Tú no naciste para sufrir

Blake D. Bauer

Fragmento

Tú no naciste para sufrir

Introducción

Tú no naciste para sufrir nació de mi búsqueda personal de dos cosas en la vida. La primera era la libertad de mi propio sufrimiento mental, emocional y físico. La segunda era mi insaciable deseo por la verdad, la verdad acerca de la vida, la verdad sobre mí mismo y, más importante, la verdad acerca del propósito destinado de mi vida.

¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el propósito de la vida, y de mi vida en particular? ¿Cómo me sano a mí mismo y encuentro la paz de manera mental, emocional y física? ¿Dónde puedo encontrar salud profunda, felicidad y amor verdadero? ¿Cómo puedo progresar cada día en vez de sólo arreglármelas y sobrevivir? ¿Cómo puedo crear una vida satisfactoria por la cual me tenga respeto sin vender mi alma o conformarme con menos de lo que sé que es posible?

Después de encontrar las respuestas que buscaba desesperadamente, y de ayudar a miles de personas alrededor del mundo a hacer lo mismo, las reflexiones empoderadoras que descubrí forman los cimientos de las páginas siguientes.

En aquel momento no estaba consciente de ello, pero cuando era joven sufrí profundamente de manera interna, sobre todo mental y emocionalmente, pero algunas veces también de forma física. La primera parte de mi vida, como muchas de nuestras vidas, tuvo su buena cuota de experiencias dolorosas. Aunque no pude expresarlo sino hasta años después, crecí sintiéndome muy inseguro e indigno de amor. Con frecuencia me sentía confundido, ansioso y avergonzado por cómo me sentía.

En mis intentos por huir tanto de mis luchas internas como de las situaciones complicadas a mi alrededor, sin querer creé una gran cantidad de sufrimiento para mí mismo. Sumado al impacto del tumultuoso divorcio de mis padres, la ausencia de mi padre biológico, varios familiares drogadictos, y el contexto de disfunción mental extrema en el que me criaron, desarrollé múltiples hábitos dañinos mediante los que me causé mucho daño profundo.

Para cuando tenía 18 años había puesto en marcha el efecto dominó que provocó que mi de por sí inestable mundo se derrumbara. Me suspendieron de la preparatoria en tres ocasiones. Vendía drogas, y me habían arrestado por posesión de las mismas varias veces. Me pidieron que renunciara como capitán del equipo de futbol de la escuela a tres meses de la temporada de mi último año después de que me arrestaran por manejar bajo los efectos del alcohol y varias sustancias ilegales.

Después de una noche de festejos excesivos, en las primeras horas de la mañana, estacioné mi auto y me quedé dormido junto a una señal de alto frente a las vías del tren. Por aquellos tiempos también alejé a mi novia de la preparatoria mientras pasaba mucho tiempo bajo el efecto de medicamentos que no tenía necesidad de tomar y que no me habían sido recetados. Aunque la amaba y me importaba profundamente, sin querer la lastimé y arruiné la relación mediante mi comportamiento autodestructivo.

En mi adolescencia, claramente estaba fuera de control. De manera inconsciente consumí drogas, alcohol e incluso comida como muletas para mi roto y confuso corazón. Había desarrollado un ego muy grande y poco saludable para sobrevivir y compensar el sentirme profundamente incompetente e indigno de amor.

Quería tanto ser aceptado por mis compañeros, encajar y ser respetado, porque en lo profundo no me amaba a mí mismo ni me sentía apreciado en casa. Como resultado, creé una gran cantidad de dolor no sólo para mí, sino también para el que estuviera cerca. No tenía idea en esa etapa de que estaba huyendo de mí mismo, de mi vida y de mi pasado. No sabía que estaba negando años de pensamientos y emociones internalizados, de los cuales nunca me había sentido seguro de hablar ni apoyado para comprenderlos.

Justo antes de graduarme de la preparatoria había partido mi corazón en dos y perdido los dos aspectos más importantes de mi vida al mismo tiempo: perdí a la chica que amaba y el juego (futbol) y el equipo que tanto me gustaban. En este punto de mi desarrollo como persona, estos dos aspectos de mi vida comprendían gran parte de mi identidad, o de mi ego, y dentro de un periodo muy corto los alejé a ambos sin intención. En retrospectiva, llegué a ver que, al hacer esto, había perdido mi sentido de identidad, o quien pensé que yo era. No lo sabía en ese entonces, pero había experimentado lo que en el pensamiento psicológico y espiritual se conoce como «muerte del ser», en la que la idea o la imagen de lo que pensamos y creemos que somos se ve por completo destrozada.

Pasé de ser extremadamente arrogante y de pensar que era invencible a sentirme dolorosamente inseguro, paranoide, cohibido y torturado por mis pensamientos, que en realidad siempre fueron la causa debajo de la fachada que había creado de manera instintiva para sobrevivir. Aunque esto tenía mucho propósito en términos generales, sabotear las partes de mi vida que más amaba y que me ofrecían un escape de la disfunción que era normal para mí me dejó sintiéndome muy solo, avergonzado e ignorante de cómo pedir la ayuda que ni siquiera sabía que necesitaba.

Ahora que reflexiono sobre ello, aunque fue un periodo muy difícil, estoy agradecido por lo que experimenté, porque puso en marcha el nacimiento de mi verdadero yo, así como el descubrimiento de mi propósito de vida. Me mostró cómo encontrar la fuerza, la confianza y la compasión dentro de mí, para mí, que después probaría ser mi único refugio y salvación. Sin el dolor que experimenté de niño con mi familia y el dolor posterior que creé como adolescente, no estaría en un lugar el día de hoy desde el que puedo voltear a ver esa parte de mi vida con un entendimiento profundo del propósito que cumplió en el descubrimiento de mi destino. Ahora sé que tenía que perderme a mí mismo por completo para poder sanar y encontrarme verdaderamente. La persona en la que me había convertido para sobrevivir tenía que morir para que mi verdadera naturaleza pudiera florecer y guiarme hacia una vida de conocerme, amarme y respetarme profundamente.

Más adelante, después de la preparatoria, me fui de casa a la universidad cargando aún con mi dolor psicológico y emocional mayormente inconsciente. Me fui a la universidad porque era lo que mi familia y mi comunidad esperaban de mí. La mayoría de las personas que se habían graduado de mi preparatoria irían a la universidad. No tenía una idea verdadera de quién era yo o de lo que quería hacer con mi vida en este punto. Simplemente seguí la corriente de forma inconsciente.

Comencé a tomar clases de negocios, finanzas y publicidad, porque pensaba que quería ganar mucho dinero, ya que éste parecía ser un aspecto muy importante en la vida, si no es que el más importante. Mi familia y la comunidad en la que me crie estaban muy enfocadas en el dinero y la riqueza material.

Mientras crecía, también fui testigo de cómo mis padres y muchos miembros de la familia atravesaron dificultades financieras o fluctuaciones extremas en su riqueza. Vi a mi madre luchar como una mujer divorciada después de separarse de mi padre biológico, todo lo cual, sin saberlo, contribuyó para que yo desarrollara un deseo excesivo por la libertad financiera. Como muchos de nosotros hacemos, creía inconscientemente que el dinero por sí mismo equivalía al éxito, a una fuerte valía personal y a la felicidad. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que, más allá de mis necesidades de supervivencia física, mis motivos eran en definitiva vacíos y carentes de significado, y que debajo de las circunstancias y metas de mi vida en apariencia «normales», estaba completamente perdido y sufría de manera profunda en el interior. Pude ver cómo mi fijación con la riqueza estaba encubriendo la falta de conexión emocional y valor propio que había sentido al crecer. No era sensato en aquel tiempo, pero creía que hacer dinero llenaría el vacío y sanaría el dolor dentro de mí, lo cual obviamente nunca sería el caso.

Durante mi segundo año de estudios, después de dos años de despertar cada mañana completamente torturado por pensamientos ansiosos, finalmente encontré el coraje para dejar la universidad, dar un paso hacia lo desconocido y seguir lo que se convirtió en un insaciable deseo por sanarme en todos los niveles de mi ser. De manera intuitiva, en mi corazón sabía que la vida no estaba hecha para ser tan vacía, aislante o dolorosa como yo la estaba experimentando. Simplemente sabía que sin duda debía existir un camino que me sacara de mi sufrimiento y confusión y me llevara a un estado de ser claro y feliz. Al mismo tiempo, también sostenía un conocimiento profundo de que mi vida tenía un propósito y que lo encontraría si no me rendía en esta búsqueda. De alguna manera, tenía la certeza de que podía crear una vida apasionante y satisfactoria para mí mismo en la cual estuviera verdaderamente en paz, saludable y feliz, comprometido con un trabajo que fuera auténtico y personalmente significativo.

Mi búsqueda por la verdad, la sanación y la claridad de propósito me llevó a cinco universidades y a un número de instituciones de aprendizaje alternativas. También seguí con mis estudios de forma privada con varios maestros espirituales, psicoterapeutas, herboristas y sanadores tradicionales. Estudié acupuntura y medicina oriental de manera formal en dos escuelas distintas mientras que, al mismo tiempo, trabajaba con y para un grupo de médicos chinos. También visité a un número de sanadores y terapeutas alternativos para ayudarme a transformar las cosas dentro de mí que me eran difíciles de procesar solo. Asistí a una variedad de capacitaciones, conferencias, talleres y retiros que se enfocaban en técnicas de sanación holísticas y en disciplinas espirituales. Estudié y practiqué de manera intensa varias formas de meditación (qi gong, yoga y tai chi) diariamente durante años.

Como muchos de ustedes que están leyendo este libro, desarrollé un deseo apasionado de comprenderme a mí mismo y a mi vida. Leí libro tras libro sobre salud, espiritualidad, religión, Dios, filosofía, psicología, biología, física, ilustración, la evolución de la conciencia, nutrición y varias formas de medicina alternativa. Todo lo que quería era liberarme de mi sufrimiento mental, emocional y físico y encontrar un propósito claro en mi vida.

Durante los años que siguieron a mi decisión de dejar atrás un camino «convencional» de carrera y de vida, me retiré más y más del mundo exterior y me interné en las profundidades de mi propio ser. Como un animal herido con una profunda necesidad de ser sanado, me aislé de mis amigos y mi familia. Estaba tan desesperado por un alivio prolongado que de manera instintiva no quería distraerme o entumecer mi mente. Además de ir al trabajo, vivía como un monje y me enfocaba durante horas de cada día en realizar las variadas prácticas de autoconciencia y autosanación que había estudiado y aprendido. Mi búsqueda de la verdad, la libertad y la claridad del propósito se convirtieron en el centro de todo mi tiempo y energía.

Después de casi seis años de concentrarme solamente en estas búsquedas, afortunadamente encontré una profundidad de claridad y paz dentro de mí. Al estudiar tan intensamente medicina natural, psicología, modalidades alternativas de sanación y prácticas espirituales, aprendí muchísimo acerca de sanarme a mí mismo y crear una vida saludable, feliz y auténtica. Eventualmente llegué a ver que todo lo que había aprendido en mi propia búsqueda egoísta por el bienestar, el propósito y la libertad se transfirió directamente y me ofreció reflexiones muy prácticas acerca de cómo podía ayudar a otros. Encontré que, conforme descubría niveles más profundos de paz, salud, alegría y pasión dentro de mí, naturalmente me sentía inspirado a apoyar a otros para encontrar y crear lo mismo para sí mismos. De hecho, sentía que nada me movía más que conectarme con otro ser humano de manera empática y honesta, con una genuina intención de ayudar.

Conforme pasó el tiempo, encontré un propósito muy profundo en ayudar a otros a crear una mejor calidad de vida. Sentía que, en su mayor parte, había encontrado mi vocación. Sin embargo, al mismo tiempo, en el centro de mi ser, todavía no me sentía tan claro o tan motivado cada día como yo quería. Podía sentir que aún había algo más en el desarrollo de mi destino de lo cual no estaba consciente. En algún momento, a través del sufrimiento y el despertar experimentados, tuve la certeza de que un día descubriría la verdadera razón por la que había nacido y por la que estaba en este planeta. En esta etapa sabía que todavía no había captado totalmente lo que eso era, pero también sabía que, ciertamente, iba a encontrar aquella cosa por la cual había nacido y por la que me levantaba cada mañana y a la cual dedicaría mi vida sin ninguna duda y sin ninguna forma de dirección externa.

Me complace mucho decir que el mensaje en este libro representa el hecho de haber encontrado lo que estaba buscando.

Hacia finales de 2008 estaba viviendo en Boulder, Colorado, Estados Unidos, donde había abierto un consultorio de consejería, coaching y medicina alternativa de tiempo completo. Por aquel tiempo, gracias a un número de eventos sincrónicos, inesperadamente decidí asistir a un seminario de capacitación profesional en Australia sobre una forma única de medicina alternativa y quinesiología. Aunque nunca me había interesado viajar a Australia, de pronto, de la nada, sentí una fuerte necesidad de atravesar el mundo volando. Estaba interesado en las técnicas que enseñaba y, por supuesto, en el hombre que las enseñaba, pero extrañamente sentí que la capacitación no era la razón principal por la cual debía asistir.

Este viaje inesperado al otro lado del mundo terminó cambiando mi vida de muchas maneras. Pero la más importante de mis experiencias ahí se convirtió en el catalizador principal para este libro. Conocí a una hermosa mujer en la capacitación que se convirtió en mi mejor amiga y compañera durante años. Lo comparto porque esta relación abrió mi corazón al amor de una forma a la que las palabras no le hacen justicia. Habiendo herido en el pasado tanto a mí mismo como a una persona que amé profundamente —además de las dolorosas formas de amor que experimenté cuando era niño—, sin saberlo me había quedado con miedo de amar otra vez. No estaba consciente de cuánto me había cerrado a los aspectos más vulnerables de la verdadera intimidad.

Esta nueva relación no solamente me ayudó a darme cuenta de esto, también fue un apoyo para abrir mi corazón por completo de una manera en la que no hubiera podido hacerlo solo y que me llevó a la claridad que estaba buscando acerca de mi propósito de vida.

La inmediata profundidad, pureza y poder del amor entre nosotros me devolvió el reflejo de la infinita fuente de amor incondicional dentro de mí que, me di cuenta, era mi naturaleza más profunda. Pude ver muy claramente cómo había sido cubierta por años de dolor emocional almacenado y por el pensamiento limitante que había adoptado para protegerme y sobrevivir, todo lo cual fue el resultado de haber rechazado mi verdadero ser.

Durante los primeros días de esta nueva relación, de la nada, las siguientes palabras hicieron eco en mi mente como si se tratara de la voz de Dios: «Una vez que me amo a mí mismo de manera incondicional, amar a otros se convierte en un acto de amor propio». Aunque no tenía idea alguna de dónde me llevarían, tomé una pluma y las anoté, porque el poder y el significado contenido en ellas me impactó profundamente. Algunos días después, en un avión de vuelta a Estados Unidos desde Australia, abrí el diario donde había anotado esas palabras y comencé a escribir lo que se convirtió en la semilla de este libro.

Aún no me había dado cuenta de que una gran parte de mi propósito en la vida era escribir un libro que explicara de forma lógica cómo el amarnos con nosotros mismos incondicionalmente y ser fieles a nosotros mismos es la ruta más efectiva para una salud mental, emocional y física óptima, y luego enseñar este poderoso mensaje. Simplemente comencé a escribir.

Sin embargo, de vuelta en Boulder, Colorado, no mucho tiempo después de mi regreso, se volvió claro como el agua que, durante todo mi viaje educativo, sanador y espiritual simplemente había estado aprendiendo cómo amarme a mí mismo. Pude ver cómo todo mi sufrimiento fue causado por el hecho de nunca haber aprendido a relacionarme conmigo mismo con bondad, aceptación, respeto y honestidad en todo momento. Incluso en el asistir a cinco diferentes universidades reconocidas, estudiar con maestros de muy alta reputación y pasar horas de cada día durante años en profunda meditación simplemente había estado buscando amor y no entendí que yo era el amor que buscaba. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que escribir un libro enfocado en cultivar aceptación, bondad y compasión completas para nosotros mismos como una ruta directa a la sanación, la felicidad y la paz. Habiendo sufrido tan profundamente y buscado de forma tan desesperada este conocimiento interno y la resultante claridad de cuya posibilidad tenía certeza, cuando al final surgió dentro de mí, simplemente supe en mi corazón, sin duda alguna, que escribir este libro y compartir este mensaje era aquello para lo que había nacido.

Las reflexiones que comencé a tener acerca del amor incondicional a uno mismo como la clave para transformar el sufrimiento, la depresión y la enfermedad parecían ser la última pieza de este rompecabezas que había estado armando por años. Pude ver que, en mi propia búsqueda incansable de la verdad, la sanidad y la claridad de propósito, simplemente había estado aprendiendo a valorarme, a aceptarme, a perdonarme, a confiar en mí, a creer en mí, a cuidarme y a serme fiel. Se volvió abrumadoramente claro que escribir este libro sería la manera más efectiva de empoderar a tantas personas como fuera posible alrededor del mundo para amarse, ayudarse y sanarse a sí mismas.

Hasta este punto en particular frecuentemente me había sentido como si estuviera atrapado en un laberinto grande y confuso, cuya salida siempre estaba luchando por encontrar. Sabía que existía una salida a la frustración y confusión que representaban la vida en este «laberinto», pero sin importar a dónde fuera o qué hiciera, nunca podía encontrar una libertad completa y duradera. Lo que se volvió muy claro para mí, cuando finalmente encontré la respuesta que buscaba, fue que había estado presente y dentro de mí todo el tiempo. Como muchos de nosotros hacemos, había creído que esta «cosa» que estaba buscando se hallaba fuera de mí, en alguna parte del ancho mundo, cuando en realidad las respuestas y mi verdadero propósito siempre estuvieron dentro de mí, simplemente esperando a ser descubiertos y expuestos por completo en mi vida.

Por fortuna, finalmente capté el hecho de que la única forma de salir de este confuso laberinto al que llamamos vida fue adentrarme aún más en mí mismo. Aunque lo había escuchado antes, éste fue el punto en el que me di cuenta sinceramente de que la única forma de salir es entrar. Como encontrar al final la combinación de una cerradura y provocar que se abran las compuertas, de pronto me sentí completamente alineado con toda la vida, como si el universo entero se hubiera derramado a través de mí, iluminando el camino para mi libertad duradera. Como un ave que constantemente se estrella contra una ventana de cristal y se hiere a sí misma porque no ve el vidrio, había creado una tremenda cantidad de dolor y decepción para mí mismo porque seguía buscando de manera externa algo que sólo podía encontrarse en las profundidades de mi propio corazón y mi alma. Por fortuna, al fin me di cuenta de que la paz, la felicidad, la satisfacción, el valor o el autorrespeto duraderos no se podrían hallar jamás en otras personas o lugares y, definitivamente, no en las «cosas» del mundo.

Como muchos hacemos de manera inconsciente, había vivido toda mi vida como un cachorrito persiguiendo su cola. Siempre estaba buscando amor, cuando en realidad yo era el amor mismo. Al no encontrar lo que buscaba externamente y regresar a mí mismo una y otra vez, me di cuenta de que orgánicamente me había convertido en lo que estaba buscando. Al despertar a esta verdad fundamental, descubrí que el camino para encontrar la fuente del amor dentro de nosotros, que también es el camino para personificar el amor que somos, es uno que requiere que todos respondamos al llamado evolutivo de dominar el amarnos a nosotros mismos incondicionalmente, porque ésta es la única manera de amar a otros de verdad, encontrar la paz, estar bien, o cumplir con nuestra parte para hacer de este mundo un lugar mejor.

Con este conocimiento dominando mi conciencia, me senté a escribir mi visión de cómo amarse a uno mismo de forma práctica y efectiva. Habiendo estudiado extensamente los mapas y teorías, pero más importante, habiendo recorrido este terreno yo mismo desde el sufrimiento y el tormento hacia una liberación y paz significativas, quería dibujar el mapa más exacto y universal posible para cualquiera que realmente quiera ser saludable, feliz y libre. Sé lo difícil que puede ser articular con palabras la profundidad con la que sientes, o cuánto anhelas ser comprendido y valorado de manera amorosa. Y porque sé con certeza lo dolorosa, solitaria y desesperada que puede sentirse esta búsqueda, quiero que sepas que no estás solo y que hay una solución a tus luchas.

A través de las siguientes páginas he compartido todo lo que he aprendido tanto de mi propio sufrimiento y sanación como de mi éxito profesional ayudando a miles de personas alrededor del mundo. Este enfoque ha resultado efectivo para mucha gente que no pudo encontrar soluciones prácticas a largo plazo en la medicina convencional, la psiquiatría o la religión. A fin de cuentas, ningún profesional puede hacer por ti lo que eventualmente tienes que hacer por ti mismo en términos de reconciliarte con tu vida y tu pasado. Alguien puede ser tu testigo, guiarte y estar ahí para ti mientras procesas tu dolor y enfrentas tus miedos, pero al final ninguna pastilla o persona podrá «arreglarte».

Serás tú quien te sanes a ti y sepas cómo cuidar de ti mismo con el tiempo.

La lógica entrada en el corazón a lo largo de este libro te inspirará a superar tus miedos para que finalmente puedas liberarte a ti mismo y tocar tu vida. Si estás dispuesto a asumir una responsabilidad completa y dejar ir toda la culpa, no hay nada que no puedas sanar, transformar o lograr. En aras de vivir al máximo antes de que dejemos este cuerpo y esta vida, este libro no se anda «por las ramas». Está escrito de manera intencional para guiarte a través del proceso interno que cambiará tu vida por completo en un sentido positivo. Entre el texto escrito y los ejercicios a lo largo del libro, cada capítulo está diseñado para crear rutas neurológicas y energéticas nuevas y saludables dentro de tu mente y tu cuerpo, para que puedas comenzar a dirigir tus pensamientos, palabras y acciones hacia la valoración de ti mismo en cada momento o situación. Sin embargo, cómo luzca y se sienta tu vida de aquí a un mes, un año o una década, dependerá por completo de qué tan profundamente te permita ser feliz estar bien. Me encanta el viejo adagio que dice: «Si le das un pescado a un hombre [o a una mujer], comerá por un día, pero si le enseñas a pescar, comerá por toda una vida». Con esto en mente, No naciste para sufrir fue creado para ser una guía sobre cómo pescarte a ti mismo de manera efectiva para que puedas encontrar exactamente lo que deseas y necesitas.

Ahora las preguntas de amor rudo son: ¿qué se necesitará para que digas que has sufrido? ¿Dónde pondrás el límite y dirás basta de miseria, basta de enfermedad y basta de conformarse? Si no estás ya lidiando con uno de estos retos, ¿tienes que enfrentarte a una enfermedad que amenace tu vida o a la destrucción de tus relaciones? Si te insensibilizas con alcohol, antidepresivos, drogas, trabajo o posesiones materiales, ¿es eso lo que realmente quieres para tu vida? Si tienes hijos, o quieres tener hijos, ¿éste es el ejemplo que quiere darles? ¿Qué definirá el momento en el que de todo corazón afirmes que es tiempo de valorarte y tiempo de dejar de vivir una mentira? ¿Cuándo dejarás de complacer a todos todo el tiempo, de sentirte culpable por tus emociones, de culparte a ti mismo, de disculparte con todos o de hacerte sentir mal por desear ser saludable y feliz? ¿Cuándo suficiente es verdaderamente suficiente? Y si no es ahora, ¿entonces cuándo?

Creo que todos llegamos a este mundo sabiendo que no nacimos para sufrir. Aunque se nos olvida muy rápido, en lo profundo de nuestro corazón todos sabemos que la vida está para ser vivida y disfrutada con propósito, conciencia, respeto y una conexión bondadosa y significativa. Sí, la vida siempre nos presenta retos, pero cómo elegimos abordarlos es lo que al final determina la calidad de nuestra vida, salud, trabajo y relaciones. Por tanto, cómo vemos nuestras luchas mentales, emocionales y físicas nos lleva ya sea a la libertad, la felicidad y la paz, o hacia más depresión, ansiedad, inseguridad y remordimiento.

Por fortuna, cada momento y cada día se nos regala una opción. ¿Recordamos que somos capaces de crear una vida auténtica que podamos amar? ¿Recordamos que merecemos ser tratados con bondad y respeto primero por nosotros mismos y luego por los demás? ¿O nos conformamos con una vida a medio vivir? ¿Nos ponemos en riesgo a nosotros mismos y abandonamos nuestro llamado? ¿Traicionamos nuestros verdaderos sentimientos y permitimos constantemente que otros nos deshonren, se aprovechen de nosotros o nos falten al respeto?

Viendo esta opción de manera objetiva, no parece que de hecho tengamos mucha opción. Apostaría mi vida a que toda persona que lea esto elegiría la primera opción y la honraría todo el tiempo si supiera que al final todo saldrá bien. Desafortunadamente, la mayoría aún no nos valoramos a nosotros mismos con la profundidad suficiente para reclamar la alta calidad de vida que le espera a cada persona. No hemos cultivado una fe o una confianza en nosotros mismos, en la vida o en el universo, lo suficientemente fuertes para ser nosotros mismos de todo corazón y perseguir lo que deseamos y amamos. Como resultado, muchos de nosotros simplemente nos conformamos con menos de aquello que merecemos o de lo que somos capaces, y después sufrimos por ello. Pero la vida no tiene por qué ser así.

Tú no naciste para sufrir

Puedes buscar por todo el universo a alguien que sea

más merecedor de tu amor y de tu afecto de lo que

tú lo eres, y esa persona no se encontrará en ningún

lado. Tú, tú mismo, tanto como cualquier otro en

el universo entero, mereces tu amor y tu afecto.

BUDA

Tú no naciste para sufrir

CORDURA FUNCIONAL

Como prefacio al resto de este libro, resulta útil saber que todos estamos un poco locos, en el sentido de que, una vez que somos honestos con nosotros mismos, no podemos rechazar a las varias voces en nuestra cabeza o los incontables pensamientos que circulan en nuestra mente. He terminado por percibir la salud mental y emocional en términos de cordura funcional práctica. En otras palabras: ¿podemos asumir la responsabilidad de nuestra vida de una manera en la que no nos dañemos a nosotros mismos, a otras personas o a la tierra mientras hacemos nuestro mejor esfuerzo cada día para estar bien, ser felices y amables?

En mi experiencia, que estoy seguro es similar a la tuya, no existe tal cosa como «lo normal». Aunque es muy común pensar «él o ella es normal, pero yo no lo soy» o «su familia es normal» o «¿por qué no puedo simplemente ser normal?», en el fondo sabemos que la vida real es más rara que la ficción. Quizá la razón por la que nunca podemos llegar a «lo normal» es porque no existe. Es como tratar de encontrar una ciudad en un mapa que traes en las manos, sólo que esta ciudad nunca existió y la persona que dibujó el mapa no sabía de lo que estaba hablando. Ser normal se trata principalmente de ser aceptado socialmente, o, en otras palabras, de evitar el juicio de otras personas. Claro que nadie quiere ser criticado, pero en algún momento tenemos que tomar la decisión entre rechazarnos a nosotros mismos a cambio de la aprobación de otros y correr el riesgo de ser honestos acerca de nuestros pensamientos y sentimientos, a pesar de las consecuencias.

Eventualmente te darás cuenta de que el dolor de rechazarte a ti mismo es aún mayor que el dolor de ser rechazado o juzgado por otras personas. Así que, si ser normal o socialmente aceptado significa que no hablarás ni actuarás con base en lo que genuinamente piensas y sientes, siempre permanecerás infeliz. Esto significa que nos enfrentamos a las siguientes preguntas: ¿Quieres ser feliz o socialmente aceptado? ¿Quieres encontrar paz y satisfacción o prefieres simplemente encajar? ¿Quieres disfrutar de tu vida, tu trabajo, tu cuerpo físico y tus relaciones, o prefieres ser controlado por las opiniones, juicios y críticas de los otros?

Una lección que me ayudó tremendamente en mi búsqueda de la felicidad, y que también fortaleció mi habilidad para simplemente ser yo mismo por sobre la búsqueda de amor, aprobación y aceptación de otras personas, fue comprender el hecho de que no soy sólo los pensamientos y las voces en mi cabeza. Mediante la meditación, la autorreflexión y la sanación de emociones internalizadas del pasado, llegué a conocer y a sentir que quien yo soy es mucho mejor que mi mente pensante y las conversaciones que, por lo regular, tengo conmigo mismo. Además, encontré que mucho de mi pensamiento confuso o contradictorio era simplemente el resultado de emociones reprimidas generándose en forma de pensamiento. Pensar se volvió entonces una adicción, así como un medio para escapar de los sentimientos.

Cuando me di cuenta por primera vez de que no era feliz, me hallaba completamente identificado con todos mis pensamientos, que muy frecuentemente estaban conectados a sentimientos de miedo, ansiedad e inseguridad. Creía que el diálogo en mi mente era «yo» o quien yo era, porque nunca aprendí que quien realmente soy es, más exactamente, el conocimiento, la conciencia, la inteligencia y la energía detrás de mis pensamientos, que rodean a todos mis pensamientos y deliberadamente dan origen a estos pensamientos para mi propio crecimiento, sanación y eventual disfrute de la vida. Antes de darme cuenta de esto, no tenía espacio en mi mente o en mi corazón porque mi cuerpo estaba abarrotado con emociones internalizadas del pasado, así como con creencias limitantes que había heredado de mis padres, de mi educación en el colegio y de la sociedad. Ahora s

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos