Seducción en el faro

Marian Arpa

Fragmento

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Capítulo 1

Brad Denyson era una cara reconocida por toda Francia, era meteorólogo de los noticiarios y su porte hacía suspirar a muchas mujeres. Él lo sabía y se aprovechaba de ello, nunca le faltaba la compañía femenina. Ellas se dejaban llevar por esos ojos negros y pícaros, por su labia seductora, y caían como moscas a sus pies.

Ambos disfrutaban de un tiempo juntos; y cuando él se daba cuenta de que se volvían posesivas y querían dar un paso adelante en la relación, Brad lo daba para atrás.

—No es por ti, cariño, soy yo, no estoy preparado para llegar más lejos, y como no quiero que sufras por mí, mejor será que encuentres a otro hombre que te haga feliz como te mereces. Eres una mujer preciosa que hallarás muy pronto al hombre que adore el suelo que pisas. —Ese discursillo siempre le daba resultado, y con esas palabras se alejaba de ellas.

Hasta que llegó Céline, una chica encantadora que desde el día que empezó a trabajar en la misma cadena televisiva le estuvo echando los tejos. Al principio él no se dejó impresionar por su bonito cabello rubio y sus ojos verdes, pero al final, en una fiesta de la empresa, ella paseó toda la noche su cuerpo curvilíneo ante él y se lo llevó al huerto. Aquella aventura duró unas semanas, hasta que Céline llegó un día y le dijo que estaba esperando un bebé.

—¡Imposible, querida! Ya sabes que siempre me protejo y a ti también.

—¿Nunca has escuchado hablar de la goma rota? —gritó ella fuera de sí.

—Desde luego, en tiempos de mis abuelos. Yo compro los profilácticos de calidad.

—¿Qué quieres decir con eso? —Los ojos verdes de Céline lo miraban como si se le quisiera tirar al cuello de un momento a otro.

—Que si estás embarazada no es mío.

—¡Serás cabrón! —explotó ella.

Brad se estaba dando cuenta de que aquella mujer pretendía encasquetarle un bebé que no era suyo, por lo menos había elegido su casa para decírselo y no la oficina. Aunque no dudaba de que aquella descerebrada fuera diciéndoselo a todo el mundo.

—Céline, ¿sabes lo que puede representar para ti que anuncies a todo el mundo tu estado?

Ella se le lanzó encima con las uñas engarfiadas.

—Eres un maldito hijo de puta.

Él la cogió por las muñecas y la mantuvo a cierta distancia.

—Daré por sentado que todo lo que estás diciendo es por las hormonas enloquecidas de tu embarazo.

—No me trates como si fuera una lunática. Estoy esperando un hijo tuyo. —En ese momento ella cambio de táctica, y de repente se le llenaron los ojos de lágrimas—. No puedes desentenderte de ese niño, lleva tu sangre.

—Eso habrá que verlo.

Ella se soltó de su amarre de un tirón.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué estás insinuando?

—Nada en absoluto, solo que me someteré a una prueba de ADN tan pronto como sea posible. —Ante la mirada enloquecida, añadió—: Guapita, no nací ayer, tus devaneos son del dominio público. Deberías ser un poco más discreta.

Céline levantó la mano y la estrelló contra la mejilla de Brad. Él se acarició la cara y clavó sus ojos en ella con furia.

—¡Eres un desgraciado!

—Lárgate de mi vista. —Brad caminó hacia la puerta para que se marchara, la abrió y soltó—: En cuanto pueda hacerme esa prueba, avísame. —Ella pasó por su lado tiesa, como si fuera una eminencia; y antes de que se alejara, él habló—: Díselo también a los otros. —Y cerró la puerta de un portazo.

Brad sabía que aquella mujer estaba dispuesta a hacer lo que fuera para escalar puestos en la cadena, y que no se había acostado solo con él. Eran varios los que hablaban groseramente de sus trabajitos en los lavabos de caballeros o en rincones oscuros; por lo menos él lo había mantenido en la intimidad de su casa y no le gustaba ir por ahí presumiendo de sus hazañas sexuales. Esperaba que ella tuviera un poco más de cerebro y no fuera esparciendo que él era el padre de la criatura; o de lo contrario, en cuanto se hiciera la prueba exigiría que la sacaran de la cadena por difamación.

Sus expectativas respecto a la cordura de Céline no se vieron cumplidas, una semana más tarde, en todos los corrillos de la empresa se comentaba lo mismo: su futura paternidad. No se lo podía creer. Pensaba arrinconarla junto con los demás que habían sobado sus curvas y encararla; sin embargo, no tuvo oportunidad, ella se había cogido la baja laboral.

Él fue a Recursos Humanos y pidió toda la información de la ficha de ella; en cuanto la tuvo y acudió a su piso, el portero le dijo que había salido de la ciudad.

—¿Sabe dónde puedo encontrarla? No se lo preguntaría si no fuera importante.

—Me dio una dirección para que le mandara la correspondencia que llegara. Está en Poitiers.

—¡¿Se ha ido de vacaciones?! —Sabía que no era así; por otro lado, pensaba que había emprendido un largo viaje en su estado, ¿les habría tomado el pelo a todos con el cuento del embarazo?

—Eso parece.

Esa misma noche se reunió en el bar donde acudían todos los reporteros y presentadores después de la jornada, y tras las coñas que estos le gastaban por la noticia, arrinconó a Gérard y Simón, dos que se habían beneficiado de los favores sexuales de Céline.

—Los dos os habéis acostado con ella tanto o más que yo, así que no lo neguéis ni me vengáis con chorradas. Ese hijo, si es que existe, puede ser de cualquiera.

—Yo apuesto a que es un cuento —afirmó Simón, que era periodista de los programas deportivos.

—¿Para qué iba a inventarse un embarazo si a la larga es algo que no se puede ocultar? —añadió Gérard, que era presentador de un reality.

—Por lo pronto se ha largado de la ciudad —informó Brad.

Los otros dos lo miraron incrédulos.

—¿Puede hacer eso estando de baja laboral? —preguntó Simón.

—Yo diría que no; si no está en condiciones de acudir al trabajo, ¿por qué hace las maletas y se va a cuatrocientos kilómetros de París? —Brad hacía días que creía que todo aquello había sido una artimaña para cazarlo, y no se lo iba a poner nada fácil. Sobre todo porque estaba seguro de que ese bebé, si existía, no era suyo.

—Quizá lo hizo para deshacerse del crío. Por lo que dicen por ahí, tú te niegas a reconocerlo —comentó Gérard.

—Claro, idiota, el bebé no es mío, y lo voy a demostrar. Me he estado informando y se puede hacer una prueba de ADN a la décima semana de gestación. ¿Estáis vosotros dispuestos a hacérosla?

—Yo sí.

—Yo también —respondió el otro.

Brad se los quedó mirando, si se prestaban a ello era por s

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