Peter Pan puede crecer

Antoni Bolinches

Fragmento

Introducción

Introducción

El mejor efecto de cualquier libro es que incite a su lector a la acción.

THOMAS CARLYLE

Hace un siglo nació un personaje teatral, que el cine inmortalizó y que después sirvió para tipificar un síndrome. El autor de la obra fue James Matthew Barrie; el creador de la película, Walt Disney; el síndrome lo definió Dan Kiley, y el protagonista del fenómeno se llama Peter Pan, el niño que no quería crecer.

Quizá porque no quería crecer su popularidad no ha dejado de acrecentarse con el tiempo y, a los cien años de su nacimiento, su nombre se utiliza como sinónimo de inmadurez masculina y su perfil caracteriza a toda una generación de hombres que en el siglo XXI han alcanzado la mayoría de edad cronológica, pero que están muy lejos de alcanzar la madurez personal.

De ese personaje de ficción, convertido en paradigma de la inmadurez, trata este libro. Un libro que nace con el deseo de ayudar a que los Peter Pan del presente dejen de serlo en el futuro. Y puesto que a Peter Pan le gusta viajar voy a proponer, a todos los hombres que lo deseen, un viaje hacia sí mismos para que, en lugar de volar hacia el País de Nunca Jamás, orienten su rumbo hacia el País del Presente y el Ahora. Para este viaje cercano y real no necesitan volar ni dejar de crecer; basta con que sean capaces de aceptar que lo único que pueden conseguir al intentar mantenerse en la infancia es convertirse en adultos inmaduros que corren el riesgo de neurotizarse cronificando su inmadurez.

Las personas no podemos detener el tiempo y, por tanto, no podemos evitar el envejecimiento, pero sí podemos elegir lo que hacemos durante nuestro viaje por la vida. Podemos aprovecharlo para aprender de lo que vamos viviendo o podemos vivir como si el tiempo no pasara. Quien elige el primer camino tiene muchas posibilidades de madurar y convertirse en una persona autorrealizada, pero quien elige el segundo es muy probable que se convierta en un viejo y anquilosado Peter Pan o que incluso se transforme en un Capitán Garfio. Que cada cual inicie su viaje hacia el futuro que prefiera.

1. Peter Pan, un mito universal

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Peter Pan, un mito universal

Una idea puede convertirse en polvo o en magia, según el talento con que se frote.

WILLIAM BERNBACH

Peter Pan viene del pasado pero ha alcanzado su apogeo en el presente. Dan Kiley se inspiró en él para definir un síndrome y yo voy a tomarlo como referente para identificar a toda una generación de jóvenes que no saben volar solos hacia su futuro y prefieren refugiarse en la infancia. Pero ¿qué tiene un personaje, creado hace más de cien años, para que perdure en el tiempo y se convierta en prototipo del comportamiento masculino de muchos jóvenes del siglo XXI? ¿Fue James Matthew Barrie un visionario, al estilo de Julio Verne, capaz de prever el futuro y adivinar cómo serían los hombres actuales?, ¿o han sido los hombres actuales los que han encontrado en Peter Pan un referente de comportamiento que los ayuda a evadirse de la realidad creyendo que pueden refugiarse en el País de Nunca Jamás? ¿Existen realmente tantos hombres que se comportan como Peter Pan y se niegan conscientemente a madurar? ¿Pueden madurar esos hombres o están condenados a vivir para siempre en su paraíso infantil imaginario entre una fantasía que no existe y una realidad que no aceptan?

Dar respuesta a esas preguntas es la principal finalidad de este libro; pero la motivación básica para escribirlo reside en mi propio interés por el tema y en las múltiples peticiones que he recibido de mujeres que están sufriendo los efectos de relacionarse con hombres a los que atribuyen un alto grado de inmadurez, comportamiento infantil y miedo al compromiso. Se refieren a ellos como «hombres Peter Pan». Y puesto que el descontento de las mujeres con respecto a ese estilo de comportamiento masculino es creciente, porque el porcentaje de hombres Peter Pan aumenta constantemente, es natural que, como escritor de autoayuda, acepte el reto de reflexionar y aportar soluciones a un problema que afecta de lleno a los tres ámbitos en los que desarrollo mi actividad terapéutica: la persona, la pareja y la sexualidad.

Supongo que en mi libro El arte de enamorar ya intuía la progresiva conflictividad que se está produciendo en el modelo de relaciones de género cuando, al referirme a las dificultades que deben superar las personas para encontrar parejas adecuadas, decía que «mientras los hombres siguen buscando mujeres que ya no existen, las mujeres aspiran a encontrar hombres que todavía no existen». Desde entonces han transcurrido doce años y el problema, lejos de atenuarse, se agudiza. Cada vez hay más mujeres que no encuentran hombres adecuados y cada vez es mayor el número de hombres que no saben cómo adecuarse a lo que quieren las mujeres. En definitiva, exponiendo el problema con los nombres de los personajes de la obra que da título al libro, cada vez hay más hombres Peter Pan, porque cada vez hay menos mujeres Wendy. Y como no creo que las mujeres quieran volver a ser conformistas cuidadoras de los hombres, a ellos no les queda más remedio que empezar a evolucionar hasta convertirse en adultos autónomos capaces de relacionarse, en condiciones de igualdad, con las mujeres.

Por consiguiente, y para decirlo claramente: si Peter Pan quiere encontrar pareja no le queda más remedio que crecer. Y puesto que el principal objetivo de este libro es ayudar a que cada vez existan más hombres adecuados para las mujeres, y más mujeres adecuadas para los hombres, quizá convenga recordar a los jóvenes de ambos sexos el contenido de la historia de un personaje de ficción que se ha convertido con los años en un modelo que sirve para definir un tipo muy común de hombre contemporáneo.

PETER PAN: LA OBRA

Como su propio creador James M. Barrie anunció en el subtítulo, el relato de Peter Pan es la historia de un niño que no quería crecer; por eso se había refugiado en el País de Nunca Jamás, donde le era posible mantenerse permanentemente en la infancia y vivir aventuras sin fin.

La obra se estrenó el 27 de diciembre de 1904 en el Duke of York’s Theatre de Londres y la acción inicial está situada en la casa de la familia Darling, que está formada por el señor y la señora Darling, sus tres hijos, Wendy, Michael y John, y un perro terranova, llamado Nana, que ejerce de niñera.

En ese marco familiar donde la fantasía se mezcla con la realidad, un niño volador llamado Peter Pan los visita por las noches e invita a los tres hermanos a que viajen al País de Nunca Jamás. Para ello no tienen más que confiar en él y dejar que Campanilla, la pequeña hada que siempre lo acompaña, les dote de la facultad de volar gracias a los polvos mágicos de sus pequeñas alas. La tentación es tan grande que los niños se dejan convencer e inician su viaje hacia la isla donde podrán vivir aventuras sin fin con Peter Pan y otros niños perdidos, aunque para ello deberán afrontar importantes peligros y luchar contra el Capitán Garfio y sus piratas.

Como por lo visto hasta las hadas son celosas, en el viaje ya se producen los primeros incidentes cuando Campanilla se adelanta en el vuelo y les dice a los niños perdidos que disparen una flecha al gran pájaro que se acerca con Peter. De esa manera es recibida Wendy en su nuevo hogar. Por fortuna la flecha no penetra en su cuerpo y puede convertirse en madre solícita de sus propios hermanos menores, de Peter Pan y de los demás niños perdidos.

Entre juegos, sirenas, indios y piratas pasa sus días la nueva y original familia hasta que el Capitán Garfio, lleno de envidia porque los niños han encontrado una madre, tiende una emboscada a Wendy, a Michael y a John y los hace prisioneros. Entonces, para que no pueda rescatarlos, Garfio decide acabar con Peter Pan y añade, a una medicina que Wendy ha preparado para él, cinco gotas de veneno destilado de sus propios ojos. Pero Campanilla, que está en antecedentes del malvado plan, decide sacrificarse por su amado Peter y se anticipa ingiriendo ella la medicina. Naturalmente, con su acción Campanilla reafirma su condición de hada buena, y como las hadas buenas no pueden morir, Campanilla recupera milagrosamente la salud y Peter, contento y fortalecido, vuela hacia el barco de Garfio para rescatar a Wendy, a sus hermanos y a los niños perdidos. Como es lógico —porque para eso es el protagonista de la historia—, Peter logra liberarlos a todos y el Capitán Garfio termina entre las fauces del mismo cocodrilo que en el pasado le devoró un brazo y que, por fin, consigue acabar el trabajo pendiente.

Total, que con tantas y tan intensas aventuras no es extraño que la juiciosa Wendy decida volver al hogar familiar. Pero como no quiere perder a Peter, intenta convencerlo para que se deje adoptar por su familia y permanezca con ellos en el mundo real. Evidentemente Peter no acepta —porque para eso es un niño que no quiere crecer—, y regresa al País de Nunca Jamás, gracias a lo cual, aunque Barrie ni siquiera pudiera imaginarlo entonces, queda convertido en el paradigma de un modo de comportarse muy común entre los hombres del siglo XXI. Claro que todo eso no hubiera ocurrido sin la fértil imaginación de ese pequeño gran escritor que nació en el siglo XIX.

JAMES MATTHEW BARRIE: EL CREADOR

Peter Pan es un personaje de ficción que ha alcanzado mayor fama que su autor. Pero como los personajes no existirían si alguien no se atreviera a inventarlos, en la persona de quien creó una fantasía tan ingeniosa, quiero rendir un homenaje a todos los autores conocidos y desconocidos que, a lo largo de la historia, han visto oscurecido su nombre por el brillo de sus creaciones.

James Matthew Barrie nació y pasó la infancia en el pequeño pueblo escocés de Kirriemuir, y desde los siete años su vida quedó marcada por un trágico accidente en el que falleció su hermano David, de catorce, a consecuencia de la caída que sufrió mientras patinaba en un lago helado. Desde entonces pesó sobre James la exigente figura de su madre que quiso convertir al pequeño James en sustituto de David, sometiéndolo a una presión educativa impropia de su edad. James, abrumado por el peso de la responsabilidad, se convirtió en un niño enfermizo y solitario que reaccionó negándose a crecer porque no quería aceptar las obligaciones que le esperaban en el mundo de los adultos. Pasaron los años y cuando ya era famoso declaró, en cierta ocasión, que recordaba que en su infancia no quería crecer porque sabía que eso significaba dejar de jugar.

Barrie resolvió esa problemática de una forma bastante curiosa: mientras su estatura se estancaba, su capaciad de invención se expandía hasta dotarlo de la portentosa imaginación que después desarrollaría como escritor. El joven James obtuvo el título de Master of Arts el año 1883 en la Universidad de Edimburgo y en 1884 se trasladó a Londres, donde ejerció de periodista, novelista y dramaturgo, dejando para la historia una original obra literaria digna de ser analizada por el más famoso de sus contemporáneos, Sigmund Freud, ya que todos sus textos son un fiel reflejo del principio freudiano que entiende la creatividad como una sublimación de las propias frustraciones. Y como las frustraciones de Barrie fueron muchas, también su obra fue extensa y sus temáticas biográficamente reveladoras.

Su primera novela, publicada en 1887, fue una sátira de la vida londinense —a la que no acababa de adaptarse— que llevaba por título Better Dead. En 1888 alcanzó cierto éxito con Idilios de otro tiempo, que era un homenaje nostálgico a su pasado. Y como fumador empedernido escribió en 1890 My Lady Nicotine. También sus mejores novelas Sentimental Tommy (1896) y Tommy and Grizel (1900) son marcadamente autobiográficas, puesto que hablan de un joven artista incapaz de amar plenamente a una mujer, que era exactamente lo que le ocurría al propio Barrie en la vida real, quien en 1894 se había casado con la actriz Mary Ansell, con la que mantuvo una conflictiva relación hasta su divorcio en 1909. Pero donde más claramente se refleja su propia problemática física y psicológica es en su obra cumbre, Peter Pan, donde su baja estatura como adulto —los datos más fiables la sitúan entre 1,47 y 1,50 metros— queda proyectada en la figura del niño que no quería crecer. Por ello, y en cierto sentido, podemos considerar a Peter Pan como la sublimación idealizada del propio Barrie, aunque, según su propia confesión, la inspiración externa la encontró en los hijos de la familia Davies, a los que conoció en 1897 mientras paseaba por el londinense parque de Kensington.

Así pues, Peter Pan es el resultado de la interacción entre un hombre de baja estatura —pero de gran imaginación— y tres niños con los que jugaba a contar cuentos en los que se mezclaban familias reales con aventuras imaginarias. La familia real era la que formaban el abogado Arthur Llewelyn Davies, su bella esposa Sylvia —de quien Barrie se enamoró platónicamente— y sus tres hijos, George, Jack y Peter. Y las aventuras imaginarias eran las que inventaban Barrie y los niños jugando a contarse cuentos y leyendo a los grandes clásicos de la literatura infantil. De hecho Barrie comentó, en su momento, que la historia de Peter Pan se gestó en 1902 en una de esas sesiones de fecundo juego creativo que mantenía con George —que entonces tenía nueve años—. La diversión consistía en ir añadiendo ambos aportaciones propias a los relatos que Barrie iniciaba. De esa manera la historia fue creciendo hasta convertirse en el embrión del libreto de la famosa obra.

Así se creó Peter Pan; en un juego entre un autor que quería ser niño, y un niño que jugaba a ser autor, nació el argumento de una de las obras cumbre de la literatura infantil que mayor trascendencia sigue teniendo en el mundo de los adultos: la historia de un niño que no quería crecer.

Barrie proyectó en Peter Pan la problemática de su infancia traumática. Y el acto I, cuando Peter entra en el cuarto de los niños en busca de su propia sombra, puede interpretarse perfectamente como la sublimación inconsciente del luctuoso episodio de la muerte prematura de su hermano David. Un suceso que lo acompañó durante toda su vida y que inspiró su obra teatral más amarga, The Boy David, escrita en 1936. David fue para James el primero de los niños perdidos que habitó en el País de Nunca Jamás y la sombra que marcó para siempre la vida de un niño que pasó su infancia intentando ser quien no era para sustituir a un hermano que ya no existía.

Con esos antecedentes infantiles no es extraño que el Barrie adulto buscara en los Davies un subrogado de la familia ideal que nunca tuvo, y que mantuviera con ellos una estrecha relación durante el resto de su vida. Hasta tal punto fue así que cuando murieron Arthur y Sylvia adoptó y cuidó a todos sus hijos, que para entonces ya eran cinco, convirtiéndolos en su propia familia.

De esa peculiar relación entre un hombre acomplejado, una familia acomodada y unos niños revoltosos nació la historia del niño que se negaba a crecer porque quería seguir jugando en un mundo imaginario de aventuras sin fin. Barrie murió en Londres en 1937, pero desde entonces la figura de su pequeño personaje no ha dejado de agrandarse y se ha convertido en un mito moderno que sigue alimentando la imaginación de niños y adultos cien años después de haber sido creado. Claro que de ello no podemos responsabilizar sólo al autor del personaje, sino que gran parte de su proyección actual se debe a quien lo recreó para el cine dotándolo de esa imagen de adolescente pícaro y juguetón, de rasgos aniñados, que ha quedado grabado para siempre en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad.

WALT DISNEY: LA PELÍCULA

Aunque sin Barrie no existiría la historia, fue Walt Disney quien dibujó la imagen que ha dado proyección mundial al personaje. Barrie creó a Peter Pan y Disney lo dibujó para el cine. Y desde entonces la figura de ese gracioso niño, travieso e inmaduro, ha ido creciendo entre nosotros hasta convertirse en referente de un síndrome que en el siglo XXI está adquiriendo dimensiones pandémicas. Y es que, aunque en ocasiones la realidad supera la ficción, también es cierto que en muchas otras es la ficción la que ayuda a crear la realidad, consiguiendo que personajes imaginarios produzcan efectos reales.

Peter Pan es quizá la muestra más paradigmática de ese fenómeno de influencia cultural de una figura imaginaria. Empezó a volar en un teatro de Londres, se paseó por los cines de todo el mundo, entró después en nuestra casa, a través de la ventana del televisor, y se instaló para siempre en nuestra memoria colectiva.

Claro que todo eso no habría sucedido si a la magia del personaje no se hubiera unido la genialidad del dibujante que le confirió personalidad fílmica. Por eso me complace enormemente hablarles un poco de quien, con sus dibujos, creó la iconografía definitiva e imperecedera de ese niño volador que sig

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