Vida después de la muerte

Esteban Cruz Niño

Fragmento

Hombres semidesnudos susurraban sortilegios sobre el cuerpo del difunto en la parte más sagrada del templo. Un habitáculo oscuro donde la única luz provenía de lámparas de aceite. Ya habían pasado setenta días desde su fallecimiento. Su cuerpo había sido embalsamado con sales de natrium y otros ungüentos, cuya receta solo conocían los sumos sacerdotes. Los familiares y amigos esperaban afuera del recinto, ya que a la parte más sagrada solo podían entrar los hombres puros para estar en contacto con el espíritu de antiguos y poderosos dioses. Después de una ceremonia que duraba días se recitaban por fin las últimas palabras: “Que su oído escuche, que su nariz respire, que su lengua hable y su boca pronuncie hermosas palabras en la morada del cielo inferior”. Tras este último rezo, el que aparentemente estaba muerto ya estaba preparado para seguir con su vida en el más allá, en tierras ignotas para los vivos. Una travesía hacia lo desconocido que todos, un día, emprenderemos.

No podemos entender la civilización egipcia sin su obsesión por el paso al más allá. Por la creencia firme de que la muerte no es más que el principio de algo que desconocemos; un viaje hacia otra existencia que puede ser más plena y reconfortante que la que hemos tenido en esta vida. Los rezos para ese tránsito se escribieron hace miles de años en el famoso Libro de los muertos, para que el poder de estas palabras quedara para la eternidad. Sin embargo, esta creencia, esta convicción, no solo es propia de los antiguos habitantes de las orillas del río Nilo: todas las culturas del mundo, todas las religiones, por muy diferentes que sean, nos presentan ese paso a un más allá. El viaje no suele ser fácil, ya que en esa dimensión desconocida podemos encontrar desde demonios hasta todo tipo de seres oscuros que pueden confundirnos y hacer que nuestro intento sea en vano. En este mismo sentido, dentro del budismo tibetano encontramos el Bardo Thodol, su particular libro de los muertos, donde se señala que el alma del difunto permanecerá cuarenta y nueve días en un limbo repleto de peligros. Pruebas que tendremos que sortear antes de que comience para nosotros una nueva vida.

En todas las religiones se nos habla de un más allá palpable; sin embargo, el camino hacia este es muy diferente, según la parte del mundo en que nos encontremos.

Hoy en día, cuando la ciencia se ha impuesto como la nueva religión de la racionalidad, hablar sobre este tipo de creencias o hechos puede ser incluso mal visto por los que ahora se autoproclaman valedores de la verdad. Pero por mucho que esta censura científica se empeñe en moldear lo que deberían ser nuestras nuevas convicciones, jamás conseguirá que los seres humanos dejemos de hacernos preguntas. Cuestionarnos qué hay más allá de la vida, indagar sobre ello a través de la misma ciencia, de nuestra fe, del conocimiento y de las antiguas creencias, es intrínseco al ser humano. Es por esto que cada vez más científicos son capaces de adentrarse en estas aguas, todavía turbias, aunque sean criticados por muchos de sus colegas.

Este es, por ejemplo, el caso del bioquímico y médico Ian Stevenson, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Virginia y director de la división de estudios de la percepción de la misma institución. En su trabajo como psiquiatra estudió varios casos de niños que le hablaban de vidas anteriores, pero no de una forma vaga, sino dando todo tipo de detalles. El investigador empezó entonces a viajar por el mundo, comprobando que los recuerdos de otras vidas en muchos de sus pacientes eran reales. Dedicó décadas a esta tarea y publicó varios libros con los casos más contundentes. Ser heterodoxo tiene sus castigos, y sus obras fueron muy criticadas, pero aun así falleció en 2007 cuando continuaba con su labor docente en la universidad. La verdad, los hechos, la investigación y la lógica a veces pesan más que la censura de una parte de la ciencia.

Aunque la ciencia haya entrado en nuestras vidas, tal y como demuestra la obra del doctor Stevenson, la discusión sobre qué pasa después de que dejamos este mundo será tan eterna como lo viene siendo desde que fuimos un mono desnudo que comenzó a pensar.

Desde mi punto de vista, la muerte no es un castigo, es una bendición. Para empezar, es el acto más democrático que Dios creó, pues da igual tu riqueza, tus actos, tu físico, tu fe… hagas lo que hagas en la vida, al final morirás. Y la muerte deja paso a lo nuevo: el universo está en un continuo cambio que se produce gracias a que todo tiene un comienzo y un final. Es lógico que nos intrigue, y que nos hagamos continuamente preguntas sobre ese alfa y omega que es parte inherente del mundo en que vivimos.

Quiero decirles en estas líneas que yo no creo en la muerte, porque investigué la magia egipcia, caminé por los templos más antiguos que se conocen en Göbekli Tepe (Turquía), visité el monte Moriah en Jerusalén, y allí mismo, el Santo Sepulcro… Así como otros lugares que nos dejan el mismo mensaje: esta vida no es más que un tránsito hacia algo que no conocemos todavía. Y creo que tanta sabiduría, tanto conocimiento, no son obra de estúpidos ni una cuestión de superchería.

Antes de comenzar a leer este libro, escudriñen su alma, hablen en silencio con sus sentimientos, con ese saber atávico que todos llevamos dentro. Y si su intuición les dice lo mismo que a mí, arranquen a leer sin miedo. Porque obras como esta no solo nos muestran otras realidades que están ahí, y que son palpables. Nos devuelven a lo que somos, a ese hombre desnudo que conquistó el mundo y que no temía a hacerse preguntas sobre todo lo que lo rodea; cuestionarse sin límites, indagar sobre lo que nos inquieta sin miedo a lo desconocido. Porque también sobre lo desconocido podemos arrojar una luz que le dé sentido a nuestra existencia.

Mi buen amigo Esteban Cruz es de esas personas de formación científica que, como otros que cambiaron la historia, no les tienen miedo a las críticas. Lo admiro porque se sigue emocionando como un niño cuando descubre cómo lo imposible se puede convertir en real. Les mostrará en las siguientes páginas una serie de hechos, relatos y entrevistas que les harán plantearse cuál es nuestro verdadero final. Testimonios, datos de expertos de fama mundial y de otras personas que un día simplemente se toparon con una certeza que cambió sus vidas para siempre. Un libro que despertará sus conciencias, una visión distinta del mundo en que vivimos, que ya compartieron nuestros antepasados hace miles de años. No hay que temerle a otra visión de la realidad, es mucho mejor que seguir caminando ciegos en un mundo sin sentido.

JUAN JESÚS VALLEJO

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