Los doce códigos del amor

Elva Abril

Fragmento

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PRÓLOGO

Hace unos años empecé a montar mi proyecto laboral. Un proyecto que ahora atraviesa momentos dulces pero que me ha costado sudor y lágrimas levantar de la nada.

En esos primeros momentos buscaba cualquier tipo de mentoring o consejo empresarial que pudiese ayudarme a crear y a hacer crecer mi nuevo negocio. Yo no venía del mundo de la empresa, así que no tenía ni la más remota idea de cómo proceder, solo sabía que aquello me estaba costando demasiado.

Te preguntarás por qué te cuento esto si este libro va sobre la pareja. Ten paciencia, todo llegará.

Un día de primavera me dirigí a trabajar a una tetería del barrio de Gràcia de Barcelona donde escritores y gente del desarrollo personal se reúnen en plan coworking. Allí estaba Elva. Yo no sabía cuál era su profesión, solo que era una de los habituales que nos tomábamos un té allí mientras tecleábamos como locos en nuestro portátil.

No recuerdo muy bien cómo fue la cosa, la verdad, pero ese día le hice una pregunta sobre mi negocio a un chico que se sentaba a su lado y Elva saltó diciendo: «Te lo puedo mirar en tu carta natal; si quieres te ayudo». Con esa frase empezó una amistad que se convertiría en mucho más, pero, calma, no quiero hacerte spoiler.

«Mi carta natal Lo del zodiaco, vaya. No creo en estos temas», pensé de inmediato. Pero mientras Elva analizaba una misteriosa rueda me dijo dos o tres cosas que me sorprendieron mucho. Así que al llegar a casa, decidido a dejar tranquilo a mi ego, me puse a investigar y di con varios artículos que hablaban sobre el efecto Forer.

Copio aquí lo que dice la Wikipedia:

El efecto Forer (también llamado falacia de validación personal o efecto Barnum, por P. T. Barnum) en psicología se refiere al fenómeno o evento que ocurre cuando los individuos dan altos índices de acierto a descripciones de su personalidad que supuestamente se adaptan específicamente para ellos, pero en realidad son vagas y lo suficientemente genéricas como para aplicarse a una amplia gama de personas. Este efecto puede proporcio­nar una explicación parcial de la aceptación generalizada de algunas creencias y prácticas, tales como la astrología, la adivinación, la lectura del aura y algunos tipos de test de personalidad.

Esto podría ser lo que había hecho Elva. Pero yo quería ir más a fondo y conocer de primera mano si había información que podía extraerse de la posición de los astros o si todo eso era una pantomima.

Así que ni corto ni perezoso le pedí una sesión. Me dio hora para al cabo de unas semanas. Y en esa consulta me habló absolutamente de todo. De mis potenciales, de mis debilidades, de mis relaciones, de mis temas con el dinero..., de todo, vaya. Y mientras ella hablaba, mi mente repetía «Efecto Forer, efecto Forer». Pero ya en esa sesión hubo cosas que no encajaban con dicho efecto. En ningún momento me decía cosas como «Tú eres así» o «Tienes que hacer esto», sino que me proponía maneras de avanzar en mi camino adaptadas según mi carta. Y además su vocabulario era comprensible para una mente escéptica y novata como la mía.

Salí de la sesión con un montón de información que debía poner en su sitio. Así que, al más puro estilo Sherlock Holmes, me puse a meditar tumbado en el sofá mientras, como si de una biblioteca se tratara, ordenaba esos nuevos libros en mi cabeza.

Y de repente caí en otro párrafo que había leído:

El efecto Forer es muy consistente cuando las descripciones son vagas. Las personas leen las descripciones aplicándoles su propio significado subjetivo, por ello esa descripción se percibe como «personal» (por ejemplo, «a veces te sientes seguro de ti mismo, mientras que otras veces no»). Esta frase se puede aplicar a casi todo el mundo, y cada persona la leerá interpretándola para sí misma.

Y dije: «Tate, aquí está la trampa». Pero Elva hace una cosa muy bien, hace muchas, la verdad, pero una de ellas es grabar la sesión en audio y mandarla para que la escuches las veces que quieras. Así que, libreta en mano y con mis mejores auriculares en las orejas, estaba decidido a intentar descubrir dónde estaba la trampa. Tengo que aclarar que mi motivación venía porque, como ya habrás imaginado, la lectura de la carta que Elva me había hecho era impresionante: lo clavaba todo.

Enseguida me di cuenta de que las descripciones no eran vagas ni subjetivas, no hablaba en términos absolutos sino personalizados: resolvía los problemas concretos con los que me estaba encontrando en el negocio. No me habló de energías, ni de rituales ni de nada parecido, solo me dio consejos pragmáticos para desenredar mis nudos internos. En ese momento vi que Elva hace astrología con los pies en el suelo, pero muy en el suelo.

Pasado un tiempo volví a contactarla. Mi negocio había crecido y quería ficharla para que diera una clase. Mi mente se había abierto y, al igual que tenía una clase de neurociencia y dos psicólogas trabajando para mí, ¿por qué no incluir una asignatura de astrología? Había entendido que todas las herramientas son útiles si ayudan a alguien a ser más feliz.

Unos cuantos cursos y clases después me enteré de que Elva era especialista en temas de pareja, y no sé muy bien cómo empezamos a hablar sobre el asunto. Yo venía de una relación muy tóxica y deseaba que la que viniera luego fuese excelente, así que necesitaba descubrir en qué debía mejorar.

Aprendí mucho sobre cómo tener una relación de pareja maravillosa, pero sigo aprendiendo todos los días, porque Elva se ha convertido en mi maravillosa pareja. Antes yo pensaba que eso no podía existir, pero en los años de relación que llevamos, con niños en casa y una empresa conjunta, jamás hemos tenido una crisis, jamás una discusión fuera de tono. Nos queremos de una manera sana, hablamos, discrepamos y nos ponemos de acuerdo. Yo creía que el amor de verdad no existía, que era un invento de Disney. Elva me ha hecho cambiar de idea.

Estoy seguro de que este libro cambiará tu vida en pareja y te ayudará a ser feliz. Al final los problemas en las relaciones se manifiestan en todos los ámbitos de la vida, ¿no crees?

Nos vemos al otro lado.

Un fuerte abrazo,

FERRAN CASES

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EL DÍA QUE DESCUBRÍ QUE NO PODÍA ESTAR EN PAREJA

Cuando tenía doce años decidí que quería ser actriz. Lo sentí el día que vi a Penélope Cruz recogiendo el Goya. Me imaginaba como ella haciendo de Macarena en La niña de tus ojos, bailando, llorando, en el papel de mi vida. Y, por supuesto, me visualizaba recogiendo un Goya, que si no para qué tanto drama. Total, que le pedí a mi madre que me apuntara a teatro. Y después de un par de papeles en obras de fin de curso, llegó el día en que me tocó hacer de sardina (literalmente, no miento) en mi primera obra. La obra iba sobre los elementos del mar, y cada pez simbolizaba una emoción del ser humano. Muy creativo todo. Me di cuenta de que tenía demasiada vergüenza para realizar aquello y que lo de actriz no era lo mío.

Entonces vi que me

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