Rocío primaveral en Leicestershire (Serie Campiña 4)

Silvia Madi

Fragmento

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Capítulo 1

La obligación de la futura condesa

Aurore Devereux

Solía disfrutar de los veranos con mis primos al sol de la campiña. Cuando venían ellos a Leicestershire corríamos por los prados verdes de Medbourne, admirábamos el riachuelo y nos bañábamos bajo las últimas luces del atardecer, justo antes de que nuestros padres nos llamaran para las reprimendas correspondientes. Eran días divertidos, llenos de risas y destellos crepusculares que prometimos no dejar que se esfumaran jamás.

Sin embargo, se esfumaron tan pronto como los dientes de león cuando llega el invierno.

Ser duques, duquesas, condes y condesas no fue jamás una tarea baladí. Mis primos, uno a uno, fueron cumpliendo con sus obligaciones. Se casaron, debo decir que todos por amor (un alivio, puesto que no pensamos que eso fuera a sucedernos a nosotros, viniendo de familias nobles), y ahora disfrutan de unos hogares que, como hicimos nosotros antaño, se nutren del sol de la campiña inglesa. La única diferencia es que ya no estamos juntos.

Sin embargo, tampoco estoy sola. Pese a que mis padres se empeñan cada vez más en que debo encontrar a un hombre al que desposar, pues debo cumplir con mi condición como duquesa de Leicester en el futuro, paso mis días eludiendo esa obligación como la primavera elude el calor en esta zona de Inglaterra.

Y aquí, en este preciso instante, es donde entra lord Patrick Legge, duque de Rutland, travieso empedernido y el mejor y más irreverente amigo que podría tener jamás.

Patrick llegó a mi vida por casualidad. Era el primer día de primavera. Entonces yo tenía solo diecisiete años, y me había escapado a uno de mis paseos matutinos por el bosque de Medbourne. No había nada ni nadie que pudiera evitar que transitara el camino del arroyo con los primeros sonidos del día. Las hojas de los árboles se reunían y se mecían con el viento, los primeros pájaros daban la bienvenida a un nuevo amanecer y el agua salpicaba mis pies descalzos con gracilidad. Era una sensación volátil. Me hacía sentir ligera, etérea, parte del aire que me rodeaba. Y ni siquiera la versión más estricta de mis padres me iba a privar de eso. No, cuando yo era plenamente consciente de qué se avecinaría en algunos años. Ese destino al que, por más que me moleste, me enfrentaré pronto.

Recuerdo estar observándome en el reflejo del arroyo unas horas después del amanecer. Había perdido la noción del tiempo, mis pies se habían secado y algunos rayos de sol se colaban entre las copas de los árboles mientras yo me miraba. Tenía el mismo cabello castaño oscuro que hoy. Las mismas pecas esparcidas por mi rostro. Las mismas ondulaciones, como el río. Los mismos ojos verdes. La misma piel nevada. Pero, si bien también contaba con la misma insolencia, no era tan consciente de los peligros que me podían acechar por ello.

Alguien más que yo sabía de mis incursiones matutinas en el río, y a sabiendas de que era la siguiente duquesa de Leicester, ese alguien me había seguido y había esperado al momento oportuno para solo Dios sabe qué.

No me di cuenta de que había un hombre encapuchado tras de mí, a solo algunos metros, hasta que oí cómo una rama crujía bajo sus pies. Hoy sé que aquel sonido fue el bosque, mi adorado bosque, avisándome del peligro inminente.

Me levanté tan pronto como vi al encapuchado y corrí tan rápidamente como me dejaron las piernas. Debía huir de ahí si quería poder contarlo... o callar para siempre y que no se alzaran noticias de que había perdido mi honor escandalosamente, pese a que eso fuera una completa y absoluta mentira. En todo caso, debía huir de ahí si quería vivir. Y eso intenté.

Corrí en dirección a la hacienda alzándome las enaguas de un vestido que pesaba como no había pesado jamás. Sentía la humedad del agua en los límites de la ropa. Las piernas entumecidas. Los brazos débiles. Las lágrimas recorriendo mi rostro.

Y entonces lo vi a él.

Patrick, toda su altura, su piel del color del ébano, sus ojos ambarinos y su cabello negro, entonces algo alborotado, estaban ante mí. En ese momento, él tenía dieciocho años y era un completo desconocido, pero me tendía la mano desde un caballo blanco de la nobleza, y era la única oportunidad que tenía para huir de aquel hombre que pisaba mis talones, a punto de alcanzarme.

No lo dudé.

Subí al caballo a horcajadas, me aferré a la cintura de Patrick y galopamos lejos de allí oyendo cómo aquel hombre trabucaba y se golpeaba con torpeza y fuerza con uno de los árboles que nos separaban. Quizá era de nuevo el bosque protegiéndome, no lo supe. Solo supe que no me volvería a molestar jamás.

Y que tenía una conversación pendiente.

—Gracias —susurré, con la respiración aún completamente desbocada, y me abracé aún más fuerte a su cintura—. Me habéis salvado.

Él solo se giró, me dedicó la sonrisa más radiante que había visto en toda mi vida y, con unos ojos que exudaban confianza, respondió:

—No hay nada que agradecer. No ha sucedido nada en absoluto.

—¿Qué queréis decir? —Fruncí el ceño.

—Que ni vos ni yo estamos en este bosque ahora mismo. —Sonrió más radiante aún—. No lo hemos estado jamás.

Aquello fue el principio de todo.

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Capítulo 2

El primer reto de lord Legge y lady Devereux

Patrick Legge

Aurore era tan obstinada cuando la conocí como lo es hoy.

No, de hecho, creo que hoy lo es aún más. Creo que cada día que pasa es más, y más, y más obstinada. Y tengo la convicción de que la obstinación es su poder más innato.

También tengo la certeza de que es una absoluta maravilla.

Llevamos con el juego de los retos desde el día después de conocernos. Ella, de algún modo que jamás me desveló, descubrió que era el duque de Rutland, y se escabulló (cómo no) con uno de sus caballos hasta mi hacienda a primera hora.

Me la encontré en las caballerizas al amanecer.

—¿Vos no aprendéis? —No pude evitar sonreír al verla.

—¿Qué debería aprender, según vos? —Descendió de su caballo.

—Cuál es vuestro lugar —respondí.

—¿Mi lugar? —rio, sarcástica—. ¿Pretendéis que aprenda que mi lugar, según la idea preconcebida que tenéis de mí, es una hacienda palaciega en el centro de Medbourne? ¿Conservando el protocolo en la comida? ¿Asintiendo cuan

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