El cerebro femenino

Louann Brizendine

Fragmento

Prólogo

Prólogo

En su día escribí este libro con el ánimo de introducir a la gente en otra realidad: la naturaleza y la experiencia del cerebro femenino. Hoy por hoy, en una época en que la salud y el bienestar de las mujeres están cada vez más amenazados, necesitamos más que nunca abrazar de nuevo estos profundos conocimientos científicos.

Desde el principio la respuesta por parte del público fue sorprendente y abrumadora. El cerebro femenino llegó a la lista de best-sellers de The New York Times, vendió cerca de un millón de ejemplares y se tradujo a más de treinta idiomas. Ha sido un inmenso privilegio para mí viajar por todo el mundo con el objetivo de hablar y deliberar con gobiernos, escuelas, empresas y fundaciones sobre las particularidades del cerebro femenino.

Apenas unas semanas después de la publicación del libro, en agosto de 2006, el canal ABC News y yo produjimos un innovador documental sobre las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino dentro del programa 20/20. En 2017, el libro inspiró un largometraje: El cerebro femenino, una comedia romántico-científica, dirigida y protagonizada por Whitney Cummings, que cuenta con la interpretación de Sofía Vergara. Los documentales y las películas ayudan a difundir el mensaje. Confío en que sigan cambiando la vida de las personas, impulsando la ciencia y reavivando esta conversación transformadora sobre la realidad física y neurobiológica única de las mujeres.

Ha supuesto para mí una gran satisfacción ver que a lo largo de los últimos años el libro daba que hablar en todo el mundo. Sin embargo, lo más gratificante es el impacto personal que ha tenido en tantos lectores. He recibido innumerables correos electrónicos, cartas y comentarios en las redes sociales de mujeres y hombres de todas partes que al leerlo se sintieron respaldados, como este que publicó una mujer de veintiocho años en mi página de Facebook: «Me siento tan “normal” después de leer El cerebro femenino... Siempre pensé que tenía un problema. Usted me ha ayudado a darme cuenta de que muchos de mis pensamientos y sentimientos son correctos. Ha sido un gran alivio, y me ha devuelto la esperanza y las ganas de vivir. Cuánto me gustaría que lo leyera mi marido.»

O estas líneas que escribió de su puño y letra un hombre de ochenta y tres años: «Quería darle las gracias por haber escrito El cerebro femenino. Ojalá hubiera tenido acceso a él cuando era más joven. Habría evitado muchos errores en mi vida.»

O este correo electrónico que recibí de una mujer transgénero de sesenta y un años: «He leído El cerebro femenino y El cerebro masculino, ya que he estado realizando la transición de hormonas masculinas a femeninas, y sólo quería decirle lo útil que me ha resultado, pues me ayudó a entender el cambio que iba a producirse en mi estado de ánimo, mi libido y mis emociones al pasar de la testosterona al estrógeno.»

Las mujeres han estado leyendo y releyendo el libro como una guía en las diferentes etapas de la vida, y los hombres, como un manual que los ayuda a comprender mejor a las niñas y mujeres de su entorno. Me han escrito muchas futuras madres que quieren saber más sobre su cerebro «con las hormonas del embarazo». Me han escrito mujeres que están saliendo o rompiendo con alguien y tratan con todas sus fuerzas de entender la delicada maquinaria emocional que pone en marcha una relación amorosa. Agradezco todas las consultas y espero que mis respuestas hayan sido de ayuda. Os ruego que no dejéis de escribirme.

En la última década también se han validado una gran cantidad de investigaciones. Los conceptos antes controvertidos sobre las hormonas y la realidad femenina —que me llevaron a fundar la Women’s Mood and Hormone Clinic en la Universidad de California en San Francisco (UCSF) en 1994— son ahora comunes y ampliamente aceptados. Para que os hagáis una idea del cambio, en 2003 busqué en Google «el cerebro femenino» y sólo aparecieron diez resultados. En 2006 busqué esas mismas palabras y me salieron miles de resultados relacionados con mi libro, que acababa de publicarse. En el momento en el que escribo, la misma búsqueda arroja casi doce millones de resultados sobre genética, neurociencia, endocrinología y desarrollo del cerebro femenino. Lo que solía ser tabú —la idea de que hubiera diferencias sexuales en el sistema cerebro-cuerpo-conducta— hoy día está tan aceptado que las subvenciones federales para la investigación hacen hincapié en que se estudie tanto a los hombres como a las mujeres.

Hay razones de peso para estudiar, por ejemplo, los efectos de los medicamentos en ambos sexos por separado. Las mujeres tienen un 50 % más de probabilidades de experimentar reacciones adversas que los hombres, y muchos medicamentos también tienen efectos diferentes en hombres y mujeres. En 2013, por ejemplo, los investigadores descubrieron que el zolpidem (Ambien), uno de los somníferos más vendidos con prescripción médica, tenía un mayor efecto en las mujeres, lo que llevó a la FDA a reducir, por primera vez, la dosis estándar para las mujeres a la mitad de la recomendada para los hombres. Por otra parte, las mujeres necesitan el doble de morfina para obtener el mismo alivio del dolor que los hombres. Nos queda mucho camino por recorrer en medicina y debemos seguir alentando a la ciencia y a los organismos sanitarios para que presten atención a estas diferencias. La feminidad no es un fallo de diseño.

Mientras tanto, en el Reino Unido los científicos han llevado a cabo el mayor estudio comparativo del mundo entre la estructura del cerebro femenino y la del masculino. Los estudios de imágenes realizados en los cerebros de miles de hombres y mujeres adultos han revelado que, en promedio, las regiones del córtex cerebral —vinculadas a la conciencia, el lenguaje, la percepción y la memoria— son significativamente más gruesas en las mujeres, y que los hombres tienen mayor volumen en otras áreas del cerebro.

Los científicos también están estudiando los efectos de la testosterona y el estrógeno en la interacción social. La testosterona parece desempeñar un papel en la construcción y el mantenimiento del estatus social. Por otra parte, las investigaciones sobre el vínculo empático entre madre e hijo —uno de los factores clave que nos hacen humanos— han proporcionado fundamentos biológicos sorprendentes.

Uno de mis estudios favoritos descubrió que los cambios relacionados con el embarazo en el llamado «cerebro de mamá» duran de dos a veintisiete años. ¡Puede que mi cerebro se haya liberado por fin, ahora que mi hijo ha cumplido veintiocho!

En mi propio campo de la salud mental, las nuevas investigaciones demuestran que las diferencias de sexo en el cerebro predisponen a contraer diferentes trastornos neuropsiquiátricos. Sabemos, por ejemplo, que el 80% de las personas con autismo son hombres. Por otra parte, las mujeres son más vulnerables a la ansiedad, la depresión, el TEPT y la enfermedad de Alzheimer. Es probable que estas diferencias específicas de cada sexo tengan su origen en los efectos genétic

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