Las uvis de la ira

Enfermera Saturada

Fragmento

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Satu está ya en la treintena, esa edad en la que o bien te estrenas como señora o te quedas en eterna adolescente, y ella apunta maneras a lo segundo. Claro que ya se veía venir de una mujer a la que siempre le han fascinado esas señoras en chándal y con bolso de lentejuelas, de las que ponen AA en el móvil por si ocurre una emergencia y que son las mismas que salen diciendo por la tele que en A Coruña nunca se había visto un temporal así cada vez que sopla un poco de viento.

Pero que no cunda el pánico. Satu todavía puede atravesar varias veces la planta baja de El Corte Inglés sin que la paren para hacerle demostraciones de cremas, así que todavía es joven y por eso lleva bien lo del cambio de década.

Y es que los años van pasando, pero Satu continúa trabajando como eventual en el sistema sanitario público. La plaza fija no acaba de llegar a pesar de haber recorrido media España de oposición en oposición, y el amor definitivo tampoco. Puede que en algún momento le llegue todo de golpe y siente cabeza, o puede que no. Al menos, por el momento, sigue llamándola la mujer de la bolsa de empleo; sigue acordándose de ella y parece que no le ha cogido manía, a pesar de todo. Satu cree que es porque todavía esa mujer no sabe con quién trata.

Como consecuencia de la bolsa de empleo, nuestra Enfermera Saturada ha desarrollado personalidad múltiple de tanto cambiar de planta. Un día se despierta neonata, al día siguiente pasa una tarde geriátrica, y al otro, la noche entera en quirófano reconstruyendo una vida. Pero nunca tiene tiempo para la suya, y es que en esta profesión tan dura nos dedicamos a salvar vidas y en ocasiones somos incapaces de salvar la nuestra.

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La moda se desvanece,

sólo el estilo permanece.

COCO CHANEL

En el mundo de la moda, no todo está inventado. El glamour de las pasarelas, los showrooms, los diseñadores y las bloggers definitivamente se han olvidado de las enfermeras, pero nosotras hemos tomado medidas al respecto.

Los uniformes que nos dan, a pesar de llamarse pijamas, nada tienen que ver con los que podemos encontrar últimamente en Oysho o Women Secret. Los nuestros son feos y no demasiado cómodos, y estos otros son un amor. Por todo esto y porque nos gustan más los complementos que a un hipertenso un salero, hemos inventado el postureo sanitario, y los pasillos del vestuario son ahora una auténtica pasarela de moda y complementos.

Para el pijama el esparadrapo es todo un must, y no hay outfit que no cuente con él. En cuanto a mí, me gusta apostar por los básicos, y un buen trozo cerrando el escote del pijama siempre es un acierto en cualquier temporada. Mejor blanco; el color carne chirría como los tirantes de silicona transparentes del sujetador. Hay quien arriesga y lo cierra utilizando una aguja de las largas, pero ojo cómo la combinas. Durante una temporada otoño-invierno, se puso muy de moda grapar los bajos del pantalón del pijama, pero yo no volvería a eso. El único exceso que se acepta con el tema esparadrapo es utilizarlo en el pijama para tapar el logotipo de otro hospital, o la rayita verde de celador del uniforme de tu prima, que te lo presta porque eres sustituta y todavía no te han dado uno. Por supuesto, el pijama siempre se echa a lavar con el esparadrapo puesto.

Como complemento, hay otro básico con el que siempre aciertas: la venda tubular, también conocida como tubinet, tubifix o tubitón. Te pones unos calcetines de este material, le das un par de vueltas al bajo del pantalón para que se vean un poco y vas perfecta para un turno de mañana o tarde en cualquier planta. Y si lo rematas con un coletero handmade a base de gasa estéril o incluso con lo que ha sobrado del tubifix, entonces vas de portada de Vogue… Como os digo, son básicos que siempre debes tener en tu fondo de taquilla y que sirven para cualquier ocasión. Recordad que esta forma de recogerse el pelo sólo es apta para la pasarela hospitalaria, ya que no queda muy top irte a tomar un café con una compañera y que esta te pregunte si has trabajado de mañana porque todavía lo llevas, o tratar de convencer a tu peluquera de que eso es tu nuevo coletero mientras ella te mira de forma extraña.

Pero mucho ojo con la venda tubular, porque lo que es un fail de manual es ponerla en plan diadema. Somos enfermeras, no el cantante de El Arrebato.

No podemos pasar por alto la importancia del resto de accesorios, pero cuidado a la hora de elegirlos para no arruinar el postureo. El portabolis es ahora mismo, junto con un pequeño estuche de mano, lo más de lo más, pero con el tiempo pasará de moda. La chapa de enfermera es un clásico que nunca muere, pero ojo con la muñequita de fieltro porque eso ya no lo llevan ni las supervisoras.

Para cerrar el outfit, sobre todo de cara a un turno de noche o a un traslado en ambulancia, no debemos olvidar la ropa de abrigo (todas sabemos que la supervisora manda soltar aire frío por las rejillas de ventilación a partir de las cinco de la madrugada para que no nos durmamos). Un polar de Decathlon o una bata de papel de esas que utilizamos para los pacientes que están aislados son la solución para ir perfecta en esas frías noches de invierno. Si os estáis preguntando por la famosa chaqueta azul de punto, os diré que para mí es muy dos mil cuatro. Ah, me comentan que están pegando muy fuerte en las pasarelas de los vestuarios del Clínico las capas. Parece que la clásica capa de enfermera de los años setenta ha vuelto para quedarse, pero renunciando al habitual tejido de fieltro en favor de otras telas menos pesadas.

Os dejo que no llego. Me voy corriendo al cambio de turno del hospital La Paz, que he visto en Instagram que ya han iniciado la temporada otoño-invierno. Parece que regresa la manga de pijama con una vuelta.

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Sin nubes no hay lluvia.

ALEJANDRO JODOROWSKY

Como he dicho más de una vez en distintas redes sociales, a mi supervisora la llamo cariñosamente «la Nube». ¿Por qué? Pues porque está una mañana estupenda hasta que aparece una y se jode el día. Así de claro.

El problema es que ya no soy la única en llamarla así, ahora se ha extendido por toda la planta, y eso ya no le hace tanta gracia. Menos mal que, como soy eventual, cada poco me cambian de planta y por consiguiente de supervisora, y así me pierde de vista… hasta que la siguiente Nube descubre el apodo.

A estas alturas de mi vida laboral ya me he creado un catálogo de nub

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