gorbachov.
BAKATÍN, VADIM: ministro del Interior, 1988-1990; miembro del Consejo Presidencial, 1990-1991; director del KGB, septiembre-noviembre de 1991.
BAKER III, JAMES: secretario de Estado de George H. W. Bush, 1989-1992; jefe de gabinete de la Casa Blanca durante la administración Reagan, 1981-1985; secretario del Tesoro, 1985-1988.
BAKLANOV, GRIGORI: escritor ruso.
BAKLANOV, OLEG: partícipe en el golpe de agosto de 1991; secretario del Comité Central a cargo de temas militares-industriales, 1988-1991; ministro de fabricación de maquinaria general, 1983-1988.
BEKOVA, ZOIA: compañera de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
BIKKENIN, NAIL: funcionario del Comité Central.
BÍLAK, VASIL: líder comunista eslovaco.
BILLINGTON, JAMES: bibliotecario del Congreso de Estados Unidos, 1987-2015.
BLACKWILL, ROBERT: asesor especial del presidente George H. W. Bush en temas de seguridad nacional, 1989-1991.
BOGOLIÚBOV, KLAVDI: director del departamento general del Comité Central, 1982-1985.
BOGOMÓLOV, OLEG: economista, consejero de Andrópov y Gorbachov; director del Instituto de Economía del Mundo Socialista.
BOLDIN, VALERI: partícipe en el golpe de agosto de 1991; consejero de Gorbachov, 1982-1991; jefe del departamento general del Comité Central, 1987-1991; miembro del Consejo Presidencial, 1990-1991; jefe del gabinete presidencial, 1990-1991.
BÓNDARIEV, YURI: escritor ruso.
BONNER, YELENA: esposa de Andréi Sájarov.
BOVIN, ALEXÁNDER: consultor en política exterior de los secretarios generales del Partido Comunista.
BRAITHWAITE, RODRIC: embajador británico en la Unión Soviética, 1988-1991.
BRAZAUSKAS, ALGUIRDAS: primer secretario del Partido Comunista de Lituania, 1988-1989; presidente del Presídium del Sóviet Supremo de Lituania, 1990.
BRÉZHNEV, LEONID: secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, octubre de 1964-noviembre de 1982.
BROVIKOV, VLADÍMIR: presidente del Consejo de Ministros de Bielorrusia, 1983-1986; embajador en Polonia, 1986-1990.
BRUTENTS, KAREN: primer vicedirector del departamento internacional del Comité Central, 1986-1991; vicepresidente del departamento internacional, 1976-1986.
BRZEZINSKI, ZBIGNIEW: consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, 1977-1981.
BUDIKA, ALEXÁNDER y LIDIA: amigos cercanos de Gorbachov en Stávropol y Moscú.
BURLATSKI, FIÓDOR: director de Literaturnaia Gazeta.
BUSH, GEORGE H. W.: presidente de Estados Unidos, 1989-1993.
CARTER, JIMMY: presidente de Estados Unidos, 1977-1981.
CEAUSESCU, NICOLAE: secretario general del Partido Comunista de Rumanía, 1965-1989; presidente de Rumanía, 1967-1989.
CHAZOV, YEVGUENI: ministro de Sanidad de la Unión Soviética, 1987-1990; médico jefe del Kremlin.
CHEBRIKOV, VÍKTOR: director del KGB, 1982-1988; secretario del Comité Central, 1988-1989; miembro del Politburó, 1985-1989.
CHENEY, DICK: secretario de Defensa con George H. W. Bush, 1989-1992.
CHERNIENKO, KONSTANTÍN: secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, febrero de 1984-marzo de 1985.
CHERNIÁIEV, ANATOLI: asesor cercano de Gorbachov desde 1986 en adelante; principal consejero en política exterior; jefe del grupo de consultores del departamento internacional del Comité Central, 1961-1986; miembro del Comité Central, 1986-1991.
CHIKIN, VALENTÍN: director de Sovietskaia Rossia.
CHIRAC, JACQUES: primer ministro de Francia, 1986-1988.
CLINTON, BILL: presidente de Estados Unidos, 1993-2001.
CZYREK, JÓZEF: asesor principal del presidente polaco y secretario general del Partido Comunista de Polonia Wojciech Jaruzelski.
DANIUSHÉVSKAIA, GALINA: compañera de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
DE MICHELIS, GIANNI: ministro de Asuntos Exteriores italiano, 1989-1992.
DEMICHIEV, PIOTR: candidato al Politburó, 1965-1988; ministro de Cultura soviético, 1974-1986.
DENG XIAOPING: líder de facto de China, 1978-finales de los años noventa.
DOBRININ, ANATOLI: embajador soviético en Washington, 1962-1986; jefe del departamento internacional del Comité Central, 1986-1988.
DÓLGUIJ, VLADÍMIR: secretario del Comité Central, 1972-1988; miembro del Politburó, 1982-1988.
DOLINSKAIA, LIÚBOV: vecino de Gorbachov en Stávropol.
DUBCEK, ALEXANDER: primer secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia durante la Primavera de Praga e inmediatamente después, enero de 1968-abril de 1969.
DUBININ, LIANA: esposa del embajador soviético en Washington.
DUBININ, YURI: embajador soviético en Washington, 1986-1990.
FALIN, VALENTÍN: director del departamento internacional del Comité Central, 1988-1991; secretario del Comité Central, 1990-1991; embajador soviético en la República Federal Alemana, 1970-1978.
FRÓLOV, IVÁN: consejero de Gorbachov, 1987-1989; director general de Pravda, 1989-1991; secretario del Comité Central, 1989-1990; miembro del Politburó, 1990-1991.
GANDHI, RAJIV: primer ministro indio, 1984-1989.
GATES, ROBERT: director de la CIA, 1991-1993; asesor adjunto de seguridad nacional, 1989-1991; director adjunto de la CIA, 1986-1989.
GENSCHER, HANS-DIETRICH: ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania, 1974-1992.
GOLOVÁNOV, DIMITRI: compañero de curso de Gorbachov en la UEM.
GONOCHIENKO, ALEXÉI: redactor de discursos de Gorbachov en Stávropol.
GONZÁLEZ, FELIPE: presidente de España, 1982-1996.
GOPKALO, PANTELÉI: abuelo materno de Mijaíl Gorbachov.
GOPKALO, VASILISA: abuela materna de Mijaíl Gorbachov.
GORBACHOV, ALEXÁNDER: hermano de Mijaíl Gorbachov.
GORBACHOV, ANDRÉI: abuelo paterno de Mijaíl Gorbachov.
GORBACHOV, MARIA: madre de Mijaíl Gorbachov.
GORBACHOV, RAISA: esposa de Mijaíl Gorbachov.
GORBACHOV, SERGUÉI: padre de Mijaíl Gorbachov.
GORBACHOV, STEPÁNIDA: abuela paterna de Mijaíl Gorbachov.
GRACHOV, ANDRÉI: portavoz de prensa de Gorbachov, 1991; director adjunto del departamento internacional del Comité Central, 1989-1991; jefe de sección del departamento de información internacional del Comité Central, 1986-1989; biógrafo de Gorbachov.
GRANIN, DANILO: escritor soviético y diputado del pueblo de la Unión Soviética a partir de 1989.
GRISHIN, VÍKTOR: primer secretario del comité de la ciudad de Moscú del Partido Comunista, 1967-1985; miembro del Politburó, 1971-1986.
GROMIKO, ANDRÉI: ministro de Asuntos Exteriores soviético, 1957-1985; presidente del Presídium del Sóviet Supremo, 1985-1988; miembro del Politburó, 1973-1988.
GRÓSZ, KÁROLY: secretario general del Partido Comunista de Hungría, 1988-1989; primer ministro, 1987-1988.
GUENERÁLOV, VIACHESLAV: director adjunto del Directorio n.° 9 del KGB, a cargo de la seguridad de Gorbachov.
GUERÁSIMOV, GUENADI: portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores soviético.
GURENKO, STANISLAV: primer secretario del Partido Comunista de Ucrania, 1990-1991.
GÚSENKOV, VITALI: consejero principal de Raisa Gorbachov; diplomático en París en la década de 1970.
HAVEL, VÁCLAV: escritor checo, disidente; presidente de Checoslovaquia, 1989-1992.
HONECKER, ERICH: secretario general del Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania (Oriental), 1971-1989.
HOWE, SIR GEOFFREY: secretario de Asuntos Exteriores británico, 1982-1989.
HURD, DOUGLAS: secretario de Asuntos Exteriores británico, 1989-1995.
HUSÁK, GUSTÁV: presidente de Checoslovaquia, 1975-1989; secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia, 1969-1987.
IGNATIENKO, VITALI: director de Novoie Vremia, 1986-1990; asesor y luego director de prensa del presidente Gorbachov, 1990-1991.
IVASHKO, VLADÍMIR: primer secretario del Partido Comunista de Ucrania, 1990; adjunto al secretario general Gorbachov, 1991.
JAKEŠ, MILOŠ: secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia, 1987-1989.
JARUZELSKI, WOJCIECH: presidente de la República de Polonia, 1989-1990; primer secretario del Partido Obrero Unificado, 1981-1989; primer ministro polaco, 1981-1985.
JASBULÁTOV, RUSLÁN: primer vicepresidente del Sóviet Supremo de la RFSSR (República Federada Socialista Soviética Rusa), 1990-1991; presidente del Sóviet Supremo de la RFSSR, 1991-1993.
JRUSHCHOV, NIKITA: primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, 1953-1964; presidente del Consejo de Ministros, 1954-1964.
KÁDÁR, JÁNOS: secretario general del Partido Comunista de Hungría, 1956-1988.
KAGÁNOVICH, LAZAR: aliado cercano de Stalin; rival de Jrushchov.
KALIAGUIN, VÍKTOR: líder del partido en un distrito rural próximo a Stávropol.
KARAGODINA, YULIA: amiga de la infancia y novia de Gorbachov en Privolnoie.
KARMAL, BABRAK: líder comunista de Afganistán, 1979-1986.
KAZNÁCHEIEV, VÍKTOR: aliado y adjunto de Gorbachov en Stávropol.
KIRILENKO, ANDRÉI: miembro del Politburó, 1962-1982.
KISSINGER, HENRY: secretario de Estado de Estados Unidos, 1973-1977; asesor en seguridad nacional, 1969-1975.
KOCHEMASOV, VIACHESLAV: embajador soviético en la República Democrática Alemana, 1983-1990.
KOHL, HELMUT: canciller de Alemania, 1990-1998; canciller de la República Federal de Alemania, 1982-1990.
KOLBIN, GUENADI: primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán, 1986-1989.
KOLCHANOV, RUDOLF: compañero de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
KORNIENKO, GUEORGUI: primer ministro adjunto de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, 1977-1986; primer director adjunto del departamento internacional del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, 1986-1988.
KOROBÉINIKOV, ANATOLI: redactor de discursos de Gorbachov en Stávropol.
KOSIGUIN, ALEXÉI: presidente del Consejo de Ministros soviético, 1964-1980; miembro del Politburó, 1948-1952 y 1960-1980.
KOVALIEV, ANATOLI: viceministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, 1986-1991.
KRAVCHIENKO, LEONID: presidente de la Radio y Televisión Soviética, 1990-1991; director de la Agencia Telegráfica Soviética, 1989-1990; primer vicepresidente del Comité Público de Radio y Televisión de la Unión Soviética, 1985-1988.
KRÁVCHUK, LEONID: presidente de Ucrania, 1991-1994; presidente del Sóviet Supremo de la República Socialista Soviética de Ucrania, 1990-1991.
KRENZ, EGON: secretario general del Partido Socialista Unificado de la República Democrática Alemana, octubre de 1989-diciembre de 1989.
KRIÚCHKOV, VLADÍMIR: líder del golpe de agosto de 1991; presidente del KGB, 1988-1991; miembro del Politburó, 1989-1991.
KULAKOV, FIÓDOR: primer secretario del comité del partido en Stávropol, 1960-1964; secretario del Comité Central, 1965-1978; miembro del Politburó, 1971-1978.
KUNÁIEV, DINMUJÁMED: primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán, 1964-1986.
KVITSINSKI, YULI: embajador soviético en Alemania Occidental, 1986-1990.
LANINA, OLGA, y TAMARA ALEXANDROVA: secretarias de Anatoli Cherniáiev.
LÁPTIEV, IVÁN: director de Izvestia, 1984-1990; presidente del Consejo de la Unión dentro del Sóviet Supremo de la Unión Soviética, 1990-1991.
LATSIS, OTTO: investigador del Instituto de Economía del Mundo Socialista, 1975-1986; periodista, 1986-1991.
LÉBED, ALEXÁNDER: general soviético; candidato a la presidencia de Rusia en 1996.
LENIN, VLADÍMIR: principal organizador de la Revolución bolchevique en 1917; líder de la Federación Socialista Rusa de Repúblicas Soviéticas, 1917-1922, y de la Unión Soviética desde 1922 hasta su muerte en 1924.
LEVADA, YURI: compañero de curso de Raisa Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú; sociólogo ruso.
LIAKISHEVA, NINA: compañera de curso de Raisa Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
LIBERMAN, VOLODIA: compañero de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
LIGACHOV, YÉGOR: miembro del Politburó, 1985-1990; secretario del Comité Central, 1983-1990; primer secretario del comité regional de Tomsk, 1965-1983.
LIJACHIEV, DIMITRI: académico ruso; diputado del pueblo de la Unión Soviética.
LUKIÁNOV, ANATOLI: presidente del Sóviet Supremo de la Unión Soviética, 1990-1991; secretario del Comité Central, 1987-1988; acusado de participar en el golpe de agosto de 1991.
MALIENKOV, GUEORGUI: aliado de Stalin; rival de Jrushchov.
MAMARDASHVILI, MERAB: compañero de curso de Raisa Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú; filósofo soviético.
MASLIÚKOV, YURI: vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, 1985-1988; primer vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética y presidente de la Comisión de Planificación Estatal, 1988-1991; miembro del Consejo Presidencial, 1990-1991; miembro del Politburó, 1989-1990.
MATLOCK JR., JACK F.: embajador estadounidense en la Unión Soviética, 1987-1991; consejero especial del presidente Ronald Reagan en temas de seguridad nacional, 1983-1986.
MATLOCK, REBECCA: esposa del embajador Matlock.
MAZOWIECKI, TADEUSZ: primer ministro polaco, agosto de 1989-diciembre de 1990.
MEDUNOV, SERGUÉI: primer secretario del partido regional de Krasnodar, 1973-1982.
MEDVÉDIEV, ROY: historiador soviético disidente; diputado del pueblo de la Unión Soviética.
MEDVÉDIEV, VADIM: asesor principal de Gorbachov, 1991; secretario del Comité Central, 1986-1990; miembro del Politburó, 1988-1990.
MEDVÉDIEV, VLADÍMIR: jefe del dispositivo de seguridad de Gorbachov.
MIJAILENKO, VITALI: aliado de Gorbachov en Stávropol.
MIJALIEVA, NADIEZHDA: compañera de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
MITTERRAND, FRANÇOIS: presidente de Francia, 1981-1995.
MLYNÁR, ZDENEK: amigo cercano de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú, 1950-1955; secretario del Partido Comunista checoslovaco, 1968-1970, e intelectual que desempeñó un papel fundamental en la Primavera de Praga.
MODROW, HANS: primer ministro de la República Democrática Alemana, 1989-1990.
MOLOTOV, VIACHESLAV: aliado de Stalin; rival de Jrushchov.
MURAJOVSKI, VSEVÓLOD: primer vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética y presidente de la Comisión Estatal de Agroindustria, 1985-1989; primer secretario del comité regional del partido en Stávropol, 1978-1985.
MURATOV, DIMITRI: periodista ruso, director de Novaia Gazeta; amigo cercano de Gorbachov.
MUSATOV, VALERI: funcionario del Comité Central.
MUTALIBOV, AIAZ: presidente de Azerbaiyán, 1990-1992; primer secretario del Partido Comunista de Azerbaiyán, 1990-1991; presidente del Consejo de Ministros de Azerbaiyán, 1989-1990.
NAYIBULÁ, MOHAMED: presidente de la República Democrática de Afganistán, 1987-1992.
NAZARBÁIEV, NURSULTÁN: primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán, 1989-1991; presidente de Kazajistán, desde 1991.
NÉMETH, MIKLÓS: primer ministro de Hungría, 1988-1990.
NICOLÁS II: último zar de Rusia, 1894-1917.
NIKÓNOV, VÍKTOR: secretario del Comité Central especialista en agricultura, 1985-1989; miembro del Politburó, 1987-1989.
NIXON, RICHARD: presidente de Estados Unidos, 1969-1974.
OCCHETTO, ACHILLE: secretario general del Partido Comunista Italiano, 1988-1994.
PALAZHCHENKO, PÁVEL: intérprete al inglés de Gorbachov y Shevardnadze, 1985-1991; director de relaciones internacionales y relaciones con la prensa de la Fundación Gorbachov.
PATIASHVILI, DZHÚMBER: primer secretario del Partido Comunista de Georgia, 1985-1989.
PÁVLOV, VALENTÍN: primer ministro soviético, enero-agosto de 1991; partícipe en el golpe de agosto de 1991.
PÉTRAKOV, NIKOLÁI: asesor económico de Gorbachov, 1990.
PLEJÁNOV, YURI: jefe del directorio del KGB a cargo de la seguridad de Gorbachov, 1983-1991; participante en el golpe de agosto de 1991.
POLTORANIN, MIJAÍL: ministro de Comunicaciones e Información de la República Rusa, 1990-1992.
PONOMARIOV, BORÍS: jefe del departamento internacional del Comité Central, 1957-1986; secretario del Comité Central, 1961-1986.
POPOV, GAVRIL: alcalde de Moscú, 1990-1992; político liberal.
POROTOV, NIKOLÁI: director adjunto del departamento de cuadros del Komsomol en Stávropol y primer jefe de Gorbachov.
PORTUGÁLOV, NIKOLÁI: funcionario del Comité Central.
POWELL, LORD CHARLES: secretario privado y consejero en política exterior de los primeros ministros británicos Margaret Thatcher y John Major, 1983-1991.
POWELL, COLIN: consejero de seguridad nacional del presidente Reagan, 1987-1989; jefe del Estado Mayor Conjunto, 1989-1993.
POZSGAY, IMRE: político húngaro.
PROKÓFIEV, YURI: primer secretario del comité del partido en la ciudad de Moscú, 1989-1991; miembro del Politburó, 1990-1991.
PUGO, BORÍS: ministro de Interior, 1990-1991; Primer secretario del Partido Comunista de Letonia, 1984-1988; participante en el golpe de agosto de 1991.
PUTIN, VLADÍMIR: presidente ruso, 2000-2008, 2012-; primer ministro bajo la presidencia de Borís Yeltsin, 1999-2000, y del presidente Dimitri Medvédiev, 2008-2012.
RAJMANIN, OLEG: director adjunto del departamento de relaciones con los partidos comunistas y obreros de los países socialistas dentro del Comité Central, 1968-1987.
RAKOWSKI, MIECZYSŁAW: primer ministro polaco, 1988-1990.
REAGAN, NANCY: primera dama, 1981-1989, esposa de Ronald Reagan.
REAGAN, RONALD: presidente de Estados Unidos, 1981-1989.
REGAN, DONALD: jefe de gabinete de la Casa Blanca con el presidente Reagan, 1985-1987.
REMNICK, DAVID: corresponsal en Moscú de The Washington Post, 1988-1991.
REVENKO, GRIGORI: jefe de gabinete en la administración presidencial de Gorbachov, finales de 1991.
RIABOV, YAKOV: primer secretario del partido en la provincia de Svérdlovsk, 1971-1976.
RIBÁKOV, ANATOLI: escritor soviético.
RICE, CONDOLEEZZA: directora de Asuntos Soviéticos y de Europa Oriental en el Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, 1989-1991.
RIMASHIEVSKAIA, NATALIA: compañera de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
RÍZHKOV, NIKOLÁI: presidente del Consejo de Ministros, 1985-1991; director del departamento de economía del Comité Central, 1982-1985; miembro del Politburó, 1985-1990.
ROMANOV, GRIGORI: secretario del Comité Central, 1983-1985; primer secretario del comité del partido en la región de Leningrado, 1970-1983; miembro del Politburó, 1976-1985.
RUSAKOV, KONSTANTÍN: secretario del Comité Central y director del departamento de relaciones con los partidos comunistas y obreros de los países socialistas dentro del Comité Central, 1977-1986.
RUST, MATHIAS: piloto aficionado occidental que aterrizó con su avioneta en la plaza Roja el 28 de mayo de 1987.
RUTSKOI, ALEXÁNDER: vicepresidente de Rusia, 1991-1993.
SAGDÉIEV, ROALD: científico espacial soviético.
SÁJAROV, ANDRÉI: físico nuclear ruso que ayudó a diseñar la bomba H soviética; luego se hizo disidente y activista por los derechos humanos; liberado del exilio en 1986; diputado en el Congreso de Diputados del Pueblo en 1989.
SCOWCROFT, BRENT: asesor en seguridad nacional del presidente George H. W. Bush, 1989-1993.
SHAJNÁZAROV, GUEORGUI: asesor muy cercano a Gorbachov, especialista en Europa oriental y la reforma política en la Unión Soviética, 1988-1991.
SHAPKO, VALERI: compañero de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
SHAPÓSHNIKOV, YEVGUENI: último ministro de Defensa soviético, agosto-diciembre de 1991.
SHATALÍN, STANISLAV: miembro de la Comisión Estatal de Reforma Económica, 1989; miembro del Consejo Presidencial, 1990-1991.
SHÁTROV, MIJAÍL: dramaturgo soviético.
SHCHERBITSKI, VLADÍMIR: primer secretario del Partido Comunista de Ucrania, 1972-1989; miembro del Politburó, 1971-1989.
SHENIN, OLEG: secretario del Comité Central y miembro del Politburó, 1990-1991; partícipe en el golpe de agosto de 1991.
SHEVARDNADZE, EDUARD: ministro de Asuntos Exteriores soviético, 1985-1990; primer secretario del Partido Comunista de Georgia, 1972-1985.
SHMELIOV, NIKOLÁI: economista soviético; diputado del pueblo de la Unión Soviética.
SHULTZ, GEORGE: secretario de Estado estadounidense, 1982-1989.
SHUSHKIÉVICH, STANISLAV: presidente del Sóviet Supremo de Bielorrusia, 1991-1994.
SILÁIEV, IVÁN: presidente del Consejo de Ministros de la República Federada Socialista Soviética Rusa (RFSSR), junio de 1990-finales de 1991.
SÓBCHAK, ANATOLI: académico y jurista soviético; diputado del pueblo de la Unión Soviética; miembro del Consejo Presidencial; alcalde de San Petersburgo, 1991-1996.
SOKOLOV, SERGUÉI: ministro de Defensa soviético, 1984-1987.
SOLOMÉNTSIEV, MIJAÍL: miembro del Politburó, 1983-1988.
SOLOVIOV, YURI: primer secretario del comité del partido en la provincia de Leningrado, 1985-1989.
STALIN, IÓSIF (alias IÓSIF DZHUGASHVILI): sucedió a Lenin como líder comunista de la Unión Soviética en 1922; murió en el cargo en 1953.
STÁNKEVICH, SERGUÉI: académico soviético; diputado del pueblo de la Unión Soviética; líder del Grupo de Diputados Interregionales.
STÁRKOV, VLADISLAV: director de Argumenti i Fakti.
STARODÚBTSEV, VASILI: partícipe en el intento de golpe de agosto de 1991.
STRAUSS, ROBERT: embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética, 1991.
ŠTROUGAL, LUBOMÍR: primer ministro de Checoslovaquia, 1971-1988.
SÚSLOV, MIJAÍL: secretario del Comité Central, 1947-1982.
TARASIENKO, SERGUÉI: principal asesor del ministro de Asuntos Exteriores soviético Eduard Shevardnadze, 1985-1990.
TELTSCHIK, HORST: consejero de seguridad nacional del canciller Helmut Kohl, 1982-1990.
THATCHER, MARGARET: primera ministra de Reino Unido, 1979-1990.
TÍJONOV, NIKOLÁI: presidente del Consejo de Ministros, 1980-1985; miembro del Politburó, 1979-1985.
TITARIENKO, ALEXANDRA: madre de Raisa Gorbachov.
TITARIENKO, LUDMILA: hermana de Raisa Gorbachov.
TITARIENKO, MAXIM: padre de Raisa Gorbachov.
TITARIENKO, YEVGUENI: hermano de Raisa Gorbachov.
TIZIAKOV, ALEXÁNDER: partícipe en el intento de golpe de agosto de 1991.
TÓPILIN, YURA: compañero de curso de Gorbachov en la Universidad Estatal de Moscú.
TRUDEAU, PIERRE ELLIOTT: primer ministro canadiense, 1968-1979 y 1980-1984.
TVARDOVSKI, ALEXÁNDER: escritor soviético; director de Novi Mir.
ULIÁNOV, MIJAÍL: actor soviético; diputado del pueblo de la Unión Soviética.
USTÍNOV, DIMITRI: ministro de Defensa soviético, 1976-1984; miembro del Politburó, 1976-1984.
VARÉNNIKOV, VALENTÍN: ministro de Defensa adjunto y comandante de las fuerzas terrestres, 1989-1991; partícipe en el golpe de agosto de 1991.
VARSHAVSKI, MIJAÍL e INA: amigos cercanos de los Gorbachov en Stávropol.
VELIJOV, YEVGUENI: director del Instituto de Energía Atómica; diputado del pueblo de la Unión Soviética, 1989-1991; miembro del Comité Consultivo en Política del presidente Gorbachov, 1991.
VIRGANSKAIA/GORBACHOV, IRINA: hija de Mijaíl y Raisa Gorbachov.
VIRGANSKAIA, ANASTASIA (NASTIA) y ZENIA: nietas de Mijaíl y Raisa Gorbachov, hijas de Irina.
VIRGANSKI, ANATOLI: yerno de Gorbachov, casado con su hija Irina.
VISOTSKI, VLADÍMIR: actor y poeta soviético.
VLASOV, ALEXÁNDER: ministro del Interior de la Unión Soviética, 1986-1988; presidente del Consejo de Ministros ruso, 1988-1990.
VOLSKI, ARKADI: presidente del departamento de fabricación de maquinaria para la construcción dentro del Comité Central; enviado especial a Nagorno-Karabaj, 1988-1990.
VÓRONTSOV, YULI: embajador soviético ante las Naciones Unidas, 1990-1991; embajador en Afganistán, 1988-1990; primer viceministro de Asuntos Exteriores, 1986-1989; embajador en Francia, 1983-1986.
VORÓTNIKOV, VITALI: presidente del Consejo de Ministros de las Repúblicas Rusas, 1983-1988; presidente del Presídium del Sóviet Supremo de la República Federativa Socialista Soviética Rusa (RFSSR), 1988-1990; miembro del Politburó, 1983-1990.
WAŁESA, LECH: presidente polaco, 1990-1995; fundador del sindicato Solidaridad.
WEIZSÄCKER, RICHARD VON: presidente de Alemania Occidental/Alemania, 1984-1994.
YAKOVLEV, ALEXÁNDER: miembro del Politburó, 1987-1990; secretario del Comité Central, 1986-1990; embajador soviético en Canadá, 1973-1983.
YAKOVLEV, YÉGOR: director general de Moskovskie Novosti (Las Noticias de Moscú), 1986-1991.
YANÁIEV, GUENADI: vicepresidente de la Unión Soviética, diciembre de 1990-agosto de 1991; líder de los sindicatos soviéticos, 1986-1990; partícipe en el golpe de agosto de 1991.
YAVLINSKI, GRIGORI: economista soviético/ruso; vicepresidente del Consejo de Ministros ruso y la Comisión Estatal para la Reforma Económica, 1990.
YAZOV, DIMITRI: ministro de Defensa soviético, 1987-1991; partícipe en el golpe de agosto de 1991.
YEFRÉMOV, LEONID: primer secretario de la región de Stávropol, 1964-1970.
YELTSIN, BORÍS: presidente ruso, 1991-1999; presidente del Sóviet Supremo Ruso, 1990-1991; candidato a miembro del Politburó, 1986-1988; secretario del Comité Central, 1985-1986; primer secretario del comité del partido en la ciudad de Moscú, 1985-1987.
ZAGLADÍN, VADIM: asesor de Gorbachov, 1988-1991.
ZÁIKOV, LEV: primer secretario del comité de la ciudad de Moscú, 1987-1989.
ZASLAVSKAIA, TATIANA: socióloga soviética de economía.
ZASLAVSKI, ILIÁ: diputado del pueblo de la Unión Soviética.
ZDRAVOMÍSLOVA, OLGA: directora ejecutiva de la Fundación Gorbachov.
ZHÍVKOV, TÓDOR: líder del Partido Comunista de Bulgaria, 1954-1989.
ZIMIANIN, MIJAÍL: secretario del Comité Central, 1976-1987.
ZIUGÁNOV, GUENADI: líder del Partido Comunista de Rusia.
ZOELLICK, ROBERT: consejero del Departamento de Estado estadounidense, 1989-1992.
ZUBIENKO, IVÁN: redactor de los discursos de Gorbachov en Stávropol.
GORBACHOV

Los Gorbachov de vacaciones en Foros, agosto de 1990.
INTRODUCCIÓN
«Es difícil entender a Gorbachov»
«Es difícil entender a Gorbachov», me dijo una vez aludiendo a sí mismo en tercera persona, como hace a menudo. Yo había comenzado a trabajar en su biografía en 2005 y un año después me preguntó cómo iba con eso. «Lento», dije excusándome. «Está bien —replicó—, es difícil entender a Gorbachov.»
Vale decir que se lo tomó con su humor habitual. Y su afirmación era acertada. El mundo entero se muestra resueltamente dividido cuando se trata de comprender a Gorbachov. Muchos, sobre todo en Occidente, lo ven como el mayor estadista de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, en Rusia es ampliamente menospreciado por quienes lo culpan del hundimiento de la Unión Soviética y de la bancarrota económica asociada a él. Sus admiradores se maravillan con su visión y coraje. Sus detractores, incluidos algunos de sus antiguos camaradas del Kremlin, lo acusan de casi todo, desde haber pecado de ingenuo hasta haber sido un traidor. En lo único en lo que todos coinciden es en que cambió, casi por sí solo, a su país y al mundo.
Antes de que asumiera el poder en marzo de 1985, la Unión Soviética era una de las dos superpotencias mundiales. En torno a 1989, Gorbachov había transformado radicalmente el sistema soviético y, para 1990, más que ningún otro líder, contribuyó a poner fin a la Guerra Fría. A finales de 1991 la Unión Soviética se hundió, convirtiéndole en un presidente sin un país que gobernar.
Pero no lo hizo todo solo. La condición tan precaria del sistema soviético en 1985 propició que sus colegas del Kremlin lo escogieran para embarcarse en un proceso de reformas, aunque Gorbachov terminó yendo mucho más lejos de lo que todos ellos pretendían. Contó, en el proceso, con aliados liberales rusos que dieron la bienvenida a sus reformas de vasto alcance y que trabajaron para apoyarlas, pero que entonces eligieron a Borís Yeltsin para que los condujera a la tierra prometida. Se topó con adversarios soviéticos de la línea dura que se resistían a su figura, primero de manera encubierta y luego de forma abierta y resuelta. Tenía adversarios personales, especialmente Yeltsin, a quien atormentaba y que a su vez lo atormentó a él, antes de asestarles el golpe de gracia tanto a Gorbachov como a la Unión Soviética. Los líderes occidentales dudaron de Gorbachov, luego lo acogieron y finalmente lo abandonaron, negándole la ayuda económica que tan desesperadamente requería. Y, lo que tal vez sea lo más importante, tuvo que lidiar con la propia Rusia, con su tradicional estilo autoritario y antioccidental; tras rechazar por igual a Gorbachov y Yeltsin, el país se entregó finalmente a Vladímir Putin.
En calidad de secretario general del Partido Comunista, Gorbachov tenía la facultad de cambiarlo prácticamente todo. Era incluso una figura única entre sus homólogos. Otros ciudadanos soviéticos, algunos de los cuales ocupaban cargos bastante altos, compartían sus valores, pero apenas ninguno de los integrantes de la cúpula. Los únicos tres miembros del Politburó que lo apoyaron casi hasta el final, Alexánder Yakovlev, Eduard Shevardnadze y Vadim Medvédiev, estaban en posición de hacerlo solo porque él mismo los nombró o los alentó a seguir en el cargo. Como bien ha dicho Archie Brown, el veterano experto británico en temas soviéticos: «No hay razón alguna para suponer que cualquier alternativa verosímil a Gorbachov a mediados de los años ochenta hubiera puesto a su vez patas arriba al marxismo-leninismo y transformado esencialmente a su país y el orden internacional en un intento de revertir un declive que, en rigor, no planteaba una amenaza inmediata al sistema [soviético] o a él mismo».[1]
Dimitri Furman, el difunto académico ruso, formuló más ampliamente la cualidad única de Gorbachov: fue, según él, «él único político de la historia de Rusia que, teniendo todo el poder en sus manos, optó voluntariamente por limitarlo y hasta se arriesgó a perderlo en nombre de ciertos valores y principios éticos». Para Gorbachov, recurrir a la fuerza y la violencia con el fin de mantenerse en el poder hubiera constituido «una derrota». A la luz de sus principios, insistía Furman, «su derrota final fue una victoria», aun cuando —cabe añadir— él mismo no la percibiera así en ese momento.[2]
¿Cómo se convirtió Gorbachov en Gorbachov? ¿Cómo es posible que un chico de origen campesino, cuyo encendido homenaje a Stalin obtuvo un premio cuando cursaba la secundaria, se transformara en el enterrador del sistema soviético? «Solo Dios lo sabe», se lamentó Nikolái Rízhkov, su primer ministro durante mucho tiempo, que acabó volviéndose en su contra.[3] Uno de sus consejeros más cercanos, Andréi Grachov, lo tildó ni más ni menos que de «un error genético dentro del sistema»,[4] y el propio Gorbachov se describió a sí mismo como «un producto» de ese sistema y como su «antiproducto».[5] Pero ¿cómo llegó a convertirse en ambas cosas?
¿Cómo llegó a ser el líder del Partido Comunista a pesar de las cortapisas y garantías más rigurosas que quepa imaginar, diseñadas todas ellas contra alguien como él?[6] ¿Cómo pudo, se preguntó Grachov, «un país no del todo normal acabar teniendo un líder con reflejos éticos normales y una gran dosis de sentido común»?[7] Un psiquiatra estadounidense que elaboraba el perfil de los dirigentes extranjeros para la Agencia Central de Inteligencia se mostró «perplejo» al comprobar que un «sistema tan rígido» había generado un líder tan «innovador y creativo».[8]
¿Qué cambios buscaba Gorbachov para su país cuando asumió el poder en 1985? ¿Propiciaba acaso solamente algunas reformas económicas moderadas, como señaló en la época, y solo se radicalizó ante la falta de resultados? ¿O pretendía desde un comienzo liquidar el totalitarismo reinante, encubriendo su objetivo en la medida en que era un anatema para los mismos integrantes del Politburó que lo eligieron? ¿Qué fue lo que, en último término, lo inspiró a transformar el comunismo en la Unión Soviética? ¿Qué le hacía creer que podía transformar una dictadura en una democracia, una economía planificada en otra de mercado, un Estado unificado y altamente centralizado en una auténtica federación soviética, y la Guerra Fría en un nuevo orden mundial basado en la renuncia al uso de la fuerza, y todo ello al mismo tiempo, por medios que él mismo calificaba de «evolutivos»...? ¿Qué fue lo que le llevó a creer que podía superar en unos pocos años determinadas pautas políticas y socioeconómicas de Rusia que se remontaban a siglos atrás, como eran el autoritarismo zarista —luego metamorfoseado en totalitarismo soviético— y los largos periodos de obediencia casi servil a la autoridad, siempre jalonada de estallidos ocasionales de sangrienta rebelión, así como una mínima experiencia con los procedimientos cívicos, incluidos el compromiso y el consenso, ninguna tradición de autogestión democrática y ningún imperio de la ley? Como él mismo diría luego al aludir al espíritu de la vieja Rusia que obstaculizaba sus afanes: «¿Acaso nuestra mentalidad rusa requería que el nuevo estilo de vida le fuera servido de inmediato en bandeja de plata aquí y allá, sin necesidad de reformar la sociedad?».[9]
¿Tenía un plan Gorbachov? ¿Cuál era su estrategia para transformar su país y el mundo? No contaba ni con uno ni con la otra, dicen sus críticos. Pero es que nadie tenía, responden sus admiradores; nadie podía tener un diseño para transformar a la vez su país y el mundo.
Ya fuera o no un avezado estratega, ¿no era un táctico deslumbrante? ¿Cómo, si no, podría haber conseguido que la mayoría del Politburó aprobara sus reformas más radicales? ¿Y no sería, a pesar de todo, «insuficientemente decidido y demasiado inconsistente», como señaló Gueorgui Shajnázarov, uno de sus asesores más próximos?[10] Pero ¿cómo podía ser así cuando durante seis años corrió el riesgo ni más ni menos de ser desalojado abruptamente del poder y hasta de ser encarcelado?
¿Cómo reaccionó cuando muchos de sus antiguos camaradas del Kremlin se volvieron en su contra y tantos de los individuos designados por él mismo organizaron un golpe contra él en agosto de 1991? ¿O fue él quien los traicionó a ellos, llevándolos a creer que aspiraba a modernizar el sistema soviético y contribuyendo luego a su destrucción?
¿Era Gorbachov vengativo y no perdonaba? ¿Explica eso su fatídica ineptitud para llevarse bien con Borís Yeltsin? Aun así, perdonó u olvidó algunas de las fuertes críticas que le formularon sus asesores más próximos y los mantuvo a su lado en la fundación que creó tras perder el poder en 1991. «No puedo permitirme la venganza contra nadie —señaló más tarde—. No puedo no perdonar.»[11]
Teniendo en cuenta todos los obstáculos que impedían su éxito, ¿no era Gorbachov una suerte de idealista utópico? En absoluto, insistía él: «Le aseguro que soñar despierto no es un rasgo de Gorbachov». Con todo, hizo la siguiente evocación: «El sabio Moisés tenía razón al hacer que los judíos vagaran por el desierto durante cuarenta años... para librarse del legado de la esclavitud egipcia».[12]
Considerando cómo actúan los grandes líderes, en especial cómo lo hacían los soviéticos, Gorbachov fue un hombre extremadamente decente, demasiado como para —según dicen muchos rusos y algunos occidentales— recurrir a la fuerza, aunque fuera a regañadientes, cuando lo que hacía falta era esa fuerza para salvar a la nueva Unión Soviética democrática que estaba creando. ¿Por qué, si no, cuando sus enemigos ansiaban emplear la fuerza para aplastar la libertad que él había generado, se mostró reacio a utilizar esa misma fuerza para salvarla?[13] ¿Estaría intelectualmente convencido, después de toda la sangre que había corrido en el curso de la historia rusa, sobre todo en las conflagraciones y purgas del siglo XX, de que no era posible derramar ni una gota más? ¿Era todo ello una aversión emocional, derivada de su exposición personal a los costes atroces de la guerra y la violencia?
Su decencia, con todo, resultaba patente en su vida familiar. Su esposa, Raisa, era una mujer intelectual y de buen gusto (aun cuando Nancy Reagan no pensara lo mismo). A diferencia de demasiados políticos, Gorbachov amaba y apreciaba a su esposa y, algo raro tratándose de un líder soviético, fue un padre comprometido y muy presente en la vida de su hija, así como un abuelo de iguales características con sus dos nietas. ¿Qué fue, pues, lo que le hizo decir, tras la agónica muerte de su mujer a causa de la leucemia a los sesenta y siete años: «Soy el culpable. Soy el que le provocó esto»?[14]
Si Gorbachov era en efecto único, si sus actos diferían de manera tan drástica de lo que otros líderes hubieran hecho en su lugar, su carácter ha de ser un elemento fundamental para explicar su comportamiento. Solo que su carácter es a la vez difícil de precisar. ¿Era un gran escuchador, como dicen algunos, un hombre esencialmente no doctrinario y con ganas de aprender de la vida real? ¿O más bien era un hombre que no sabía cuándo callarse? Gorbachov tenía muchísima confianza en sí mismo y poseía un narcisismo rayano en la autoflagelación, según Arón Bielkin, un importante psiquiatra soviético que no llegó a conocerlo personalmente, pero cuyo diagnóstico le parecía muy creíble a Anatoli Cherniáiev, uno de los asesores cercanos de Gorbachov.[15] Sin embargo, si el narcisismo se extiende a lo largo de un espectro en cuyo «extremo sano» están el «egocentrismo» y la «autoconfianza extrema», ¿será a fin de cuentas tan infrecuente entre los líderes políticos?[16] Cualquiera que sea el término que usemos, Gorbachov se sentía muy seguro de sí mismo, pero, cuando se le preguntó por el rasgo que consideraba más desagradable en otra persona que acababan de presentarle, dijo: «La autoconfianza». Y ¿qué era lo que más lo irritaba en otros? «La arrogancia.»[17] ¿Se sentía amenazado por otros hombres con una gran confianza en sí mismos? ¿O se veía él mismo reflejado en otros y no le gustaba ese reflejo?
Alexánder Yakovlev, su colaborador más cercano dentro de la cúpula soviética —aunque se alejara algo de él en años posteriores—, pensaba que el propio Gorbachov tenía dificultades para entenderse a sí mismo. Yakovlev percibía en ocasiones que «sentía miedo de mirar en su interior, miedo de conectarse con sinceridad consigo mismo, miedo de averiguar algo que no sabía y que prefería no saber». Según Yakovlev, «siempre andaba necesitado de una respuesta, un elogio, apoyo, simpatía, comprensión, esos elementos que servían de combustible a su vanidad, su autoestima y sus acciones creativas».[18]
De ser así, ¿cómo reaccionó Gorbachov cuando, nada más vislumbrar la cima, hubo de asistir al desplome a su alrededor de la visión grandiosa que albergaba? ¿Fue en realidad un auténtico gran líder? ¿O fue un héroe trágico, abatido en parte por sus propias limitaciones, pero incluso más por las fuerzas inflexibles a las que hubo de enfrentarse?
1
Infancia, adolescencia y juventud
1931-1949
Mijaíl Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en la aldea de Privolnoie, situada a unos 145 kilómetros al norte de la ciudad rusa de Stávropol, en el Cáucaso septentrional. Sus padres le pusieron el nombre de Víktor, lo cual debió de ser un discreto homenaje por su parte a la «victoria» inminente del primer plan quinquenal anunciado por Stalin, aunque su madre y su abuela insistieron luego en un bautismo secreto, durante el cual su abuelo paterno lo rebautizó como Mijaíl, un nombre de connotaciones algo más bíblicas. La mancha violácea en su cráneo, que, de acuerdo con el folclore ruso, es la marca del demonio, al parecer no consiguió inquietar a sus progenitores o abuelos.
Privolnoie significa, en traducción muy libre, lugar a la vez «libre y grato», pero durante la infancia de Gorbachov el pueblo no era ni lo uno ni lo otro.[1] Allí, en Privolnoie, como en toda la Unión Soviética, se desarrollaba en 1931 la colectivización de la tierra, un proceso violento que supuso la muerte de millones de campesinos. Durante la terrible hambruna del bienio 1932-1933, fallecieron de hecho dos de sus tíos y una tía. El Gran Terror de Stalin en la década de 1930 se llevó por delante a sus dos abuelos: el padre de su madre fue arrestado en 1934 y su otro abuelo, en 1937. Luego, el 22 de junio de 1941, los nazis invadieron la Unión Soviética y ocuparon la aldea durante cuatro meses y medio, en 1942. El hambre golpeó de nuevo en 1944 y 1946. Y después de la guerra, cuando el pueblo soviético esperaba al fin un alivio y una vida mejor, Stalin volvió a la carga, forzándolo una vez más al sacrificio en pos del futuro glorioso que el comunismo prometía, pero nunca hizo realidad.
Resulta difícil imaginar una época más atroz, y el hecho de vivirla influyó a todas luces en la visión última de Gorbachov sobre el estalinismo y la necesidad imperiosa de condenar sus prácticas, o sobre la fuerza y la violencia y la obligación de no recurrir a ellas. Pero esta historia tiene otra faceta. Aun con los mencionados horrores en curso, el régimen insistía en que los niños soviéticos cumplieran con ritos de «agradecimiento al camarada Stalin» por su «infancia dichosa» y, en un grado por lo demás sorprendente, la infancia del propio Gorbachov fue auténticamente feliz. Ello fue, en parte, el fruto de su temperamento afable y optimista por naturaleza, pero también un reflejo de los rayos de esperanza que de vez en cuando irrumpían, milagrosamente, entre los oscuros nubarrones que se cernían sobre su vida. ¿Cuán horrible podía ser en rigor la colectivización si uno de sus abuelos, que lo adoraba de manera particular, estaba a cargo de una granja colectivizada? Ambos abuelos sobrevivieron al Gulag y fueron liberados prontamente. Justo cuando los nazis parecían a punto de caer sobre la familia Gorbachov por estar emparentada con el encargado comunista de una granja colectivizada, los alemanes tuvieron que retirarse de Privolnoie. Su padre, al que Gorbachov quería de manera entrañable, apareció entre los caídos en la guerra, pero el parte era erróneo: Serguéi Gorbachov sobrevivió de algún modo durante los cuatro años que pasó en el frente y volvió a casa triunfante. Después de la guerra, además de irle bien en la escuela y convertirse en un activista del Komsomol (la Liga de las Juventudes Comunistas), Mijaíl obtuvo una de las medallas más valoradas de la Unión Soviética, la Orden de la Bandera Roja del Trabajo, por ayudar a su padre, conductor de una cosechadora, a batir marcas en su trabajo.
Los psicólogos postulan que, cuando las desgracias personales tienen un final feliz, ya sea por azar o por los empeños de sus víctimas potenciales, estas últimas suelen ser más confiadas y optimistas que otros individuos, y menos susceptibles a la depresión.[2] Asimismo, no fue solo que lo peor dentro de lo imaginable no terminó de ocurrirle a Mijaíl Gorbachov, sino que buena parte de lo que efectivamente le sucedió adquiere un cariz próximo a cierto ideal. Su padre, Serguéi Gorbachov, era en apariencia un hombre espléndido, adorado por el propio Mijaíl y respetado por sus vecinos del pueblo. En su juventud, según recordaba él mismo, sentía no solo «amor filial» por su padre, sino que era «muy cercano» a él, aunque ninguno de ellos manifestó nunca con palabras esos sentimientos; «sencillamente estaban allí, de fondo».[3] El abuelo materno de Gorbachov, Panteléi Gopkalo, lo trataba con suma «ternura», y la ternura no es un sentimiento que los varones rusos se permitan con facilidad. Pese a ello, había a la vez algunas tensiones en el seno de la familia. Su abuelo paterno, Andréi Gorbachov, era «muy autoritario», según recuerda. Andréi y el padre de Gorbachov, Serguéi, terminaron alejados, y más de una vez llegaron a las manos. Pero también el abuelo Andréi exhibía un lado tierno hacia su nieto, como ocurría con sus dos abuelas. La madre de Gorbachov, Maria, podía ser a veces fría y castigadora; se había resistido a la boda con su marido e impuso disciplina a su hijo con una correa hasta los trece años. Las tensiones familiares supusieron, ciertamente, un alto precio para Gorbachov, y a medida que fue creciendo, o incluso después de haber alcanzado la edad adulta, parecía requerir un tipo de atención y consideración de las que se sentía merecedor.[4]

El niño Mijaíl Gorbachov con sus abuelos maternos, Panteléi y Vasilisa Gopkalo.
Sus padres eran gente muy pobre, pero trabajaban duro y lo formaron para que él también lo hiciera. Con el fin de sobrevivir a la guerra, Gorbachov tuvo que dejar atrás la niñez cuando era apenas un adolescente. Después de la guerra, se convirtió en un alumno destacado y un ciudadano ejemplar en su escuela, y, para rematarlo, obtuvo la mencionada medalla por participar en la cosecha del cereal. En 1950, cuando abandonó Privolnoie para asistir a la Universidad Estatal de Moscú, era un joven fuerte, de espíritu independiente y muy confiado en sí mismo, con una actitud rayana en la arrogancia. Él mismo resumió su actitud en los siguientes términos: «Éramos pobres, casi unos pordioseros, pero en general yo me sentía a las mil maravillas».[5]
La prehistoria de la zona que ocupa Stávropol, allí donde Gorbachov se crio, se remonta al primer milenio a.C., cuando diversas tribus invadieron la región. La propia Stávropol fue fundada en 1777 como una avanzada militar y fue declarada ciudad en 1785. En su centro había una de las varias fortalezas construidas a lo largo de la línea que iba de Azov a Mózdok, obra del príncipe Grigori Potemkin (del afamado pueblo de Potemkin), siguiendo las órdenes de su amante, la emperatriz Catalina la Grande, con vistas a defender las fronteras meridionales del Imperio ruso. Los cosacos colonizaron la zona y, con el paso del tiempo, a ellos se unieron los siervos que huían de la opresión de los terratenientes y luego otros campesinos enviados al exilio forzoso. Durante la segunda mitad del siglo XIX, los ancestros paternos de Gorbachov emigraron de Vorónezh, hacia el sur de Rusia, y los de su madre, desde Chernígov, en el norte de Ucrania. La periferia sur del imperio era, según advierte Gorbachov, de «carácter turbulento»: los líderes de dos rebeliones campesinas, Stepan Razín y Yemelián Pugachov, provenían del área cercana, al igual que Yérmak, el líder cosaco del siglo XVI y explorador de Siberia. «Aparentemente», prosigue, ese espíritu «se infiltraba en la sangre de quienes habitaban la región y fue transmitido como un legado de una generación a otra».[6] Fue en esta misma región fértil donde, en 1918, nació Alexánder Solzhenitsin, el disidente conservador antisoviético.
La aldea de Privolnoie, situada en el extremo noroccidental de la región donde se halla Stávropol, colindante con las provincias de Róstov y Krasnodar, fue creada en 1861. Para llegar hoy hasta ella hay que ir en automóvil hacia el noroeste desde Stávropol, junto a los campos de trigo y girasoles. A la entrada del pueblo hay un cartel multicolor que alardea ante el visitante: «¡Bienvenido a Privolnoie!». De la plaza del pueblo sale un camino asfaltado en su parte inicial y que luego se vuelve de tierra, serpenteando alrededor de un kilómetro y medio por un territorio despejado y abierto donde la tierra se alza gradualmente desde el río Yegórlik. En la década de 1930, la población local estaba compuesta en proporciones casi iguales por rusos y ucranianos. Volviendo al centro del pueblo, los rusos étnicos vivían a un lado del río y la gente de origen ucraniano al otro. La tierra donde los Gorbachov se asentaron, situada en una ladera que desciende hasta el río, está ahora deshabitada. Igualmente ralo, salvo por la maleza y algunos arbustos que en él proliferan, se aprecia el terreno que sube hacia la estepa. Solo se ven un par de cobertizos cuya silueta se yergue contra el horizonte. El resto de Privolnoie, con sus casas de madera y su gran iglesia, a cuya construcción el antiguo presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, hizo una contribución significativa, tampoco es visible.
Fue allí, en lo que entonces era el límite mismo del pueblo, donde el bisabuelo de Gorbachov, Moiséi Gorbachov, construyó una cabaña para su esposa y sus tres hijos, Alexéi, Grigori y Andréi. Muchos años después, cuando Mijaíl ya había crecido, la familia Gorbachov abandonó esa llanura frecuentemente anegada y se trasladó al pueblo. En su infancia, todo cuanto podía ver alrededor de la cabaña, situada a unos doscientos metros sobre el río, era la versión rusa de una pradera al estilo norteamericano: «Estepa, estepa y más estepa».[7] En la época de Moiséi Gorbachov, toda la familia, integrada por dieciocho miembros en total, se aglutinaba en una gran cabaña con varias divisiones. Otros parientes vivían en las cercanías. Más tarde, los tres hijos construyeron cada uno su cabaña, y los abuelos recién casados de Gorbachov, Andréi y Stepánida, se independizaron. Allí nació, en 1909, Serguéi, el padre de Gorbachov.
Según variados testimonios, el abuelo Andréi, que combatió en la Primera Guerra Mundial en el frente occidental, era un individuo hosco y obcecado. «No se perdonaba nada a sí mismo ni a los demás —recuerda su nieto—, todo tenía que estar siempre en orden.»[8] Era «severo y despiadado».[9] «Tacaño», dice otra fuente. «Rudo e irascible, aunque fuerte, voluntarioso», añaden otros.[10] Con todo, ese viejo que intimidaba a tantos se suavizaba enseguida al ver a su nieto. «Me invitaba a seguirlo por los alrededores, me contaba historias, me alimentaba e insistía en que me alimentara.»[11] Stepánida era «buena y afectuosa», y una suerte de «amiga» singularmente buena para su nieto, recuerda este. En eso fue también «afortunado».[12]
Andréi y Stepánida tuvieron seis hijos, pero solo dos de ellos varones, así que la comunidad aldeana, que contabilizaba solo a los hombres a la hora de asignar las tierras, les destinó muy poca. De resultas de ello, afirma Gorbachov, todos los integrantes de la familia, incluidos los más pequeños, tenían que trabajar «de sol a sol». Así pues, se las ingeniaron para sacar a la familia de la pobreza y convertirse en lo que se denominaba «campesinos medianos». Con todo, para las dotes de sus hijas tuvieron que vender todo el cereal y el ganado. Lo que salvaba a la familia era una enorme parcela en la que el abuelo Andréi se las arreglaba para cultivar prácticamente todo lo que la familia requería. «Era una parcela espléndida —recordaba luego su nieto—, que se extendía por todo el terreno hacia abajo y hasta el río. El abuelo hacía allí injertos de manzanos, así que uno veía manzanas de varios tipos, rojas y verdes. Era bellísimo, excepcional. Pero era a la vez arriesgado correr por allí. El abuelo era un hombre duro, muy duro.»[13]
El abuelo Andréi era también duro con el comunismo. Al preguntársele si el anciano se había unido alguna vez al Partido Comunista, un tío de Gorbachov por parte de madre se rio y dijo: «No, para nada».[14] Andréi se negó también a unirse a una granja colectiva y consiguió salirse con la suya al menos durante un tiempo. Siguió siendo un propietario rural particular, obligado a sembrar una cuota prescrita de cereal y venderle una fracción al Estado, pero no estaba autorizado por ello a tener ninguna propiedad. Cuando sobrevino la hambruna, que obligó a la familia a comer todo lo que fuera comestible y algunas veces lo que no lo era, Andréi los alimentó a base de sapos; los primeros recuerdos de Gorbachov son de él mismo observándolos en el caldero hirviente hasta que la barriga de todos subía a la superficie, aunque no recordaba si llegó o no a comerlos, pero sí, y muy nítidamente, que él y su tío más joven, que era solo cinco años mayor, se comieron «las semillas que se suponía que había que sembrar».[15]
En 1934, Andréi fue arrestado por «no cumplir el plan [de siembra], cuando no había en verdad nada con que cumplirlo», dice su nieto. Tras ser enviado a un campo de trabajos forzados cercano a Irkutsk, en Siberia, donde los reclusos cortaban y transportaban madera, se las arregló para obtener dos recomendaciones por su labor, fue liberado antes de tiempo y volvió a Privolnoie más hosco que nunca (colgó sus cuatro medallas del campo junto a los iconos religiosos en la pared), pero sin más alternativa que unirse al koljós (granja colectiva). Durante los siguientes diecisiete años, estuvo a cargo de una granja de cerdos dentro del koljós, que convirtió en una de las mejores de la región. «Así que ya ve usted —me dijo Gorbachov en una entrevista—, donde fuera que lo pusieran trabajaba duramente y obligaba a otros a hacerlo.»[16] Su nieto aprendió bien la lección.
El otro abuelo de Gorbachov, Panteléi Gopkalo, estaba en las antípodas políticas y psicológicas de Andréi Gorbachov. El abuelo Panteléi dio la bienvenida a la Revolución bolchevique. «Fue el poder soviético el que nos salvó, el que nos dio tierras», decía Gopkalo, que provenía de una familia campesina extremadamente pobre y había sufrido la Primera Guerra Mundial en el frente turco. Repetidas una y otra vez en el seno de la familia Gopkalo, esas palabras causaron una honda impresión en su nieto. Lo mismo ocurrió con el hecho de que, tras dejar de ser un campesino «pobre» para convertirse en uno «mediano», Gopkalo ayudara a organizar una nueva comuna campesina en la década de 1920, en la cual trabajó junto con su esposa, Vasilisa (también de origen ucraniano), y su hija Maria, la futura madre de Mijaíl. En 1928 Panteléi Gopkalo se unió al Partido Comunista, y no mucho después de eso, en 1929, ayudó a organizar esa primera granja colectiva en Privolnoie. Cuando el joven Mijaíl preguntó a su abuela qué había implicado eso, «ella se rio y dijo: “Durante toda la noche, tu abuelo organizaba a la gente, la reunía, y a la mañana siguiente todos huían”».[17] O, como lo planteó luego más duramente ante su nieto, en una versión que Gopkalo recordaría en una sesión del Politburó celebrada en octubre de 1987: «¡Cuánta enemistad generó la colectivización! De hermanos contra hermanos, de padres contra hijos, recorriendo por igual a todas las familias. Las cuotas venían fijadas desde arriba... con tantos kulaks que había que eliminar, fueran o no kulaks».[18]
Los llamados kulaks (palabra rusa que significa literalmente «puño») eran supuestamente campesinos «ricos»; de hecho, la mayoría eran pequeños propietarios que, a fuerza de trabajar mucho y merced a su iniciativa, habían logrado elevar ligeramente su estatus por encima del de los campesinos «medianos». El hijo de Gopkalo, también llamado Serguéi, ayudó en la labor de «aplastar a los chupasangre». «Yo estaba en una célula del Komsomol —prosiguió el tío materno de Gorbachov—. Íbamos de granja en granja sacando de ellas a quienes se nos indicaba. Los depurábamos. Me daban pena. El jefe de mi escuadrón estaba siempre borracho. En una choza me dijo que me arrastrara hasta la buhardilla y sacara todo lo que hubiera allí. Yo eché un vistazo fugaz y grité: “Aquí no hay nada”. “Baja —dijo él—, yo mismo echaré un vistazo.” Y aunque estaba muy bebido, tanto que casi ni veía, advirtió que había algunas pieles de oveja. La paliza que recibí después de eso fue tremenda.»[19]
La «deskulakización», como tantos otros aspectos en la Unión Soviética, debía ceñirse supuestamente a un plan global con objetivos mensuales. Las familias eran despojadas de su propiedad y enviadas al destierro; algunas eran abandonadas en la estepa baldía de la región al nordeste de Stávropol y otras, hacinadas en carretas para el ganado en las que muchas perecían al ser conducidas bastante más al este. No se sabe bien qué papel desempeñó Panteléi Gopkalo en todo esto, pero es obvio que complacía a sus jefes, quienes lo pusieron al frente de un koljós llamado Octubre Rojo.
Cualquiera que fuese su papel en el brutal proceso de colectivización, parece que Panteléi se comportó como un director bastante decente una vez creado el koljós. Un periodista de Stávropol que muchos años después entrevistó a los granjeros colectivizados para indagar acerca de él, informaba de las impresiones positivas que vertía casi todo el mundo.[20] En torno a 1937, se había convertido en jefe del departamento agrícola regional. «Pero seguía siendo uno de los nuestros —añade Gorbachov—. Era una persona interesantísima con mucha autoridad en sus manos; hablaba en un tono bajo y pausado.»[21] Sus abuelos constituían dos modelos muy diferentes de autoridad: el de Andréi era tosco, independiente y autoritario; el de Panteléi, al menos como lo experimentó su nieto, moderado, respetuoso y afín a la agricultura colectivizada.
Durante varios años, desde que tenía tres, Gorbachov vivió con sus abuelos maternos y no con sus padres, en su granja colectiva a unos veinte kilómetros de Privolnoie, donde solía correr junto al largo carretón abierto y espacioso de su abuelo, según recordaba. «Con ellos gozaba de una libertad casi total y los dos me querían de manera entrañable. Me sentía como si hubiera sido el miembro más importante de su familia. No importa lo mucho que intentaran dejarme con mis padres; aunque fuera por un breve periodo, nunca lo conseguían. No solo estaba yo contento con el arreglo, sino que mi padre y mi madre también lo estaban...»[22] «De esa forma eran más libres.»[23]
En una época de hambruna, para sus padres —que acababan de llegar a la veintena cuando él nació— tenía sentido dejarlo con sus afectuosos abuelos, relativamente pudientes y aún jóvenes. (Su abuela Vasilisa tenía solo treinta y ocho años.) Pero ¿estaba de veras tan contento con el arreglo y, de ser así, qué implicaba este? En cierta ocasión en que su abuelo intentó llevarlo de regreso con sus padres en una carreta tirada por caballos, Gorbachov saltó del transporte y corrió de vuelta alrededor de un kilómetro y medio antes de que Gopkalo lograra alcanzarlo y llevárselo otra vez al koljós. Él sentía, obviamente, que era lo más importante en la vida de sus abuelos; Vasilisa repetía a menudo que él era su nieto predilecto. Pero ¿cómo era la vida de sus padres reales?[24]
El padre de Gorbachov había gozado tan solo de cuatro años de educación formal, aunque más tarde recibió formación en la «campaña de alfabetización» bolchevique y como conductor y mecánico de tractores. Según su hijo, Serguéi Gorbachov era «un aldeano sencillo, pero dotado por naturaleza de una mente muy despierta, de gran inteligencia, capacidad inquisitiva, humanidad y muchas otras buenas cualidades. Todo esto lo diferenciaba de otros aldeanos, pero estos lo trataban con gran respeto y confianza; era alguien con quien podían “contar”».[25]
Otras personas avalan el testimonio de Gorbachov. Serguéi Gorbachov «era un hombre sabio —recordaba un contemporáneo suyo—, un hombre modesto pero muy trabajador. [...] La gente lo quería mucho. Siempre mantenía la calma, era un buen hombre. La gente recurría a él en busca de consejo. Él no decía mucho, pero sopesaba cada palabra. No era amigo de las monsergas».[26] Según un colega de Mijaíl en el Komsomol, el viejo Gorbachov «nunca alzaba la voz, era sensato, ordenado y muy decente».[27] Por su parte, Raisa Gorbachov recordaba que «Mijaíl Serguéievich y su padre eran muy parecidos, y buenos amigos. Serguéi Andréievich nunca tuvo una educación sistemática, pero era instruido por naturaleza, exhibía una especie de nobleza, una cierta amplitud de intereses».[28]
Dadas estas cualidades, tan disímiles a las del abuelo Andréi, no debe sorprendernos que los dos no se llevaran demasiado bien, ni contribuía mucho a ello que Serguéi escogiera seguir los pasos de su suegro en lugar de los de su padre al unirse a una granja colectiva. Cuando Serguéi y Maria aún vivían en el hogar de Andréi Gorbachov, el grano se almacenaba en el patio, donde se dividía entre los miembros de la familia. En cierta ocasión, cuando Serguéi trabajaba en los campos, su padre recogió él solo parte del cereal y lo ocultó en el altillo. Cuando Serguéi trepó por una escalera para sacarlo de allí, su padre arremetió contra él. A los veintitrés años, Serguéi era ya lo suficientemente fuerte para torcerle el brazo hacia atrás a su padre y dejarlo planchado contra el suelo, pero en el transcurso del forcejeo le rompió el brazo. El propio Serguéi intentó mantener en secreto el episodio. Al final decidieron dividirse el cereal, «pero el suceso complicó ciertamente las relaciones entre ambos», recordaba Gorbachov.[29] Al preguntársele si las relaciones entre sus dos abuelos eran tensas, decía en primera instancia: «No, eran muy normales. —Tras lo cual añadía—: Desde luego que Andréi sentía envidia de Panteléi».[30]

El padre de Gorbachov, Serguéi Gorbachov.
Maria Gopkalo, la hija de Panteléi nacida en 1911, tenía diecisiete años cuando en 1928 se casó con Serguéi Gorbachov, de diecinueve. «Era una mujer muy bella», recordaba Mijaíl, pero a la vez «dura y voluntariosa».[31] Otros piensan que Maria, que era y siguió siendo analfabeta, era «una mujer fuerte, directa, de lengua afilada y carácter autoritario».[32] Otros vecinos del pueblo la consideraban un poco basta en comparación con su marido. Gorbachov no lo niega: «Era como si mi padre y Panteléi hubieran surgido ambos de la intelligentsia; en eso eran parecidos, y también en su forma de tratar a los demás. Mi madre era distinta por completo».
Gorbachov reveló en una entrevista que su madre no quería en absoluto casarse con su padre. A sus diecisiete años, hubiera escogido a otros pretendientes, sobre todo al ser tan bella. En cuanto a Serguéi, «amaba profundamente a mi madre. Más adelante, cuando venía a visitarnos a Stávropol, siempre iba a alguna tienda a comprar un regalo para llevárselo a Maria. Dondequiera que anduviese, siempre le llevaba regalos».[33] Al preguntarle si ella acabó amando a su esposo, Gorbachov hace una pausa: «Más adelante, creo yo, cuando ya tenían una familia, cuando tuvieron hijos». Con todo, a diferencia de la mayoría de las mujeres campesinas de la época, que solían tener muchos hijos, Maria solo tuvo con él otro, el hermano de Gorbachov, Alexánder, en 1947, cuando Mijaíl tenía dieciséis años. «Después de la guerra —añadió Gorbachov—, todas las mujeres se volvieron a enamorar de algún modo de sus esposos, que se las habían ingeniado para regresar vivos.»[34]
De acuerdo con la tradición campesina, Maria y Serguéi Gorbachov iniciaron su vida de casados en casa del padre de Serguéi, una amplia cabaña de adobe dispuesta en sentido este-oeste, con techo de paja. Al describirla en una entrevista de 2007, Gorbachov garabateó una imagen en una hoja de papel. «La primera habitación, a la izquierda, era la parte limpia y presentable», con el suelo de tierra cubierto de alfombras tejidas por las mujeres de la familia. «¿Para recibir a los invitados?», preguntó alguien. «No, no. ¿Qué dice usted? ¿Invitados? La recuerdo bien. La cama de mis padres estaba aquí. Y en la esquina había un gran iconostasio con unos diez o doce iconos dorados, y junto a él la lámpara para iluminar los iconos.» (En el hogar del abuelo Panteléi, al ser el director de una granja colectiva, el iconostasio estaba ocupado por retratos de Lenin y Stalin.) Pasada una puerta, había otra estancia con una gran estufa y una cocina en la que las mujeres cocían el pan, y otra más pequeña sobre la cual preparaban todo lo demás. Los niños dormían sobre la estufa grande. En el rincón, junto a la pared, había una mesa de comedor y una banqueta. Otra esquina de ese cuarto había sido aislada mediante un tabique para los padres de Gorbachov, de modo que pudieran disfrutar de alguna privacidad cuando estaban recién casados. No había baño, añadió. Todos se bañaban en el agua caliente vertida en una tina.[35]
La siguiente dependencia, más allá de un pequeño vestíbulo, era el lugar donde se almacenaban el equipo agrícola —arneses, látigos y aperos parecidos— y también el cereal. Encima de ella había un desván, en el que Gorbachov solía recostarse. «Era un lugar acogedor donde a veces me quedaba dormido.» Allí se encontró una vez una saca llena de documentos y de antiguos billetes de la época zarista. «Eran ya inútiles, pero el abuelo Andréi pensaba: “Quién sabe, quizá algún día...”.»[36] En al menos una ocasión, Mijaíl se durmió cerca de un ternero recién nacido, con una oca empollando sus huevos no lejos de ambos.[37]
Otra puerta conducía a una dependencia en la que se encontraba el ganado. La única fuente de calor en toda la vivienda era la estufa, más el generado por los animales y la gente que la habitaba. «Lo recuerdo todo muy bien —evocaba Gorbachov—, cuando era un niño me subía encima de todo.»
Presionados por el hacinamiento y las tensiones generacionales, sus padres crearon un hogar propio. Panteléi construyó una cabaña para su hija y su yerno no lejos de la casa de Andréi, y consiguió que Serguéi Gorbachov recibiera formación como tractorista y operador de las cosechadoras.
Entretanto, el hambre golpeó al poblado, llevándose las vidas, según Gorbachov, de «entre un tercio y la mitad de los aldeanos. Familias enteras perecieron, de manera que antes de la guerra proliferaban ya, como huérfanos al desgaire, las cabañas semiderruidas en todo el poblado, abandonadas por sus propietarios».[38] Poco después, en 1934, se produjo el arresto del abuelo Andréi. La abuela Stepánida se quedó sola con dos niños de corta edad, así que el padre de Gorbachov tuvo que hacerse cargo de todo el mundo. El arresto de Andréi marcó a la familia como una que «nadie quería», y su situación en los confines del poblado vino a intensificar ese aislamiento, pero Andréi volvió relativamente pronto y el abuelo Panteléi ayudó a su yerno a encontrar un trabajo en la Estación de Maquinaria y Tractores (EMT) de la localidad. A diferencia de las granjas colectivas, una EMT de propiedad estatal era «una forma mejor de propiedad», y sus empleados eran clasificados como proletarios en lugar de campesinos. Serguéi tendría un estatus más elevado y mejor paga que sus parientes campesinos, aparte de lo cual muy pronto estaba batiendo marcas en la cosecha y siendo aclamado en el periódico local.[39]
En 1937 Panteléi fue promovido a la oficina de abastecimiento del distrito, que supervisaba las entregas de cereal y del resto de las cosechas, pero ese mismo año fue arrestado durante la Gran Purga estalinista. Las «cuotas» impuestas desde Moscú determinaban que las cifras de producción menores redundaran en detenciones. Cuando un funcionario de policía de un distrito vecino fue reprendido por sobrepasar su cuota, replicó: «Pero otros vivían arrestando a medio mundo. ¿Qué pasa, no soy acaso tan bueno como ellos...?».[40] Panteléi era un blanco fácil para quienes envidiaban su autoridad o habían sufrido a causa de ella. Una de las terribles ironías de las purgas de Stalin fue que resultaron verdaderamente populares entre los campesinos que detestaban a los mismos funcionarios locales que los habían colectivizado.[41] En un estilo típicamente estalinista, Panteléi fue detenido en mitad de la noche. Su esposa, Vasilisa, se trasladó entonces a Privolnoie a vivir con sus parientes de la rama Gorbachov. «Recuerdo —afirmó tiempo después— que tras su arresto nuestros vecinos comenzaron a rehuir nuestra casa, como si hubiera sido tocada por la plaga, y que tan solo por la noche, en secreto, alguien cercano aparecía brevemente en algún momento. Incluso los niños que vivían en las inmediaciones evitaban el contacto conmigo. Todo esto me asombraba y ha quedado grabado para siempre en mi memoria.»[42]
Panteléi estuvo catorce meses en prisión. Tras ser condenado a muerte, sobrevivió cuando el fiscal regional redujo la acusación del delito capital de encabezar una «organización contrarrevolucionaria derechista y clandestina de inspiración trotskista» a «mal uso del cargo», y fue liberado en diciembre de 1938 para retornar a Privolnoie. Esa misma tarde de invierno, recordaba Gorbachov, sus parientes cercanos se sentaron alrededor de la tosca mesa de madera de la cabaña de sus padres mientras Panteléi les relataba entre sollozos lo que le habían hecho. «El interrogador lo cegaba con una lámpara dirigida frontalmente a sus ojos, le rompió los brazos presionándolos contra una puerta y lo golpeó brutalmente. Cuando vieron que estas torturas “de manual” no funcionaban, idearon otras: envolvieron ceñidamente al abuelo en una piel de oveja empapada y lo pusieron sobre una estufa. Panteléi Efímovich soportó eso y mucho más.»[43]
Panteléi se convirtió en un individuo por completo «distinto» al volver de su experiencia en prisión.[44] Nunca más volvió a hablar de su calvario, ni tampoco lo hizo nadie de la familia, pero el hecho de que la contara en una única ocasión resultó extraño y tuvo un efecto profundo en su nieto. La mayoría de los supervivientes del terror nunca exponían los detalles de su tormento para que sus familias preservaran una visión más favorable del régimen, una visión que más tarde se volvió muy negativa, cuando la verdad fue al fin revelada por Nikita Jrushchov en su «discurso secreto» de 1956, en el que denunció a Stalin y sus prácticas.[45] En ese sentido, Gorbachov dispuso todo el tiempo de una perspectiva más equilibrada, y esto aunque su abuelo, a pesar de la terrible experiencia, parecía ser aún un devoto del sistema y un creyente. «Stalin no sabe lo que hacen los organismos del NKVD», decía. El silencio de la familia Gorbachov no implicaba que quisieran olvidarlo; más bien ocurría que temían evocarlo. Y el propio Gorbachov guardó, a su vez, silencio de por vida al respecto. Ni siquiera después de haberse convertido en un alto funcionario del partido en Stávropol, ni siquiera cuando ya era miembro del Comité Central o después de ser nombrado secretario general y luego presidente de la Unión Soviética, incluso después de haber condenado con ferocidad a Stalin y el estalinismo, ni siquiera entonces pidió ver los archivos de la detención y el interrogatorio de Panteléi, hasta que el golpe de agosto de 1991 estuvo a punto de expulsarlo del poder. En las décadas de 1960 y 1970, cuando el régimen de Brézhnev se empeñó en rehabilitar parcialmente la figura de Stalin tras la arremetida de Jrushchov contra su memoria, hubiera sido ciertamente arriesgado que Gorbachov lo hiciera, pero ¿lo seguía siendo incluso después de que él mismo se transformara en el principal desestalinizador del país? «Quizá no pude sortear algún tipo de barrera psicológica interna», recordaba.[46]
En torno a 1941, la vida comenzaba a mejorar en Privolnoie. Habían reaparecido en las tiendas los zapatos, la ropa de algodón, la sal, los arenques, las cerillas, el jabón y el queroseno. De hecho, la granja colectiva había comenzado a pagar a sus miembros en las cuotas de cereal largamente prometidas. El abuelo Panteléi reemplazó el techo de paja de su cabaña por tejas. Aparecieron a la venta gramófonos. Muy ocasionalmente, se exhibían en el poblado películas mudas mediante proyectores portátiles. «El colmo de la dicha para nosotros, los niños —recordaba Gorbachov—, era el helado, que aparecía muy de vez en cuando de algún lado. Y los domingos de verano las familias hacían excursiones campestres a los bosques, donde los hombres entonaban lánguidas canciones del folclore ruso y ucraniano, bebían vodka y a veces se enzarzaban en alguna refriega. Los niños pequeños pateaban la pelota en los alrededores, mientras las mujeres cotilleaban y se mantenían atentas a sus hombres en las cercanías.»[47]
El domingo 22 de junio de 1941, antes del amanecer, los alemanes atacaron la Unión Soviética. Al mediodía, los habitantes de Privolnoie se congregaron alrededor de una radio (la única de todo el pueblo) en la plaza principal para escuchar, conteniendo el aliento, el anuncio oficial. «Puede que parezca exagerado —continuaba Gorbachov—, pero recuerdo todo lo ocurrido durante la guerra. He olvidado mucho de lo que me tocó vivir después de ella, pero las imágenes y los hechos de la época de guerra están para siempre grabados en mi memoria. Tenía diez años cuando estalló.»[48]
Antes que nada, recordaba la partida de su padre al frente. Cuando llegaron los primeros llamamientos a la movilización, despachados por hombres a caballo del órgano de reclutamiento del distrito, Serguéi Gorbachov obtuvo un breve aplazamiento hasta que la cosecha estuviera recogida y luego, una mañana de agosto, la familia se subió a una carreta y partió rumbo al centro del distrito de Molotovskoie (luego rebautizado como Krasnogvardeisk), situado a una veintena de kilómetros del pueblo. La plaza del lugar estaba atestada de otras familias, mujeres sollozando, niños y ancianos «entreverados en un desgarrador lamento colectivo». El padre de Gorbachov le trajo un helado por última vez (que el niño Mijaíl sorbió de una sentada ese día abrasador) y una balalaika para que la conservara como recuerdo, un instrumento en que su hijo grabó la fecha en cuestión: 3 de agosto de 1941.[49]
Con la marcha de todos los hombres aptos físicamente, solo quedaron en Privolnoie las mujeres y los niños, los enfermos y ancianos. El primer invierno llegó antes de lo habitual y golpeó con dureza. Una fortísima tormenta se abatió como una sábana sobre la aldea el 8 de octubre, cubriéndolo todo de un manto de nieve. Por el momento había suficiente comida, aunque no para el ganado, y apenas nada con que calentar las cabañas. Se necesitó a la totalidad de las mujeres trabajando al unísono para despejar el camino y recoger el heno. En cierta ocasión, Maria Gorbachov y varias otras mujeres no volvieron de su labor de remoción de la nieve en tres días. Habían sido arrestadas y encarceladas por cargar en sus trineos heno de los almiares estatales, pero, al ser las esposas de los soldados movilizados y con hijos que alimentar, fueron puestas en libertad.[50]
Los niños como Gorbachov tuvieron que realizar la labor de sus progenitores ausentes, «pasando súbitamente de la niñez a la condición adulta, allí y entonces», recordaba.[51] Cuando llegó la primavera, se hizo cargo del huerto que alimentaba a la familia. Tras levantarse antes de que amaneciera, su madre iniciaba el día cavando y sembrando, y enseguida le traspasaba el turno a él cuando debía partir a su trabajo en los campos del koljós. La labor principal de Mijaíl era acarrear el forraje para la vaca de la familia y el combustible para la cocina. Dado que en la estepa escaseaban los bosques, los aldeanos empleaban bosta de vaca comprimida para hornear el pan y cocinar, y cardos espinosos para calentar las cabañas. Gorbachov trabajaba solo, «pero de vez en cuando, olvidándome de todo lo terrenal, hechizado por una brisa invernal o por las hojas que susurraban en el huerto durante el verano, me sorprendía a mí mismo transportado a algún sitio lejano, irreal pero fuertemente deseado, al reino de las fantasías infantiles».[52] ¿Acaso soñaba con el brillante futuro que le aguardaba? «No soñaba con nada en particular —respondió en una entrevista—, solo con estar en algún sitio lejos de donde me encontraba.»[53] Pero puede que solo fuese una muestra de falsa modestia por su parte, y más tarde dijo a otro amigo: «Por alguna razón, creía que me esperaba un futuro distinto por completo».[54]
Cuando llegaban cartas de su padre, su madre, analfabeta, dictaba una respuesta a su hijo o le escribía él mismo. El padre de Gorbachov estaba suscrito al diario comunista Pravda, que entonces, cuando llegaba, era leído primero por Mijaíl a solas y luego, encaramado a una gran estufa, se lo leía a todas las mujeres, reunidas por la tarde en la cabaña de una de ellas, para estar todas juntas y oír las últimas noticias. Un día llegó un folleto plegado con el ejemplar de Pravda en que se rememoraba la historia heroica y ampliamente difundida de una joven partisana, Zoia Kosmodemiánskaia, que fue ahorcada por los nazis. Él la leyó en voz alta para los presentes y «quedaron todos asombrados por la crueldad de los alemanes y el coraje de la joven comunista».[55]
Durante un tiempo, las noticias que Gorbachov leía a sus vecinos no eran buenas. Antes de 1941, él y otros niños habían jugado a menudo a la «guerra» en los prados detrás de sus respectivas cabañas, desfilando por los alrededores, «tomando por asalto» las chozas que habían quedado abandonadas en la hambruna de 1932, «disparándose» entre sí y cantando fervientes himnos patrióticos. Daban por sentado que los alemanes «recibirían su merecido» si se decidían a invadir el país. Con todo, antes de lo esperado, el enemigo estaba a las puertas de Moscú y cerca de Róstov del Don, a unos 350 kilómetros de Stávropol. Para el verano de 1942, oleadas de refugiados cruzaban Privolnoie, cargando macutos y bolsos con su escaso equipaje, empujando cochecitos de niño o carretillas, intercambiando sus bienes por comida, arreando vacas, caballos y ovejas delante de ellos.[56] Panteléi y Vasilisa, temerosos de lo que los alemanes harían con el director de una granja colectiva, huyeron a algún lugar desconocido. Las autoridades locales vaciaron los tanques de combustible en el río Yegórlik y quemaron los campos que no habían sido aún cosechados. El 27 de julio las tropas soviéticas, que habían abandonado Róstov, se dispersaron a través de Privolnoie rumbo al este, con aspecto fatigado y sombrío y las huellas de «la pena y la culpa» en sus rostros, según rememoraba Gorbachov. Las bombas estallaban lejos, con el rumor de la artillería pesada de fondo o el sonido de los disparos cada vez más cerca, hasta que de pronto... hubo dos días de completo silencio. Al tercer día, los alemanes irrumpieron con estruendo en la aldea sobre sus motocicletas, seguidos de las tropas de infantería. Cuando al fin aparecieron los nazis, Misha Gorbachov y dos de sus primos decidieron verlos pasar. «Corramos», gritó uno de los primos, pero Gorbachov afirma que lo contuvo y le dijo: «¡Para! ¡No les tenemos miedo!».[57]
Al menos uno de los soldados alemanes parecía amistoso y enseñó a los chicos fotografías de sus hijos. Otros cogieron todo lo que necesitaban: ganado, cerdos, pollos y cereal. Al encontrar a Gorbachov y sus amigos escondidos en un pozo, los obligaron a extraer agua.[58] «Tuvimos que servirles —prosigue Gorbachov—. No teníamos alternativa.» La mayor parte de los alemanes no tardaron en trasladarse a Molotovskoie, dejando tras de sí a los desertores del Ejército Rojo asignados para patrullar, al menos en teoría, por Privolnoie, pero en realidad enloquecidos, bebiendo, robando y violando a las mujeres.[59] La madre y la abuela de Gorbachov intentaban no dar muestras de su temor. Vasilisa había vuelto al pueblo cuando los alemanes llegaron a Stávropol. (Panteléi se las ingenió para escabullirse a través de los campos de maíz y las quebradas.) Muy pronto fue arrestada por un grupo de policías que saqueó el hogar de los Gorbachov. «Mi madre no se acobardó —rememoraba Gorbachov—. Su valor reflejaba no solo su carácter (era una mujer fuerte), sino también su desesperanza al no saber cómo acabaría todo eso.» Algunos lugareños la habían amenazado diciéndole: «Tú espérate y verás. [...] Ya no estás viviendo bajo los rojos». Los Gorbachov oyeron rumores de ejecuciones masivas en los pueblos vecinos y de una matanza de todos los comunistas supuestamente planeada para el 26 de enero de 1943, de modo que Maria y el abuelo Andréi decidieron ocultar a Mijaíl en la granja de Andréi, a varios kilómetros de Privolnoie. A una hora tardía de la noche, Gorbachov y su madre partieron hacia allí, pero acabaron perdiéndose en la oscuridad, y solo dieron con la granja cuando, en medio de una fuerte tormenta, los relámpagos iluminaron el camino. No obstante el 21 de enero las tropas soviéticas liberaron al fin Privolnoie.[60]
Durante la ocupación, los alemanes reclutaron a un anciano conocido por los aldeanos como el abuelo Savka para que ejerciera de patriarca de la aldea. Según Gorbachov, Savka se resistió al nombramiento hasta que los vecinos lo persuadieron de que sería mejor si uno de ellos los representaba ante las fuerzas de ocupación. «Todo el mundo sabía que había hecho lo posible para resguardar al pueblo de los daños», y algunos hasta se atrevieron a decirlo cuando Savka fue arrestado luego por los soviéticos y condenado a diez años por «traición a la Madre Patria». Sumado a lo que les había ocurrido a sus abuelos, este fue otro indicio temprano para Misha Gorbachov de las injusticias soviéticas. No es que un chico de doce años lo entendiera plenamente así, pero sí supo que se habían llevado lejos al abuelo Savka y más tarde se enteró de que había fallecido en prisión tras ser considerado un «enemigo del pueblo».
La retirada alemana dejó a Privolnoie en ruinas, sin maquinaria, ganado del koljós ni tampoco semillas. Al llegar la primavera, las vacas de los campesinos particulares debían tirar de los arados. «Me parece estar viendo aún la escena —proseguía Gorbachov—, a las mujeres llorando, los ojos tristes de las vacas.» Solo que, puesto que estas eran todo lo que ahora tenían para alimentar a su familia, a veces las mujeres tiraban ellas mismas del arado. La cosecha de ese año fue minúscula y, con todo, requisada por el Estado, dejando a los campesinos sin apenas nada para alimentarse. El hambre volvió a golpear ese invierno y luego en primavera. Gorbachov solo consiguió sobrevivir cuando su madre y unas pocas mujeres de la localidad engancharon a dos toros supervivientes a una carreta y partieron hacia la región de Kubán. Ella llevaba dos pares de botas de cuero de su marido y un traje que este nunca había utilizado para intentar intercambiarlos por maíz. Dejó a su hijo en la cabaña, aunque su tía Sania pasaba la noche allí. «Mi madre comió el último maíz que nos quedaba y calculó una taza para mí por día —evocaba Gorbachov—. Yo hacía sémola y cocinaba potaje de trigo. Pasó una semana, y luego otra, y mi madre no volvía. Solo al decimoquinto día regresó con un saco de maíz, treinta y dos kilos en total. Eso fue nuestra salvación.»[61]
Quince días era mucho tiempo para que un chico de doce años se quedara solo la mayor parte del rato, en mitad de la guerra, sin garantías de que ninguno de sus progenitores volvieran alguna vez. Y transcurrió un lapso incluso mayor hasta que nuevas mercancías llegaron a Privolnoie. Entretanto, según recuerda Gorbachov, «no teníamos ropa, ni zapatos, ni sal, ni sopa, o queroseno para las lámparas, o cerillas». Los lugareños remendaban su calzado y sus vestimentas, y cuando estas acababan desintegrándose, cultivaban heno para convertirlo en camisas («que se resquebrajaban como si estuvieran hechas de madera»), hacían prendas de madera, botas con pellejos empapados en petróleo, prendían el fuego con yesca y algodón impregnado de astillas y ceniza, y hacían «cerillas» con el TNT de las bombas antitanques. «Tuvimos que aprenderlo todo desde cero», recordaba Gorbachov con orgullo, y «yo lo aprendí a la perfección. Encontraba una vieja manija, la adaptaba al eje de una pieza de maquinaria y la convertía en un instrumento para sembrar semillas de maíz. [...] Solo hay que imaginárselo: a partir de los trece años mi trabajo consistía en apilar el forraje para nuestra vaca o segar los arbustos que utilizábamos como combustible y a la vez apilarlos. La labor me ensanchó el tórax, era un trabajo físico duro».[62]
Lidiar con los desafíos del periodo de guerra fortaleció la autoestima y la confianza en sí mismo de Gorbachov. Y en 1944 ocurrió un hecho decisivo en la relación con su madre. Mijaíl tenía trece años cuando «ella cogió su correa y la blandió, amenazando con azotarme una vez más. Yo se la arrebaté y le dije: “¡Ya está! ¡Basta de esto!”. Ella se puso a sollozar... porque yo era lo último que de algún modo podía controlar y ahora también eso había concluido».[63] En los hogares campesinos eran los padres quienes solían impartir los castigos físicos. Recibir una azotaina de su madre cuando tenía trece años y hacía el trabajo de su padre ausente le resultaba algo devastador. Pero ¿había sido siempre su madre la responsable de imponer disciplina? «Ella no fue responsable de nada», contestó Gorbachov con un dejo de amargura. Más bien, cuando su hijo se portaba mal, lo amenazaba con decírselo a su padre cuando este volviera a casa. «Pero mi padre y yo teníamos un vínculo muy especial.» Y a su madre también le dolía eso. «Nunca pudo perdonarme la forma en que yo defendía a mi padre. “Tu padre es tu favorito”, me decía, a lo que yo respondía: “Tú eres mi favorita también, pero no quieres darte cuenta de que he crecido”.»[64]

Mijaíl Gorbachov con su madre, Maria Gopkalo, el día en que su padre partió al frente durante la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1941.
Gorbachov y su madre tuvieron que recomponer luego «las cosas entre nosotros —dice—, y comenzamos a hacerlo muy rápidamente». Casi setenta años después, al recordar que su madre siempre estuvo junto a él durante la guerra, insistió en que «amaba a mi madre, al igual que la amó mi padre... hasta su muerte. Era una mujer hermosa, muy fuerte y con iniciativa. Mi padre estaba orgulloso de ella; le perdonaba sus pavoneos y la ayudaba en todo. Y eso fue un buen ejemplo para mi hermano y para mí».[65] Pero no fue un ejemplo fácil de seguir.
Cuando Gorbachov fue promovido a Moscú en 1978, le pidió a Raisa Gudarienko, la joven encargada del partido en un distrito cercano a Privolnoie, que velara por su madre. Según Gudarienko, Maria Gorbachov era físicamente fuerte (una vez hasta cubrió sola de paja el techo de la cabaña familiar, en un momento en que ya no era tan joven), una mujer «extremadamente directa» en cuanto a lo que le gustaba y lo que no, y «exteriormente severa». Era muy estricta con el orden; cada cosa dentro de su hogar debía ser la precisa. Cuando venían visitas, ella misma «cubría la mesa» de comida y bebida, pese a que otros podían hacerlo en su lugar. Se negaba a contar con ayuda doméstica y se lavaba su propia ropa. Aunque su hogar tenía un baño moderno, insistía en utilizar el del patio para ahorrar agua en favor de otros aldeanos.[66].
Fuera lo que fuese que Gorbachov pensaba de su madre, luego eligió una esposa que se parecía mucho a ella en su actitud perfeccionista.
En el verano de 1944, Gorbachov y su madre recibieron una carta desde el frente que contenía los papeles de Serguéi Gorbachov y fotos de la familia, y en ella se les informaba de que Serguéi «había muerto como un valiente» en los Cárpatos. «La familia lloró tres días —recordaba Gorbachov—, y entonces... recibimos una carta de mi propio padre en que nos decía que estaba vivo y bien de salud.» Las dos cartas estaban fechadas el 27 de agosto. ¿Habría escrito él la suya antes de caer en combate? Cuatro días después llegó otra misiva suya, como prueba de que en efecto había sobrevivido. Mijaíl le escribió entonces quejándose de quienes habían informado erróneamente a la familia de su deceso. «No, hijo, estás culpando injustamente a los soldados —respondió Serguéi Gorbachov—. En el frente todo puede ocurrir.» Mijaíl quedó vagamente irritado por esa precisión de su padre, pero recibió otra lección acerca de su natural sentido de la equidad.[67]
La guerra concluyó para Serguéi Gorbachov a finales de 1944, cuando resultó seriamente herido por la explosión de una bomba que le incrustó un gran trozo de metralla en la pierna. «Podrían haberlo matado una docena de veces», se maravilla Gorbachov. Había recibido una Medalla al Valor por cruzar el río Dniéper bajo un bombardeo implacable y dos órdenes de la Estrella Roja. Un día de 1945 alguien corrió hacia Misha gritando: «¡Tu padre vuelve!». «Al principio no lo creí, pero entonces le vi. Caminamos el uno hacia el otro. Él me observó. Cuesta describir lo que sentíamos. Me apretujó y me abrazó contra él. Entonces reparó en que yo llevaba una camisa muy tosca hecha de heno y también unos rústicos pantalones de lana hechos en casa. Iba, por otra parte, descalzo, pero estaba muy saludable y me quedé allí de pie. Él me miró de nuevo y dijo algo que nunca he olvidado: “Luchamos hasta que ya no quedó nadie más contra quien pelear. Es como hay que vivir”.»[68]
Serguéi Gorbachov nunca se repuso de lo que había visto y experimentado en la guerra... y tampoco su hijo. Entonces, y sobre todo después, cuando padre e hijo trabajaban juntos durante largas horas en los campos, Serguéi le hablaba de los primeros meses de la guerra, ese momento en que los soldados del Ejército Rojo debían combatir desarmados o dos de ellos compartían un único fusil, o debían recoger el arma de sus compañeros caídos y proseguir el combate. Describía a los camaradas del ejército segados por las ametralladoras y los combates cuerpo a cuerpo, tan brutales y sangrientos que tardaba horas en recomponerse tras ellos. «Era una cuestión de nosotros o ellos; arremetías, golpeabas, disparabas como una bestia.» Su padre peleó en Kursk (en la mayor batalla de tanques de la historia) y ayudó a liberar Kiev y Járkov. En cierta ocasión, cuando el grupo de Serguéi fracasó en su intento de volar un puente crucial, los oficiales amenazaron con ejecutarlos a todos. El propio Mijaíl vivió de cerca los horrores de la guerra. A finales del invierno de 1943, cuando él y algunos amigos buscaban armas alemanas abandonadas en una alejada franja de bosque, dieron de pronto con los restos de soldados del Ejército Rojo allí caídos, que él observó atentamente y describe conmovido: «Cuerpos ya degradados, devorados parcialmente por los animales, cráneos con el casco puesto y oxidado, huesos blanquecinos, fusiles asomando de las mangas de la chaqueta ya podrida. [...] Yacían todos allí, sobre el denso barro de las trincheras y los cráteres, insepultos, mirándonos con sus cuencas vacías y a oscuras».[69]
¿Sirven tales experiencias para explicar la extraordinaria renuencia de Gorbachov al uso de la fuerza y la violencia para preservar el Imperio soviético? Quizá porque esa reticencia, tan admirada en Occidente, es objeto de una fuerte condena en Rusia, el exmandatario declinó responder a esa pregunta.
Tenía ya catorce años cuando terminó la guerra. En el transcurso de esta, la escuela de Privolnoie estuvo dos años cerrada, y reabrió en el otoño de 1944. Para entonces Mijaíl no tenía mayor interés en el estudio. «Después de todo lo que había vivido, no parecía una iniciativa demasiado seria, por no mencionar que no tenía ya nada que ponerme para ir a la escuela.» Cuando sus padres y su abuelo materno oyeron esto, recordaba Gorbachov, quedaron horrorizados y «me rodearon todos como a un lobo».[70] «Vende todo lo que tenemos —escribió Serguéi Gorbachov a su esposa desde el frente—, ropa y zapatos, y compra libros. Mijaíl debe estudiar.»[71]
—Toma mis botas —añadió el abuelo Panteléi.
—Pero si no tengo abrigo que ponerme —objetó su nieto.
—Usa el mío —replicó Panteléi—. Tienes que estudiar Mishka. Es lo que se requiere para ser una persona de verdad. ¡Estudia mucho![72]
Y así fue como Mijaíl Gorbachov partió a la escuela, situada a dos kilómetros y medio de la cabaña familiar, en ropas demasiado holgadas para él, y al llegar comprobó que se había «quedado atrás» en varias materias. «Llegué, me senté, escuché y no entendí nada. No permanecí allí, sino que regresé a casa, arrojé el único libro que tenía y le anuncié a mi madre que no pensaba volver.» Su inflexible progenitora rompió a llorar cuando se lo dijo; luego abandonó la cabaña con diversas posesiones familiares que cambió por una pila de libros y volvió con ellos por la tarde. Gorbachov insistió en que no volvería a la escuela, pero «entonces comencé a hojearlos, a leerlos, y me vi transportado. Mi madre se fue a dormir, pero yo seguí leyendo [en particular un libro de texto sobre el idioma ruso]. Y algo debió de ocurrir esa noche en mi cabeza, porque a la mañana siguiente me levanté y partí a la escuela. Al concluir el año había obtenido un certificado de mérito, y a partir de entonces solo obtuve sobresalientes».[73]
Lo que ocurrió esa noche fue un punto de inflexión revelador. Por un momento, una opresiva sombra de temor —al fracaso y la humillación— recayó sobre la autoconfianza en aumento de Gorbachov, pero entonces su madre, a menudo tan dura, le demostró por enésima vez su amor. Después de eso, comenzó a identificar el éxito en la vida con la lectura y la reflexión, y también con desplegar sus dotes de mando. «Desde muy temprano —señalaría más adelante—, me gustó actuar como un líder entre mis semejantes, era mi naturaleza.»[74] Solo que, antes de eso, él, sus compañeros de curso y sus maestros tuvieron que habilitar las escuelas. Únicamente disponían de unos pocos libros de texto, algunos mapas y elementos visuales, y algo de tiza. «El resto tuvimos que prepararlo con nuestras propias manos.»[75] En lugar de usar un cuaderno, Mijaíl escribía en los márgenes del manual de instrucción del tractorista empleado por su padre. Los alumnos hacían su propia tinta. Se valían de caballos escuálidos para transportar el combustible con el que calentaban el aula. Gorbachov ayudó a organizar una velada de atracciones a cargo de aficionados en la que se recaudaron 1.385 rublos, con los que compraron diez pares de zapatos y cuatro conjuntos de ropa interior para los estudiantes incluso más pobres que él.[76]
En 1946, cuando aún asistía a la pequeña escuela primaria de Privolnoie, se unió al Komsomol. En la escuela secundaria, bastante más grande (situada en el distrito principal, con alrededor de mil estudiantes), se convirtió en el líder de dicha organización, organizando a sus compañeros en una serie de actividades «políticas»: un debate vespertino en torno a «La familia Uliánov [el verdadero apellido de Lenin]»; una «sesión de información política» sobre los acontecimientos en el extranjero; una discusión acerca de una de las novelas favoritas de Stalin, En las trincheras de Stalingrado, de Víktor Nekrásov; la edición de una revista titulada La Pequeña Aurora; la redacción de un artículo con el título «Hablemos de nuestro programa de estudios» destinado al diario mural, titulado a su vez El Joven Estalinista.[77] Gorbachov era una verdadera estrella en su colegio, pero no todos lo apreciaban. «Desde mi infancia —confesaría más tarde— quise impresionar a todo el mundo.» O, tal como lo planteó en otra ocasión: «Me acostumbré a mandar a la gente, siempre deseoso de expandir mi temperamento». Cuando llegó el momento de elegir a un líder del Komsomol, siete grupos distintos de estudiantes, de siete pueblos cercanos, designaron cada uno a un candidato. Cuando Gorbachov volvió a su asiento tras hablar ante la concurrencia, alguien le quitó la silla y cayó al suelo. ¿Significaba aquello que algunos de sus compañeros no estaban tan deseosos de que él los guiara como lo estaba él de guiarlos? «En realidad», bromeó sesenta y cinco años después, ante un público formado por estudiantes estadounidenses, «eso me sirvió para ser elegido».[78] Muy pronto fue designado para el comité del Komsomol de todo el distrito.

Los graduados del octavo curso de la escuela de Privolnoie, en 1947. Gorbachov está en la última fila, en el extremo izquierdo.
Gorbachov leía todo cuanto caía en sus manos. Pasó tres días seguidos en un pajar leyendo El jinete sin cabeza, de Thomas Mayne Reid (1818-1883), un autor estadounidense de origen irlandés cuyos relatos de aventuras en el Oeste eran un manjar para los adolescentes soviéticos. Inspirados en sus historias, jugaban a vaqueros e indios, solo que en la Unión Soviética los indios eran los «buenos». Y, en los años que siguieron, Mijaíl se empapó de un tipo de cultura más alta: en una pequeña biblioteca del colegio dio con una selección, en un solo tomo, de la obra de Visarión Belinski, el filósofo radical y crítico literario de principios del siglo XIX. Como adversario implacable del régimen zarista y entusiasta de la intelligentsia occidentalizante —se declaró socialista en una fecha tan temprana como 1841—, el extraordinariamente intenso Belinski fue a la vez una revelación y una fuente de inspiración para Gorbachov. El libro en cuestión «se convirtió en mi biblia personal, que me transportaba lejos. Lo leí y releí varias veces y lo llevaba conmigo a todos lados». Cuando escribió sus memorias, a comienzos de los años noventa, aún tenía un ejemplar que le regalaron en 1950 por ser el primer chico de su pueblo en estudiar en la Universidad de Moscú. «Tengo el libro ahora mismo en la mano derecha. Lo que me interesaba, aquello a lo que prestaba especial atención, eran los pronunciamientos filosóficos del crítico.»[79]
De Belinski pasó a Pushkin, Gógol y especialmente a Lérmontov. Aquel poeta caucásico de principios del siglo XIX murió muy joven, en un duelo en Piatigorsk, a unos 190 kilómetros de Privolnoie, y el romanticismo de Lérmontov logró cautivarlo. «Me sabía de memoria no solo sus poemas breves, sino también los extensos.» Luego se quedó fascinado con Maiakovski, lo que suponía aún más poesía desbordante de romanticismo, de nostalgias eróticas y rebeldías. «Lo que me impactó por entonces, y aún lo hace, es la forma en que esos jóvenes autores conseguían elevarse hasta un nivel en el que les era posible hacer generalizaciones filosóficas. ¡Eso me parecía un don divino!»[80] Tras sentirse atraído inicialmente por las reflexiones filosóficas de sus escritores preferidos, más tarde, cuando ya era un joven líder soviético, aspiraría a alcanzar por sí mismo dicho nivel intelectual.
Pero antes tenía que cursar el noveno grado. Fue al instituto de secundaria de Molotovskoie, el centro del distrito ubicado a veinte kilómetros de Privolnoie. Hoy esa distancia se cubre rápidamente en automóvil por una buena autopista que en la época estival discurre entre vastos campos desbordantes de verdor y donde varias hectáreas de estilizados girasoles se extienden hasta el horizonte. En cambio, en 1948 Gorbachov y sus compañeros de aula residentes en Privolnoie debían recorrer el sendero de tierra caminando y en algo menos de dos horas; una vez concluidas las clases el sábado al mediodía volvían a casa, y emprendían de nuevo el camino a la escuela el domingo por la tarde. De vez en cuando, lograban subirse a una carreta tirada por bueyes que llevaba leche a una fábrica de quesos de Molotovskoie, pero a menudo tenían que hacer la travesía por campos y quebradas, incluso en la peor época del invierno. En casa les daban provisiones para la semana (manteca, cerdo, pan y mermelada) y sus madres les lavaban la ropa. Durante la semana, Gorbachov y otros dos chicos de Privolnoie vivían en una misma habitación en Molotovskoie.[81] Se había convertido, como Gorbachov diría luego, en «una persona por completo independiente». Nadie «supervisaba mis estudios». ¿Cómo podrían haberlo hecho si sus progenitores y otros parientes apenas habían recibido educación? «Mis padres consideraban que era lo bastante adulto para cuidar de mí mismo, sin necesidad de que me alentaran y me presionaran. Solo una vez logré convencer a mi padre de que viniera al colegio a una reunión de padres de alumnos, pero cuando tuve edad suficiente para comenzar a ir a fiestas y salir de juerga con otros chicos, en cierta ocasión le dijo a mi madre: “Parece que Mijaíl ha comenzado a llegar tarde a casa. Dile algo”.»[82]
El instituto, ubicado en un antiguo gimnazium de la era zarista aún en uso décadas después, y que hoy luce una placa en la entrada con la leyenda «El primer presidente de la Unión Soviética estudió aquí», es un edificio enorme de dos plantas con aulas a ambos lados de un largo pasillo que conduce a una escalera de hierro decorada de intrincados diseños en metal. En el año 2005, los profesores enseñaban a los visitantes un aula con hileras de pupitres frente a un pizarrón, e indicaban aquel en que se sentaba Misha Gorbachov. (Hasta donde podía verse, el ocupante no había grabado en él sus iniciales.) Según un compañero de curso, «todos estábamos allí para estudiar, pero Gorbachov era un alumno singularmente aplicado y con un ansia enorme de conocimientos. Después de las clases todos estudiábamos, y después nos reuníamos y caminábamos de vuelta al colegio, que era una especie de segundo hogar para nosotros. O bien íbamos a ver una película. Si nos encontrábamos con un profesor se consideraba inapropiado molestarlos, pero él, y nunca me olvidaré de esto, sí que abordó una vez a una profesora de matemáticas y le explicó que había algo de la lección que no había comprendido, tras lo cual se sentó junto a ella diez o quince minutos antes de que empezara el filme y ella se lo explicó».[83]

La madre de Gorbachov con sus dos hijos, Mijaíl y Alexánder, en una fecha no anterior a 1948.
Otros recurrían a él para resolver disputas o arbitrar conflictos. A Gorbachov no le gustaba pelearse, recordaban —no es que le diera miedo, sino que no iba con su temperamento—, pero sabía defenderse. Un pariente de su edad recuerda haberlos golpeado a él y a otro chico «por pura malicia. Yo era algo mayor que Mijaíl, que tenía la misma edad que mi hermano, y les di a los dos, pero cuando ambos crecieron me atraparon, se me vinieron encima y me tiraron al suelo».[84]
Gorbachov parecía un líder natural. «Era un gran organizador —recordaba su compañero de la secundaria—. Le caía bien a la gente y confiaban en él. Era honesto y justo, muy trabajador, y sabía cómo hacer amigos.» Cinco décadas después, el propio Gorbachov comentaba: «Me habitué a ser un líder desde que era un niño. Fue una ambición que siempre quise cumplir».[85] Organizaba eventos deportivos y sociales; por las mañanas lideraba la clase de gimnasia sirviéndose de un megáfono enorme con el que decía: «¿Todos listos? ¡Un, dos, tres, cuatro! ¡Un, dos, tres, cuatro!».[86] «A Mijaíl le encantaba el levantamiento de pesas —recordaba su compañero de curso—. Levantábamos treinta y dos kilos entre sesenta y setenta veces, primero alzándolas, luego levantándolas hasta el pecho y finalmente empujando hasta arriba.» No obstante, lo que más le gustaba a Gorbachov era la actuación.
El grupo de teatro del instituto era tan popular que no bastaba con que alguien quisiera formar parte de él, sino que tenía que pasar una selección. La directora del grupo era una profesora de literatura muy querida por todo el mundo, Yulia Sumtsova; los miembros del grupo se reunían a menudo en su hogar (donde residían algunos de los que vivían más lejos), tanto para los ensayos como a estudiar. Para las obras se hacían sus propios disfraces con el material que aportaban sus madres (la mayor parte de estopa, recuerda su compañero de clase, dado que «no había nada más» con que hacerlos) y accesorios que tomaban prestados, incluida la alfombra que el padre de alguno había traído de Alemania como botín de guerra. Gorbachov se convirtió en el actor principal del grupo, y lo que le atraía de la actuación era, según dice, «el anhelo de socializar con mis compañeros, pero también el deseo de expresarme, de llegar a dominar algo que no conocía». No le vino mal que Yulia Karagodina, una chica en la que tenía un interés algo más que pasajero, fuese a su vez la actriz principal. Juntos actuaron en Sniegurochka (La dama de las nieves), de Ostrovski, y en Mascarada, de Lérmontov.

Gorbachov (en el centro) en una producción de Mascarada, de Lérmontov, en el instituto, en el bienio 1948-1949.
El escenario para las funciones, incluidas Rusalka, de Pushkin, y varias obras de Chéjov, no era una sala en sentido estricto, sino el final del pasillo del instituto, cerca de la escalera de hierro. Los adultos asistían a ellas y la pequeña compañía hasta realizaba giras, representando las obras en aldeas de todo el distrito y cobrando entrada. Lo obtenido se destinaba a comprar zapatos para los compañeros de curso que no tenían. Gorbachov señala que él y sus compañeros actores jamás se preguntaban si la función que deseaban montar era factible o no. «Representábamos toda clase de obras, lo que se nos venía a la cabeza. Imagínese la calidad de algunas de ellas, pero eso no lograba incomodarnos en absoluto...» Entonces llegó al pueblo un grupo teatral de Stávropol para asistir a una de las funciones. Después de que Gorbachov y sus colegas escenificaran Mascarada, los actores profesionales «nos elogiaron e hicieron al menos un comentario que aún recuerdo: nos advirtieron de que no nos cogiéramos los unos a los otros de las mangas [...] durante la refriega entre Arbenín y Zvesdich, y nos indicaron que en la alta sociedad las disputas se desarrollaban de un modo algo distinto».[87]
En esta evocación se aprecia el perspicaz sentido del humor de Gorbachov, así como el orgullo y entusiasmo con que recuerda sus actuaciones. «Lo cierto es que era un gran actor —recordaba Karagodina—. Alguna vez hasta me habló [...] de ingresar en un instituto de arte dramático.»[88]
A partir de 1946, el joven Gorbachov pasó cinco veranos seguidos ayudando a su padre a operar una cosechadora enorme. Desde finales de junio hasta las postrimerías de agosto, trabajaban los dos lejos de casa. Incluso cuando las lluvias interrumpían la cosecha, permanecían en los campos cuidando de la maquinaria. «Mi padre y yo discutíamos muchísimo en esos días “de ocio”. Charlábamos de temas muy variados, relacionados por igual con el trabajo y la vida. Nuestro simple vínculo de padre e hijo se desarrolló hasta llegar a ser un nexo entre dos personas que compartían una misma causa y un trabajo en común. Mi padre me trataba con gran respeto y nos convertimos en auténticos amigos.»[89]
Los dos trabajaban veinte horas al día hasta las dos o las tres de la madrugada, dándose prisa para recoger la cosecha cuando hacía buen tiempo, laborando sin descanso, cada uno reemplazando al otro al volante de la cosechadora gigantesca sin que esta se detuviera. «Hacía un calor infernal —recordaba Gorbachov—. Había polvo por todos lados, con el estruendo incesante de la maquinaria de fondo. Si alguien nos hubiera visto, solo habría advertido nuestros ojos y dientes; teníamos el resto cubierto de polvo y del combustible quemado. Había ocasiones, después de trabajar entre quince y veinte horas seguidas, en que me quedaba dormido al volante, y el primer año solía sangrar a menudo por la nariz...»[90]
El trabajo estaba relativamente bien pagado tanto en dinero como en especie, pero incluso la familia de un conductor de cosechadoras dependía de un huerto particular para alimentarse y todos los hogares estaban desbordados por el pago de los impuestos y otras obligaciones. Tuvieran o no ganado, los campesinos debían darle al Estado 120 litros de leche, además de mantequilla y carne. Tenían que pagar impuestos sobre los árboles frutales ya diesen estos fruta o no, recordaba posteriormente Gorbachov, «así que los campesinos reducían sus huertos. Pero no había escapatoria: a los campesinos no se les expedía pasaporte alguno. [...] ¿En qué se diferenciaba esto de la servidumbre?».
Probablemente, las reflexiones de esta índole llegaron después. Y lo mismo ocurrió con el dilema tan revelador que se le planteó tras pronunciar discursos desmesurados exaltando la política agrícola. «No me resultaba fácil evitar las evaluaciones muy negativas, pues sabía cómo era la vida campesina.»[91] Con todo, en aquella época al menos, se sentía cada vez con más fuerza y confianza. Perdía como mínimo cinco kilos cada verano, pero «me hacía cada vez más fuerte». Yulia Karagodina recordaba su rostro de aquella época: «Estaba quemado por el sol y tenía las manos cubiertas de callosidades y ampollas».[92] «Hasta me sentía orgulloso de esos callos», añade Gorbachov. Su padre lo formó tan bien que «en un año o dos fui capaz de reparar cualquier parte de la maquinaria. Me sentía particularmente orgulloso de mi capacidad para detectar de inmediato un problema en la maquinaria por un simple ruidito, e igualmente orgulloso de poder subirme a ella desde cualquier punto, incluso cuando el cilindro estaba dando vueltas y las aspas hacían rechinar los dientes».[93]
Este paso a la edad adulta estuvo marcado por otro ritual significativo. Cuando en 1946 concluyó la primera cosecha de la posguerra, los hombres que integraban la brigada de Serguéi Gorbachov decidieron «irse de copas» e insistieron en que Mijaíl, que entonces solo tenía quince años, fuera con ellos. «¡Venga, hombre, echa un trago! —le gritaban—. Es hora de que te hagas un hombre de verdad.» Gorbachov miraba a su padre, que solo se reía. Cuando alguien le tendió un tazón, él pensó que contenía vodka, pero en realidad era alcohol puro. Para bebérselo había un truco: primero espirar, ingerirlo enseguida de un solo trago y entonces diluirlo a toda prisa con un tazón de agua fría. Solo que él se limitó a beberlo sin más. «¡Menuda cogorza cogí! Todos reían a carcajadas, mi padre el que más.»[94]
Ese año 1946 fue fatídico, con el hambre azotando a muchas regiones. La cosecha soviética descendió de las 95,7 millones de toneladas de cereal obtenidas en 1940 a 39,6 millones. Stávropol capeó la peor parte y los refugiados llegaban en masa desde otras provincias para intercambiar sus posesiones por grano. En 1947, otro año seco, el rendimiento mejoró (65,9 millones de toneladas), pero distó con mucho de resultar suficiente. La primavera de 1948 trajo consigo tormentas de polvo, pero después cayeron abundantes lluvias que prometían una buena cosecha. Previendo la oportunidad de batir marcas en la cosecha y augurando la gloria inminente a la vez que bonificaciones diversas para los involucrados, las autoridades locales dispusieron a sus equipos para la batalla: dos poderosas cosechadoras Estalinista 6 manejadas por los mejores conductores del distrito, Serguéi Gorbachov y su hijo, y Yakov Yakovenko junto con el suyo; dos potentes tractores S-80 conducidos por otro veterano de guerra, un miembro de fiar del partido; un camión que distribuía el combustible en los campos; otros dos miembros del partido que descargaban el grano de las cosechadoras y otro vehículo para transportarlo lejos. Tanto las cosechadoras como los tractores iban equipados con focos para cosechar de noche.
«El camarada Gorbachov, listo para la cosecha», anunciaba la edición del 20 de junio de 1948 del periódico editado en el distrito, El Camino de Ilich.[95] Para el 25 de julio de ese mismo año, la cosechadora de Serguéi Gorbachov marchaba en cabeza, con un total de 870 hectáreas ya cosechadas. Varios días después, seguían en primer lugar, con 1.239.[96] Entretanto, el Presídium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética había decretado que la cosechadora que lograra una marca de 8.000 quintales de cereal (un quintal equivale a un décimo de tonelada) recibiría la Orden de Lenin. Serguéi y su hijo cosecharon 8.888 quintales. Según un compañero de curso de Gorbachov, las autoridades tenían previsto otorgar el premio solo al padre, pero este les solicitó compartir los honores con su hijo. Al principio los responsables del asunto se negaron bajo el pretexto de que la Orden de Lenin no se podía dividir. Sin embargo, a instancias de su padre, a sus escasos diecisiete años Mijaíl Gorbachov recibió uno de los más altos honores de la Unión Soviética: la codiciada Orden de la Bandera Roja del Trabajo, firmada por el propio Stalin, al tiempo que se le otorgaba a Serguéi la Orden de Lenin.
Cuando se anunció el premio aquel otoño, los estudiantes del instituto de Gorbachov se reunieron para felicitarlo. «Era la primera vez que esta clase de cosas me ocurría. [...] Me parecía algo embarazoso, pero estaba muy contento.»[97] Yulia Karagodina poseía un álbum de recortes de periódicos en los que se citaba el discurso que pronunció en esa ocasión. «Toda nuestra felicidad, todo nuestro futuro, dependen del trabajo, el factor más importante de entre los que impulsan hacia delante a la sociedad socialista. Desde el fondo de mi corazón, agradezco al Partido Bolchevique, al Komsomol leninista y a mis profesores el haberme enseñado el amor por el trabajo socialista, la firmeza y la fuerza de perseverar.» Es perfectamente posible, añadía Karagodina en 1991, «que dijera esas palabras con sinceridad. [...] No conocíamos ninguna otra forma de comunicarnos, esa nos parecía la más natural».[98]
Yulia cursaba el décimo grado y Gorbachov, el noveno. «Fuerte, fornido y decidido —según sus palabras—, Gorbachov exhibía un talento notable para someter a todo el mundo a su voluntad.» Lo recuerda corrigiendo a los profesores en la clase de historia y, en cierta ocasión, enfadado con un profesor en particular, al que le dijo: «“¿Quiere usted conservar su certificado de enseñanza?” Era el tipo de persona que sabe que lleva razón y que puede probárselo a quien sea».
Un día, en casa de Sumtsova, donde Karagodina estaba estudiando, Mijaíl se presentó para pedirle que lo ayudara con un teorema de matemáticas. Las matemáticas se le daban bien; Mijaíl, en cambio, prefería la literatura y la historia. Cuando comenzó a explicarle el teorema, él echó una ojeada a su alrededor y reparó en un hueco vacío en la página que ella estaba editando para el diario mural del colegio. «¿Me vas a decir que no lo has terminado aún? —la reprendió—. Se supone que debe estar en el diario mañana. ¡Asegúrate de tenerlo para entonces!» Yulia recordaba haber pensado para sí misma: «Así que ahora quiere ser también mi jefe», y decidió «no hacer absolutamente nada». Dos días después, en una reunión del comité del Komsomol, él la reprendió delante de todos. «Sentí cómo me subía el rubor a la cara —recordaba ella—, con él alzando la voz un poquito, disciplinándome.»[99] «Quedé terriblemente herida y me iba ya del instituto al borde de las lágrimas cuando se me acercó corriendo y me pidió que fuera con él a ver una película ese mismo día.» Los miembros del grupo de teatro solían ver películas juntos, a veces el mismo filme una y otra vez, mientras Sumtsova les daba lecciones de actuación, pero Karagodina se sintió ahora incluso más agraviada; ¿cómo podía pedirle que fueran al cine juntos cuando acababa de herirla del modo en que lo había hecho? «Querida —le replicó Gorbachov—, estas cosas no tienen nada que ver con ninguno de nosotros.»[100]
La directora del instituto admiraba a Gorbachov. Según un compañero de curso, un día le dijo a Mijaíl: «Tienes un gran futuro por delante. Una vez que te vayas de aquí, podrás escoger tu lugar. Con esa medalla, cualquier universidad te aceptará». Quizá por eso mismo, cuando en una ocasión criticó a Mijaíl y Yulia por «pasar demasiado tiempo juntos, hasta el punto de que sus compañeros de clase, al verlos, se harían la idea de que no tenían que concentrarse tanto en sus estudios», la reprendió a ella y no a él. Karagodina respondió sumisa que en adelante vería menos a Gorbachov. Cuando este se enteró, fue en dos zancadas a la oficina de la directora, quien, según Yulia, salió de su despacho con «el rostro enrojecido y muy agitada», seguida de un sonriente Mijaíl.
—¿Qué le has dicho? —preguntó Yulia.
—Ah, poca cosa. Solo que soy un estudiante modelo y que también Yulia lo es. Que estoy en el servicio social y ella también. El hecho de que seamos amigos no afecta a nadie, así que mejor déjelos que sigan nuestro modelo.
Naturalmente, según el relato de Yulia, la directora no pudo objetar nada.[101]
El nivel de exigencia de Gorbachov hacia los demás eran extremadamente elevado. «En realidad, yo misma sentía que no era lo bastante buena para él —recordaba Yulia—, o que no encajábamos. Él estaba siempre rebosante de energía, era muy serio en todo, muy organizado. Y más inteligente que yo. Era, como quien dice, el centro de atención.» Por un tiempo «fue amor, sí, claro, para los dos», pero nunca se dijeron cosas como «te amo», aunque en ocasiones él jugaba a hacerlo. Una vez, durante un ensayo de La dama de las nieves, cuando el personaje de Yulia dijo: «Querido zar, preguntadme cien veces si lo amo y yo os responderé cien veces que sí», Gorbachov se inclinó hacia ella, con la directora del instituto sentada en las inmediaciones, entre el público, y le susurró al oído: «¿Es verdad?». «Dios mío —evoca aún Yulia—, quedé muy turbada. A duras penas pude continuar con mi monólogo. Todo el mundo se preguntaba qué ocurría, y solo estaba ahí Gorbachov sonriendo.»[102]
Al graduarse un año antes que Mijaíl, Karagodina se marchó a Moscú para inscribirse en un programa de formación de profesorado, pero con la residencia de estudiantes a su capacidad máxima y ningún sitio donde quedarse, la chica volvió muy pronto a casa. «¿Por qué no luchas por ti y tus planes? —la increpó él—. Debiste tenderte en el suelo del despacho del director y no abandonarlo hasta que te dieran una habitación.» «Era de esas cosas que él hubiera podido hacer —indicó Karagodina años después—, yo no.» En lugar de ello, encontró un puesto de maestra en la escuelita de un poblado cercano a Molotovskoie. Gorbachov iba a visitarla, añade, pero «las cosas no funcionaban, nunca se decidió a ir a por mí. Nunca hablamos de amor ni hicimos planes de futuro, supongo que no estábamos hechos el uno para el otro. Él respetaba a la gente de voluntad firme y decidida. Posiblemente no sea casualidad que al hablar de Raisa Maxímovna [la esposa de Gorbachov] aludiera a ella, en tono de broma —es lo que leí en algún lado—, como “mi generala”. En cuanto a mí, no toleraba su actitud maximalista».

La familia Gorbachov, 1949.
Si con lo de «actitud maximalista» quería decir que Gorbachov estaba resuelto a lograr lo que parecía imposible, estaba en lo correcto. Cuando Karagodina cursaba su tercer año en una universidad de Krasnodar, recibió una postal de Mijaíl que concluía con la frase en latín Dum spiro spero. Una amiga del Báltico se la tradujo: «Mientras respire, tengo esperanzas». Puede que este fuera su lema cuando su sueño de transformar la Unión Soviética se desplomó a su alrededor. En la postal que le envió de vuelta, la respuesta de Karagodina parecía una advertencia al hombre que intentó cambiar el mundo: «Respira, pero ¡no esperes demasiado!».[103]
2
La Universidad Estatal de Moscú
1950-1955
«Lo que hagas al terminar la secundaria es cuestión tuya. Si quieres, podemos trabajar juntos. Si quieres proseguir con tus estudios, te ayudaré cuanto me sea posible. Pero ese es un asunto muy serio y solo tú puedes resolverlo.» Siendo el patriarca campesino bastante inhabitual que era, Serguéi Gorbachov no intentó imponerle nada a su hijo, aunque Mijaíl sabía cuáles eran los verdaderos sentimientos de su padre y su abuelo; apenas tenían estudios y presentían lo mucho que se habían perdido con ello. Gorbachov no tenía dudas respecto a lo que deseaba: «Quería seguir estudiando».[1]
Muchos de sus coetáneos sentían lo mismo.[2] La Unión Soviética estaba siendo reconstruida y necesitaba ingenieros, agrónomos, médicos, profesores y otros profesionales que sustituyeran a los caídos tanto en la guerra como en las purgas que la antecedieron. «Hasta los estudiantes más irregulares» buscaban algún sitio donde los exámenes de ingreso «no fuesen demasiado exigentes», admite Gorbachov. En cuanto a él, era «un joven singularmente altanero y ambicioso [ambitsioznyi]. ¿Por qué? Una cuestión de naturaleza, supongo. ¿Por qué entre un 5 y un 7 por ciento de toda la gente que nace en el mundo es capaz de administrar su propia empresa mientras que el resto se conforma con ser mano de obra contratada? Es una cuestión de temperamento».[3] En ruso, la palabra ambitsioznyi no tiene connotaciones demasiado positivas y suele traducirse como «arrogante» más que como «ambicioso». En 1950, para Gorbachov estaba claro lo que un muchacho del ámbito rural debía hacer a continuación: «Aspirar a nada menos que la universidad más importante de todas, la Universidad Estatal de Moscú».[4]
La UEM era a la Unión Soviética lo que Harvard representa para Estados Unidos, salvo que en la Unión Soviética no había alternativas, ni Yale, Princeton o Stanford, ni una Ivy League, ni otras universidades estatales igualmente distinguidas, ni colleges de élite privados. La ciudad de Moscú era en sí única: una especie de Washington, Nueva York, Chicago y Los Ángeles a la vez, la sede del Gobierno, de la industria y de la cultura, incluso de la industria cinematográfica; el lugar donde había que brillar si esperabas prosperar de algún modo. Además, la Unión Soviética tenía su propia versión de la «discriminación positiva»: los estudiantes como Gorbachov, nacidos entre la clase trabajadora, gozaban de una preferencia especial a la hora de ser admitidos en la universidad. Y, aunque él mismo era el vástago de una familia campesina, el oficio de su padre como operador de cosechadoras lo elevaba al estatus «más favorable» de proletario. Además, su Orden de la Bandera Roja del Trabajo ciertamente ayudaba bastante; de hecho, al final fue admitido sin tener que aprobar el examen de ingreso.
Faltando medio año para concluir la secundaria en Stávropol, Gorbachov escribió a Moscú para solicitar información acerca de los programas ofrecidos por la UEM y recibió un folleto en el que se enumeraban todas las facultades, junto con los requisitos de admisión. En la secundaria se había sentido atraído por múltiples áreas de conocimiento: la física y las matemáticas, y también la historia y la literatura. Así pues, además de a la UEM, consideraba la idea de postular a varias otras instituciones especializadas en ingeniería, energía y economía. La junta de reclutamiento local le informó de que sería llamado a filas a menos que ingresara en alguna academia militar, como la Escuela Naval de Bakú, a la que lo instaban con urgencia a presentarse. «A mí me gustaba la idea —recordaría luego—; ya sabe, a los hombres jóvenes les gustan los barcos y los uniformes. Pero algo me disuadió de hacerlo, no sé bien qué fue. Me gustaría saberlo, por cierto. Yo estaba dispuesto a entrar en el servicio, pero entonces me advirtieron de que, si me matriculaba en una escuela de derecho o un instituto del transporte, mi conscripción quedaría aplazada.»[5]
En cierto momento, Gorbachov se dispuso a ingresar en el Instituto de Transportes Ferroviarios, en las cercanías de Róstov. Luego sopesó por un breve periodo la idea de emprender la carrera diplomática. Finalmente, envió su solicitud a la facultad de derecho de la UEM, que en el sistema soviético (y no el ruso) es una licenciatura.[6] El estudio del derecho en un país donde no imperaba la ley no gozaba de un gran prestigio intelectual, pero Gorbachov no lo sabía y, aunque le «impresionaba el papel de los jueces y fiscales», no tenía, según admite, sino una «noción muy difusa» del derecho y la jurisprudencia.
Quizá fuera esa la razón de que la UEM no respondiera inicialmente a su solicitud. Tras ello, al principio siguió con su labor en la cosechadora, pero al cabo de poco dejó a su padre en la estepa (con el beneplácito de este, ciertamente), hizo autostop hasta la ciudad más próxima y envió un telegrama con respuesta pagada para recordarle su existencia a la universidad. «Admitido con alojamiento incluido», decía la milagrosa respuesta que recibió a los tres días de manos del cartero y cuando estaba en el campo. Gorbachov atribuyó el milagro no tanto a la medalla que le había sido otorgada en su graduación (de plata, no de oro, pues había obtenido un 4 y no un 5 en alemán) cuanto sobre todo a la Orden de la Bandera Roja del Trabajo y sus antecedentes campesinos y obreros. Pero lo importante era que estaba dentro. «Estaba dentro sin haber hecho ningún examen, sin entrevistas, nada. ¡Nadie me preguntó nada! Bueno, en mi opinión, merecía ser admitido, era alguien con quien se podía contar, y así fue luego en la universidad.»[7] El resto del verano siguió trabajando con su padre en la cosechadora, pero la labor ya no palpitaba igual en su corazón. «Estaba desbordante de entusiasmo. En mi mente resonaban las palabras: “Soy alumno de la Universidad de Moscú”.»[8]
Gorbachov subestima los esfuerzos que hizo para ser admitido. En junio de 1950, por la misma época en que la UEM estaba resolviendo si lo aceptaba o no, consiguió convertirse en candidato a miembro del partido, una credencial que ciertamente reforzó su posición. La postulación a la militancia en el partido, escrita de su puño y letra el 5 de junio de 1950, afirmaba lo siguiente: «Sería para mí un gran honor ser miembro del Partido Comunista de los Bolcheviques, una organización que está a la vanguardia, auténticamente revolucionaria. Prometo, por mi parte, ser fiel a la gran causa de Lenin y Stalin, y dedicar mi vida entera a la lucha del partido en pro del comunismo». En una carta de apoyo, la directora de su instituto lo describía como «uno de los mejores alumnos del centro», «sensible y responsable con sus camaradas», «moralmente sólido e ideológicamente firme». Otras recomendaciones revelan que, incluso en las provincias rusas de 1950, cuando se trataba del ingreso en la universidad, ayudaba el hecho de ser atleta; el profesor de educación física del instituto informaba de que Mijaíl había sido su ayudante durante los dos años anteriores. El comité provincial del Komsomol, del que Gorbachov era miembro, confirmó que tenía «formación política», esto es, que «entiende correctamente la política del partido de Lenin y Stalin». Asimismo, proporcionaba una garantía incluso más relevante durante los años finales del estalinismo: que, aun cuando había vivido en Privolnoie bajo la ocupación nazi a los doce años, «no hay material comprometedor [kompromat] en relación con él».[9]
Hasta los trece años, Gorbachov jamás había visto un tren. La primera vez que viajó en uno fue a Stávropol a los diecisiete, pero nunca había salido de la provincia. Esta vez, a los diecinueve años, acompañado de su padre y con una maleta desvencijada en la que su madre introdujo la poca ropa de la que disponía, más algo de comida para el viaje, llegó a la estación de Tijorietski, ubicada a unos cincuenta kilómetros de Privolnoie. El abuelo Panteléi, que se despidió de él cuando se subió con su padre al camión que los llevaría a la estación, «estaba muy conmovido, feliz por mí, pero triste de verme partir, con lágrimas en los ojos. Fue todo muy triste».[10] En cuanto a su padre, estaba tan emocionado que permaneció dentro del tren hasta que este comenzó a moverse y luego saltó al andén, olvidándose de entregarle el billete a su hijo. Luego el revisor podría haberlo hecho bajar del tren si los restantes pasajeros del vagón de clase inferior no hubieran acudido en su ayuda: «¿Qué haces? —le gritaron—. Su padre peleó en el frente. ¿No has visto todas las medallas que llevaba?» Ante ello el revisor se refrenó en su proceder, solo a condición de que Gorbachov adquiriera otro billete (que apenas podía costearse) en la siguiente estación.[11]
En este y otros viajes ulteriores, los trenes a Moscú se detenían en lugares que Gorbachov solo había oído mencionar y que solo podía imaginar —Róstov, Stalingrado, Járkov, Orel, Kursk, Vorónezh, todas ellas ciudades parcialmente en ruinas a causa de la guerra— antes de llegar a la capital. No fue el suyo un comienzo fácil, y en un principio no se sintió «demasiado cómodo» allí. Sus nuevos conocidos de la capital decían que «Moscú en sí no es más que una gran aldea», pero a él le parecía todo lo contrario. Cabe recordar que Privolnoie no contaba con electricidad, radio (excepto por el altavoz en la plaza principal) ni teléfono, pero el aire era puro y fragante, y «las estrellas brillaban por las noches como si alguien hubiera colgado lamparillas en el cielo». Por el contrario, allí, en Moscú, rodeado del estrépito de los tranvías y del metro, «todo era nuevo para mí: la plaza Roja, el Kremlin, el teatro Bolshói, mi primera ópera, mi primer ballet, los museos Tretiakov y Pushkin, mi primera travesía en barco por el río Moscova, mi primer viaje a las afueras de la ciudad, mi primer desfile del aniversario de la Revolución. Me sentía todo el tiempo abrumado por una sensación de absoluta novedad».[12]
Durante los años finales de Stalin, en Moscú se tenía muy poca consideración por los campesinos, que siempre habían sido vistos como una clase retrógrada por Marx (que aludía a la «estulticia de la vida rural»), Lenin (que afirmaba haber hecho una «revolución proletaria») y Stalin (que los explotó y sometió a un trato brutal), y a los muy cosmopolitas y sofisticados moscovitas les parecían aún «gente oscura».[13] Así, de entrada, el propio Gorbachov dio a sus compañeros de la capital la impresión de que era un individuo irremediablemente subdesarrollado. Ellos vivían en sus casas, en el apartamento de sus padres, mientras que él y otros foráneos lo hacían en una residencia de estudiantes. «Nosotros representábamos a la élite de Moscú —explicó su compañero de estudios Dimitri Golovánov—, Gorbachov no nos resultaba demasiado interesante.»[14] «Era profundamente provinciano —según Zoia Biekova—, eso saltaba a la vista. Hasta tenía aspecto de campesino.»[15] «Se podía apreciar en su pronunciación», recuerda Golovánov.[16] Hablaba con el acento ruso del sur, suavizando la «g» dura y transformándola en «j». «Tenía un solo traje y lo usó durante los cinco años —añadió Nadiezhda Mijailieva—.[17] Y había ocasiones en que andaba por ahí sin calcetines, simplemente porque no tenía.»
Sin embargo, esas impresiones se diluyeron al cabo del primer año que Gorbachov pasó entre ellos, según recordaba Rudolf Kolchanov, otro estudiante de aquella época. «Después de eso ya no hubo más actitudes condescendientes, todo el mundo lo trataba como a un igual.»[18] El ego del propio Gorbachov tampoco sufrió con su exposición a la élite; en lugar de ello, cinco años después estaba decidido a hacerse con el control del mundo. La noche antes de dejar la UEM, en 1955, reflexionó en torno a lo que esos años habían significado para él: el «chico campesino» que había ingresado en la universidad en 1950 y el hombre que se licenció cinco años después eran «seres muy distintos». Su familia lo había modelado «como individuo y ciudadano», al igual que su colegio y los profesores de entonces. Sentía gratitud hacia sus compañeros de labor en la cosecha, quienes «me enseñaron cómo trabajar y me ayudaron a entender el sistema de valores del trabajador». Con todo, fue la Universidad de Moscú la que le dio «el conocimiento básico y la fuerza interior decisivos en las elecciones que hice. Fue allí donde comencé a repensar la historia de mi país, su presente y su futuro. De algo estoy bien seguro: sin esos cinco años no hubiera existido Gorbachov el político».[19]
Gorbachov no ha sido el único licenciado universitario de origen humilde que se ha sentido fortalecido por la formación superior, pero, bajo el estalinismo, esa formación superior estaba permeada enteramente por la propaganda y el adoctrinamiento. Aun así, incluso antes de que Stalin falleciera en 1953, había formas de alcanzar una auténtica formación en la UEM. Ciertos profesores formados antes de 1917 o poco después presentaban al alumnado un espectro más amplio de las ideas filosóficas y políticas. Los años de estudiante de Gorbachov, unidos a su exposición a la vida intelectual y cultural de la capital, lo hicieron concebirse a sí mismo como un intelectual, dotado de lo que él consideraba un espíritu filosófico, hecho que sirve para explicar quizá la visión que más tarde incorporó a su liderazgo político, al igual que sus limitaciones como líder.
La UEM le brindó asimismo dos amigos que cambiarían su vida. Uno fue el estudiante checo Zdeněk Mlynář, quien habría de convertirse en el principal ideólogo de la Primavera de Praga en 1968. La otra fue su futura esposa, Raisa Titarienko.
Stalin murió el 5 de marzo de 1953, y sus últimos años estuvieron marcados por nuevas oleadas represivas. El Caso Leningrado, en 1949, eliminó a los líderes del partido afincados en la antigua capital imperial. La campaña «anticosmopolita» de 1952 estuvo dirigida contra los judíos. En enero de 1953, los secuaces de Stalin anunciaron haber descubierto una «conspiración de los médicos», en virtud de la cual se decía que los médicos del Kremlin, la mayoría de ellos judíos, habían conspirado para asesinar a los líderes soviéticos. La publicidad otorgada al «complot» desencadenó la histeria colectiva, los rumores sobre niños asesinados en los hospitales y hasta una caída en las visitas a clínicas y farmacias. Uno de los médicos arrestados, el afamado patólogo Yakov Rappáport, recordaba luego a la madre de un niño aquejado de neumonía que se negó a administrarle la penicilina prescrita por su médico. «Que muera por la enfermedad, pero no por un veneno que yo le administre con mis propias manos.»[20]
Difícilmente podía la Universidad de Moscú escapar al contagio. «La atmósfera estaba saturada de ideología», recuerda Gorbachov. La enseñanza parecía empeñada en un «lavado de cerebros jóvenes», y tanto los académicos como los estudiantes estaban todo el tiempo «bajo una estricta vigilancia».[21] Aun así, los años de posguerra fueron testigos de algunos síntomas de cambio y agitación en la sociedad soviética. Dado su prestigio y la necesidad de especialistas altamente formados que tenía el país, la Universidad de Moscú permaneció de algún modo aislada de la atmósfera general de temor.
Los miembros de la generación de Gorbachov dejaron atrás la horrenda experiencia de la guerra embargados de optimismo y con la firme determinación de mejorar sus vidas. Convencidos aún de la promesa igualitaria de la doctrina comunista, los estudiantes del sector rural empobrecido consideraban que no eran menos valiosos o dignos que los hijos de la élite. Los veteranos de guerra, con acceso preferente a las universidades, destacaban entre los estudiantes más jóvenes. Tras haber sobrevivido, ganado la guerra y vuelto a casa victoriosos, estaban particularmente decididos a edificar el futuro. «Todos los individuos de mi generación teníamos mucha fe en los valores socialistas —recordaba Leonid Gordon, un estudiante de historia de la UEM entre 1948 y 1953—. Sentíamos bastante desprecio por la riqueza y todo lo que considerábamos burgués. Nuestro patriotismo de carácter soviético era muy fuerte.» Nail Bikkenin, futuro consejero de Gorbachov, recordaba que él y sus amigos tenían «fe en el país y en los ideales que defendía. [...] la Unión Soviética era una nación de enormes posibilidades y teníamos una gran labor por delante». El departamento de filosofía de la UEM, donde Raisa Titarienko se matriculó en 1949, les parecía a sus alumnos un semillero de gran efervescencia intelectual. Yuri Levada, pionero en el campo de la sociología soviética (que se enseñaba en la facultad de filosofía) y de las encuestas de opinión, recordaba por su parte que «nunca había habido allí, o daba esa impresión, gente tan interesante como la de entonces, y no parece que la haya habido después». Borís Grushin, otro connotado sociólogo, recordaba que los veteranos de guerra que estudiaban en la UEM inspiraban a sus compañeros «con nuevas percepciones y supuestos, con una nueva visión de la vida y del mundo».[22]
Gorbachov evocó tiempo después la presión reinante para que todo el mundo se amoldara al sistema. «La más leve desviación de la línea oficial, cualquier intento de cuestionar algo, tenía consecuencias, y en el mejor de los casos culminaba en un sondeo por parte del Komsomol o en una reunión del partido.»[23] El propio Gorbachov se convirtió en el líder del Komsomol de toda su clase, y luego en secretario adjunto del Komsomol en el ámbito de la agitación y la propaganda para toda la facultad de derecho. Uno de los primeros encargos que le hizo el Komsomol, para el cual se le concedió tiempo libre en mitad de sus estudios, fue supervisar los puntos de votación del distrito moscovita de Krasnopresnienski, para asegurarse de que suficientes ciudadanos votaran realmente y se pudiera así alcanzar la meta fijada por el Partido Comunista de casi un ciento por ciento de participación. Lo que observó, con todo, fue que la mayoría de los votantes lo hicieron «por temor».[24]
En 1952, a la tierna edad de veintiún años, Gorbachov fue ascendido a miembro de pleno derecho del partido. Esto, junto con su papel en el Komsomol, podría interpretarse hoy (y así lo han visto algunos sectores) como que prestó servicios de perro guardián en materia de política contra sus compañeros de estudios,[25] solo que la verdad es algo más compleja. Por supuesto, tuvo que dar muestras de que acataba a Stalin y sus obras. En una reunión de miembros del partido en la facultad de derecho, celebrada a principios de 1953, se manifestó entusiasmado con la idea de que «el estudio de las obras de I. V. Stalin y los materiales del XIX Congreso del Partido [celebrado en 1952] nos obligan a elevar el nivel de nuestra labor científico-académica», al tiempo que se lamentaba de que «nuestros profesores y académicos no hayan estudiado, como es evidente, con suficiente profundidad estos materiales. De resultas de lo cual, la calidad de nuestros seminarios es baja».[26] Pero la precipitación con que fue ascendido a miembro de pleno derecho del partido solo sugiere un descuido en los mecanismos de control político, y el testimonio de sus compañeros de curso confirma que, a la hora de vigilarlos, Gorbachov hacía tan solo lo imprescindible.
Su transformación de candidato en miembro del partido debía ser aprobada por las autoridades del distrito moscovita de Leninski, en el que estaba ubicada la UEM, y a ellas Gorbachov les informó en tono vacilante de los arrestos sufridos por sus dos abuelos, hechos que calificaban como kompromat en algunos círculos oficiales, pero sus interlocutores dieron por zanjado el asunto. «¡No te preocupes! Tú solo ponlo por escrito, con eso bastará.»[27] Sus compañeros confiaban en él a la hora de guardar secretos. Nadiezhda Mijailieva explica que la orden del Komsomol a Gorbachov era que mantuviera la «disciplina» en la residencia de estudiantes, y que su objetivo fundamental era impedir la ingestión de alcohol, no la disidencia política. Galina Daniushevskaia recuerda una reunión convocada para condenar la «conspiración de los médicos» en la que ella esperaba que Gorbachov llevara la voz cantante en la repulsa. En lugar de ello, se maravilla ahora, «Gorbachov ni siquiera se presentó a la reunión».[28] La mayor parte del tiempo estaba, al parecer, concentrado en sus estudios.
Ninguna materia de la UEM, ni siquiera las ciencias naturales, estaba libre de la politización reinante. La biología y la física habían quedado sometidas a arremetidas ideológicas durante años. El derecho estaba deformado por la doctrina estalinista: se rechazaba la presunción de inocencia y se aceptaban las confesiones como prueba de culpabilidad. El currículum académico, no obstante, incluía el derecho romano, la historia del pensamiento político y las constituciones de las naciones «burguesas», en particular la de Estados Unidos, y, en lugar de esquivar las ideas de los adversarios ideológicos, se alentaba a los estudiantes a examinarlas atentamente, aunque solo fuera para entender mejor al enemigo de clase. Algunos profesores, aunque se ciñeran a la línea del partido, incluso intentaban dar señales de sus reservas acerca de ciertas materias. Un académico al que se le secaba la garganta y que siempre bebía agua al impartir su clase les confió entre sonrisas a sus alumnos que «hasta las mejores clases tienen que ser diluidas un poco».[29] Otro veterano representante de la academia, Serafín Yúshkov, había dedicado su vida al estudio de la Rusia de Kiev, el antecedente medieval de la Rusia moscovita, pese a lo cual fue acusado de repente de «desarraigo cosmopolita», una etiqueta aplicada habitualmente a los judíos. Lo «absurdo de la acusación era evidente», recordaba Gorbachov, en especial teniendo en cuenta el estilo de vestir tan ruso y tan rancio de Yúshkov. Solía deambular por ahí con un sombrero de paja de ala ancha y camisa bordada con la pretina fuera de los pantalones. Aun así, el caso del viejo académico fue «tratado» por el consejo académico de la facultad de derecho, ante el cual, sosteniendo su sombrero de paja en una mano, pronunció solo una palabra en defensa propia: «¡Mírenme!». La investigación fue desestimada. «Adorábamos sus clases», recuerda Gorbachov, pero su forma de demostrarlo era jugarle al anciano una broma de índole doctrinaria: le preguntaban cómo podía analizar la historia de Kiev sin mayores referencias al marxismo-leninismo. «Ante lo cual él abría frenéticamente su gran maletín, siempre desbordante de papeles, extraía de él algún clásico del género, se ponía las gafas de montura metálica y buscaba algún párrafo pertinente.»[30] La finalidad del chiste era satirizar la vigilancia política por la vía de embarcarse ellos mismos, irónicamente, en ella.
Recién llegado a la UEM con su aspecto y su acento de paleto, Gorbachov sufría las burlas de sus compañeros de curso. «Todo lo que a mí me parecía nuevo, ellos decían haberlo aprendido mucho antes, en la secundaria, pero la mía era una secundaria rural.» Con todo, al cabo de un tiempo se convenció de que su inocencia era en cierta forma una virtud: los moscovitas sentían «a menudo temor de poner de manifiesto su ignorancia y de pedir explicaciones en clase», mientras que él «estaba lleno de curiosidad y ardía en deseos de aprender y entender». Aunque «la humildad nunca había sido un rasgo central en mí, y pese a que todo lo nuevo se me daba bien con facilidad», tenía que estudiar el doble. Al poco tiempo, era «incluso capaz de mantener discusiones con mis compañeros más avezados».[31]
Gorbachov señala que estudiaba «con ambición, febrilmente». «Todos trabajábamos mucho —recordaba luego Rudolf Kolchanov—, pero él más que ninguno.»[32] «Dedicaba tres o cuatro horas a lo que otros le dedicaban una o dos —rememora a su vez Mijailieva—. Era perseverante. Cuando otros se iban a dormir, él seguía trabajando.» «Me consta —dice Zoia Biekova— que nunca abandonaba su labor antes de las dos o las tres de la madrugada, después de haberse levantado a las cinco o las seis. Estudiaba, leía, hacía todo lo que estuviera en su mano para ponerse al mismo nivel que los moscovitas.»[33] «No había absolutamente nada de paleto en su inteligencia», recordaba Volodia Liberman, un integrante del grupo de estudio de Gorbachov junto con Mijailieva y Zdeněk Mlynář.
Gorbachov desplegaba de manera llamativa su superioridad en el ámbito laboral. Liberman recordaba que «llevó todo el primer año» la Orden de la Bandera Roja del Trabajo y que esta «atraía la atención hacia él». Mijailieva añade que, al parecer, «no sentía ningún complejo por su falta de cultura y buscaba ayuda cuando la requería». Ella misma, una mujer de ojos verdes y cabello azabache, era una de aquellos cuya ayuda buscaba, y recuerda haberle dicho alguna vez: «Pobrecito Misha, tú vives en la residencia. No puedes vivir alimentándote de malos embutidos, tienes que venir a estudiar a mi casa, ¡mi mamá cocina estupendamente!». Nadiezhda lo introdujo también en la vida cultural de Moscú. «Solía acercarse a mí y decirme: “Nadiezhda, si vas a algún museo quizá puedas llevarme y hablarme de lo que sentían esos artistas”. O: “Si vas al conservatorio, llévame contigo y cuéntame qué tenía en mente ese compositor”. No le resultaba en absoluto embarazoso pedirlo.» Otro amigo lo recordaba preguntando cuál era cierto ballet: «He oído hablar de él, pero nunca lo he visto».

Gorbachov portando la Orden de la Bandera Roja del Trabajo, no antes de 1949.
«Yo parecía gustarle —recordaba Mijailieva—, pero nunca daba muestras de que las chicas lo atrajeran.» «No lo tentaban el alcohol o las partidas de cartas —explicó Liberman—, y aunque era muy guapo y tenía un cabello espléndido, nunca evidenció mayor interés por las mujeres.» En una fotografía de esos años, parece de hecho una suerte de actor francés de ojos y cabellos oscuros, tocado con un sombrero de fieltro. Pero «Gorbachov exhibía siempre esa capacidad asombrosa para trabajar. [...] No tenía aficiones ni intereses complementarios. Solo el trabajo».[34] Por su parte, él lo plantea del siguiente modo: «Yo había tomado una decisión muy firme: dedicaría la totalidad de los cinco años en la UEM al estudio. Nada de aventuras románticas».[35]
Eso cambió pronto en el intenso ambiente social de la residencia de la UEM. Las viejas instalaciones académicas que albergaban las diversas facultades se hallaban aún en el centro de la ciudad, en la calle Mojovaia, no lejos del Kremlin. La residencia en sí estaba, sin embargo, a más de seis kilómetros, en el distrito de Sokolóniki, en el número 32 de la calle Strominka, cerca de la orilla del río Yauza.[36] Construida a principios del siglo XVIII por Pedro el Grande como un barracón militar, la enorme estructura de cuatro plantas y color amarillo albergaba a varios miles de estudiantes. Los aspirantes a licenciados y los estudiantes de posgrado eran agrupados según las facultades en que estudiaban: historiadores, filósofos, físicos, biólogos, estudiantes de literatura y derecho, y otros. Un total de hasta veintiún alumnos de primer año solían vivir en un único cuarto, amueblado principalmente con camas (bajo las cuales los estudiantes gua
