Gracias, papá

Héctor Suárez Gomís

Fragmento

Gracias papá

1

PAPÁ YA NO RESPIRA

Siempre le sobró energía.

Su voz era fuerte, grave, rasposa e inconfundible.

Fue un gran observador y un estudioso obsesivo de la ­conducta humana.

Caminaba con prisa y tenía una forma extraña de jugar con los dedos de sus manos mientras daba pasos firmes. Parecía que tenía un pedacito de plastilina en cada mano e iba haciendo bolitas con ella. Lo mismo sucedía si tenía que esperar o hacer una larga fila; sus dedos nunca lograban quedarse quietos.

Siempre le sobró energía.

Se apasionaba cuando platicaba y actuaba cualquier anécdota que estuviera contando.

Era muy malhablado, pero las groserías nunca se le oyeron mal.

Todos los escenarios que habitó los pisó con gran intensidad. Los actores y actrices que trabajaron con él batallaban en cada función para poder seguirle el paso e ir a su ritmo.

En escena su metro sesenta y ocho de estatura desaparecía porque su personalidad provocaba que se viera inmenso, y sus movimientos, por más pequeños que fueran, tenían mucho dinamismo.

Siempre le sobró energía.

Jamás dejó que su mente descansara. Si no era para crear proyectos o personajes, la usaba para visualizar la vida y la carrera que quería tener.

Desde niño aprendió de su abuela a crear su propia realidad.

Su “agüe” le enseñó a vivir la vida conscientemente y él, desde que yo era niño, compartió esa filosofía conmigo.

—Campeón, vive conscientemente, chingao. La inseguridad y el pinche miedo te frenan y provocan que vivas como un imbécil. Voltea a ver cómo la mayoría de la gente a tu alrededor ya está muerta en vida. Míralos cómo se ven apendejados. ¡Parecen robots! ¡No permitas que eso te suceda! El secreto de la vida es no saber qué va a suceder porque eso te mantiene realmente vivo, despierto, alerta… ¡Al tiro! A la mayoría de la gente ya se le olvidó vivir conscientemente y por eso han permitido que los rebase el tiempo. Huyen del presente estacionando su mente en alguna época cómoda y aparentemente feliz del pasado y así esperan la llegada de la muerte. ¿No te parece lamentable? La vida no es un proceso mecánico, debe sorprenderte constantemente. ¡Nunca permitas que el tiempo te rebase! Aprende a dominar tu carácter para que la gente y tus emociones no te dominen a ti. ¿Quieres triunfar y ser exitoso? Tienes que asumir que te vas a enfrentar constantemente al fracaso, así es que mejor hazte su amigo y aprende a escuchar lo que te dice. ¡Abrázalo de la misma manera que abrazarías al éxito! Ninguno existe sin el otro. El fracaso por lo general destruye a las personas, las desmoraliza, acaba con su autoestima, aniquila su entusiasmo y acaba con su imaginación. No permitas que eso suceda contigo, no te rindas. Se aprende mucho más de un fracaso que del éxito. El éxito nubla nuestras imperfecciones y nos hace creer que ya no tenemos que aprender nada y que lo sabemos todo. El éxito se celebra escandalosamente, mientras que el fracaso se vive en silencio. El fracaso es el camino del éxito.

Siempre le sobró energía.

Dormía pocas horas, se levantaba entre cuatro y cinco de la mañana a meditar, leía varios periódicos mientras desayunaba, hacía ejercicio, se bañaba y trabajaba hasta muy tarde. Juntas, filmaciones, grabaciones, funciones, giras, escribía, producía, dirigía, actuaba y no se cansaba.

Siempre le sobró energía, y por eso me rompí por completo cuando al verlo me di cuenta de que esa energía había desaparecido.

Minutos antes mi hermana Isabella, de nueve años, golpeó de­­sesperadamente la puerta de mi cuarto gritando:

—¡Hermano, mi papá ya no respira! ¡Hermano, mi papá ya no respira!

Salí de mi cuarto, atravesé el jardín, pasé junto a la alberca, abrí la puerta de “la casa de piedra”, crucé la cocina, la sala, subí las escaleras de madera que llevan al cuarto de mi papá y hasta ese momento creía que todo era parte de un sueño. Por más que trato de recordar qué hice exactamente cuando me levanté de la cama ¡no puedo!

Antes de entrar traté de respirar profundamente y el aire que jalé se quedó atorado a la mitad porque mi llanto no lo dejó pasar. Las piernas y las manos me temblaban. Un frío indescriptible fue recorriendo muy despacio cada parte de mi piel provocándome varios escalofríos.

Me armé de valor, di unos pasos, y al verlo inerte me paralicé.

Siempre le sobró energía y ya no la tenía. Sus ojitos estaban cerrados, la boca la tenía entreabierta y sus manos descansaban sobre el pecho.

Caminé lentamente hacia su cama, me acosté junto a él, lo abracé y en voz baja le dije:

—Gracias por todo, papi. Gracias por todo tu amor. Gracias por tu generosidad. Gracias por cada día vivido junto a ti. Gracias por todos tus abrazos. Gracias por todos los “te amo” que me ­dijiste y me escribiste. Gracias por todos tus besos. Gracias por cuidarme y protegerme como lo hiciste. Gracias por todos nuestros viajes. Gracias por todas tus risas. Gracias por exigirme siempre al máximo. Gracias por la vida que tuvimos. ¡Gracias, papi, muchas gracias por tus grandes enseñanzas! ¡Te amo! Siempre fuiste mi mejor amigo, mi cómplice y mi gran maestro. ¡Gracias por ser mi papá!

Le besé la frente, la cara, las manos, y antes de despedirme de él puse mi nariz muy cerquita de su cuello y respiré profundamente para quedarme con su olor. ¡El olor de mi papá!

De niño, cada vez que me abrazaba, su olor se quedaba impregnado en mí durante horas y eso me hacía sentir protegido.

Al darme las buenas noches, los buenos días, en nuestros saludos y despedidas, además de abrazarlo y darle un beso, me encantaba olerlo.

Bajé de su cama y fue hasta ese momento que registré que en el cuarto también estaban mis hermanos Rodrigo e Isabella, mi tío Gustavo y Zara, la esposa de mi papá.

Abracé a mis hermanos, abracé a Zara, y después de abrazar a mi tío, como es doctor, le pedí que saliera conmigo a la terraza para que por favor me explicara lo que había pasado.

—No sufrió, fue un paro cardiorrespiratorio no traumático. Murió mientras dormía; le llaman la muerte de los justos. Yo me encargo de todos los trámites, tú no te preocupes por nada. ¿Necesitas algo?

—No, tío, muchas gracias. Tengo que llamar a mi mamá, a mis hijos y a mi hermana Julieta, y voy a escribir un comunicado de prensa para subirlo a mis redes.

El exceso de energía y su espíritu de guerrero lo ayudaron a vencer el cáncer que le detectaron en septiembre de 2015.

Fueron cinco años extenuantes en los que hubo incontables cirugías, quimioterapias, dolor, desesperación, y aunque al final salió ­vencedor, en el recuento de los daños tuvo que despedirse de un riñón, de su vejiga y de su próstata.

Desde la terraza vi

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