La secta perfecta

Carlos Basso Prieto

Fragmento

Introducción

Introducción

Colonia Dignidad fue una secta religiosa que no solo manipuló a sus seguidores y los despojó de su dignidad, su dinero, sus propiedades e incluso sus hijos, sino que cuando la creencia en las supuestas facultades divinas de Schäfer ya no fue suficiente para evitar que los prosélitos huyeran de ese infierno terrenal, este no trepidó en drogarlos, golpearlos, torturarlos y asesinarlos para evitar que huyeran y contaran los horrores que habían vivido, al tiempo que demolía las casas de sus vecinos, espiaba por igual a amigos y enemigos y traficaba armas.

Lo que este libro revela, sin embargo, es que esta secta está emparentada con varias otras comunidades destructivas que, al igual que la encabezada por Paul Schäfer, causaron indecible sufrimiento a sus víctimas.

La más conocida de ellas es El templo del pueblo, como se llamaba la secta que lideraba el estadounidense Jim Jones, que encabezó el mayor suicidio colectivo de que se tenga conocimiento en la historia mundial.

Hay varias más, en distintos continentes, y hablaremos extensamente de ellas, pero lo que es importante entender es que todas tenían (o tienen) como eje en común la doctrina de la lluvia tardía, una interpretación bíblica que plantea, en términos muy sencillos, que el fin de los tiempos está muy cerca. Este movimiento tuvo como su máximo exponente a un pastor estadounidense, William Branham, líder de la secta El Mensaje.

Branham fue el modelo que, con distintos acentos e incluso con visiones ideológicas totalmente contrapuestas, copiaron Schäfer, Jones, Leo Mercier, Robert Martin Gumbura y muchos otros a lo largo del mundo, incluyendo a quien se considera actualmente el principal heredero de su ideología, el alemán Ewald Frank, muy vinculado también a Colonia Dignidad.

Esta es la historia de todo ello y mucho más, incluida la manera en que Schäfer manipulaba la Biblia para aterrorizar a sus adeptos, el plan que tenía para apoderarse de todos los niños de los alrededores y manejar a sus familias, así como la forma en que asesinaron e hicieron desaparecer a decenas de personas.

Este relato se construyó gracias a una veintena de entrevistas (tanto en on como en off), la revisión de casi diez mil páginas de documentos judiciales, las 46 mil fichas de inteligencia de la colonia que han sido desclasificadas, los informes de organismos del Estado, libros y reportajes periodísticos y la ayuda desinteresada de muchas personas, tanto en Chile como en Estados Unidos y en Alemania.

Parte I. La secta madre

Parte I

PLa secta madre

Capítulo 1. El Mensaje

Capítulo 1 El Mensaje

Es mediados de agosto de 1955 y la acción se desarrolla en un improvisado toldo en medio de Karlsruhe, ciudad ubicada en la entonces Alemania Occidental, en ese momento ocupada por tropas norteamericanas. Miles de personas se agolpan allí, aprovechando el verano, para escuchar a una de las superestrellas del mundo religioso del momento: el pastor estadounidense William Branham, líder del grupo de características sectarias conocido como El Mensaje.

A esas alturas de su vida y con cuarenta y seis años, Branham era una celebridad que había recorrido África, buena parte de Europa y prácticamente toda Norteamérica cautivando a las multitudes con una oratoria simple y maniquea, en la cual todo era celestial o demoníaco, blanco o negro, maldito o sagrado.

De voz suave y maneras amables, Branham era originario de la ciudad de Jeffersonville, ubicada a orillas del río Ohio. Sus seguidores lo llamaban «Maestro», pues para ellos se trataba de un enviado de Dios, un intermediario del mismo nivel de san Juan el Bautista o de un moderno Elías, su profeta favorito, a tal punto que hoy en día Jeffersonville y el Tabernáculo —como se llamaba su iglesia— son lo que para los árabes representa La Meca, para los mormones Salt Lake City y para los católicos El Vaticano: un lugar de culto y adoración.

Igual que muchos otros pastores de los años treinta del siglo XX, Branham aseguraba que recibía mensajes divinos, los que en su caso —decía— había comenzado a escuchar en 1933, cuando las primeras voces empezaron a retumbar dentro de su cerebro. Luego, según relataba, las voces se corporizaron en una figura que a su juicio era Jesús y, posteriormente, se le presentó un supuesto ángel. Tras ello, afirmaba haber adquirido una serie de superpoderes que harían las delicias de cualquier guionista de ciencia ficción, entre los cuales estaban ver el futuro, contar con un ángel guardián que bajaba del cielo cada vez que el demonio quería tenderle una emboscada y, por supuesto, el summum de los superpoderes: sanar a los enfermos con solo ordenar a los demonios que abandonaran el cuerpo del padeciente.

Meditaba sobre qué hacer con esos supuestos dones cuando conoció al que sería su mentor espiritual, un predicador pentecostal llamado Roy E. Davis, quien lo convenció de que debía convertirse en pastor.

Davis fue quien lo bautizó y luego ordenó en Jeffersonville. Más tarde, cuando el predicador fue expulsado del templo al cual se había allegado, formó su propia iglesia, a la que también llegó Branham. Sin embargo, este emprendió vuelo propio y creó su propio cuerpo doctrinal, conocido como El Mensaje, nombre que se usa asimismo para designar a su iglesia.

Ambos son personajes importantísimos en una trama que comenzó en los años cincuenta en Estados Unidos y Alemania, pero que tuvo numerosas y gravísimas consecuencias en Chile y otros países, pues las doctrinas de Branham influyeron decisivamente en el desarrollo de al menos cuatro sectas destructivas en distintos lugares del mundo.

La primera de ellas es bastante poco conocida. Se trata de la secta creada por uno de los lugartenientes de Branham, Leo Mercier, en Prescott, Arizona, llamada Te Park, de vida más bien breve, debido al temprano fallecimiento de su fundador.

La segunda secta en la cual el influjo de Branham también result

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