Los mares de Wang

Gabi Martínez
Gabi Martínez

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Mapa de los mares de China

La costa china

Pekín

Beidaihe

Tianjin

Dandong

Dalian

Yantai

Qingdao

Nanjing

Suzhou

Shanghai

Putuoshan

Hangzhou

Wenzhou

Xiamen

Guangzhou

Shenzhen

Hong Kong

Macao

Hainan Dao

Beihai

Dongxing

Cita

Agradecimientos

Sobre el autor

Créditos

Cita

—Bueno, nos espera un siglo asiático —dijo Austen—. Espero que nos traten mejor de lo que nosotros los hemos tratado a ellos.

El mundo está cambiando muy deprisa. Mil doscientos millones de personas son chinas. El cambio lento y gradual no va a funcionar. Necesitamos una transformación revolucionaria en todos los aspectos.

JOHN LANCHESTER
El puerto de los aromas

Ésta es una cultura indiferente al afán de transparencia, que prefiere lo alegórico incluso a riesgo de la propia vida.

SHIGEHISA KURIYAMA
La expresividad del cuerpo

Avanzar hacia el sur será afortunado, porque así se cumplirá su voluntad.

Yijing. El libro de los cambios

Map

La costa china

La costa china

«¿Y por qué viene de tan lejos a ver nuestros mares?», preguntó el conductor. Trataba de ser amable después de la estafa.

En el aeropuerto habíamos acordado el precio del trayecto hasta Pekín en el achacoso vehículo que utilizaba como taxi ilegal. Al encajar la mochila en el maletero, preguntó qué me traía por su país y fue entonces cuando respondí que me dirigía a la costa. «Siéntese atrás.» Salió del parking. Cuando estaba a punto de acceder al ramal que desembocaba en la autopista, paró en una zona intermedia flanqueada por vehículos que pasaban zumbando. Un hombre apareció de algún lugar ocupando el sitio del copiloto. «Aprovecharemos el viaje para llevar a este señor», decidió el chófer. Giró el volante embocando la vía y, con el motor en marcha, dijo: «Como son dos personas, le costará doscientos yuanes». «¿Qué? Hemos quedado en cien. Que pague él su parte.» Los hombres se volvieron hacia mí. «Si no le gusta, puede bajarse.» Los autos pasaban deprisa por los flancos dejando restos de sonido. «De acuerdo, vamos», dije. El taxi se incorporó a la autopista.

«¿Y por qué viene de tan lejos a ver nuestros mares?», preguntó el conductor un par de silenciosos kilómetros más tarde. Yo prefería no hablar, aún menos de cosas tan íntimas como los porqués de un gran viaje. Podía haberme enfundado la irritación y aceptar la charla para recabar los primeros datos sobre Pekín, pero al fin y al cabo la capital no interesaba a mi proyecto —es una ciudad interior, tiene el mar a tres horas— y estaba cansado después de cruzar Europa y Asia escuchando las expectoraciones ultrahumanas de los chinos en los lavabos de Schiphol —donde hice escala— y en el avión.

De todas formas, la pregunta era buena para empezar: ¿por qué la costa china? La respuesta detallada concluiría que al principio me sugestionó la abrumadora cantidad de informaciones recibidas sobre China en los últimos años, la mayoría apuntando al boom económico sin precedentes en la Historia. Números muy largos rutilaban en los media, que reproducían cifras y estadísticas a destajo, tan incomprensibles como aparentemente asombrosas. Se publicaron grandes reportajes y libros sobre las condiciones laborales de las fábricas chinas, sobre el retorno de Hong Kong y Macao a la égida del Partido Comunista, sobre las nuevas mecas del shopping, la piratería y la corrupción desbocada, la política de hijo único, los maltratados derechos humanos, la incierta amenaza que suponía el país para Occidente…

En nuestro imaginario, los chinos habían sustituido los tejados Ming por rascacielos de vanguardia, los trajes Mao por vestidos de colores, y los lejanos soldados con coleta o los televisivos luchadores de kung-fu habían pasado a convertirse en el vecino despeinado, el frutero o el dueño del todo a un euro. Gente discreta y endogámica, difícil de comprender para nosotros, aunque no diera problemas.

El taoísmo, la principal filosofía religiosa china, afirma que el agua sigue el curso de la sabiduría. Enérgica y flexible, no se yergue, sustenta; no se enfrenta, penetra. Así los chinos habían procurado actuar a lo largo de la historia, evitando colisiones, extendiéndose. Y así los chinos habían comenzado a influirnos, sin aspavientos, con la suave pero inexorable eficacia de una marea alta.

El Imperio del Medio resurg&#

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