Índice
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
LEGADOS DE LORIEN. LOS ARCHIVOS PERDIDOS
REGRESO A PARADISE
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
EL LEGADO DE CINCO
CAPÍTULO UNO
LA TRAICIÓN DE CINCO
CAPÍTULO UNO
LOS NOMBRES Y LUGARES CITADOS SE HAN
MODIFICADO PARA PROTEGER A LOS LÓRICOS
QUE SIGUEN OCULTOS.
EXISTEN OTRAS CIVILIZACIONES.
ALGUNAS DE ELLAS PLANEAN DESTRUIROS.
CAPÍTULO
UNO
LA PESADILLA YA HA ACABADO. CUANDO ABRO LOS ojos, solo veo oscuridad.
Estoy en una cama, o eso me parece, y no es la mía. El colchón es enorme y se adapta a la perfección a mi cuerpo; por un momento, se me ocurre que tal vez mis amigos me hayan trasladado a una de las camas grandes del apartamento de Nueve. Alargo las piernas y los brazos todo lo que puedo y sigo sin alcanzar los bordes. La sábana que me cubre es suave o, mejor dicho, resbaladiza, casi como una pieza de plástico, e irradia calor. Pero no solo calienta, ahora me doy cuenta, también produce una vibración constante que calma mis músculos doloridos.
¿Cuánto tiempo habré dormido y dónde demonios me encuentro?
Trato de recordar lo que me ocurrió, pero lo único que me viene a la cabeza es mi última visión. Es como si hubiera estado días atrapada en esa pesadilla. Aún no me he librado de la peste a goma quemada que impregnaba Washington D.C. Nubes de humo flotaban sobre la ciudad, como un recordatorio de la batalla que se había librado allí. O que se librará, si es que mi visión acaba haciéndose realidad.
Las visiones... ¿Son acaso parte de un nuevo legado? Claro que a los demás sus legados no los dejan traumatizados por la mañana. ¿Son acaso profecías? ¿Amenazas de Setrákus Ra, como los sueños que solían tener John y Ocho? ¿O tal vez advertencias?
Sean lo que sean, espero que paren de una vez.
Respiro profundamente con la esperanza de echar de mis fosas nasales la peste a quemado de Washington, aunque sé muy bien que en realidad todo está en mi cabeza. Pero lo peor no es ese hedor, sino el recuerdo de hasta el mínimo detalle, incluso la expresión horrorizada de los ojos de John cuando me vio en ese escenario junto a Setrákus Ra, condenando a Seis a morir. Él también se quedó atrapado en esa visión, como yo. Me sentía impotente ahí arriba, encajada entre Setrákus Ra, autoerigido dirigente de la Tierra, y...
Cinco. ¡Está trabajando para los mogadorianos! Tengo que avisar a los demás. Me incorporo de golpe y todo me da vueltas (demasiado deprisa, demasiado pronto). Manchas rojizas nublan mi visión, y parpadeo para ahuyentarlas. Tengo los ojos legañosos y la boca seca, y me duele la garganta.
Esto no es el apartamento de Nueve, en absoluto.
Al moverme, debo de haber accionado algún sensor, porque la habitación se está iluminando poco a poco. La luz se va intensificando gradualmente y, al cabo, la estancia acaba bañada en un resplandor de un rojo pálido. Miro alrededor tratando de localizar la fuente de luz, y la descubro latiendo en un entramado de venas que recorren las paredes, recubiertas de paneles de cromo. Siento un escalofrío cuando me percato del aspecto meticuloso de la habitación, de su austeridad, de su falta absoluta de decoración. El calor que desprende la sábana se intensifica, como si quisiera que me quedara allí, hecha un ovillo. La arrojo a un lado.
Este es un lugar mogadoriano.
Recorro a gatas la cama descomunal (es más grande que un todoterreno, lo bastante para que un dictador mogadoriano de tres metros pudiera dormir a pierna suelta) y, al cabo, me siento, con los pies colgando por encima del suelo metálico. Llevo un largo camisón gris adornado con bordados que representan espinosas vides negras. Siento un escalofrío cuando me los imagino poniéndomelo y acostándome en la cama. Podrían haberme matado y, en lugar de eso, ¿me visten con un pijama? En mi visión, estaba sentada junto a Setrákus Ra y él me llamaba su heredera. ¿Qué significará eso? ¿Es acaso la razón por la que aún sigo con vida?
Da igual. El caso es que me han capturado. Eso lo sé. ¿Qué voy a hacer al respecto?
Supongo que los mogos deben de haberme trasladado a una de sus bases. Esta habitación, no obstante, no se parece a esas celdas diminutas y espantosas en las que, al parecer, encerraron a Nueve y a Seis cuando los capturaron. No, esta debe de ser la idea retorcida de hospitalidad de los mogadorianos. Intentan cuidar de mí.
Setrákus Ra no quiere tratarme como una prisionera, sino como una invitada, porque su intención es que, algún día, acabe gobernando junto a él. La razón aún la desconozco, pero el caso es que ahora mismo eso es lo único que me mantiene con vida.
¡Oh, no...! Si yo estoy aquí, ¿qué ha ocurrido con los demás, con los que estaban conmigo en Chicago?
Empiezan a temblarme las manos y me escuecen los ojos por culpa de las lágrimas. Te