Mi más sincero agradecimiento al Conseil des Arts de Canadá, que me ha permitido escribir este libro, así como a mis angelicales amigos, que me han apoyado siempre, Claude y Erik Eriksen, Stell Adams, Mary Meigs. Agradezco su acogida y su generosidad en París, en el hotel Saint-André-des-Arts, a Odile, a Henri, al añorado Philippe Le Goubin, así como a Patricia Lamerdin en Key West, a Dorothea Tanning, en Key West, que me hizo redescubrir a Max Ernst en su presentación del libro de Max Ernst A Little Girl Dreams of Taking the Veil. También quiero dar las gracias a la desaparecida Gwendolyn MacEwen por su obra admirable, y a Bonnie, que me permitió escribir durante horas en su bar Sloppy Joe’s en Key West.
M.-C. B.
A Pauline Michel, artista y escritora, incomparable
amiga y lectora de este libro desde su nacimiento.
Permitidme que alce mi canción de gloria. Bendita sea la soledad. Dejadme solo. Dejad que
