La luz de la tierra (Saga de los Fleury 2)

Daniel Wolf

Fragmento

cap-1

Dramatis Personae

VARENNES SAINT-JACQUES

Michel de Fleury, mercader del gremio

Jean de Fleury, hermano menor de Michel

Vivienne, su hermana

Rémy, su padre

Gaspard Caron, mercader del gremio

Isabelle Caron, hermana de Gaspard

Marie, su madre

Lutisse, esposa de Gaspard

Funcionarios y miembros del gremio:

Jaufré Géroux, maestre

Guibert de Brette

Robert Laval

Jacques Nemours

Aimery Nemours

Mercaderes del gremio:

Charles Duval

Marc Travère

Raymond Fabre

Fromony Baffour

Pierre Melville

Abelard Carbonel

Thibaut d’Alsace

Ernaut Baudouin

Stephan Pérouse

Raoul Vanchelle

Catherine Partenay

Tancrède Martel, corregidor de la ciudad

Frédégonde, superiora del convento de las beguinas

Jean Caboche, maestro herrero y jefe de su fraternidad

Archambaud Leblanc, constructor y jefe de su fraternidad

Isoré Le Roux, buhonero

Nobleza y clero

Ulman, obispo de Varennes Saint-Jacques

Aristide de Guillory, caballero lorenés

Renard de Guillory, su padre

Berengar, su sargento

Nicolas de Bézenne, caballero lorenés, enemigo de Aristide

Renouart de Bézenne, primogénito de Nicolas

Padre Jodocus, sacerdote

Espira y bailiaje de Altrip

Eberold, mercader de Espira, tío de Gaspard e Isabelle

Galienne, su esposa

Thomasin, campesino libre

Winand y Boso, criados de Thomasin

Personajes históricos

Federico I, llamado Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano

Enrique VI, hijo de Barbarroja, posterior emperador

Folmar de Karden, arzobispo de Tréveris

Johann I, archidiácono de la archidiócesis de Tréveris, canciller del emperador Federico

Simón II Châtenois, duque de Lorena

Ferry I de Bitche, hermano de Simón, noble lorenés

Ferry II de Bitche, su hijo

Felipe de Suabia, rey del Sacro Imperio Romano desde 1198

Otón de Brunswick, pretendiente al trono y rival de Felipe

Mateo de Lorena, obispo de Toul

Walram von Limburg, noble alemán

Otros

Salvestro Agosti, rico comerciante de Milán

Conon, tejedor de Metz

San Jacques, santo patrón de Varennes

Grimald, ayuda de cámara del archidiácono Johann

Namus, ayuda de cámara del obispo Ulman

Una observación respecto a los nombres: en la Alta Edad Media, el añadido «de» o «von» aún no era un predicado de nobleza (solo llegó a serlo, en Alemania y Francia, al principio de la Edad Moderna), la mayoría de las veces únicamente remitía al lugar del que procedía la persona. En las ciudades, ya en el siglo XII muchos burgueses tenían «auténticos» apellidos.

En el anexo se encuentra un glosario de los conceptos históricos empleados en la novela.

cap-2

PRÓLOGO

Diciembre de 1173

DUCADO DE LA ALTA LORENA

Dos semanas antes de Navidad, Michel cometió un delito por primera vez en su joven vida.

Una nieve helada cubría los campos, envolvía los matorrales y las copas de los árboles y pesaba en los tejados de las cabañas. Era el invierno más duro desde hacía muchos años. El tuerto Odo afirmaba incluso que era el más frío de todos los tiempos.

—Y sé también quién nos lo ha traído —había anunciado ayer—. ¡Barbarroja! Sí, nuestro emperador tiene la culpa. Si no hubiera desafiado al Papa, esto no habría ocurrido. Esto es lo que nos traen sus ganas de pelea. Dios nos castiga con hielo y nieve y un frío amargo, y no cesará hasta que Barbarroja haga por fin las paces con la Iglesia.

Odo tenía que saberlo: se pasaba de la mañana a la noche en la taberna del cruce, abajo, y escuchaba las noticias que traían los mercaderes y estudiantes de Metz y Varennes Saint-Jacques mientras calentaba sus viejos huesos junto al fuego de la chimenea.

Justo después de desayunar, Michel y su hermano Jean salieron de casa y bajaron la colina, pasando por delante de la iglesia del pueblo y el pequeño cementerio en el que estaba enterrada su madre. Al llegar a la linde del bosque dejaron el sendero y se deslizaron por entre el monte bajo, para que Pierre no los viera venir ya desde lejos. Pierre era el carbonero de Fleury, un tipo enjuto que vivía en una choza solitaria entre los abetos altos como torres y raras veces se dejaba ver en el pueblo. Michel sabía de buena fuente que en su cobertizo tenía numerosas tinajas de sabrosas ciruelas y peras conservadas en miel. Le daba dolor de estómago tan solo pensar en ello, porque desde hacía semanas no había comido otra cosa que gachas de mijo y pan seco. Pero Pierre, ese viejo avariento, nunca les daría nada, podían esperar hasta quedarse tiesos. Si querían probar esas frutas, tendrían que entrar en el cobertizo y cogerlas.

La cosa no carecía de riesgos. El carbonero odiaba a los niños. La última vez que habían rondado su cabaña les había tirado castañas y los había mandado al infierno. Si los encontraba en su cobertizo, seguramente les daría una paliza, como a Robert, el hijo del herrero, que en verano había tirado al gato de Pierre a un albañal.

A un tiro de piedra de la cabaña, Michel se dio cuenta de que su hermano ya no estaba detrás de él. Se volvió y lo descubrió entre los matorrales al pie de la espesura, revolviendo en su bolsa.

—¡Jean! —llamó en voz baja.

—Ya voy. —Su hermano se apresuró a subir por la nieve. Tenía seis años, dos menos que Michel, pero no era mucho más pequeño ni más débil. Para gran disgusto de Michel, Jean se parecía a su padre, alto y recio, mientras él salía inequívocamente a su madre, que había sido delgada y delicada.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó al ver que Jean llevaba algo en la mano.

—Una pata de topo. Odo me la dio. Es un amlu… un alu…

—¿Un amuleto?

—Debo llevarla conmigo siempre que vaya al bosque —explicó Jean—. Para que los faunos no me hagan nada.

—Padre dice que los faunos no existen.

—Desde luego que existen. Solo que no se les ve. Se esconden de la gente.

—¡Silencio! —siseó Michel—. ¿Quieres que Pierre nos oiga?

Se deslizaron por entre la espesura. Michel habría preferido que Jean no hubiera empezado a hablar de los faunos, porque ahora se sentía observado por ojos invisibles desde el monte bajo.

Cuando alcanzaron a ver la choza de Pierre, se agacharon.

La pequeña cabaña tenía, como la mayoría de los edificios de Fleu

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