Vicnix y el escondite extremo (Invictor y Acenix 3)

Invictor
Acenix

Fragmento

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Hacía un calor extremo, pero eso a Invictor y Acenix les daba igual, porque estaban cogiendo energía con la mejor comida de la historia: ¡los tacos de Mayo! Tacos mexicanos con el ingrediente secreto de Mayo, que los hacía tan deliciosos como apestosos…

Pero ese mal olor no importaba: Invictor y Acenix tenían que alimentarse porque necesitaban estar chetados para su nuevo reto EXTREMO. Querían ver cuál de los dos era capaz de cortar más árboles en un minuto. Y no es que no fuera obvio ni nada (o, bueno, un poco sí), pero después de comer pasaron a la acción y… el espartano llevaba mogollón de ventaja.

—¡Víctor, este reto no me está molando nada! —dijo Acenix mientras talaba un tronco con un hacha bastante cutre, sudando y jadeando sin parar—. ¡Tú estás mamadísimo y encima tienes un hacha ULTRAPRO! ¡Y yo voy con este cacharro que no corta ni el pan de molde!

—¡Je, je! Aaaaaah… —se reía Invictor mientras cortaba árboles como si fueran de plastilina—. Haber propuesto tú el reto.

—¡Eso haré! La próxima vez el reto será ver quién es capaz de dormir más. —Acenix estaba muy orgulloso de esa habilidad suya de dormir 14 horas seguidas—. O mejor aún: ¡el reto extremo de PESCAR CON LOS OJOS CERRADOS! —Otra de sus grandes habilidades—. ¡A ver quién gana entonces!

—Creo que en eso no tienes rival, papu —admitió el espartano, terminando de talar el último árbol—, pero reconoce que con el hacha… ¡SOY UN HACHA!

—¡Encima te haces el gracioso! —resopló el gato, tirándose en el suelo con tan poca energía que parecía que tenía una barrita de batería—. ¡Tío, no puedo más!

El resultado era bastante humillante, la verdad. Invictor se había construido una cabaña de madera de 15 pisos de altura «rascacielos style» y Acenix… había cortado dos árboles y había construido algo parecido a una caseta para perros en miniatura. Vamos, que en esa cosa (fuera lo que fuera) igual no cabía ni un bebé de chihuahua.

—¡Toma, toma, tomaaaaaa! —Invictor se subió a la azotea de su MEGACABAÑA RASCACIELOS y se rio de Acenix desde lo alto—. ¡Te he machacadoooOOOOOO!

Invictor empezó a hacer su baile de la victoria, pero mientras estaba casi dando vueltas sobre su cabeza…

¡BUUUUUUUUUUUUM!

Invictor se cayó (ahora de verdad) del tejado de su cabaña. Empezó a mover las manos como si fueran alas, con la esperanza de ponerse a volar como por arte de magia, pero efectivamente: NADA. Luego recordó que, como buen espartano, llevaba una capa. Pero ¿de qué servía tener una capa si no podía volar como Superman? No tuvo tiempo de hacer mucho más cuando…

¡¡¡CHOOOFFF!!!

Justo aterrizó en un lago de slime que había debajo de la cabaña. Y ¡menos mal! Si llega a caer en tierra firme, se habría quedado más planchado que un gofre.

—¡¡LOOOL!! —Acenix no pudo evitar soltar una risotada al verlo envuelto en ese líquido verde y pringoso—. ¡Eso te pasa por chulearte! INSTANT KAAARMA!

—¡Puaj! —Víctor salió del lago limpiándose como pudo—. La verdad es que me lo tengo ganado, papu —admitió mientras se acercaba a Acenix lleno de slime hasta las orejas, y luego dibujó una pequeña sonrisa y comenzó a perseguirlo—. ¡Dame un abrazo de reconciliación!

—¡NOOOOOO! —Acenix salió corriendo para evitar que lo llenase de pringue, pero en tres zancadas Invictor ya lo había alcanzado y le había dado un abrazo literalmente mocoso.

Estaban partiéndose de risa tirados en el suelo y llenos de pringue cuando llegó el cartero…, que traía algo para ellos.

—Buenos días, caballeros —les dijo muy serio, mirándoles con cara de asco e intentando guardar la distancia, como si estar cubierto de slime fuera contagioso o algo.

—Bu…, buenos días, señor. —Acenix se levantó, recomponiéndose y sacudiéndose el pringue.

—¿Son ustedes Invictor y Acenix? —les preguntó.

—Sí, somos nosotros —respondieron al unísono.

—Tengo una carta para ustedes —les contestó, abriendo su carrito y sacando un sobre negro y brillante, como metalizado.

—¿Una carta? ¿De las de toda la vida? —dijo Acenix muy sorprendido—. Pero ¿quién manda cartas hoy en día? ¡Si hasta mi abuela me manda la felicitación de cumpleaños por WhatsApp!

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—¡Ya ves! —añadió Invictor—. Creo que ni los Reyes Magos tienen buzón ya.

—Pues aquí no pone remitente —contestó el cartero, mirando con atención ambos lados del sobre—. La verdad es que es bastante raro, siempre suele poner algo. Por lo que veo, solo hay una especie de símbolo estampado en el reverso del sobre…

El cartero les entregó la carta. Acenix se limpió el pringue frotando la mano contra el pantalón y la cogió.

—¡Muchas gracias, señor! —Invictor se despidió con la mano, y el cartero se fue caminando hasta desaparecer por el bosque.

Los dos amigos se quedaron mirando la carta, bastante extrañados. Ya de por sí era raro recibir una carta, pero era aún más extraño que no se supiera quién la mandaba. Y luego estaba ese logo…

—¿Lo abrimos ya o qué?

—Venga, sí. Este sobre es muy extraño, así, con tanto metalizado y todo negro.

—¡Seguro que es una misión! —exclamó el gato, muy emocionado.

—¡Fijo! ¡Una misión superpeligrosa digna de unos héroes valientes y fuertes como nosotros! —añadió el espartano.

Pero, cuando abrieron el sobre y sacaron la carta que había dentro, descubrieron que no era en absoluto lo que ellos esperaban.

Y se quedaron más blancos que un muñeco de nieve bañado en lejía.

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