Recen por él

Marcelo Larraquy

Fragmento

PRÓLOGO

Este libro comenzó a escribirse pocos días antes de que Jorge Mario Bergoglio fuese elegido Pontífice el 13 de marzo de 2013. Fue a partir de una conversación con Matteo Marani, la noche del 8 de marzo. Habíamos terminado de cenar y estábamos en la heladería. Era una de las últimas noches de verano. Matteo había venido al país para hacer entrevistas sobre un tema con el que trabajaba hacía algunos años: “Mi objetivo es buscar una relación clara entre el Mundial 78 y la P2”, me dijo.

El dato sobre el que había avanzado era que la P2, a través de la federación italiana de fútbol, había influido en la designación del árbitro de la final entre Argentina y Holanda a fin de favorecer a la Argentina para que ganase el Mundial si fuese necesario.

Esa tarde habíamos ido al archivo del diario Clarín en busca de las fotos para ver si Liccio Gelli, el jefe de la logia Propaganda 2 (P2),  aparecía entre los que festejaban en el salón del Hotel Plaza de Retiro el domingo, después del partido. También buscamos si su nombre se había escapado en la crónica. No encontramos nada.

Fue esa misma noche en que se me ocurrió preguntarle por el papa Benedicto XVI. Su renuncia me había llegado durante los días finales de escritura de Los 70, una historia violenta y no había participado mucho del tema. No sabía por qué había dejado su pontificado, más allá de las noticias que ya había leído en los diarios. Suponía que Matteo, siendo periodista, director del Guerin Sportivo e italiano, tendría referencias más cercanas.

“Se dice —se dice, remarcó— que su renuncia tendría que ver con la desaparición de Emanuela Orlandi. El Vaticano tiene información de que los antropólogos habrían encontrado sus huesos junto a los de un mafioso en la tumba de una iglesia, la iglesia Sant’Apollinaire”.

No sabía quién era Emanuela Orlandi. Se lo pregunté. “Es una chica que desapareció hace casi treinta años, ciudadana vaticana, hija de un empleado. Ahora se investiga la participación de la mafia en esa desaparición y la relación de Wojtyla…”, me explicó.

La historia me sorprendió. No imaginaba que el Vaticano pudiera tener entre sus ciudadanos a una persona desaparecida. Nos despedimos.

La semana siguiente, el miércoles 13 de marzo, Jorge Bergoglio fue designado Papa y uno o dos días después, por la mañana, me encontré con la abogada Alicia Oliveira, que había sido amiga suya en los años setenta y lo conocía de la Universidad del Salvador.

En el equipo de investigación del diario estábamos preparando un suplemento de 48 páginas para publicar el domingo; yo había empezado a trabajar el artículo que describía sus años en la Compañía de Jesús. Buscaba algunos testimonios y, sobre todo, algunas precisiones para delimitar qué había sucedido con los dos sacerdotes de la Orden secuestrados en el Bajo Flores cuando Bergoglio estaba al frente de la Orden. Escuchando el relato de Alicia sobre los jesuitas, la militancia en esas villas, cómo había sido la redada del secuestro y el perfil que me trazó sobre Bergoglio en su mediana edad, me pareció que tal vez habría algo más que me pudiera interesar. Creo que si existió una pequeña señal sobre la posibilidad de hacer el libro fue en esa charla de dos horas en el bar de Humahuaca y Medrano.

Pasaron dos semanas y la idea me parecía atractiva aunque todavía no era más que un pensamiento, una idea menor. Hasta que me decidí. Había varios elementos: la información de Matteo, el relato de Oliveira y el mundo que podía desarrollarse en la Santa Sede a partir de la elección de Bergoglio como Papa.

A partir de entonces requerí ayuda a Fernando Soriano, periodista de Clarín, y empecé a organizar la información que obtuviese en diversos núcleos. A la siguiente semana ya había anotado algo básico: su infancia, su formación jesuita, su participación en las villas con los curas, su provincialato en el gobierno de la Orden, su relación con la política, que incluía sobre todo a Néstor Kirchner, su actuación en los años setenta, sus viajes de formación teológica en el exterior y mucho más.

A todo esto debería adicionarle la búsqueda de información en Roma. Con Fernando comenzamos un raid de entrevistas en torno a la Compañía de Jesús, la Universidad del Salvador, con sacerdotes de distintas pastorales, amigos, enemigos, que habían compartido distintos momentos de la vida de Bergoglio. Mientras tanto, avanzaba con la lectura de libros italianos sobre el Vaticano que empezaban a llegar a casa.  

Enseguida surgieron nudos en la investigación. El tema más intrigante —que por primera vez está desarrollado en una investigación— es cómo fue su provincialato y por qué fue apartado por la nueva Curia de la Compañía de Jesús. Algo más: cómo un sacerdote de 55 años que parecía abandonado por su orden logró incorporarse al clero diocesano y, en una constante y meteórica carrera, llegó a ser cardenal de Buenos Aires. Había otro punto de giro más: su designación como Papa.

Para entonces, el libro tomaría una arquitectura definitiva, que es la finalmente publicada.

En la primera y segunda partes del libro se abordan su infancia, el desarrollo de su formación jesuita, los vaivenes de su provincialato, la vida interna en el Colegio Máximo y la Compañía de Jesús, la cesión de la Universidad al grupo Guardia de Hierro, su reflujo, el período de su “gran crisis interior”, como él define, y su resurrección, rescatado por el cardenal Quarracino, facilitador de su designación como obispo auxiliar de Buenos Aires y luego como cardenal.

En la tercera parte del libro se recorre el Vaticano por dentro, con las internas de la Curia romana, la decisión de Bergoglio de apartar a los cardenales y gobernar con un puñado de hombres. Los secretos, misterios y omisiones que jamás salen fuera del muro en medio de la revolución que está generando su mensaje como Pontífice.

Un libro. Ni más ni menos que la historia de un cura que al final de su carrera eclesial es designado jefe de la Iglesia Universal.

INTRODUCCIÓN
El Cónclave

Se hizo referencia a la evangelización. Es la razón de ser de la Iglesia: “La dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Pablo VI). “Es el mismo Jesucristo quien, desde dentro, nos impulsa.”

En la Congregación General desarrollada en la Sala Nueva del Sínodo de Obispos del Vaticano, con un papel manuscrito en tinta negra, el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio leyó su texto delante de doscientos cardenales, de los cuales ciento quince se disponían a e

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