Guía clasificada del campamento mestizo

Rick Riordan

Fragmento

guia_clasificada_del_campamento_mestizo-2

NOCHE DE CINE

Percy Jackson

Hola, colega. Aquí Percy Jackson. Igual me conoces por ser el tío que ayudó a salvar el mundo de la destrucción total... dos veces. Aunque no es que lleve la cuenta, ¿eh? A mí me gusta considerarme sencillamente un semidiós griego más, con la suerte de haber encontrado el Campamento Mestizo.

Si puedes leer esto, ¡sorpresa! Lo más probable es que también seas un semidiós. Y eso es porque sólo los semidioses —y unos pocos mortales especiales, como mi madre y Rachel Elizabeth Dare— pueden leer lo que de verdad está escrito aquí. Para el resto del mundo, este libro se llama Una historia completa del pavimento y va de... bueno, eso debería ser obvio. Podéis agradecer a la Niebla la elección del tema.

Así que lo más probable, mi querido semidiós, es que ahora mismo te dirijas al campamento con tu sátiro guía. O igual ya has llegado y estás leyendo esto con la esperanza de que te calme los nervios. Yo diría que tienes un cincuenta por ciento de posibilidades de conseguirlo.

Pero me voy por las ramas. (Suelo hacerlo: tengo TDAH, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, fijo que sabes lo que es.) Lo que tengo que hacer es explicar a santo de qué surgió este libro.

Hace unos cuantos meses, Quirón, o sea, el centauro inmortal que es también director de actividades en el campamento, tuvo que ir a rescatar a dos semidioses no reconocidos y a su sátiro guía. (El sátiro se había pringado en cierta situación; tardó días en lograr limpiarse el pelaje.) En fin, que Argos, nuestro guardia de seguridad residente y chófer a tiempo parcial, llevó a Quirón a su misión porque... a ver, ¿te imaginas a un centauro conduciendo un todoterreno? (¿Sí te lo imaginas? Mmm... A lo mejor eres hijo de Hipnos y lo has visto en un sueño.) El director del campamento, el señor D (también llamado Dioniso, el dios del vino) estaba desaparecido en combate, de manera que los semidioses nos quedamos solos.

—No destruyáis el Campamento Mestizo en nuestra ausencia —fue la instrucción que nos dejó Quirón. Argos se señaló los ojos con dos dedos y luego nos señaló a nosotros. Aquello le llevó un rato, puesto que tiene cien ojos, pero captamos el mensaje: «portaos bien o...».

Total, que nos dedicamos a nuestras rutinas habituales: prácticas de combate, prácticas de voleibol, prácticas de tiro con arco, prácticas de recogida de fresas (no quieras saber), prácticas de escalada en el muro de lava... Ya verás que aquí practicamos un montón. Y habríamos pasado la velada también como siempre, cantando alrededor de una hoguera, de no haber sido por un comentario que Nico di Angelo soltó así tontamente en la cena. Estábamos hablando de los cambios que cada uno introduciría si dirigiéramos el campamento y Nico dijo:

—Yo lo primero que haría es ahorrar el suplicio de la película de orientación a los pobres semidioses novatos.

Todas las conversaciones cesaron de pronto.

—¿Qué película de orientación? —preguntó Will Solace.

Nico parecía desconcertado.

—Pues ya sabéis... —Volvió la cabeza a un lado y otro, claramente incómodo al ver que todos lo miraban. Por fin carraspeó y cantó con una musiquilla pega­diza—: «Deja entrar a los semidioses, extravía a los monstruos letales, protege a los mestizos y detiene a los mortales. Es mágica y es de niebla y rodea el campamento. ¡La frontera es todo un invento!»

Durante la última parte marcó el ritmo con las palmas, aunque sin muchas ganas. Nos lo quedamos mirando en silencio, estupefactos.

—Nico. —Will le dio a su novio unas palmaditas en el brazo—. Estás asustando a la peña.

—Más de lo habitual —masculló entre dientes Julia Feingold.

—Venga ya —protestó Nico—. Todos habéis oído esa canción insoportable, ¿no? Es de Bienvenidos al Campamento Mestizo.

Nadie contestó.

—De la película de orientación —insistió Nico.

Todos nos encogimos de hombros.

Nico lanzó un gruñido.

—¿Me estáis diciendo que acabo de cantar delante de todos y que... soy el único que ha visto esa película absurda?

—Por lo menos de momento —dijo Connor Stoll, y se inclinó hacia delante con una chispa de malicia en los ojos—. ¿Y dónde, exactamente, viste esa obra maestra del cine?

—En el despacho de Quirón, en la Casa Grande.

Connor empujó su silla hacia atrás, apartándose de la mesa, y se puso en pie.

—¿Adónde vas? —preguntó Will.

—Al despacho de Quirón, en la Casa Grande.

Annabeth Chase (mi maravillosa novia, hija de Atenea) frunció el ceño con suspicacia.

—Connor... el despacho de Quirón está cerrado con llave.

—¿Ah, sí? —Connor entrelazó los dedos y se chasqueó los nudillos—. Ya lo veremos. —Se volvió entonces hacia Harley, hijo de Hefesto, un niño de ocho años notablemente musculoso—. ¿Te vienes? Puede que necesite ayuda con el proyector.

—¡Un proyectil! ¡Sí! —Harley levantó el puño.

—Un proyector —lo corrigió Connor—. Y lo único que tiene que hacer es pasar la película: nada de modificarlo para que explote ni de convertirlo en un robot asesino.

—Oooh —gimió Harley ceñudo y desilusionado, pero a pesar de todo se fue detrás de Connor hacia la Casa Grande.

Yo miré un momento a Nico.

—Mira la que has armado.

Él resopló.

—¿Y yo qué culpa tengo? ¿Qué quieres que haga, detenerlos?

—¿Detenerlos? —dije sonriendo—. Qué dices, tío: creo que deberíamos ir a por palomitas.

Una hora más tarde nos reunimos en el anfiteatro para ver Bienvenidos al Campamento Mestizo. Connor y Harley habían conseguido montar la pantalla y el proyector sin percances relacionados con explosiones ni robots asesinos, cosa que agradecí. Me imaginé que se trataría de la típica película de orientación: una monótona voz en off; un tour por el campamento; semidioses felices a su rollo, fingiendo que las cámaras no existen... Y entonces aparecieron los créditos de apertura.

—Huy —murmuró Will—, esto va a ser... interesante.

Resultó que el genio creativo responsable de la película era el padre de Will: el dios Apolo, lo cual quería decir que aquélla no sería la típica película de orientación, ¡qué va! Como no tardamos en descubrir, Apolo había escrito, dirigido, producido, presentado y protagonizado... un espectáculo de variedades.

Para los que no sepáis lo que es un espectáculo de variedades, imaginad un concurso de talentos pero a lo bestia, con sus risas enlatadas, sus aplausos pregrabados y una dosis monumental de ñoñería. Nos tiramos una hora muertos de vergüenza ajena, viendo a Apolo y a nuestros predecesores semidioses cantar y bailar, recitar poesía, actuar en numeritos cómicos y canturrear juntos en un grupo llamado el Coro de la Lira. Naturalmente, Apolo era el protagonista de la mayoría de los números. En uno de ellos aparecía sin camisa y bailando con un hula-hop entre sátiros que hacían cabriolas con unos bastones de los que colgaban largas cintas de colores... Eso ya no hay quien se lo borre de la retina:

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos