Percy Jackson y los dioses griegos (Percy Jackson)

Rick Riordan

Fragmento

9788415631187-3

Introducción

Espero que esto sirva para subirme la nota.

Un editor de Nueva York me pidió que escribiera todo lo que supiese sobre los dioses griegos, y yo le dije: «¿Puede ser anónimo? Porque lo único que me falta es que los dioses del Olimpo se enfaden otra vez conmigo.»

Pero si os ayuda conocer a los dioses griegos y saber cómo sobrevivir a un encuentro con ellos si alguna vez os los topáis, pues supongo que escribir todo esto será mi buena obra de la semana.

Por si no me conocéis, me llamo Percy Jackson. Soy un semidiós contemporáneo —un hijo de Poseidón medio dios, medio mortal—, aunque no pienso hablar mucho de mí. Mi historia ya se ha contado en varios libros que son completamente ficticios (doble guiño) y yo no soy más que otro personaje de la historia (estooo, sí, ya).

Tened paciencia conmigo mientras os hablo de los dioses, ¿vale? Hay como chorrocientas mil versiones distintas de los mitos, así que no os pongáis en plan: «Oye, que a mí me lo han contado de otra manera, ¡te has equivocado!»

Voy a contaros las versiones que me parecen más lógicas. Os prometo que no me invento nada. Todas estas historias las he sacado directamente de los griegos y romanos que las escribieron por primera vez. Creedme: no sería capaz de inventarme cosas tan raras.

Bueno, allá vamos. Primero os hablaré de cómo se creó el mundo. Después haré una lista de dioses y os contaré un poquito sobre cada uno de ellos. Sólo espero que no se lo tomen a mal y acaben incinerándome antes de que…

¡Aaaaaaaahhhhhh!

Era broma. Sigo aquí.

En fin, empezaré por la historia de la creación según los griegos; una historia bastante complicada, por cierto. Poneos las gafas de seguridad y el chubasquero, que va a haber sangre.

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El principio y eso

Al principio de todo, yo no estaba. Tampoco creo que estuvieran los antiguos griegos. Nadie tenía papel y boli para tomar notas, así que no puedo jurar que lo que sigue sea cierto, pero sí puedo aseguraros que esto es lo que los griegos creían que pasó.

Al principio había poco menos que nada. Mucha nada.

El primer dios, por llamarlo de algún modo, fue Caos: una bruma lúgubre y espesa con toda la materia del cosmos flotando a la deriva. Un dato técnico: caos significa, literalmente, «espacio que se abre», y no estamos hablando de la inauguración de ningún centro comercial ni nada por el estilo.

Al final, Caos se volvió menos caótico. Quizá se aburriera de ser tan lúgubre y brumoso. El caso es que parte de su materia se agrupó y solidificó para formar la tierra, y ésta, por desgracia, desarrolló una personalidad propia y se hizo llamar Gea, la Madre Tierra.

Bueno, pues Gea era de verdad la tierra, es decir, las rocas, las colinas, los valles… el lote completo. Sin embargo, también podía adoptar forma humana y le gustaba pasear por la tierra —vamos, pasear por en­cima de sí misma— bajo la apariencia de una mujer madura con un vaporoso vestido verde, cabello negro rizado y una plácida sonrisa en el rostro. Sonrisa que en realidad ocultaba un carácter bastante desagradable, como veremos enseguida.

Después de pasar mucho tiempo sola, Gea levantó la mirada hacia la nada brumosa que cubría la tierra y se dijo: «¿Sabes qué estaría bien? Un cielo. No me vendría nada mal un cielo. Y sería un puntazo que además fuera un hombre guapo del que pudiera enamorarme, porque me siento sola aquí abajo con tanta roca.»

O Caos la oyó y cooperó o, simplemente, fue obra de la voluntad de Gea. Sobre la tierra se formó el cielo, una bóveda protectora que era azul por el día y negra por la noche. El cielo se hizo llamar Ouranos, que es otra manera de escribir Urano. No hay forma de pronunciar ese nombre sin que alguien se ría por lo bajo y piense en cierta parte del cuerpo. Es que suena mal, y punto. ¿Por qué no eligió un nombre mejor, como Heraldo de la Muerte o José? Pues ni idea, aunque quizá eso explique por qué Urano estaba siempre de morros.

Como Gea, Urano podía adoptar forma humana y visitar la tierra, lo cual era bueno, porque el cielo queda muy arriba y las relaciones a distancia nunca funcionan.

En su forma física era un tío alto y musculoso, de pelo oscuro tirando a largo. Iba cubierto sólo con un taparrabos y la piel le cambiaba de color: a veces era azul con dibujos de nubes sobre los músculos y, a veces, oscura con estrellas resplandecientes. En fin, Gea lo soñó así, no me echéis a mí la culpa. Encontraréis imágenes suyas con una rueda del zodiaco en la mano, lo que representa todas las constelaciones que surcan el cielo una y otra vez, por toda la eternidad.

En cualquier caso, Urano y Gea se casaron.

¿Y fueron felices y comieron perdices?

Pues más bien no.

Parte del problema fue que a Caos se le fue un poco la mano con lo de crear y, en su lúgubre bruma, pensó: «Oye, tenemos tierra y cielo. ¡Qué pasada! ¿Qué más podría hacer?»

No tardó en crear todo tipo de problemas, y al decir problemas me refiero a dioses. El agua extraída de las brumas de Caos se acumuló en las zonas más profundas de la tierra y formó los primeros mares, que, como es natural, desarrollaron una conciencia propia: el dios Ponto.

Entonces, Caos se volvió loco de verdad y pensó: «¡Ya sé! ¿Qué tal una bóveda como la del cielo, pero en el fondo de la tierra? ¡Sería genial!»

Así que apareció otra bóveda bajo la tierra, aunque ésta era oscura, turbia y poco agradable, en general, ya que siempre quedaba oculta a la luz del cielo. Y ése fue Tártaro, el Pozo del Mal; como podéis imaginar por el nombre, cuando desarrolló una personalidad divina no ganó ningún concurso de popularidad.

El problema era que tanto a Ponto como a Tártaro les gustaba Gea, lo cual sometió a cierta presión la relación de ésta con Urano.

Unos cuantos dioses primordiales surgieron en el mismo plan, pero me harían falta varias semanas para nombrarlos a todos. Caos y Tártaro tuvieron una hija juntos (no me preguntéis cómo, que no tengo ni idea) a la que llamaron Nyx, la encarnación de la noche. Después, Nyx, ella solita, vete a saber cómo, tuvo una hija llamada Hemera, que era el día. Esas dos nunca se llevaron bien porque eran tan diferentes como… bueno, ya sabéis.

Según algunas historias, Caos también creó a Eros, el dios de la procreación… En resumen, dioses mamás y dioses papás que tuvieron un montón de dioses bebés. Otras historias cuentan que Eros era el hijo de Afro­dita. Ya llegaremos a ella. No sé cuál es la versión correcta, pero sí sé que Gea y Urano empezaron a tener hijos juntos… con resultados muy distintos.

Primero tuvieron un lote de doce: seis chicas y seis chicos, llamados titanes. Parecían humanos, aunque eran mucho más altos y fuertes. Pensaréis que doce hijos son más que suficientes para cualquiera, ¿no? Vamos, que con una familia tan grande casi que tienes un reality show para ti solo.

Además, tras el nacimiento de los titanes

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