Volverás a Región

Juan Benet

Fragmento

Nota de los editores

Nota de los editores

Volverás a Región es la primera novela publicada por Juan Benet. Antes de ella, vieron la luz la pieza teatral Max (1953), el volumen de relatos Nunca llegarás a nada (1961) y el ensayo La inspiración y el estilo (1965). Este último admite ser leído, al menos en parte, como una exposición programática de algunas de las premisas que alentaron la escritura de Volverás a Región. La novela fue publicada en Barcelona por Ediciones Destino, como número 295 de su colección Áncora y Delfín. En los créditos de esa primera edición se da la fecha de diciembre de 1967, pero el libro no apareció, de hecho, hasta febrero de 1968, «tras unas demoras —escribe el propio Benet— provocadas por algunas correcciones de última hora que tuve que introducir en el texto para satisfacer las imposiciones de la censura del entonces Ministerio de Información y Turismo».

En una de las piezas incluidas en el volumen de ensayos titulado La moviola de Eurípides (1981), Juan Benet contó con pormenores «La historia editorial y judicial de Volverás a Región». Da allí razón detallada de las circunstancias que en octubre de 1973 lo movieron a suscribir con Alianza Editorial —sin el consentimiento previo de Ediciones Destino— un contrato para una edición de la novela en formato de bolsillo. Esta edición, publicada en Madrid en 1974, fue objeto de una demanda judicial por parte de Ediciones Destino. La demanda prosperó, la edición fue retirada, y Juan Benet obligado a resarcir a la editorial por daños y perjuicios. Ésta es la razón por la que el «Prólogo a la segunda edición» que incluía la edición de Alianza quedara fuera de circulación y, al no haberlo recogido Benet en ninguno de sus volúmenes compilatorios, resulte en la actualidad muy poco conocido.

El interés evidente del prólogo justifica que sea recuperado para esta edición, a la que se incorporan también, en calidad de apéndice, las puntuales y perspicaces reseñas de Pere Gimferrer y de Rafael Conte que tanto contribuyeron, según reconoce el propio Benet, a decidir la fortuna del libro. Hubo otra reseña, publicada por José Batlló en Cuadernos Hispanoamericanos (núm. 229, Madrid, enero de 1969, pp. 234-237), que comparte con éstas que se dan aquí el mérito de haber señalado tempranamente, y acertado a valorar, esta novela de un autor por entonces muy escasamente conocido. Pero el caso más portentoso, sin duda, es el de Pere Gimferrer, que en sólo tres meses publicó tres reseñas sucesivas —y distintas— de la novela, y lo hizo en tres distinguidas revistas (Ínsula, El Ciervo y Papeles de Son Armadans). Las tres reseñas se reúnen aquí, como ejemplo de una actitud crítica insólitamente atenta y comprometida.

En su prólogo, Benet dice haber reescrito hasta cuatro veces la novela que finalmente había de titularse Volverás a Región. Se conservan tres versiones completas, la última resultado de importantes supresiones, sugeridas algunas —como dice Benet— por Dionisio Ridruejo y José Suárez Carreño, y otras impuestas por la censura. Esta última es la versión que Benet entregó finalmente a los editores, y que más adelante dio por buena, sin preocuparse, una vez suprimida la censura, de restaurar los pasajes suprimidos por su causa.

Para fijar el texto de la presente edición se ha empleado el de la última edición de la novela, revisado a la luz de la última versión mecanoscrita, del año 1967. El cotejo ha puesto de manifiesto algunas diferencias, la mayor parte de ellas insignificantes, atribuibles —cuando no se trata de simples erratas, descuidos o malas lecturas del original— a las intervenciones corrientes por parte de los editores, o bien al propio Benet, quien recordaba «haber corregido en su día las pruebas con bastante minuciosidad». Se han detectado, sin embargo, poco más de una docena de cambios relativamente gruesos que, en atención a su contenido, sólo pueden ser atribuidos a la necesidad de contentar —ya sea preventivamente, ya forzosamente— a la censura. Ya se ha visto cómo alude Benet a ciertas «correcciones de última hora». En su «Prólogo a la segunda edición» dice, en passant, que para conseguir que su novela fuese por fin editada tuvo que sacrificar unas «últimas impertinencias palmarias». No queda claro, a través de estas palabras, si ese sacrificio fue resultado de su propia iniciativa o si le vino impuesto. Parece más probable esto último. Frente a la duda, se ha optado, en la presente edición, por restablecer esos pocos pasajes alterados, que el lector deseoso de juzgar por sí mismo, o simplemente de documentarse respecto al signo de los cambios realizados, puede localizar sirviéndose de la relación que se da al final del volumen.

Prólogo

Prólogo

Aun cuando en la última página de este libro se señala que fue escrito entre 1962 y 1964, entre Madrid y el Pantano de Porma, en la provincia de León, la historia y los orígenes del mismo distan de ser tan simples y se remontan a algunos años atrás. Lo cierto es que hacia 1951, y bajo el influjo sufrido por la lectura de «La rama dorada», comencé a escribir una novela —que terminaría un par de años después— en la que se narraban unos cuantos acontecimientos situados en un mismo medio rural (que a falta de una precisa localización geográfica bauticé con el nombre de Región) dominado por la lejana, nocturna y omnipotente presencia del guarda de una finca, una suerte de vicario en nuestras tierras del guardián del bosque sagrado de Nemi. La novela se titulaba El guarda y aparte de tal protagonista —que in absentia atormentaba todas sus páginas sin jamás asomar a ellas, sin llegar a ser algo más que una conjetura— por ella desfilaba una bien surtida serie de personajes anormales: una mujer enloquecida por la pérdida de su marido —picado por la curiosidad de atravesar los límites de la finca maldita— a los dos días de su matrimonio; un viejo aristócrata, asesino de perros, lanzado al maquis por despecho; un joven alcoholizado, último vástago de una gran familia, empeñado en transformar su casa en un laberinto cretense del que ya no acertaría salir y en lo más recóndito del cual cavaría su sepulcro; una tribu de enriquecidos gitanos que poco a poco se va apropiando de toda la comarca gracias a la destilación de un alcohol repugnante y, en fin, el abogado venal que se engaña a sí mismo con sus propias trapacerías. Como fácilmente se comprenderá, todo un muestrario, un museo atiborrado de toscas reproducciones de Lee Goodwin, de Sairey Gamp, de Bertha Mason, de Pechorin,

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos