Piruetas en Japón (Clase de Ballet 7)

Elizabeth Barféty

Fragmento

piruetas_en_japon-2

imagen

—¡Mirad quién ha llegado este fin de semana! —exclama Maïna.

Ese domingo por la tarde, la joven de Martinica acaba de entrar en su habitación del internado con una figurita blanca en la mano. Constance y Zoé se giran hacia ella, sorprendidas.

—¡Oye, la que suele entrar montando un escándalo soy yo! —protesta la pequeña pelirroja.

Maïna hace una mueca a Zoé. Las tres niñas comparten habitación en la Escuela de Danza de la Ópera de París. Están en el sexto nivel, es decir, en el primer año. Pero sobre todo son muy amigas.

—Bueno, ¿quién ha llegado? —le pregunta Constance.

La morena parece divertida. Se ha acostumbrado a la pasión de Maïna por las colecciones de todo tipo. Precisamente por eso la pandilla la llama «la ardilla». Está formada por las tres niñas, la dulce Maïna, la seria Constance y la traviesa Zoé, y además por Sofia, la tímida italiana, Colas, el rubio misterioso, y Bilal, el moreno que se burla de todo. Costaría mucho encontrar a personas más diferentes, pero desde que llegaron a la escuela son inseparables.

Maïna, muy seria, se sienta en la moqueta frente a las dos niñas y les muestra la figurita redonda con cara de demonio.

—Es un daruma —les explica—. Una figurita japonesa. Como veis, de momento los ojos son blancos.

—Sí, ya nos hemos dado cuenta —le contesta Zoé—. Y la verdad es que da miedo... No estoy segura de que consiga dormir con este chisme en la habitación.

Maïna levanta un dedo.

—Espera un segundo y verás...

Deja la figurita en el suelo, va a su mesa a buscar un rotulador negro, se arrodilla en la moqueta, coge el daruma y dibuja con cuidado un solo ojo negro. Sus amigas se ríen al verla sacar la lengua, muy concentrada.

—¿No pintas el otro ojo? —le pregunta la pequeña pelirroja en cuanto Maïna ha terminado el primero.

imagen

Maïna niega con la cabeza.

—¡Claro que no! —le contesta—. Se trata de pedir un deseo o de fijarse un objetivo. Y solo se dibuja el otro ojo cuando el deseo se ha cumplido.

—¿Y si no se cumple? ¡Tu pobre darucomosediga se quedará tuerto toda la vida! —exclama Zoé, indignada.

La pequeña pelirroja parece de repente sinceramente triste por la figurita.

—A ver si te decides. Hace cinco minutos te daba miedo —se burla Maïna.

—Entiendo la idea —interviene Constance—. Cada vez que la ves piensas en tu deseo. Así haces lo posible para que se cumpla... ¡Muy inteligente!

—¡Exacto! —le confirma Maïna.

—Vale, ¿y qué le has pedido al señor Tuerto? —le pregunta Zoé.

—Como si fuera a contar mis secretos a la más bocazas de la escuela... —le contesta la joven coleccionista.

Pero no es tan difícil adivinar el deseo de Maïna, al menos para sus compañeros. Quiere aprobar los exámenes de fin de curso y pasar al quinto nivel el año siguiente.

Zoé se cruza de brazos y finge haberse enfadado. Constance, que está a su lado, sonríe y le pregunta:

—A mí lo que me gustaría saber es cómo has sabido que había darumas.

—Bah, me lo dijo Daisuke —le contesta Maïna, sorprendida de que Constance le haya hecho esa pregunta.

—¡Ah, claro, el famoso Daisuke! —exclama Zoé mirando insistentemente a la morena.

Al captar el intercambio de miradas, Maïna entiende que las dos niñas le están tomando el pelo. Por supuesto que el que le ha hablado de los darumas ha sido su amigo japonés. Sus amigas deberían haberlo pensado en cuanto ha dicho la palabra «japonés».

Les saca la lengua, y las tres se ríen, felices de volver a estar juntas después del fin de semana.

Entonces Maïna se levanta para ir a su compartimento, la parte de la habitación donde están su cama y su mesa. Coloca su última adquisición en un estante, al lado de una serie de figuritas de todo tipo. Luego le hace una foto. «Se la mandaré a Daisuke —se dice, orgullosa—. ¡Estoy segura de que él sabrá apreciarla!»

La joven bailarina empezó a charlar con el japonés por internet, en una página de coleccionistas. Estaba buscando información sobre una figurita que le había llamado la atención, un gato de la buena suerte decorado con delicadeza. Parecía tan feliz que Maïna quiso comprarlo de inmediato. Por desgracia, cuando su madre aceptó por fin comprárselo, ya no estaba disponible. Pero aquel fue el comienzo de su correspondencia con otro fan del gatito: Daisuke.

Al principio, Maïna aprovechó para hacerle un montón de preguntas. Japón es el paraíso para los coleccionistas de figuritas. Y no esperaba encontrar a un japonés de su edad que compartía su pasión, hablaba francés y estaba dispuesto a charlar con ella.

Daisuke le pidió su email para enviarle una foto de su colección. Maïna le contestó y le habló de la Escuela de Danza.

Poco después intercambiaban bromas. Y ahora no pasa una semana sin que se envíen al menos un breve mensaje. Daisuke le habla de Japón, de sus sueños de viajar y de su pasión por el circo. Animado por lo que le ha contado la joven bailarina sobre la alegría de salir al escenario, le confesó cuál era su mayor sueño: ser payaso.

Maïna ha hablado mucho de Daisuke con la pandilla, evidentemente. De ahí las bromas de Constance y Zoé.

Cuando ya ha mandado la foto de su daruma, Maïna deshace la bolsa y ordena sus cosas. En un cuarto de hora las niñas se encontrarán con Sofia y Colas en los sofás de las salas comunes del internado. Aunque tendrán que esperar al día siguiente para que la pandilla esté al completo, con Bilal, el único externo del grupo.

«Y esta noche dormiré mucho para estar lista para la semana —piensa Maïna bostezando—. Además, la señorita Pita tiene que comunicarnos algo importante. Qué ganas tengo de saber qué es.»

Cuando el lunes se despierta, Maïna está impaciente por que empiece la semana... y no es la única.

Durante el desayuno todos hablan de lo que va a comunicar la señorita Pita.

—¿Qué creéis que será? —pregunta Sofia—. ¿Los papeles de un espectáculo?

—No estamos en temporada de espectáculos —le contesta Colas—. Frantz dice que seguramente es sobre la gira en Japón —añade en tono conspirador.

Frantz es el hermano mayor del rubito. Tiene quince años y también es alumno de la escuela, del segundo nivel.

—¿Ah, sí? —dice Zoé frunciendo el ceño—. Creía que solo era para los alumnos de los últimos niveles.

—¿Invitarán a otros alumnos? —pregunta Sofia, esperanzada.

Maïna no puede evitar soñar. «Viajar a un país extranjero con la pandilla —se dice—. Vivir la vida de una bailarina profesional por unos días... ¡Sería un sueño!»

—Mejor que no nos emocionemos demasiado —comenta Constance masticando su tostada con mantequilla—. Quizá solo nos digan que vamos a hacer un simulacro de evacuación en caso de incendio...

—¡No aguantaré hasta la una! —gruñe Zoé apoyando la bar

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos