Amor in vitro

Claudia Cervantes

Fragmento

Amor in vitro

PRÓLOGO

Muchas personas podrían pensar que no es necesario escribir un libro sobre fertilidad; después de todo, es muy fácil tener hijos en un mundo sobrepoblado como el nuestro; incluso hoy, cuando existen múltiples métodos anticonceptivos. Como sabemos, el sexo no siempre deriva en familia. Este texto habla sobre la artificialidad de la concepción, hecha con amor.

Quizá haya llegado el momento de hacer una pausa y dejar de reproducirnos de manera inconsciente con cualquier persona que nos enciende en la cama o porque, sin meditarlo, continuamos con la convención de “casarnos y tener hijos”. Apostar por una reproducción consciente es mi propuesta para las siguientes generaciones, decidir cuándo y para qué formar una familia.

De acuerdo con los especialistas que entrevisté, la tasa de infertilidad ha crecido por distintas causas, en este libro compartiré sus opiniones al respecto. Además, mencionaré alternativas de reproducción que existen para mujeres solteras o para parejas que llevan mucho tiempo intentándolo sin éxito. Mi deseo era convertirme en madre para vivir el amor incondicional, traer al mundo a un nuevo ser y criarlo de forma responsable, superior a las formas convencionales establecidas. Sucedió que mi fertilidad había decrecido, por lo que tuve que tomar una trascendente decisión y dejar de lado mis miedos. A mis casi cuarenta años me sentí plena y autosuficiente, así que puse en acción mi sueño.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), en México, 33 de 100 mujeres, de 15 a 54 años, son madres solteras por destino. 53% no cuenta con un nivel escolar máximo de secundaria. De 15 a 19 años tienen 1 hijo, de 40 a 44 años tienen 2 y las de 50 a 54 concibieron 3 o más.

Las mujeres que han optado por ser madres, en solitario, son mujeres entre 35 y 45 años, con alto nivel académico y aceptable poder adquisitivo. María Victoria Paloma Gómez García, profesora de Sociología en la Universidad Carlos III de Madrid, señala que el aumento de este fenómeno se debe al avance imparable del deseo de las mujeres por ser madres y conservar su independencia.

En el libro Un extraño palpitar, de Mara Patricia Castañeda, se relata la historia de una mujer que no tiene pareja y que toma la decisión de no ser madre; una situación que también debe ser tomada en cuenta, ya que involucra un análisis informado y consciente de si se tiene o no la vocación de crianza. La periodista no pudo tener hijos y decidió no hacer más para lograrlo, al contrario del personaje de su libro, Julieta, quien realiza una abundante investigación sobre el tema de reproducción asistida.

Traer al mundo a un nuevo ser humano es un milagro que debemos bendecir todos los días. Los hijos no tienen la misión de hacernos sentir plenos, por el contrario, somos los padres quienes, desde nuestra plenitud, deberíamos llenar las necesidades de nuestra descendencia con educación, buen ejemplo y una buena vida, en toda la extensión del concepto.

La paternidad o maternidad es más que un deseo, va más allá de la presión biológica y social. Sin embargo, muchos padres y madres se embarazan “espontáneamente”, sin comprometerse y después se pelean la custodia de los hijos en el juzgado, convirtiéndolos en “botín” de la batalla entre ellos; o peor aún, en mercancía de intercambio y/o negociación.

Me resulta sencillo evocar los momentos anteriores a mi decisión. Era invierno cuando conocí a Isa, la hija de un amigo; ella tenía 9 años, me miró a los ojos con inocencia y ternura mientras, sentada sobre el suelo, abrazaba mis piernas para retenerme. Yo tenía que salir a dar una función de teatro, pero ella me decía: “No te vayas, te amo”. Esa instantánea y sincera conexión me conmovió el alma. Me había hecho sentir amor profundo sin ser mi hija; no me imaginaba lo que sería si realmente lo fuera. La idea de ser madre rondaba por mi mente y mi corazón, el encuentro con Isa fue el detonante que me haría optar por la decisión más importante de mi vida.

No demoré en asistir a la clínica de reproducción asistida del doctor Jesús Luján. Una amiga que había tenido mellizos, por medio de inseminación artificial, me lo recomendó y ante mis dudas de ser o no mamá, me compartió su testimonio. La inseminación es un procedimiento en el que se inyectan los espermatozoides dentro de la mujer, a diferencia del in vitro, donde se extraen los óvulos para fertilizarlos en un laboratorio.

De todas las recomendaciones, la que más se me quedó grabada fue que, si decidía hacerlo, preferentemente que fuera in vitro, y no por inseminación, ya que en ella las posibilidades de que resultaran dos bebés eran altas, lo que duplicaría los gastos y la responsabilidad, además de la complejidad de la crianza y la atención a cada bebé al ser yo madre soltera. Ella lo hizo también por medio de un donante, sus cuates tienen cinco años, uno de ellos asumió que no tiene papá y le designó ese título a una deidad hindú; el otro tiene muchas dudas y necesidad de saber más sobre el señor que regaló su semilla para que él existiera. Esta búsqueda ha hecho que mi amiga entre a grupos de mamás solteras por elección. Allí se debaten temas muy diversos desde el punto de vista feminista extremo que afirman no necesitar a los hombres porque no sirven para nada —mensaje que no me explico porque, a su vez, son mujeres que están criando hijos varones— hasta otros puntos de vista más espirituales y los de mujeres que están considerando luchar por los derechos de sus hijos para que la donación deje de ser anónima como en otros países. Con las pruebas de ADN que en la actualidad existen se puede conocer incluso el origen de más hijos de un mismo donador. De hecho, hay una organización en Estados Unidos que brinda apoyo a estos niños, quienes llegan a conocer a sus medios hermanos.

La decisión de congelar mis óvulos había sido precautoria; en caso de conocer a un hombre con quien formar una familia. Sinceramente, tenía miedo a la institución del matrimonio, porque he sido testigo de múltiples divorcios; admiro a quienes han encontrado balance en sus vidas junto a una pareja, mi personalidad ha sido resistente a las formas y convenciones sociales.

Hice pública mi historia en una revista y después en un programa de televisión. Quería ayudar a otras mujeres para que conocieran las alternativas existentes, en caso de estar viviendo algo similar a mí. Pensaba en el público femenino que me había seguido durante siete años desde que había estrenado la obra Soltera pero no sola. Para mi sorpresa, causó impacto.

La verdad es que se habla muy poco de estos temas. Hasta mi hermano biológico me llamó —cosa rara— para preguntarme la razón por la que lo había hecho. Él quería entenderme y sorry, también a él —mi límite de tolerancia hormonal era muy bajo— le colgué el teléfono.

Otro primo, en Facebook, me dijo que para qué

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