Parir en libertad

Raquel Schallman

Fragmento

Parto y sororidad

por Ana María Carrillo*

Parir en libertad. En busca del poder perdido es —creo yo— un libro acerca de la “sororidad”. Ésta es el equivalente femenino de la fraternidad, la unión entre los hermanos o los miembros de una sociedad. Este concepto existe a pesar de que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la haya omitido.

En la introducción a su libro La tía Tula, dice Miguel de Unamuno dice que “[...] así como tenemos las palabras paternal y paternidad, que derivan de pater, padre, y maternal y maternidad, de mater, madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad, es extraño que junto a fraternal y fraternidad, de frater, hermano, no tengamos sororal y sororidad, de soror, hermana. En latín, hay sororius, a, um, lo de la hermana, y el verbo sororiare, crecer por igual y juntamente”.

Y eso es, precisamente, lo que ofrece Raquel Schallman: una propuesta “sororal” de partera a partera, de partera a embarazada y parturienta, y de embarazada a embarazada.

Durante milenios, las parteras fueron terapeutas socialmente reconocidas, consideradas, incluso, intermediarias entre las diosas y las parturientas. El suyo era un saber femenino que se heredaba de madres a hijas o a otros familiares de ese sexo. Pero en la Europa medieval comenzó el intento de la profesión médica de arrebatarles su saber y su poder, lo que, en muchos lugares del mundo, se logró unas centurias después. Así, en esa época surgió una literatura misógina, escrita por hombres y para hombres, como el Secreta mulierum, que prometía a éstos revelar los secretos de las mujeres, y advertía de la necesidad de excluir a las mujeres mismas de ese conocimiento.

La autora —quien es partera— llama a sus colegas a recuperar su sabiduría ancestral, y las incita a enseñarse de nuevo las unas a las otras, así como a reflexionar sobre su oficio, a ser observadoras, utilizar el sentido común, y a estar disponibles para poner el cuerpo y la emoción al acompañar a las parturientas, ya que el nacimiento no es un experimento científico, sino una experiencia llena de emotividad, donde el involucramiento personal es inevitable.

Parteras con estas características podrían ayudar a las mujeres que van a ser madres a tomar conciencia de sus derechos, recuperar la autodeterminación para decidir en lo concerniente al nacimiento de sus hijos, expresar sus sentimientos y deseos particulares, meterse en sí mismas y enfrentar así su miedo al dolor... y al placer. Sentir confianza tanto en su naturaleza como en su capacidad para parir, más que en la técnica médica y, llegado el momento de dar a luz, dejarse ir para que aflore su ser más instintivo.

Parece que ningún aspecto del nacimiento ha quedado fuera del libro; han sido consideradas la biología, la psicología, la historia y hasta la economía del parto. Pero quizá su aporte principal sea los postulados acerca del Abordaje Corporal-Emotivo**. Compilando aportes de personas, técnicas y disciplinas, Raquel ha creado un método personal para acompañar a las embarazadas en un proceso en el que ellas puedan ser protagonistas conscientes de un “parto en libertad” (concepto que toma de Roberto Wasserman, y que ella opone a otros como “parto sin dolor”, sin temor, humanizado o psicoprofiláctico).

Raquel acepta a las embarazadas sin condiciones y sin expectativas. Por medio de la música y el movimiento, las hace trabajar con su cuerpo para que se conecten con la mujer primitiva que habita en ellas, ya que —dice— los mecanismos del parto están regidos por la parte más instintiva del cerebro, que es inabordable desde la palabra y el pensamiento reflexivo. No espera que en el nacimiento de sus hijos ellas se comporten de una determinada manera. Intenta que en todo momento predomine el deseo de las mujeres, no el suyo.

Esto me ha hecho recordar el diálogo de Platón en el que Sócrates se llama a sí mismo “partero”, a causa de su método. Como es bien sabido, éste consistía en interrogar a sus interlocutores, a cuyas preguntas nunca respondía, pues consideraba que nada sabía. Ignorantes al principio, quienes conversaban con él hacían maravillosos progresos, pero no aprendían de Sócrates, sino que encontraban el conocimiento en sí mismos. Sócrates asegura que debido a que Fenarete, su madre, era partera, él era experto en el oficio de mostrar a cada hombre lo que llevaba dentro de sí, para que éste pudiera sacarlo a flote.

Con el Abordaje Corporal-Emotivo, se da la tercera propuesta de sororidad: la de embarazada a embarazada, ya que se trabaja en grupos. Tanto Raquel Schallman como las participantes de los talleres describen cómo en ellos se toman de las manos, se encuentran con la sensualidad propia y la ajena, se dan permiso, se dejan ir, se re-conocen.

A partir de su experiencia personal, que incluye veintidós años de atender partos domiciliarios, la partera Schallman describe al hogar como el mejor lugar para parir, como espacio de libertad, de comodidad y, contra todos los mitos, de mayor seguridad. No niega la posibilidad de que dentro del sistema de salud, público o privado, pueda darse una experiencia libre de nacimiento. Pero —advierte— el parto en libertad, con el que se ponga fin al maltrato a las parturientas y sus hijos recién nacidos o por nacer, no podrá institucionalizarse sin una firme alianza de mujeres y parteras, en lo que hasta hoy hay pocos avances.

Da la palabra a mujeres que han dado a luz —en casa o en instituciones hospitalarias, solas o acompañadas, con un parto natural o con una cesárea— para que relaten sus dolores y sus gozos. Nos permite escuchar también la voz de los padres, conmovedora hasta el canto y las lágrimas. Como bien señala la autora, éstos pueden ser el cuerpo-útero que sostenga a la mujer en el embarazo y el parto; los que pongan la cabeza cuando su compañera ponga el cuerpo para parir; quienes corten el cordón umbilical, como símbolo de que su función futura será separar a sus hijos de la madre e introducirlos en el mundo.

Como partera con formación universitaria y que labora en una urbe, Raquel reconoce la importancia de la tecnología médica para la supervivencia en casos graves, pero no acepta que se maneje un proceso fisiológico como si se tratara de uno patológico.

Frente al parto hospitalario con sus prácticas medicalizadas, pensadas en función del médico —aislamiento de la madre, inducción, posición horizontal, anestesia, monitoreo fetal electrónico, cesárea— que alteran lo que denomina la sabiduría del cuerpo para parir, ella defiende el derecho de la mujer a tener un parto no intervenido, que sea a un tiempo proceso mágico, acto gozoso, celebración del amor y fiesta de la vida.

Mi interés por el parto en libertad y mis encuentros con la autora en reuniones en México y en la Argentina, me han dado la fortuna de ser invitada a prologar esta obra rebelde, que es de denuncia tanto como de esperanza. Tengo la impresión de que al dar a luz su libro

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