No somos gilipollas

Bruno Oro

Fragmento

Prólogo

Prólogo

Cuando se te acerca Bruno Oro nunca sabes qué va a pasar. Puede que arranque una de sus memorables imitaciones y, en lugar de estar hablando con tu amigo, de repente estés hablando con Ángel Acebes, con Artur Mas o con Aznar. O que se ponga a cantar. O a hablarte de su última obra de teatro. Lo que sí sabes es que te va a avasallar. Y te vas a reír. Como me reí cuando el que me pidió escribir este prólogo fue un mensaje con la voz de todo un exministro del Interior como Ángel Acebes. No se le puede decir que no a un ministro, y menos al que controla a la policía.

A mí, por ejemplo, cuando se me acerca Bruno Oro, me entran arcadas. Esa tos seca que le venía a su personaje de Artur Mas cada vez que quería hablar. Y no es porque Bruno me provoque náuseas, es porque cada vez que nos vemos nos saludamos así. Hay gente que se da la mano o se abraza, y a nosotros nos entran arcadas. Luego nos reímos, claro. Y eso mismo me ha pasado con este libro. He pasado de las arcadas al recordar según qué temas a la risa.

Bruno es un personaje imprevisible, inquieto e infinito. Muchas veces durante los meses que pasamos confinados pensé en él: a pocas personas les gusta más verse con gente, salir a la calle o marcharse de viaje. No sorprende que lo cuente en este libro: lo pasó fatal hasta el punto de saltarse las normas y salir cuando no tocaba. Y eso que, como no para de recordar en el libro, es catalán, y los catalanes no se saltan las normas, dice. Aunque yo no estoy muy de acuerdo con eso. Últimamente los jueces han dicho que bastantes catalanes se las han saltado, las normas. Pero este es otro tema.

Y como él, el libro, a pesar de no llegar a las doscientas páginas, es imprevisible, inquieto e infinito. Como cuando hablas con él, la cosa empieza con una anécdota, que parece que será corta, pero ¡ah, amigo!, al contar la anécdota Bruno va recordando otras y abriendo temas, y va saltando de un policía que le pregunta por sus antecedentes penales al carácter tramposo de muchos españoles, a comparar Barcelona y Madrid, a lamentar la siempre frágil situación del mundo de la cultura o a contarnos cómo le fue de erasmus en Londres. Y la anécdota inicial, que parecía corta, sirve de hilo conductor para hacer su retrato de cómo somos los españoles y no la resuelve hasta el final del libro. Cosas de Bruno.

No somos gilipollas es una especie de retrato muy personal de esta España que muchos se emperran en llamar Frankenstein (en tono despectivo, claro) por las muchas «piezas» que la componen, algo que el propio Oro considera que es nuestra mayor riqueza. A los que el retrato les parezca ligero, poco objetivo y poco profundo que no se preocupen: no creo que haga spoiler si os adelanto que es el mismo autor el que lo reconoce en el epílogo.

Y, sobre todo, el libro es un retrato de su autor. Se desnuda y se tira a la piscina. Dice lo que piensa de casi todo. Y no parece importarle el qué dirán. Y eso es algo que pasa poco últimamente.

No solo opina de temas que han levantado ampollas recientemente, cosa que quizá le genere más de uno y de dos comentarios desagradables, sino que se muestra tal y como es. Dónde veranea, los viajes que ha hecho, dónde estudió, su relación con sus familiares y amigos… Me parece muy valiente porque la tendencia es más a escondernos por lo que pueda ser que a mostrarnos tal como somos sin miedo ni vergüenza. Una pena.

Con el libro uno constata lo rápido que parece ir todo. Habla de cosas que pasaron hace muy poco pero que, a la velocidad que vamos, nos parece que haya pasado una eternidad. Me ha sorprendido mi propia reacción al leer el arranque del libro: ¿os acordáis del asalto al Capitolio de los amigos de Trump? Sí, aquellos que llevaban hasta una cabeza de búfalo por sombrero. Pues al leer lo que cuenta Oro sobre aquello me ha salido un «uf, qué atrás queda esto». Y no hacía ni un año. ¿Por qué permitimos que todo vaya tan deprisa? Todo tiene que pasar ya. Canciones cortas, vídeos cortos, pelis y series cortas. Que todo se consuma cuanto más rápido mejor. Deberíamos relajarnos un poco y disfrutar más de todo lo que nos rodea.

También habla de los políticos, claro. Él se ha hartado de estudiarlos porque le tocaba imitarlos a diario. Tampoco hago spoiler si digo que los políticos no salen muy bien parados. Bueno, Merkel sí: la compara con Puyol, mi central favorito del Barça, y eso no le puede sentar mal a nadie. Menos unanimidad generará lo que dice del patriotismo, de lo poco que le gustan las banderas y cómo está de cansado (literalmente «agotado», dice) por el procés catalán. No te pasa solo a ti, Bruno.

Pero, por encima de todo, habla de cosas que le gustan, con las que coincido: la gente, viajar, comer, el Mediterráneo o reírse. Sobre todo, el buen rollo y la risa. «Nuestro oxígeno», dice.

Coincido con él. Reír, quitarles trascendencia a las cosas, pensar que nada es para tanto, es lo que nos salvará. Y tiene razón cuando dice que en nuestro país siempre hemos sabido reírnos, pero en los últimos años hemos ido atrás. No sé si el humor está en la UCI como dice Bruno, pero está claro que nos cuesta más reírnos que antes. Entre el ambiente enrarecido por escaramuzas políticas y el miedo a no ser políticamente correctos en todo y sufrir la reacción de las redes sociales, por ejemplo, cuesta más dejarse ir, soltar chistes y reírse sin preocuparse. Y eso no mola ni indica nada bueno. Riámonos más. Perdamos el miedo a mostrarnos como somos, que, como dice Bruno, somos imperfectos y ese es nuestro encanto. Podemos empezar leyendo este libro, que otra cosa no, pero risas te arrancará unas cuantas. Más Brunos Oro y menos instigadores del odio, por favor, que no somos gilipollas.

JORDI ÉVOLE

0. La cosa está que hiela

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La cosa está que hiela

Mientras empiezo a escribir este libro, los seguidores de Trump están asaltando el Capitolio. Tienen todos un perfil parecido: cultos, sosegados, pacíficos. Destaca un macho alfa que va con el torso desnudo y lleva un casco vikingo. Creo que es premio Nobel de la Paz. La policía les ha dejado entrar para hacerse unas selfis y les ha susurrado al oído: «Porque sois blancos y vais armados, que si fuerais negros…». Es como una película de gladiadores. Solo falta Trump en plan César, ahí en lo alto del Capitolio, con esa cara de suma inteligencia, clama

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