Ser mamá

Jeannette Torres

Fragmento

Prólogo

Todo el que nos conoce sabe que mi hermana Jinny y yo somos como uña y carne. Aunque hay cuatro años de diferencia (y sin entrar en detalles de quién es mayor), tenemos una conexión como si fuéramos gemelas. Así como cuentan que las mellizas sienten lo que a cada una le está pasando aunque estén distanciadas, nosotras sabemos y sentimos lo que la otra está sintiendo en cualquier momento.

Y no es para menos. Desde que tenemos uso de razón, vivíamos, como dicen en Puerto Rico, pegadas de la cadera. Lo compartíamos todo: nuestro cuarto pequeñito, la cama donde dormíamos juntas todas las noches, la sábana, nuestra ropa; en fin, todo. Quizás vivir en una humilde casita de madera, en el campo, sin lujos y rodeadas de animales y verdor, nos hizo ser tan apegadas.

Jinny siempre ha sido mi paño de lágrimas y yo el de ella. Pero de las dos, es ella la más fuerte; convirtiéndose así en mi roca y mi guía en cada situación fuerte que he sobrepasado.

En 1992, mi vida cambió por completo cuando me convertí en Miss Puerto Rico y para todos nosotros era una experiencia nueva y de mucho aprendizaje. Porque créanme, para una familia humilde del campo de Toa Alta, este nuevo mundo del show business era algo muy ajeno. Un mundo totalmente nuevo.

A pesar de todas estas alegrías y experiencias nuevas que estábamos viviendo, nada nos preparó para una de las etapas más fuertes que enfrentaríamos..., la separación.

Aunque ganar Miss Universo le trajo un inmenso orgullo a nuestra hermosa isla de Puerto Rico y a nuestra familia, también nos partió el corazón saber que ya no viviría con ellos. En especial, que ya no estaría más día y noche compartiendo con mi hermana nuestras historias cotidianas y nuestros cuentos del corazón. Ya no estaríamos limpiando y cocinando por las tardes. Ya no estaría tratando de enseñarla a bailar, ni tendríamos más mañanas de domingo acostados todos juntos con papi y mami, riéndonos a carcajadas de cualquier cuento que hacía mi papá. Ya no sería más la estudiante sentada en una de las cuatro sillas de metal del balcón mientras Jinny, en los tacos de mi mamá, era la maestra y usaba la puerta de madera como pizarra.

Nuestra separación física fue muy difícil para las dos, pero sé que para Jinny este vacío fue mucho más fuerte.

Por cuestiones de trabajo, me fui a vivir a Filipinas, país que se convirtió en mi hogar por cinco años. Y aunque me encontraba a miles de millas de distancia, nuestras conversaciones siempre nos mantuvieron cerca. Sabía que, al levantar el teléfono, Jinny siempre estaría ahí para mí, para escucharme, para sacarme una sonrisa; pero, sobre todo, para darme consejos. Su opinión siempre ha sido ese impulso que, a veces, necesito tener para lanzarme a hacer aquello que, de otra forma, quizás no me atrevería a hacer.

Jinny se concentró, al igual que mis hermanos, en sus estudios. Trabajó de forma muy determinada para convertirse en consejera para la salud mental; terminó su bachillerato en psicología y su maestría en Mental Health Counseling. ¿Y cómo no? Si es lo que ha hecho toda su vida: escuchar, aconsejar y ayudar a ver las cosas desde una perspectiva diferente.

Una vez convertida en madre, y aunque Jinny no lo era todavía, su amor incondicional a mi primer hijo fue de admirar. Como ella siempre ha dicho: “Kitian es mi primogénito”. Estos fueron los tiempos en que más cerca la quería tener. Recuerdo que cuando salí con Cristian del hospital, la enfermera me dio un paquetito de pañales y unos pañuelos para envolverlo. Mi cara fue de miedo y dije: “¿Cómo así? Pero tengo demasiadas preguntas, ¿y si hago algo mal? Y si tiene dolor, ¿cómo lo sé?”. Básicamente, sus instrucciones fueron: cómo cargarlo, alimentarlo, envolverlo y que solo lo bañara con pañitos hasta que el ombligo se le cayera… ¡Muchas gracias y bye!

Realmente, los niños no vienen con un manual de instrucciones y mucho menos existe un manual de cómo ser mamá.

Los consejos y técnicas, cómo disciplinarlos y hablarles, las diferentes ideas, sugerencias y ejemplos los he aprendido de mi hermana, que a su vez los ha asimilado a través de años y años de estudio y, por supuesto, de nuestra Reina Madre.

Hasta escribimos nuestro primer libro juntas: Casada conmigo: cómo triunfé después del divorcio. Un libro de autoayuda para personas que están pasando por momentos difíciles, desde mi perspectiva de alguien que estaba viviendo cada etapa de un divorcio y la de Jinny, como experta en salud mental, aconsejando, sugiriendo y dando ejemplos de cómo manejar cada una de esas etapas. Y era precisamente lo que queríamos ofrecer. Porque cuando yo pasé por mi divorcio, no existía un libro que me hablara a mí como una amiga o una hermana, que me ayudara a entender y sobrepasar lo que estaba viviendo.

Jinny siempre ha sido esa mejor amiga que te escucha con paciencia y te aconseja en cada situación con ejemplos reales, consejos y técnicas que siempre vas a entender. Tiene una facilidad de palabra sin igual. Es por eso que no solo ha sido invitada a programas de televisión, como Despierta América, para hablar de temas referentes a niños y padres, sino que ha sido nombrada embajadora de Discovery Familia, para hablarles a las madres hispanas que viven en los Estados Unidos. También ha sido la autora de la columna “Ser Mamá” de People en Español durante más de 10 años. Todo por la misma razón: la manera en que te habla es muy real, personal y sincera.

Es por esto que hoy me siento más que orgullosa de mi hermana y su nuevo libro. Porque ser mamá y balancearlo todo —el trabajo, los hijos, el tiempo, una pareja y todo los que las madres hacemos en el día a día— no es nada fácil. Y Jinny tiene ese don de darse a entender y dejarnos saber que, en esto, no estamos solas.

A veces pienso que he sido muy bendecida por tener a mi hermana en mi vida... Hoy puedo decir que esa mejor amiga que te da ese consejo tan necesario, entendiendo lo que haces, apoyándote y ayudándote a convertirte en la madre que siempre soñaste ser para tus hijos; esa hermana que siempre he tenido yo, la tienes tú ahora en este libro.

Muchas veces nos han mencionado lo mucho que nos queremos mi hermana y yo. Tenemos amigas que admiran nuestra relación, a quienes les hubiese gustado tanto haber tenido una relación tan especial como la nuestra. Pues, desde hoy, la comparto con ustedes.

Y a ti, Jinny, te digo que has sido en mi vida un ángel en la Tierra. Que te amo con toda mi alma y te agradezco tu paciencia al escucharme mientras haces tus pechugas o pasta o arroz con gandules. No importa lo cansada que estés o las siete cosas que estés haciendo en ese momento.

Y si tu corazón con cicatrices sanó lentamente cuando me fui a vivir fuera de Puerto Rico, y a la vez se llenaba de un orgullo enorme por mí y todo lo que hacía, hoy quiero que sepas que soy yo la que vive orgullosa de ti y de todo lo que tú has logrado hacer. Por ser una madre excelente, con una paciencia inigualable, poniendo siempre a tus hijos y sus

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