Amados y amantes

Esther Feldman

Fragmento

I
Los amados

“Cuando se es amado, no se duda de nada. Cuando se ama,

se duda de todo”.

Colette

A cada uno, con su cada cual

Pensar que todos los amados son iguales, es como pensar que el Che Guevara es igual a François Mitterrand, por ser ambos grandes hombres de la historia. O que el gran danés es lo mismo que el chihuahua por ser ambos perros. Si bien hay muchas características que todos los amados comparten entre sí y que los hace identificables al instante, hay miles de sutiles y algunas no tan sutiles diferencias, particularidades, manías, tics y detalles que permiten realizar una clasificación. Esas sutilezas aparecen detrás de cada una de las historias de mujeres entregadas a relaciones con varones que lo mejor que saben hacer es dejarse amar por ellas.

El demagógico

Daniela, una amiga suele decirme que, cada vez que abre la puerta de su casa y se encuentra con su pareja, le sobreviene el recuerdo de las viejas películas de la antigua Roma en las cuales se lo veía al César tirado en un chaise longe, rodeado de mujeres que le daban de comer y de beber en la boca. Sí, no hay duda de que el Cesar fue uno de los grandes amados de la historia. Y Rodolfo, la pareja de Daniela también.

Ella vuelve de trabajar todo el día y antes de entrar a su hogar pasa por el supermercado compra una o varias botellas de vino, algún paté especial o queso de cabra, o simplemente un salame picado fino, y con todo el arsenal toca el timbre de su casa porque le resulta imposible sacar la llave de la cartera sin desparramar las vituallas por todo el palier. Sin embargo, nadie abre. ¿Será que Rodolfo todavía no llegó a casa? Por supuesto que llegó. Llegó, se bañó, dejó los calzoncillos sucios en el bidet, las medias transpiradas en el cuarto, los pantalones arrugados en el vestidor y los zapatos obstaculizando el pasillo. ¿Por qué no abre la puerta? ¿Tiene problemas auditivos y no escucha el timbre? ¿Tiene problemas motrices y le cuesta llegar hasta la puerta? Nada de eso. Rodolfo es un verdadero amado que espera a su amante mujer tirado en el sillón del living, tomándose un whisky y leyendo un libro o revisando su Palm de última generación para saber qué tiene que hacer al día siguiente.

Lo importante de esto es que Daniela, en cuanto logra cargar todas las bolsas con una sola mano, encontrar las llaves con la otra, abrir la puerta y ver a su hombre desparramado en cueros sobre el sillón, no le tira el contenido de las botellas por la cabeza, ni siquiera le dice la tan popular frase: “Che, ¿no escuchaste el timbre?”. O alguna más beligerante del tipo: “¿Tenés el culo pegado al sillón que no te movés?”. Ella, en cuanto entra, le sonríe de oreja a oreja, feliz de compartir su casa y su vida con ese hombre. ¿Por qué? Porque mi amiga se ha topado con un espécimen que llamaremos el amado demagógico ¿Cuál es la característica más notoria de este tipo de hombres? La Real Academia Española define el término demagogia como la estrategia política que consiste en apelar a todo tipo de emociones para ganarse con halagos el apoyo popular. Bueno, esto es exactamente lo que hace Rodolfo y el resto de los amados demagogos. Para entenderlo cabalmente hay que reemplazar “apoyo popular” por “eterna devoción femenina”. La característica más sobresaliente de este tipo de hombre es su capacidad para adular.

Para ellos su mujer es la mejor, la más inteligente, la más sexy, la que mejor hace el amor, la mejor cocinera y todo lo más que podamos imaginar. No tienen empacho en decirlo ni en privado ni en público. Son de los pocos ejemplares masculinos capaces de decir, sin que les tiemble la voz, delante de todos sus compañeros de trabajo en la fiesta de fin de año de la empresa o delante del equipo completo de la reserva de Chacarita, que la vida le regaló a la mejor mujer del mundo. Es verdad que el resto de las mujeres presentes la van a envidiar por toda la eternidad. Es cierto que esa noche, cuando cada uno de los miembros del equipo de Chacarita vuelva a su casa, sus mujeres les dirán: “Ricardo, vos nunca me decís esas cosas delante de los muchachos”. Lo que ellas no saben es que en realidad lo que quieren decir los amados demagógicos es que son las mejores porque los eligieron a ellos, las más inteligentes porque en lugar de tirarles el salamín por la cabeza le preguntan si lo prefiere cortado en rodajas o en cuadraditos; las más sexys porque usan sólo el tipo de ropa que a ellos les gusta. Y, a esta altura, calculo que no tengo que decirles por qué son las mejores en la cama. Es evidente que logran convencerlas de que todas las prácticas sexuales que a ellos les divierten son exactamente las que ellas siempre quisieron practicar, y que ellos llegaron a sus vidas a cumplirles todas sus fantasías.

La gran ventaja de tener a estos encantadores de mujeres como pareja, es que mientras dura el hechizo ambos son inmensamente felices. Él, porque no sólo no tiene que mover el culo del sillón, sino que duerme todas las noches con una geisha cuya felicidad radica en hacerlo feliz. Ella, porque escucha todos los días lo que todas las mujeres soñamos con escuchar aunque sea una sola vez en la vida, que no es la mejor, sino que es la ÚNICA, en mayúsculas y negritas.

Hasta el fin del mundo

Para muchas mujeres la historia de Camila puede parecer trillada y decadente, para otras, un espejo en el cual mirarse. Para mí, conocer a Camila fue descubrir que el siglo XXI no llegó para todos por igual.

Camila debe tener ahora unos cuarenta y pico de años. Impecable en su apariencia, elegante en su vestir, ni gorda ni flaca. Es difícil hablar de la expresión de su rostro porque el colágeno borró los surcos de la vida y el Botox alisó su frente, sin embargo su mirada conserva la frescura de quien está en paz consigo misma. Para contarme su historia se remonta, casi, hasta su pubertad. Camila y Esteban se cruzaron por primera vez cuando eran adolescentes. En los años en los cuales empezaban a conocer el mundo, empezaron a conocerse ellos mismos. Escaramuzas ocasionales durante finales del secundario, mucha pasión pero poco compromiso. Nunca pasó nada serio entre ellos, hasta que se volvieron a encontrar con más de 25 años.

Esteban se había recibido de licenciado en Economía un par de años antes de lo que lo hubiese hecho cualquier otro y estaba haciendo un posgrado. Camila era una brillante estudiante de derecho que prometía ser una gran abogada. Se reencontraron por casualidad en el cumpleaños de un compañero del secundario, y volvió la pasión. Sólo que esta vez duró mucho más que una noche. A decir verdad viene durando varios años y todo parece que va a durar y durar. ¿Cómo siguió la historia? Como buenos chicos que vieron muchos amaneceres y el desayuno los encontró varias veces con la ropa de la noche anterior pegada al cuerpo, decidieron que era hora de sentar cabeza. Se pusieron de novios, convivieron un año y luego se casaron.

Vivieron felices. Él era un ejecutivo muy exitoso, ella una incipiente abogada. Él amaba la independencia de su mujer y la estimulaba a seguir c

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