De Múnich a Auschwitz

Ferran Gallego

Fragmento

I

EN EL PRINCIPIO FUE LA REVOLUCIÓN

En mi principio está mi fin.

T. S. ELIOT

Como las personas, los episodios históricos poseen una reputación que casi siempre obedece más a las percepciones ajenas que al propio carácter. Weimar parece tener una existencia virtual en la historia alemana de la primera mitad del siglo. No existe por sí misma, sino por su condición de revolución socialista frustrada en sus inicios, por su naturaleza de preludio del Tercer Reich en sus estertores. Para una parte considerable de la historiografía, los orígenes de la república están marcados por una especie de deficiencia esencial, sea ésta la debilidad de la democracia frente a los movimientos radicales, sea la naturaleza insoportable del pacto social para una economía competitiva.1 Weimar ha celebrado el doscientos cincuenta aniversario del nacimiento de Goethe con una pompa que ha dejado muy poca luz para recordar el ochenta cumpleaños de la primera constitución republicana. La ciudad de Turingia rechaza sus referencias históricas más obvias, prefiere el optimismo de la voluntad romántica a la prudencia razonable de la Asamblea Constituyente. Esta memoria selectiva, bajo la que se degradan las esperanzas y las frustraciones de una época, conceden a la república de 1918 una vida vicaria, interesante sólo por el sacrificio aleccionador de «lo razonable»,2 por la forma en que dilapidó su liber

1. K. Bracher, Die Auflösung de Weimarer Republik. Eine Studie zum Problem des Machtverfalls in der Demokratie, Perspectives on Modern German Economic History and Policy. Wachstum, Krisen, Handlungspielraüme der Wirtschaftspolitik, Gotinga, 1982), especialmente cap. 9: «Constraints and room for manoeuvre in the great depression of the early thirties: towards a revision of the received historical picture», pp. 143-160. A pesar de lo que podría deducirse del sentido literal del título, el artículo de Borchardt se refiere a la capacidad de maniobra de los gobiernos de Weimar al comienzo de la década de los treinta, el marco criticado es el del pacto social constituido con la revolución de 1918.
Weimar Germany. The Republic of the Reasonable, Manchester, 1996.

DE MÚNICH A AUSCHWITZ tad,3 por la traición sufrida,4 o por su fácil entrega al enemigo.5 La severidad con que se juzga la experiencia weimariana, una severidad transversal que cruza culturas políticas muy distintas, ni siquiera le permite disfrutar de las opciones que tuvieron sus contemporáneos. Su nacimiento está sellado por un destino inmutable. En su principio está su fin.

El orden reina en Berlín

Fuimos, en sentido estricto, los administradores de la quiebra del antiguo régimen.

F, ante la Asamblea Nacional, 1919

¡No olvidéis que el pueblo alemán ha hecho una revolución!

Frankfurter Zeitung, a los diputados de la Asamblea Nacional, 10 de febrero de 1919

Alguien tiene que hacer de sabueso: yo no pienso eludir la responsabilidad.

G, al aceptar el cargo de ministro de Defensa, diciembre de 1918

Y, sin embargo, en el principio fue la revolución. O, para decirlo con mayor exactitud, en el principio fueron las revoluciones. Como ocurre en estos procesos, la diversidad de los actores del cambio y las distintas líneas de resistencia del antiguo régimen multiplican los ritmos, los objetivos, las alianzas. Cuando termina esa fase de alta densidad política, sus protagonistas, vencedores o vencidos, tratan de darle una coherencia que muchas veces deteriora la complejidad de las motivaciones, la trama de las conductas. La tradición comunista denunciará el fracaso de una re

3. H. Mommsen, Die verspielte...
Die verratene Republik. Deutsche Geschichte 1919-1933, Múnich, 1958.
Weimar. Selbstpreisgabe einer Demokratie. Ein Bilanz heute, Düsseldorf, 1980.

EN EL PRINCIPIO FUE LA REVOLUCIÓN volución traicionada por los socialdemócratas, con la misma precisión de corte con que los socialdemócratas sumergirán a los comunistas en el magma radical que debilita los primeros pasos de la república. Los nacionalistas reaccionarios considerarán la nueva democracia un injerto extraño a la cultura alemana, con la misma energía con la que la clase media liberal ve en ella la continuidad de una trayectoria que arranca del Vormärz y se consolida en los esfuerzos frustrados de parlamentarización del régimen imperial.

NovemberverbrecherLa alimentación de las grandes ciudades y de las tropas, regulada por la Oficina de Abastecimientos, implicó una intervención estatal que el campesinado vio en términos de coac

6. A. Rosenberg, Entstehung der Weimarer Republik, Hamburgo, 1991 (1.ª edición de 1945), pp. 134-168.
Capital Cities at War. Paris, London, Berlin 1914-1919Germany after the First World War, The Long Nineteenth Century, Londres, 1997, pp. 462-497.
Army, Industry, and Labor in Germany 1914-1918, Oxford, 1992 (1.ª edición en Princeton, 1966).

DE MÚNICH A AUSCHWITZ ción,9 sin que esta economía dirigida pudiera evitar que se disparase la inflación en los núcleos urbanos.10 La Burgfrieden había tenido su equivalencia en las relaciones laborales de la guerra, donde la lucha de clases se había subordinado a la victoria a través de la constitución de una comunidad de empresa. Pero la solidaridad establecida en la Ley de Servicio Auxiliar de 1916, eje de la colaboración de los sindicatos en el esfuerzo bélico, quebró con el colapso de las operaciones militares y el desguace de los sueños para una Europa central al servicio de la economía alemana, que buena parte del SPD había compartido.11 Los meses centrales de 1918 asistieron al fracaso de la ofensiva de marzo, que consumió las energías que tal vez habrían permitido al ejército alemán soportar algo más de tiempo la presión aliada.12 Tras el fiasco, su máximo responsable, el general Ludendorff, anunció la imposibilidad de sostener el frente, pidiendo al emperador una apertura política, que cargara la responsabilidad de la derrota sobre los autores del manifiesto de verano de 1917: «Veremos, pues, entrar a estos señores en los ministerios. A ellos corresponde gestionar la paz que debe realizarse. Ahora deben tomarse la sopa que nos han preparado.»13 La serenata de la Dolchstoss, de la «puñalada por la espalda», había empezado a entonarse antes de que la revolución tomara cuerpo en la estrategia de los dirigentes socialdemócratas. El arco triunfal bajo el que desfilaron los veteranos en Berlín el día de las Fuerzas Armadas de 1921 ostentaba ese espíritu: In Kriege Unbesiegt, invictos en la guerra,14 una consigna que ya ha

9. R. G. Moeller, German Peasants and Agrarian Politics, 1914-1924. The Rhineland and Westphalia, Chapel Hill, 1983, pp. 43-68.
The Great Disorder. Politics, Economics, and Society in the German Inflation, 1914-1924The Spoils of War. The Politics, Economics, and Diplomacy of Reparations, 1918-1932, Oxford, 1989, pp. 45-55.
L’or et le sang. Les buts de guerre économiques de la Première Guerre mondiale, París, 1985, pp. 15-107, 415-445, 571-725.
The Defeat of Imperial Germany, 1917-1918, Nueva York, 1994
(1.ª edición en Chapel Hill, 1989), pp. 128-162.
Weimar 1918-1933. Die Geschichte der ersten deutschen Demokratie, Múnich, 1994, p. 23 («Sie sollen die Suppe jetzt essen, die sie uns eingebrockt haben»).
Cuando muere el dinero. El derrumbamiento de la República de Weimar, Madrid, 1984, p. 57 (edición en inglés de

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