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Dedicatoria
Cita
Prólogo de Pedro Piqueras
1. Houston, tenemos un predictor
2. La metamorfosis. Ahora vas y lo "kafkas"
3. Que viene, que viene...
4. ¡Me parto!
5. La leche que te han dado
6. Ojito a esto
7. ¡El primer mes-tresa!
8. La cuarentena principales
9. Ni un «segundo» de respiro
10. Al tercero voy vencido
11. Ponme «cuarto» y mitad
12. ¡Quinto levanta!
13. El sexto consentido
14. Me han hecho un «siete»
15. El «octavo» pasajero
16. De la Mary Poppins a la de «la he liado parda»
17. Más fuera que dentro
18. Llevo un «décimo» y no es de lotería
19. El del «once» siempre toca
20. ¡Feliz año nuevo!
Epílogo. De bien nacido es ser agradecido
Sobre el autor
Créditos
A mis hijos, Martín y Mateo. Por hacerme renacer.
A mi padre, Dionisio, por ser mi guía siempre, aun sin estar.
«Seré tu compañero todos los días de mi vida.
Harás de mi fuerza la tuya.
Verás mi vida a través de tus ojos, y yo la tuya a través de los míos.
El hijo se convertirá en padre, y el padre en hijo».
Superman, RICHARD DONNER (1978)
Prólogo
Esto de la paternidad no es cosa fácil. No voy a decir que se trata de algo terrorífico o apocalíptico —si no incluyo estos adjetivos en el inicio del prólogo Frank Blanco podría sentirse decepcionado— pero realmente a veces asusta. No hay consejos que valgan y tampoco creo que nuestro amigo el autor lo haya pretendido con este volumen. Ha hecho lo mejor que se puede hacer para tratar el asunto: contar la vida del padre primerizo como es, con sus anécdotas y con un gran sentido del humor. Lo normal en un periodista radiofónico cuya misión es despertar a la peña a base de carcajadas en uno de los programas matinales de la Cadena SER. Pero, bueno, a lo que vamos. Se supone que tengo que hablar de la paternidad. Es lo que quiere Frank. Así que voy a ello.
Cuando nació mi hijo apenas había manuales de autoayuda ni personajes con grandes y fundamentales ideas acerca de las relaciones paternofiliales. Las chicas aprendieron de sus madres y practicaron aquello de la maternidad en sus tradicionales cursos o juegos infantiles con muñecas. Pero nosotros, los varones, habíamos dedicado más tiempo a eso del fútbol y a lanzarnos cantazos en las pedreas de barrio con lo que, llegado su tiempo, éramos unos auténticos inexpertos en eso de la paternidad responsable. Algunos tuvimos que hacer un doble o un triple esfuerzo, bien por convencimiento propio, bien porque nuestra compañera resultaba ser una incipiente feminista defensora del reparto equitativo del trabajo en el hogar; o por ambas cosas a la vez que, según creo, era mi caso. Así que con la modernidad instalándose en España, con los nuevos modos de entender las relaciones de pareja y con la asunción de tareas familiares y domésticas antes impensables nació el nuevo padre español. O sea, yo mismo.
Estaba preparado, aunque sólo mentalmente, para ser un padre responsable. Y en ésas mi hijo decidió venir al mundo... Fue en el mes de junio al final de la feria de San Isidro y le cayó el sobrenombre de Curro porque unos días antes el maestro de Camas, Curro Romero, había hecho un faenón del que hablaba todo Madrid. Hoy la nueva progresía no entendería que un joven se dijera inmerso en la modernidad y en la paternidad activa, y que a la vez le gustaran los toros. Pero antes sí que ocurría y no había tantos prejuicios; uno podía acudir a las Ventas sin levantar la más mínima sospecha ideológica. Supongo que en este mundo de ahora, tan complejo, con tantas redes sociales y tanta diversidad, las personas necesitan poner etiquetas a todo para intentar comprender lo que pasa a su alrededor; o para tener un sentido de pertenencia a este o aquel grupo determinado. No sé. Antes las cosas eran de otra manera; más normales, diría yo. Y al niño le cayó encima el apodo del famoso torero sin que ello, por cierto, determinara su vida; de hecho, ni pisa ni tiene la intención de pisar una plaza de toros.
Ya estábamos los tres: Curro, su madre y un servidor. Como trabajaba de noche en el informativo 24 horas de Radio Nacional de España tenía tiempo de sobra para mis labores en las horas matinales: lavar al nene, echarle los polvitos secantes en sus partes pudendas, ponerle el pañal, darle el biberón o la papilla y a una hora determinada abrigarlo bien para el paseo. Y desde las calles de Alberto Aguilera y Marqués de Urquijo, caminata hasta las terrazas del paseo de Rosales donde, cañita al sol, pude comprobar que los padres con bebé a bordo tienen más fortuna para las relaciones callejeras con el sexo contrario que aquellos que tiran de mascota, aunque se trate de los casi humanos golden retriever. No se imaginan lo que se liga, sin pretenderlo, con un bebé. Bueno, tampoco piensen en aventuras novelescas de amor y sexo porque, salvo alguna amistad que todavía conservo de aquellos tiempos, las relaciones se limitaban a conversaciones sobre la paternidad/maternidad, técnicas para la colocación del pañal y otras cuestiones relativas a la higiene y a la educación de nuestros hijos. Bueno, algún coqueteo, alguna insinuación también los había... Pero lo mejor, sin duda, fue el tiempo que pasé con él. Un día me cambiaron de horario laboral y dejé aquellos paseos, aquellos encuentros y esa conversación sin p