Más señoras que se empotraron hace mucho

Cristina Domenech

Fragmento

mas_senoras_que_se_empotraron-2

Introducción

¿Dónde están las lesbianas en la historia?

Con quince años, esa pregunta me torturaba. Internet no era tan servicial como ahora, así que recorrí bibliotecas que no ayudaron mucho y consulté enciclopedias que ayudaron todavía menos. Con diecisiete años conseguí el título de un libro académico que iba enterito de homoerotismo femenino en la historia. El libro, Juego de damas, había sido publicado por la Universidad de Málaga, que casualmente es la ciudad donde vivo. Un año más tarde, en mi primer día como universitaria, salí de la charla de orientación y crucé el campus, carnet temporal de la biblioteca en mano, y pedí el libro que había estado un año deseando. El bibliotecario lo sacó del depósito y lo miró un par de veces antes de dármelo. «Sabes que no va sobre el juego de las damas, ¿verdad?», me preguntó. Yo asentí, con una sonrisa de oreja a oreja.

No sé si tengo cara de entusiasta de los juegos de mesa, pero la señora que me lo vendió tres años más tarde en una librería de segunda mano me hizo exactamente la misma pregunta.

La búsqueda era adictiva. Cada nuevo nombre era como un secreto desvelado; cada historia construida detalle a detalle, los detalles repartidos en múltiples tomos y artículos, una pieza que encajaba en el hueco que me había hecho preguntarme años atrás dónde estaban todas esas mujeres. Dejé de ser una mujer que tenía que descubrir sola lo que significaba ser lesbiana y me convertí en un eslabón de una cadena tan incomprensiblemente larga en el tiempo que me hacía sentir mariposas en el estómago.

¿Dónde están las lesbianas en la historia? Me lo pregunté con quince años y todavía estoy respondiendo esa pregunta. Parte de su maravillosa naturaleza es que nunca voy a poder responderla del todo, ni nadie. Siempre habrá algo más que descubrir, como ha demostrado el esfuerzo colectivo de muchas académicas que en las últimas décadas han desenterrado un tesoro de cartas, diarios, documentos y testimonios que cada vez hacen que las relaciones entre mujeres de otros siglos sean un poco más visibles y fáciles de conocer. Ahora hay docenas de libros exclusivamente dedicados a la historia sáfica, en los últimos años hemos tenido una profusión de series y películas históricas con romances lésbicos, artículos, novelas, todo lo que se os ocurra y más.

En mi primer libro, Señoras que se empotraron hace mucho, escribí un capítulo que era mucho más corto que los demás. La mujer de la que hablaba era Ann Walker, la pareja de una lesbiana muy conocida en círculos académicos, Anne Lister. El capítulo era muy corto porque apenas existía información sobre ella más allá de su relación con Lister, así que quería homenajearla pero estaba muy limitada con la información disponible. Hoy, tres años más tarde, ese capítulo ha quedado completamente obsoleto. Tras el éxito enorme de una serie sobre la vida de Anne Lister, un grupo de mujeres fascinadas por su vida decidieron zambullirse en los archivos locales en busca de información sobre Ann Walker, y ahora tenemos diarios enteros escritos por ella y numerosas cartas. Incluso el lugar donde fue enterrada, que llevaba décadas oculto bajo la hierba, tiene ahora una placa con su nombre, a menudo acompañada por ramos de flores.

A veces es tan simple como saber que la historia está ahí. Si hay mucha suerte puede conducir a un gran descubrimiento, como el de las palabras de Ann Walker escritas por su propia mano. Pero también puede conducir a muchas otras cosas menos académicas pero igual de importantes. En firmas y charlas he conocido a estudiantes que han dirigido sus investigaciones hacia alguna de las mujeres de las que escribí en mi primer libro, parejas que se han leído el libro unas a otras, adolescentes que nunca habían pensado que la historia fuese también para ellas. He conocido a personas que usaron el libro para introducir el tema del amor entre mujeres en casa y salir del armario, y a otras que han descubierto una parte de la historia que nunca habían considerado antes y que les ha hecho replantearse muchas cosas que daban por sentadas. Sin duda, lo más precioso que ha salido de este proyecto ha sido conocer a tantas y tantas personas que han encontrado diversas formas de hacer que mujeres que vivieron hace siglos tengan un pequeño lugar en sus vidas, como me pasó a mí cuando empecé a buscar nombres e historias.

Así que si queréis conocer a más señoras que se empotraron hace mucho, ya sea porque las primeras tuvieron un significado especial para vosotros o sencillamente porque os apetece que os cuenten una buena historia, vamos a darnos un paseo de unos cuantos siglos y quizás descubráis que ya hay algo que os une a alguna de ellas. ¿Tal vez eres una mujer que estudia Medicina? ¿O tienes una máquina de coser Singer en casa? ¿Te has pasado alguna tarde viendo el canal de decoración? ¿Tienes la estantería llena de manga yuri?

A veces es tan simple como saber que la historia está ahí, así que aquí tenéis más historias absurdas, emotivas, complicadas y, sobre todo, reales de señoras que se empotraron hace mucho.

Son para ti. Porque, seas quien seas, la historia está llena de gente como tú.

mas_senoras_que_se_empotraron-3

SIGLOS XVII - XVIII

mas_senoras_que_se_empotraron-4

Madame de Murat

Cuando se tiene mucho dinero se hacen cosas un poco raras. A veces a la gente le da por cazar zorros en masa, por comprarse cinco jets privados o por fingir que su fortuna empezó en un garaje con una inversión de diez euros.

En la Francia del siglo XVII, les dio por contar cuentos.

En el siglo XVII, la ciudad de París estaba llena de salones literarios donde la aristocracia se reunía para discutir temas sesudos y ponerse ciegos de champagne. En estos salones se puso de moda escribir cuentos de hadas, que era lo último que me esperaba de este contexto social e histórico en el que reinaba una obsesión con todo lo intelectual y lo filosófico, pero estos cuentos no eran exactamente como los que conocemos hoy: a menudo eran oscuros, irónicos o escondían críticas veladas a las costumbres de la nobleza e incluso a gente de la corte. El objetivo era escribir el cuento más refinado, demostrar que no solo tu dominio del lenguaje era superior, sino que el mensaje que habías codificado en tu cuento era el más original y subversivo, que eras lo suficientemente inteligente como para lanzar tu crítica bajo la trama del cuento y esquivar la censura.

De entre todos estos salones, uno regentado por un grupo de mujeres destacó sobre los demás a finales del siglo XVII por su producción literaria, que cambiaría el género del cuento de hadas para siempre. La escrit

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos