El hombre de la situación

Manuel Payno

Fragmento

El hombre de la situación

PRÓLOGO

El 1 de marzo de 1861, apareció, en el diario La Independencia, la primera de diecinueve entregas de El hombre de la situación. Novela de costumbres, escrita por Manuel Payno, ciudadano mexicano.1 Acompañando la última entrega, el martes 26 de marzo de 1861, el periódico añadió una nota que decía:

NUESTRO FOLLETÍN

Con el número de hoy termina el tomo primero de la novela de costumbres titulada “El Hombre de la Situación”. Los señores suscriptores que gusten, podrán remitir las hojas sueltas y se les devolverá el tomo ya encuadernado a la holandesa, con sólo el costo de dos y medio reales.

El ejemplar que conocemos como primera versión de esta novela, publicado en forma de libro, procede de la aparecida en La Independencia ese mismo año, y es muy probable que se trate de un tomo encuadernado de este folletín, pues puedo decir, tras un minucioso cotejo entre ambas, que las versiones son exactamente las mismas.

La Independencia es un diario político de corta vida, como muchos de los impresos de la primera mitad del siglo XIX mexicano: apenas permanece en la palestra tres meses, de marzo a mayo de 1861. Entre los miembros de su redacción se contaban, en la parte literaria, a Manuel Payno, José González de la Torre y Félix María Escalante. El editorial del número 1, en que aparece publicada la primera entrega de El hombre de la situación, advertía:

Los programas de los gobiernos de los caudillos de revolución y de los empresarios de periódicos son y han sido todos iguales: ellos parten quizás de un buen deseo, de una verdadera intención de cumplir lo que se ofrece, pero andando el tiempo, los mismos que hicieron las más seductoras promesas, se ven en la imposibilidad de cumplirlas, o quizás hasta de obrar en sentido enteramente contrario.

Escapar al espíritu fugitivo al que estaban condenados la mayor parte de los periódicos de la época era el deseo de los redactores de este diario. Su mayor anhelo consistía, pues, en tener una vida más durable y permanecer en el interés en sus lectores más allá del período del abono, pero eso era imposible de prometer en los inestables tiempos de su publicación. Es significativo, pero apenas lógico, que El hombre de la situación haya corrido con la suerte descrita en este primer editorial; para bien y para mal, sus entregas quedaron truncas, la segunda parte en mera promesa, aunque su memoria, paradójicamente, se sostuvo.

En el último número de La Independencia, el del 31 de mayo de 1861, los redactores anunciaban la desaparición del periódico al tiempo que se dolían de la crisis que sufría el país —originada, a su juicio, en el rencor como regente de sus destinos—, y sostenían su certeza en que la tolerancia y la calma para dictar leyes serían las únicas salidas posibles. En la gacetilla de ese mismo número, advertían que su labor editorial persistiría con la publicación de El Artista, periódico literario dominical al que dedicarían de modo exclusivo todos sus esfuerzos editoriales y en el que anunciaban publicar, entre otras obras, la continuación de El hombre de la situación. El Artista, si es que logró sobrevivir a estos años agitados —no tengo noticia de ello; hay, sí, una revista de ese nombre, que apareció entre 1874 y 1875, dirigida por Jorge Hammeken y Mexía y Juan M. Villela, que no establece ninguna relación con La Independencia ni con el prospecto anunciado por ellos—, seguramente lo hizo durante un período muy breve y la novela de Payno no encontró su conclusión.

En el número 1 de La Independencia aparece, además del proemio a El hombre de la situación, un remitido firmado por Manuel Payno y fechado el 1 de marzo de 1861, en el que explica el proceso penal que sufre —cuyo origen explicaré adelante, y a propósito del cual, Payno está en ese momento a la espera de una resolución definitiva—, su paso por la cárcel y su posterior libertad bajo fianza. Hacia el final del remitido, nuestro autor anota:

Entretanto, como no estoy privado de ningún derecho político, hago uso del que la ley me garantiza y me concede para emitir mis opiniones en la prensa. Mi principal encargo en este periódico es llenar la parte literaria, y así poco participaré de la política, pero cuando algo de ella escriba, será bajo mi firma porque esto es más noble; más decente que no el buscar caminos ocultos y escusados para herir a mansalva a los funcionarios.

También se advierte, en el remate de este número, que Manuel Payno será el responsable por los artículos sin firma; ninguno de ellos, hay que decirlo, de índole literaria. La Independencia era un periódico eminentemente político: su tema central, no es extraño, fueron las Leyes de Reforma, la discusión a propósito de su naturaleza y las consecuencias de su aplicación. Es tal el interés en esta materia que el folletín de los últimos números del diario, una vez terminadas las entregas de la novela de Payno, estará consagrado por completo a la colección de las Leyes de Reforma que, se notifica a los suscriptores, se seguirá publicando aun después de muerta La Independencia, para completar el segundo tomo. El prospecto del folletín contemplaba publicar los proyectos sobre bienes eclesiásticos del doctor Mora, seguir con las leyes de 1833 y 1847, y continuar con decretos y circulares.

¿Por qué nos importa ahora, se preguntarán los lectores, una novela como la descrita, inconclusa, publicada en un periódico político de vida tan efímera y de escasos ejemplares ya como libro? ¿Qué nos ofrece este texto a quienes lo leemos 155 años después de publicado por primera ocasión? Payno ensaya algunas respuestas a estas preguntas en su proemio. Por mi parte, diré que si bien El hombre de la situación es una de las novelas menos leídas de Payno, se trata de uno de los objetos literarios más fascinantes de la época, precisamente por la historia de su escritura, por su accidental incompletud y por su escasa circulación. Muchas razones podrían explicar el aparente desdén de los lectores hacia esta obra, ninguna de ellas, por suerte, se relaciona con su calidad literaria. Al tratarse de un texto inacabado, y de la sombra que sobre él proyectaron El fistol del diablo (1845-1846) y Los bandidos de Río Frío (1892-1893), El hombre de la situación vivió, si no desconocida, por lo menos desatendida por sus lectores. Aunque Payno asegura que en su momento la novela tuvo buena acogida —y que hacerse de un ejemplar llegó a ser toda una proeza—, lo cierto es que su suerte fue caprichosa: su segunda novela es atípica, pero es Payno en una nuez, y ésa debería ser razón suficiente para leerla. En esta novelita, de apenas diecinueve capítulos, se narran las peripecias de tres generaciones de Fulgencios García Julio, cuyas aventuras se sitúan en el México colonial, hacia finales del siglo XVI-XVII<

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