Índice
Portadilla
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Dedicatoria
Cita
De la credibilidad que me otorga sumar cien años de vida
Crónica de mi desasosiego
De la importancia de que conozcas mi propia historia antes de aventurarte en la de quienes te interesan
Óscar Pupo nace con el siglo, aumenta la fortuna familiar y, cincuenta años después, convierte su casa en sitio de bohemia
De cómo narré la historia de amor de Ovidio Palmera y Alix Pineda, los padres de Ricardo
El señor B. esboza las primeras influencias de Ricardo Palmera Pineda
De cómo conocimos «la civilización» entre 1920 y 1940
La década del cincuenta: entre carnavales y amores
Donde te cuento cómo somos en este pueblo
Ricardo Palmera se traslada de Bogotá a Cartagena y de Cartagena a Valledupar a imponer la moda antes de los setenta
Que trata de la historia de cómo conocimos el delirio del dinero con el Auge y La Gran Quiebra del Algodón y, varias páginas más allá, de cuando nos inventamos un departamento, en un lapso que recorre veinticinco años: de 1960 a 1985
Ricardo pierde a sus amigos
Donde les cuento la importancia que acuñó López Michelsen en esta tierra de juglares
El Papa Tovar a partir de 1975
Donde culpo a la política —y, mucho más: a la dirigencia política— de todos nuestros males
Historia de Ricardo a principios de los ochenta
Donde les hablo de la enorme influencia que ejerció Luis Carlos Galán sobre Ricardo Palmera
El otro pueblo del que aquel pueblo hace parte; o, Breve texto para entender el contexto; o, con prosopopeya: Orígenes de las Preocupaciones Sociales de Ricardo Palmera
Donde los ilustro sobre cómo Ricardo Palmera contactó a las farc
El Baile Rojo y la muerte de Consuelo
Ricardo Palmera «comenzó a ponerse cómodo dentro de su misma piel». De su otra piel
Entrevista a Rodolfo Campo Soto, jefe de Rodrigo Tovar Pupo en 1988
De cómo las Fuerzas del Bien me llevaron a comerme las uñas en 1991
En los noventa se enquistó la violencia
El Papa llora la muerte de su hermana
Aparece Jorge Cuarenta y Josefina Palmera me regala una sorpresa
Donde explico lo que significa el término «El canto de la cabuya» y te regalo mi propia versión sobre los orígenes de la tragedia en mi pueblo vallenato
Cara a cara con Cuarenta
¿Quién tuvo la culpa?
La mirada de Dios, o empecatado significa vivir en pecado
No hay mirada más triste que la de las vacas
De cuando la guerrilla me arrebató a otro hijo y de cómo le hipotequé mi corazón al dolor
Esa delgada línea
Un mundo de aristócratas
Paramilitarismo en el Cesar
De cómo el dolor me llevó al odiox
Historia de un nombre
Una cuestión de aburrimiento. ¿Simple cuestión de aburrimiento?
Novela con moraleja
A manera de epílogo
Agradecimientos
Créditos
Grupo Santillana
A mi parcero Andrés Rincón
Muchas veces se pueden perder los hombres
por el camino mismo por el que pensaban remediarse.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Nosotros, los de entonces,
Ya no somos los mismos.
PABLO NERUDA
Nos volvimos un monstruo nazi ante los ojos del mundo. Una nación de bestias y bastardos que preferían matar a cualquiera antes que vivir en paz. No somos sólo putas del poder y el petróleo, somos putas asesinas con odio y miedo en nuestros corazones. Somos basura humana, y así es como la historia nos juzgará.
HUNTER S. THOMPSON
Reino de miedo
La fiesta comenzaba a las cinco de la mañana. Los músicos salían de la casa de Oscarito Pupo, situada puerta contra puerta —cruzando la calle Santo Domingo— de la de mis abuelos maternos, y en ese instante se alborotaba la alborada. Aunque alborada nunca se apodó esta pachanga. Como un homenaje femenino, en Valledupar la llamábamos El Pilón, porque era a pilar maíz a lo que las campesinas se levantaban a adelantar en plena madrugada. Mientras pilaban cantaban, como se cantaba en esta fiesta que ocurría al amanecer del sábado de carnaval.
A quién se