Jaime Salinas. El oficio de editor

Juan Cruz Ruiz

Fragmento

sal-1.xhtml

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

El dibujo de Jaime, prólogo a esta edición de Juan Cruz Ruiz

Jaime Salinas extraterritorial, por Juan Cruz Ruiz

El editor

El otro Salinas

   Excursión Salinas. El Escorial. Octubre de 1996

   El exiliado

   El retornado

   El comprometido

   El amigo

   El memorialista

Adenda de última hora, por Jaime Salinas

Dos palabras del editor, por Mario Muchnik

Nuestro testigo, por Javier Marías

Índice onomástico

Notas

Sobre los autores

Créditos

sal-2.xhtml

Este libro tiene una dedicatoria.
A Gud, a Ruth y a Carlos.

sal-3.xhtml

El dibujo de Jaime

La peripecia de este libro parece dibujada por Jaime Salinas. Él no quiso que se publicara en su día, en torno a 1998, cuando se terminó como un encargo de un amigo común, el editor Mario Muchnik. En ese momento él estaba acabando, o tenía por publicar, sus memorias, Travesías, que obtuvieron el premio Comillas convocado por la editorial Tusquets. Y no quería por nada del mundo perjudicar la salida de ese libro con la intromisión de otro en el que él fuera también el protagonista. Así que lo guardamos el editor y yo y lo dejamos reposar.

Los avatares editoriales confundieron lo provisional con lo eterno. Entonces no disponía yo de los dispositivos electrónicos que ahora hubieran hecho posible el control del manuscrito, y éste se perdió, se extravió, se esfumó de entre nosotros. Ni Salinas ni yo ni Mario Muchnik pensamos mucho en ello; lo dimos como el resultado de una experiencia placentera que a mí (y a quienes tuvieron que ver con ella, como Ruth Toledano, mi amiga, que colaboró asistiendo a las conversaciones y que luego hizo las transcripciones correspondientes) nos alegró la vida y nos regaló conocimiento y perspectiva. Gracias a esas conversaciones con Jaime vivimos días inolvidables que aquí se cuentan y se acrecentó nuestra común amistad con este personaje misterioso y cordial que abrió su casa y su alma, tan discreta y llena de veladuras, a mis preguntas y a nuestras distintas amables inquisiciones.

El libro, ya digo, sufrió un extravío singular, que se parecía mucho a la voluntad de Salinas de no hacerlo. Recuerdo haberle hecho una entrevista grabada a Juan Rulfo; cuando fui a transcribir la cinta, el poderío mágico del autor de Pedro Páramo había conjurado el peligro, y sólo un milagro permitió luego que alguien apareciera con otra cinta en la que casualmente estaba también grabada la charla. Pues lo mismo debió suceder con Jaime Salinas: acaso su poder hipnótico, el que usaba para quedar al margen, había actuado sobre nuestro manuscrito hasta acabar con él.

Cuando murió Jaime yo publiqué en mi blog mi nostalgia por aquella pérdida, y la fortuna hizo que Mariángeles Fernández, una buena amiga, profesora, editora en Anaya/Muchnik, donde el libro habría tenido que publicarse, me comunicara que el azar había dejado en sus manos una copia de las galeradas. Es éste.

Y éste es un testimonio de gran importancia, al menos para nosotros, que consideramos a Salinas un maestro de editores y una persona formidable, cuya opinión de entonces parecía una profecía de lo que habría de venir y ya ha venido. Y estimamos (no sólo yo, los editores, entre ellos Miguel Aguilar, de Debate, que fue amigo filial de Jaime, y Pilar Reyes, que finalmente lo publica en Alfaguara) que era de interés público que saliera. Como ya no estaba Jaime para vencer su propia reticencia ante la publicación de algo que le concerniera, tuvimos el acuerdo de Guðbergur Bergsson, el compañero de años de Jaime; traductor del español, novelista excelente que ha hecho de la melancolía una manera de relatar el fracaso vital, la desesperación y el abismo en el que vive la naturaleza humana. Gud finalmente nos dijo que adelante, que el libro debía salir. Entre todas las personas que conocieron el libro y consideraron la valía de su testimonio quiero citar aquí al sobrino de Jaime, Carlos Marichal, hijo de Solita Salinas y de Juan Marichal. Carlos vive en México, desde allí siempre tuvo una cálida relación con su tío y con muchos de nosotros. En cierto modo, a todos esos nombres va también dedicada esta conversación que es a la vez un homenaje y una memoria.

Ahora se publica en una colección exenta de Alfaguara, con los honores de lo que fue una de las contribuciones más importantes de Salinas al diseño editorial español: sobriedad, respeto al texto, ausencia de alharacas en la portada. Aquellas portadas que Enric Satué inventó para su Alfaguara y que eran orgullo de ambos, del editor y del diseñador. Nosotros (el autor, yo mismo, y la editora, Pilar Reyes) quisimos que Satué se uniera al proyecto, como un homenaje sencillo al complejo mundo que inventó Jaime para hacer que esta editorial fuera en aquel momento no sólo un sello para publicar libros sino una apuesta cultural en la España moderna que él soñó. Esa iniciativa que Pilar acogió con tanto entusiasmo nos dio la oportunidad de encontrarnos (otra vez) con Enric; nos llevó la historia gráfica de Alfaguara, nos envolvió en el entusiasmo por Jaime Salinas, por su memoria y por sus hechos, y nos permitió sentir como que a su lado se paraba el tiempo.

Y se paró el tiempo. Quiero decir, ahora tienen ustedes ante sí, como lectores, el libro tal como fue concebido, en tiempo presente; iba a salir con Jaime en vida, y en tiempo presente queda lo que ya es pasado. Hay más. Como me decía Ruth Toledano, que me ayudó otra vez, esta vez con las correcciones de las galeradas que nos envió Alfaguara, muc

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos