Garcilaso de la Vega y Juan Boscán

Garcilaso de la Vega

Fragmento

VILLANCICO

VILLANCICO

Si no os hubiera mirado

no penara,

pero tampoco os mirara.

Veros harto mal ha sido,

mas no veros peor fuera;

no quedara tan perdido

pero mucho más perdiera.

¿Qué viera aquél que no os viera?

¿Cuál quedara,

señora, si no os mirara?

COPLAS

Siento mi congoja tal

que mi mal,

aunque malo de sentirse,

es tan bueno de sufrirse

que no puede ser mortal.

Es tan fuerte

que bien puede dar la muerte;

mas la vida

va muy lejos de perdida,

pues gana la mejor suerte.

Dicen que mi fantasía

no se guía

sino toda contra mí;

yo respondo que es así,

porque no sufro porfía.

Mi derecho

me tiene tan satisfecho,

que doblado

estoy sobre mi cuidado

si piensa que mal me ha hecho.

Mi alma se favorece

si padece,

y toma por mejoría

que crezca la pena mía,

mas a ratos mucho crece.

Yo la siento,

mas della no me arrepiento,

que el amor,

a medida del dolor,

suele dar el sufrimiento.

Mi dolor así me aqueja,

que nos deja

tan diferentes los dos,

que, aunque es la culpa de vos,

contra mí es toda la queja.

Si hay cosa

do el alma esté querellosa,

no la vengo;

mas cuando más queja tengo,

pregunto si estáis quejosa.

Luego luego, cuando os vi,

conocí

que hubiera de tener guerra;

mas, hasta saber la tierra,

quisiera mirar por mí.

Y agora cayo

que luego fue mi desmayo

tan entero,

que, aunque el trueno fue primero,

primero me vino el rayo.

Antes vino el padecer

que, a mi ver,

pudiese ver vuestro gesto;

víos presto, pero más presto

parece que vi al querer.

No fue así,

mas antojóseme a mí;

porque luego,

en veros, quedé tan ciego,

que dijera que no os vi.

Mas el seso con que entiendo,

no pudiendo

entenderos, no sé ver

cómo puedo yo querer

aquello que no comprendo.

No me falta

buen remedio en esta falta,

porque en veros,

por esto de no entenderos,

entiendo que sois muy alta.

Lo que sois se me declara,

cuando para

mi seso y a vos no llega;

porque la luz que me ciega

luego digo que es muy clara.

Por do siento

que es ya de mi pensamiento

mi verdad,

sobrarme la voluntad

do falta el entendimiento.

OTRAS

Señora doña Isabel,

tan crüel

es la vida que consiento,

que me mata mi tormento

cuando menos tengo dél.

Pero vivo

con la gloria que recibo,

tan ufano en los amores,

que procuro de estar vivo

porque vivan mis dolores.

Vivo de mi pensamiento

tan contento,

que es mi congoja mayor

si no hallo el sufrimiento

conforme con el dolor.

Yo querella

no puedo de vos tenella;

sólo de mí estoy quejoso

si mi pena en padecella

me conoce temeroso.

La pena queda vencida,

ya perdida,

pues vuestra merced, señora

ha sido la vencedora

de las fuerzas de mi vida.

De tal suerte,

que no puede ya la muerte

ser conmigo sino muerta,

pues tengo por buena suerte

ser en mí la pena cierta.

Mis congojas de bien llenas

son tan buenas,

por la causa que es tan buena,

que no podéis darme pena

sino con no darme penas.

Mas parece

que un contrario se me ofrece,

tan grave, que ved cuál quedo:

que el alma dice: padece,

y el cuerpo dice: no puedo.

OTRAS

Señora, pues que no espero

remedio del mal que muero

pidiendo cuan poco pido,

yo me doy por tan perdido,

que en mí siento

que se parte el sufrimiento

que debiera ser partido.

Y tras él va el esperanza

que de vos nunca se alcanza;

yo solo cativo quedo,

tan triste, que más no puedo.

¿Qué haré?

Que sufra dice la fe;

que no sufra dice el miedo.

Cuando tengo en la memoria

que en sufrir se gana gloria,

es por bien, y lo consiento

que se sufra el mal que siento;

mas agora

ya no es posible, señora,

que se va mi sufrimiento.

Él se va, yo quedo en prendas

con aquellas contiendas

que salen del pensamiento.

¿Qué haré? Que mi tormento

ya es afrenta,

y el temor se me presenta

cuando a vos yo me presento.

Cuando presente me hallo

ni bien hablo ni bien callo;

y en ausencia tal me siento,

que muero sin algún tiento

por buscaros;

y es tanto miedo de hallaros

que, si os hallo, me arrepiento.

Tan usado a la pasión

es mi triste corazón

que estoy diestro en padecella;

ved qué cuerda es mi querella,

qué compuesta,

que importuno por respuesta

y muero de miedo de ella.

Así yo triste me veo,

con un miedo y un deseo

tan puestos en combatirme,

que no sé de vos partirme,

de perdido,

y mil veces me despido

sin que pueda despedirme.

Y después ya de ser ido

quedo tan arrepentido

que el alma luego me deja;

yo, en ver que mi bien se aleja,

nunca dejo

de quejar, y no me quejo,

pues no sé de quién dé queja.

OTRAS DETERMINANDO DE DEJAR UNOS AMORES

Mi corazón, fatigado

de su querer, se arrepiente,

que, señ

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