Acusáis a la mujer sin razón

Daniela Ancira
Mercedes Becker
Raquel Aguirre
Wendy Balcazar

Fragmento

Acusáis a la mujer sin razón

Agradecimientos

Este libro se escribió con el invaluable apoyo del Centro de Investigación para la Paz en México (CIPMEX, A.C.), nuestro aliado en diseñar y ejecutar la investigación de la que surgió la idea de escribir esta obra. Gracias a Mauricio Meschoulam, Tania Naanous, Paola Zuart, Stef Rocha, Luisa Castillo, Arturo Duque, Michelle Kawa, Diana Bañuelos y todo el equipo de CIPMEX, por las horas dedicadas a transcribir entrevistas y procesar cientos de datos para visibilizar la violencia estructural de género en nuestro país.

Gracias a Fernanda Boullosa, Andrea Innes y Karen Duarte, por recorrer con nosotras las cárceles y escuchar las historias que hoy dan vida a este libro. Gracias a cada una de las personas que forman parte del equipo de La Cana por su esfuerzo muy valioso y por trabajar todos los días con tanta pasión por un mundo más justo y libre para las mujeres.

Gracias a Céline Ramos, por ayudarnos a estructurar nuestras miles de ideas y reflejar, en la edición de estas letras, tanto el dolor como la esperanza de cada una de las historias narradas.

También nuestra gratitud a cada una de las mujeres en prisión que compartieron con nosotras sus historias, sus procesos, sus emociones y sus heridas pasadas y presentes. Gracias, porque sus voces han sido aprendizaje y confrontación con la violencia estructural de género que, en nuestro país, muchas veces tiene como precio la vida y la libertad.

Por último, gracias a las mujeres de nuestras vidas: nuestras abuelas, mamás, tías, hermanas, amigas. Hoy caminamos sobre los cimientos que ustedes construyeron para nosotras, esperamos honrar su lucha y su ejemplo a través de este libro y con él sembrar una semilla más para acabar con la violencia en contra de mujeres y niñas.

Que nunca se nos olvide: “Libres nos queremos”.

Acusáis a la mujer sin razón

Introducción

Tenemos más de una década visitando cárceles de mujeres en México. El contacto con el sistema penitenciario a lo largo de estos años nos ha permitido escuchar cientos de historias de personas privadas de su libertad y nos ha hecho conscientes de la realidad y las condiciones poco dignas en las que viven miles de mujeres, madres, hermanas, hijas, amigas.

La cárcel suele ser ese lugar donde se abandona a la gente y se le deja en el olvido, un lugar gris, frío, donde las personas sienten que van perdiendo su valor humano, porque pedacito a pedacito se les va arrancando la dignidad. La cárcel es ese lugar donde, para el Estado, parece que vales tan poco que no mereces dormir en un colchón de verdad, ni recibir productos básicos de higiene, atención médica o comida decente. Es el lugar donde todas las personas están repletas de etiquetas y estigmas sociales que les impiden avanzar. En la cárcel todo cuesta: el jabón, el agua, un espacio para dormir, la misma seguridad.

Como sociedad, nos hemos convencido de que quienes están en esas cárceles son criminales, y por eso deben recibir castigos ejemplares. Así, hemos alimentado la idea del encierro y el castigo como la solución para que una persona no vuelva a delinquir, el remedio para combatir la creciente inseguridad en nuestro país.

Nuestro encuentro con las historias de algunas de esas personas, más allá del delito por el que están acusadas, nos ha llevado a cuestionar la idea de la prisión como un lugar donde la gente está porque lo merece. Nos ha obligado a preguntarnos qué pasó en la vida de esas mujeres para que cambiaran el rumbo y decidieran cometer un delito, cuáles fueron las causas o las circunstancias que las rodearon para llevarlas a enfrentar años de prisión.

¿Será que el contexto donde crecimos define dónde vamos a terminar? ¿Será el amor, o la falta de éste, lo que lleva a las mujeres a incurrir en la delincuencia? ¿O quizá están allí por el deseo del dinero o la aspiración a tener una vida mejor? ¿Será por la pareja que elegimos? ¿Qué historia hay detrás de las cadenas perpetuas, las condenas de 50 años y las causas penales? ¿Cómo era la vida de una mujer que terminó secuestrando, asaltando... matando?

En México, las mujeres representan únicamente el 5.7% de la población carcelaria. En el resto del mundo, el porcentaje de mujeres privadas de la libertad no supera el 10% de las poblaciones penitenciarias a nivel nacional. Las mujeres son juzgadas con más años de sentencia que los hombres, incluso condenadas por el mismo delito. A las mujeres se les visita considerablemente menos que a los hombres, 80% de ellas son abandonadas en prisión por sus familias y sus parejas, y esto no distingue clases sociales, ahora la pregunta es, ¿a qué se debe esto?

El inicio de este viaje y de esta reflexión fue en la sección femenil del Reclusorio de Barrientos. Ahí conocimos a muchas mujeres que, a simple vista, parecían no romper ni un plato, mujeres de todas las edades, de todas las complexiones, algunas con una sonrisa que iluminaba la habitación, otras más reservadas, con el reflejo del dolor en los ojos.

Entrar a un penal por primera vez es, sin duda, toda una experiencia. Hay reglas para todo, desde la forma en la que debes vestir; el proceso de revisión al ingresar (para confirmar que no introduces nada de la lista de objetos prohibidos); el cruce por varios filtros de seguridad donde los custodios te ponen sellos que, te advierten, es importante que enseñes al salir.

Lo primero que llamó nuestra atención cuando por fin ingresamos al patio, fue darnos cuenta de las condiciones en las que se vive en un penal. Entendimos a qué se refieren cuando se habla de hacinamiento en las cárceles cuando vimos un espacio lleno de literas, cada una con tres camas, donde las mujeres colocaban sus colchones (más que colchones, pedazos de hule espuma), unos sobre otros, con montones de objetos personales y las pocas pertenencias que tienen en la cárcel.

Cada sábado entrábamos al penal y conocíamos una nueva historia, era inevitable salir y reflexionar sobre la forma errónea en la que como sociedad hemos concebido la cárcel: un espacio lleno de hombres y mujeres de quienes esperamos un cambio radical simplemente porque los aislamos y los apartamos, sin saber que es un lugar donde se profundiza la desigualdad, la violencia, la injustici

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