Novia que te vea

Rosa Nissán

Fragmento

Novia que te vea

2o año.

Todas las noches me hinco junto a la ventana, veo fijamente una estrella que a lo mejor es mi ángel de la guarda, digo el Padre Nuestro para Dios y el Ave María para la virgencita. Aunque sea hija de judíos, espero que alguno me siga todo el día como a mis compañeras de clase. Hoy pedí que no me cambien de escuela; quieren meterme a un colegio Guadalupe Tepeyac, no me dejes que me vaya por nada de este mundo y menos ahora cuando ya voy a pasar a tercero, el más difícil de la primaria. Sólo aquí y con tu ayuda podré pasarlo. Te prometo hacer lo que me pidas, cumplir con los mandamientos, ir los sábados al catecismo y el día que me muera seré el ángel de la guarda de quien tú me digas.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

A las ocho de la mañana antes de empezar a estudiar, se reza; juntamos las palmas de las manos cerca de la boca, cerramos los ojos y decimos la oración al mismo tiempo; se oye padrísimo. Con la mano derecha nos persignamos y nos sentamos a estudiar. Los pupitres son bonitos, la tapa se levanta y dentro guardamos los útiles. Yo tengo la contratapa decorada con estampas: en medio a Santa Teresita que me encanta, y en los cuatro lados, a otras virgencitas llenas de flores alrededor; me paso el día dándoles de besitos para que me cuiden.

Cuando cumplimos con las tareas o nos disciplinamos, las misses nos premian con otra estampita. Yo soy de las que mejor se portan y una de las que más tiene. Sólo que las escondo porque a mi mamá no le parecen. Eso sí, ve cómo me persigno en las mañanas. El otro día me dijo: “Preferiría que te salieras a la hora de los rezos”, pero yo no quiero; preguntarían por qué me salgo y además a mí me gusta rezar.

Ayer en el recreo estaban haciendo montoncitos de arena y al moverme para agrandar el castillo le pisé el suyo a una niña. Se enojó tanto que me echó tierra en los ojos y me gritó: “¡Judía!, ¡judía!”. Al oírla me asusté, la mayoría de las niñas no lo sabe. Se fueron juntando y en un ratito ya eran varias las que gritaban: “¡Ustedes mataron a Cristo!”, y me ponían la señal de la cruz casi en la cara mirándome como si yo fuera el diablo, y les grité: “¡Mentira!, no soy judía, digo mis oraciones y me confieso como ustedes”.

Ya es casi la una de la mañana. No puedo dormir; sigo viendo cómo me echan tierra.

El sueño del infierno me persigue. La semana pasada soñé lo mismo, el fuego regresa a visitarme a mi cama y se presenta una y otra vez. La oscuridad ilumina con llamas amarillas, olas de fuego anaranjadas y rojas, las tumbas se destapan como alcantarillas, la gente sale de ellas para caminar hacia donde está Dios. Él nos va a premiar o castigar. Sólo veo tapas que se abren, resucitados que empiezan a caminar. “El juicio final, ahí estaremos algún día —dijo la madre María—. Entonces sabremos si hemos ganado el cielo o si nos saldrán cola y cuernos.” Los que van al infierno harán cosas para que los niños se vuelvan malos.

Anoche bajaron los vecinos del dos y sacamos la lotería. Mi cartón tenía “el diablo” y perdí, porque el malvado no salió. Ese diablillo rojizo anduvo bailoteando con sus ojos maliciosos en mi sueño cuando era de noche: agarrado de un tenedor de fierro remueve las cenizas, va y viene, se mete por donde quiera, me ve de reojo, me enseña sus cuernos y el filo ardiendo de sus tenazas. A mí me da un miedo horroroso imaginar que ese día pudiera llegar. Ojalá que nunca venga. ¿Por qué tendremos que andar desnudos tantos y tantos muertos resucitados? A mí me da pena que me vean desnuda y tener que salir ese día sin nada y que me vean. ¡Qué castigo tan espantoso! Encontraré a esa gente que murió hace miles de años, Benito Juárez, Napoleón, Miguel Hidalgo y Costilla, mi otra abuelita, la Cenicienta, Cuauhtémoc. Y ¿cómo va a andar él, si le quemaron los pies? De seguro se va a levantar completito, dicen que para Dios nada es imposible y… a lo mejor resulta divertido, si me va a tocar conocer tanta gente, pero… ¿desnuda? ¡Ay, no!, ¡qué pena!, y ni con qué taparse.

Amarás a Dios por sobre todas las cosas. (Lo amo y le rezo).

No jurarás el nombre de Dios en vano. (Ya no voy a jurar, cuando jure algo que es mentira voy a hacer la cruz mal hecha, y el juramento no vale.)

Honrarás a tu padre y a tu madre.

Santificarás las fiestas.

No matar.

No fornicar. (Éste me lo salto, quién sabe qué quiere decir.)

No robar.

No levantar falso testimonio, ni mentir. (Mentiras digo poquitas, además es lo peor que le puedo decir a mi mamá.)

No desear la mujer del prójimo. (No entiendo, ¿cuál mujer?)

No codiciar las cosas ajenas. (Lo cumplo, nunca deseo lo que no es mío.)

Si tan sólo respeto esto, de segurito me voy a ir al cielo, lo que me da gusto es que los diez mandamientos son iguales para los judíos que para los católicos, ¡al fin algo igual!, los puedo repetir en la escuela igual que en mi casa, ¡siquiera! Es fácil cumplirlos, porque eso de irme al infierno es horripilante. Quiero irme al paraíso, seré un ángel como el de las estampitas, me gustaría parecerme a este de en medio y ser invisible. ¡Qué maravilla ser invisible!, estar en todos lados volando de aquí para allá, ver sin que me vean, ahora sí me podré acercar y llegar al oído de los niños y decirles: “¡No le hagas caso al diablo!, regálale tu domingo a ese viejito, presta tus colores aunque te rompan las puntas”. Dicen que por el oído izquierdo llega el diablo a decirle al niño que haga travesuras y por el derecho su ángel de la guarda le aconseja que sea bueno. Estos angelitos rubios vestidos de azul clarito con alas transparentes viven en el cielo y pueden ver a Dios, a la Virgen y a todos los santos y platicar con ellos. “Cruz, cruz, que se vaya el diablo y que venga Jesús.” Diablo panzón, no vengas conmigo, ¡vete!, ¡vete para siempre! Ya sé que estos diablillos son muy insistentes y a cada rato vuelven a tu oído y te dicen: “¡Róbale esa pluma, pégale a tu hermana, jálale la trenza, búrlate de ella!”; a veces te convencen, porque el diablo les enseña las mañas y son bien abusados.

Mis ropajes serán blancos, volaré de un lado a otro, aconsejaré el bien a los niños, no importa de qué país sean… Aunque no sé si me gustaría ser ángel de niño judío; escogeré un católico apostólico romano. Algún día iré camino al cielo, me brotarán alas de un material frágil como la carne de los pollos y de las nubes echaré cubetazos de agua para que los de abajo sientan llover.

Las niñas del salón reciben regalos y tienen fiestas dos veces al año: en su cumpleaños y en el santo, pero entre los judíos no se festeja el santo. La miss me preguntó cuándo es el mío. Lo único que se me ocurrió contestar es que le voy a preguntar a mi mamá. Santa Oshinica seguro no hay. Voy a buscar en el calendario; si hay santa Eugenia, ya me salvé.

Como vivimos en la calzada de Guadalupe podemos ver las peregrinaciones que pasan todos los días hacia la Basílica, viene

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