Secretos de familia

Ingala Robl

Fragmento

Título

Agradecimientos

Al bisabuelo desconocido, excluido, que apareció en la vida de mi bisabuela; y a ella, porque tuvo el valor de tener a su hija, mi abuela, a finales del siglo XXI… ¡Sin él y ella yo no estaría en la vida ni ningún descendiente!

A mis dos parejas de abuelos: dos países, dos culturas, dos idiomas, dos religiones, dos familias de orígenes tan diferentes y que —según las constelaciones— se buscaron para resolver algo a través de sus hijos, mis padres, la multidimensionalidad entretejida en mi ser: Alemania y el Imperio Austro-Húngaro (posteriormente Checoslovaquia), y Praga, bella ciudad que me vio nacer.

A mis padres, con su romántica historia de amor, y su destino que fue tan difícil para mí devolvérselos. Ustedes están en mi corazón, ambos, de igual tamaño, lado a lado; son mis pilas y mi fuerza y me dieron un amoroso y leal hermano, con todo mi amor y con toda la honra.

A todas las personas desconocidas durante la guerra, quienes, de una manera u otra, hicieron algo para que esa beba de ocho meses viviera (no todo me habrá gustado).

A mis hijos por su amor, nobleza, integridad, sensibilidad y paciencia; ellos me han acompañado en el camino de reconciliación con mi destino, con mi familia de origen y hacia mi paz interna; y a su padre, con quien los tuve: ¡Gracias por los buenos tiempos (y por los otros también, que al fin y al cabo también me hicieron crecer) y por todo el apoyo siempre!

A nuestros nietos y todos los niños en este planeta. Ellos son el sentido de nuestro trabajo porque por nuestros hijos, nietos y futuros descendientes bajamos al “abismo”, a la “oscura noche”, al “rabbit hole” (la madriguera del conejo), para reconectar con nuestra esencia, con nuestros recursos y con nuestro propio destino, de una manera diferente, con más conciencia y más madurez.

A todos mis maestros y ángeles que siempre aparecieron en el momento correcto para señalarme el siguiente paso del camino: a Javier Estrada, y a todos los sanadores que me aceptaron como aprendiz y compartieron sus conocimientos conmigo, José Antonio Flores Orama, Claudio Naranjo, Estela Troya, Ignacio Maldonado, Esther Althaus, Flora Aurón, John Pierrakos, Ilse Kretzschmar, Alejandro Jodorowsky, Lorenz Wiest, Clara Maldonado, Martha Cabañas y tantos otros. ¡Gracias! Y, finalmente, al gran Maestro de las Constelaciones, Bert Hellinger, ante el cual me inclino con profunda y eterna gratitud, porque con una frase me sacó del lugar de la víctima, y me reconectó con mi verdadera esencia y mi fuerza.

A todos mis amigas y amigos, compañeros del camino que me han acompañado en las altas y las bajas, aceptándome tal como soy, a sabiendas que cuento con ustedes por lo que nos queda del camino y que ¡cuentan conmigo!

A mis colegas y mi equipo de colaboradores, juntos hemos construido este trabajo hermoso, y los reconozco en su diversidad.

En particular a todas las personas que tuvieron la confianza de trabajar conmigo: ustedes han sido mis maestros diarios, ustedes también han sido parte de los escultores que han trabado mi esencia y mi materia; con gratitud y humildad ante sus destinos.

A Concha Latapí mi reconocimiento por su escucha, inteligencia, compromiso y sensibilidad, y por sus ganas de exponerse al tema de las Constelaciones, que siempre tiene un profundo efecto sobre nosotros.

A Aurora —compañera y esposa del doctor Ernesto Lammoglia— que lo inspiró para que me invitara a escribir este libro.

Y a este amigo tan especial que es el doctor Ernesto Lammoglia, quien se abrió a este método innovador y tuvo la confianza en las Constelaciones y en mí, las vivió y, a través de sus propios cambios con gran resonancia en sus radioescuchas y en los televidentes, inspiró e invitó a más y más personas a echar una mirada a su historia familiar: con su grandeza, sus sufrimientos, sus limitaciones y sus enredos sistémicos, con su destino, incluyendo en el corazón a todos los miembros de nuestras familias, vivos y muertos, para reconciliarse y para estar en paz. Dedico este libro a todos los que estamos construyendo la paz en este maravilloso país, México, que me ha recibido con su amor y generosidad —como a tantos otros también— y al cual, con gratitud y humildad, he querido devolver algo de lo mucho que me ha dado y sigue dando.

INGALA ROBL
Cuernavaca, 2019

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