
Introducción
Estamos en un momento decisivo en la lucha contra las enfermedades. Todos tenemos una oportunidad inmensa de tomar el control de nuestra vida y aprovechar los alimentos para transformar nuestra salud. Puedes tomar decisiones sobre qué comer y qué beber basadas en evidencia científica recabada a partir del análisis de alimentos con los mismos sistemas y métodos utilizados para descubrir y desarrollar medicamentos. Los datos que generamos cuando estudiamos los alimentos como si fueran medicinas muestran claramente que los primeros pueden influir en nuestra salud de manera específica y beneficiosa.
Empezaré con un poco sobre mí. Soy médico, especialista en medicina interna y también investigador científico. En la universidad estudié bioquímica (ahora llamada biología molecular y celular) y pasé la primera parte de mi carrera inmerso en el mundo de la biotecnología. Durante los últimos 20 años he sido director de la Fundación de Angiogénesis, organización sin fines de lucro que cofundé en 1994 con una única misión: mejorar la salud global al enfocarme en un “común denominador” que comparten muchas enfermedades: la angiogénesis, el proceso que sigue nuestro cuerpo para generar nuevos vasos sanguíneos.
Como científico, encontrar denominadores comunes en las enfermedades ha sido durante mucho tiempo mi interés y mi pasión. La mayoría de las investigaciones médicas se dedican a explorar la individualidad de la enfermedad, aquello que distingue una enfermedad de otra, como vía para encontrar su cura. Mi enfoque es totalmente el opuesto. Al buscar los elementos en común de muchas enfermedades y preguntarme si, en conjunto, podrían llevar a nuevos tratamientos, descubrí que es posible ver avances no sólo en una enfermedad, sino en muchas al mismo tiempo.
Al inicio de mi carrera elegí estudiar la angiogénesis. Los vasos sanguíneos son esenciales para la salud porque llevan oxígeno y nutrientes a cada célula de tu cuerpo. Mi mentor, Judah Folkman, brillante cirujano y científico de Harvard, fue quien consideró por vez primera que atacar los vasos sanguíneos anormales que estimulan el cáncer podría ser una nueva forma de tratar la enfermedad. La angiogénesis fallida no es sólo un problema en el cáncer, sino un común denominador en más de 70 enfermedades diferentes, incluidos los principales asesinos del mundo: cardiopatía, infarto, diabetes, enfermedad de Alzheimer, obesidad y más. En 1993 tuve una intuición: ¿y si controlar el desarrollo de los vasos sanguíneos pudiera ser un modo singular de tratar todas esas enfermedades graves?
Durante los últimos 25 años, junto con una lista impresionante de colegas y colaboradores, la Fundación de Angiogénesis ha hecho precisamente esa labor. Hemos coordinado investigaciones y defendido nuevos tratamientos que adoptan ese planteamiento de común denominador. Hemos trabajado con más de 300 de los mejores científicos y médicos clínicos de Norteamérica, Europa, Asia, Australia y Latinoamérica; más de 100 empresas innovadoras en biotecnología, equipo médico, imagenología y tecnologías de diagnóstico, así como líderes visionarios de los institutos nacionales de Salud, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) y asociaciones médicas importantes de todo el mundo.
Hemos tenido mucho éxito. Al coordinar los esfuerzos conjuntos se creó un nuevo campo de la medicina llamado terapia de angiogénesis. Algunos tratamientos innovadores evitan que los vasos sanguíneos crezcan en tejidos enfermos, como en el caso del cáncer o enfermedades que provocan ceguera, como la degeneración macular neovascular relacionada con la edad y la retinopatía diabética. Otros tratamientos que han cambiado la práctica médica estimulan la creación de nuevos vasos sanguíneos para sanar los tejidos vitales, como en las úlceras diabéticas y venosas en las piernas. Hoy en día, hay más de 32 medicamentos aprobados por la FDA, equipo médico y productos de tejidos basados en la angiogénesis.
Tales tratamientos, que alguna vez fueron meras ideas, se han convertido en los nuevos estándares del cuidado oncológico, la oftalmología y el cuidado de las heridas, ayudando a pacientes a vivir más y mejor. Incluso hemos trabajado con veterinarios y desarrollado nuevos tratamientos que ayudan a salvar la vida de mascotas, delfines, corales, reptiles, un rinoceronte y un oso polar. Estoy orgulloso de ser parte de estos avances, y, dado que hay más de 1 500 estudios clínicos sobre angiogénesis, seguramente vendrán muchos más.
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No obstante, a pesar de todo el éxito, el hecho funesto es que los índices de nuevas enfermedades están por los cielos. Las principales amenazas para la salud de la población mundial son las enfermedades no transmisibles, entre las cuales se encuentran el cáncer, la cardiopatía, el infarto, la diabetes, la obesidad y las enfermedades neurodegenerativas. Todos conocemos a alguien que ha sufrido o sucumbido ante alguna de ellas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad cardiovascular mató a 17.7 millones de personas en 2015, el cáncer a 8.8 millones y la diabetes a 1.8 millones.
Aun con tratamientos vanguardistas impresionantes y estímulos de la FDA, el tratamiento de las enfermedades por sí solo no es una solución sustentable para enfermedades no transmisibles, en parte por el costo estratosférico de los nuevos medicamentos. Puede costar más de 2 mil millones de dólares desarrollar un solo medicamento de biotecnología. El costo de utilizar algunos de los últimos medicamentos después de que reciban la aprobación de la FDA es agobiante; en algunos casos, varía entre 200 mil y más de 900 mil dólares al año. Dado que muy poca gente puede costear esos precios, los tratamientos más avanzados no llegan a quienes los necesitan, mientras que la población adulta y anciana sigue enfermándose.
Los tratamientos con medicinas no pueden mantenernos sanos por sí solos. La pregunta, entonces, es cómo podemos hacer una mejor labor preventiva antes de tener que curar una enfermedad. La respuesta moderna: la alimentación. Todos los médicos saben que una mala alimentación se vincula con enfermedades que pudieron prevenirse, y la dieta se ha vuelto un tema de cada vez mayor relevancia dentro de la comunidad médica. Algunas escuelas de medicina vanguardistas han añadido clases de cocina a su temario. La comida es de fácil acceso y las intervenciones alimentarias no se enfocan en tratamientos farmacológicos caros.
No muchos médicos saben cómo hablar con sus pacientes de lo que es una dieta saludable. No es su culpa, sino un efecto secundario de la escasa educación nutricional que reciben. De acuerdo con David Eisenberg, profesor de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan en Harvard, en Estados Unidos, tan sólo una de cada cinco escuelas de medicina tiene para sus estudiantes un curso de nutrición obligatorio. En promedio, las escuelas de medicina ofrecen sólo 19 horas de estudio sobre nutrición, y para los médicos ya practicantes hay pocas clases sobre el tema en educación continua de posgrado.
El complemento de este problema es que las distintas ramas de la ciencia que estudian la alimentación y la salud trabajan de forma independiente por tradición, es decir, como campos aislados. Los técnicos en alimentación estudian las propiedades químicas y físicas de las sustancias comestibles; los investigadores de la ciencia de la vida, los organismos vivos, incluidos los humanos; los epidemiólogos, poblaciones reales. Cada campo aporta ideas y perspectivas importantes, pero rara vez convergen para responder preguntas prácticas sobre qué alimentos y bebidas podrían ser beneficiosas para la salud en el cuerpo humano y en qué cantidades, y qué contiene un alimento específico que provoque este efecto.
Lo que esto implica para ti es que tu médico, a pesar de tener grandes habilidades y un conocimiento invaluable sobre medicina, tal vez no sea muy elocuente al momento de aconsejarte qué comer para que tu salud venza a la enfermedad.
En mi práctica médica experimenté de primera mano las ramificaciones de esto. Cuando cuidaba pacientes mayores en un hospital para veteranos, muchas veces me preguntaba qué les había ocurrido a sus cuerpos. Estos pacientes, en su mayoría hombres, habían sido especímenes de perfecta salud, guerreros que entrenaban para pelear por su país; sin embargo, para cuando yo los veía, décadas más tarde, solían tener sobrepeso, si es que no eran obesos, diabéticos, asolados por enfermedades cardiacas y pulmonares terribles, o a veces cáncer.
Como su médico, les daba la noticia de un diagnóstico terrible. Me preguntaban: “¿Qué tan malo es?” “¿Cuál es el tratamiento?” “¿Cuánto me queda de vida?” Yo les daba mi mejor cálculo. Luego, al salir de mi consultorio, casi invariablemente me preguntaban: “Doctor, ¿hay algo que pueda comer y que me ayude?”
No tenía una respuesta a esa pregunta porque no tenía la educación ni el entrenamiento necesarios para responder. Me pareció mal, así que empecé mi viaje hacia esas respuestas, las cuales me llevaron a escribir este libro.
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Para comprender los beneficios de la alimentación en la salud primero necesitamos comprender la definición de salud. Para la mayoría de la gente, la salud es la ausencia de enfermedad. Pero es mucho más que eso. De hecho, la definición de salud necesita mejorar.
Queda claro que nuestra salud es un estado activo, protegido por una serie de sistemas de defensa impresionantes en el cuerpo, los cuales trabajan a todo vapor desde que naces hasta que mueres para que tus células y órganos funcionen adecuadamente todo el tiempo. Tales sistemas de defensa están programados para protegernos. Algunos son tan poderosos que pueden revertir enfermedades como el cáncer. Y si bien operan como sistemas aislados de defensa, también interactúan y se apoyan entre ellos. Los sistemas de defensa son los denominadores comunes de la salud. Al recalibrar nuestra idea de la prevención de enfermedades y enfocarnos en estos denominadores, podemos crear un frente unificado para interceptar las enfermedades antes de que aparezcan. Esto puede ser tan poderoso como encontrar denominadores comunes para tratar las enfermedades, como sucedió hace dos décadas.
Los cinco sistemas de defensa forman los pilares esenciales de nuestra salud. Cada uno está influido por la dieta. Cuando sabes qué comer para apoyar cada defensa de salud, sabes cómo usar tu alimentación para conservar tu salud y sanar.
Cuando enseño a otros médicos y estudiantes sobre alimentación y salud, uso la analogía de que el cuerpo es como una fortaleza medieval, protegida no sólo por sus murallas de piedra, sino por una horda de hábiles defensas integradas. De hecho, en los castillos, algunas de esas defensas, como la escarpa, el foso de lobo y la nuez vómica, ni siquiera eran patentes hasta que el enemigo intentaba invadir. Piensa en tus sistemas de defensa como baluartes ocultos en la fortaleza del cuerpo. Esas defensas lo sanan desde el interior, así que ahora es posible examinar sistemáticamente cómo apuntalar tu salud. Los cinco sistemas de defensa son la angiogénesis, la regeneración, el microbioma, la protección de ADN y la inmunidad.
Angiogénesis
Hay casi 100 mil km de vasos sanguíneos recorriendo todo tu cuerpo para llevar oxígeno y nutrientes a tus células y órganos. La angiogénesis es el proceso de formación de estos vasos sanguíneos. Alimentos como la soya, el té verde, el café, los jitomates, el vino tinto, la cerveza y el queso duro pueden influir en el sistema de defensa de la angiogénesis.
Regeneración
El cuerpo se regenera a sí mismo todos los días, alimentado con más de 750 mil células madre distribuidas en la médula ósea, los pulmones, el hígado y casi todos los órganos. Esas células madre conservan, reparan y regeneran nuestro cuerpo a lo largo de toda la vida. Algunos alimentos, como el chocolate amargo, el té negro y la cereza pueden movilizarlas y ayudarnos a regenerarlas. Otros alimentos, como las papas violeta, pueden acabar con las células madre mortales que promueven el crecimiento del cáncer.
Microbioma
Casi 40 billones de bacterias habitan nuestro cuerpo, y la mayoría actúan en defensa de nuestra salud. No sólo producen metabolitos que la estimulan a partir de los alimentos que consumimos y llevamos hasta nuestro intestino, sino que controlan nuestro sistema inmunológico, influyen en la angiogénesis y ayudan a producir hormonas que inciden en nuestra función cerebral y social. Podemos incrementar nuestro microbioma comiendo alimentos como kimchi (condimento fermentado), chucrut, queso cheddar y pan de masa madre.
Protección del ADN
El ADN es nuestro código genético, que también está diseñado como sistema de defensa. Tiene mecanismos de reparación sorprendentes que nos protegen contra el daño de la radiación solar, los productos químicos, el estrés, la falta de sueño y la mala alimentación, entre otros agravantes. Ciertos alimentos no sólo promueven que el ADN se arregle a sí mismo, sino que encienden genes útiles y apagan otros dañinos, mientras que algunos alimentos específicos pueden alargar nuestros telómeros, los cuales protegen el ADN y desaceleran el envejecimiento.
Inmunidad
El sistema inmunológico defiende la salud de formas sofisticadas que son mucho más complejas de lo que habíamos pensado. Está influido por nuestro intestino y lo podemos manipular para atacar exitosamente y erradicar el cáncer, incluso en los ancianos. Descubrimientos recientes han cambiado por completo nuestra comprensión del sistema inmunológico. Alimentos como las zarzamoras, las nueces de Castilla y la granada pueden activar el sistema inmunológico, mientras que otros aplacan su actividad y ayudan a reducir los síntomas en enfermedades autoinmunes.
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Escribí este libro para darte el conocimiento y las herramientas necesarias para tomar mejores decisiones sobre lo que comes todos los días. Pretende ayudarte a vivir más comiendo alimentos que disfrutas. Si tienes buena condición y buena salud, y quieres seguir así, este libro es para ti. Si empiezas a notar tu edad, quieres prevenir el deterioro y mantener a raya las enfermedades crónicas, el libro también es para ti. Si eres uno entre los millones de personas que viven con cardiopatía, diabetes, alguna enfermedad autoinmune u otra condición crónica, es para ti. Y si en la actualidad luchas activamente contra una enfermedad temida, como el cáncer, o tu historia familiar hace que sea muy probable desarrollarlo algún día, este libro es para ti.
Quiero dejar muy claro que no incluye una “dieta completa”. Si estás siguiendo un plan alimenticio para perder peso, lidiar con la intolerancia al gluten, controlar tu glucosa, desacelerar el progreso del Alzheimer o revertir la cardiopatía, debes saber que mi meta no es reemplazar estas dietas especializadas, sino ofrecerte evidencia científica y recomendaciones sobre alimentos que puedas incorporar a tu plan, opciones que lo vuelvan todavía mejor. También incluí algunas recetas deliciosas que te pueden ayudar para ello.
Todos tenemos miedo a las enfermedades. Si tu meta es permanecer sano, sobre todo si estás combatiendo una dolencia específica, necesitas información confiable, basada en ciencia y datos, y pasos viables que puedas empezar de inmediato para mejorar tu situación. Los consejos sobre alimentos que incluyo en este libro no pretenden desplazar el buen cuidado médico. No soy uno de esos doctores que rechazan la biomedicina occidental y sugieren que la comida es una solución mágica. Todo lo contrario: mi entrenamiento y mi experiencia en la medicina interna guía mi uso juicioso de la medicina basada en evidencia, incluyendo la cirugía y los medicamentos más nuevos, cuando se trata de diagnósticos y tratamientos.
Lo que suele faltar en la caja de herramientas de casi todos los médicos es la capacidad de guiar a una persona, esté sana o enferma, en la forma de utilizar los alimentos para sanar o para resistir la enfermedad. ¿Cuántas personas conoces que le hayan preguntado a su médico qué pueden comer para estar mejor y recibieron a cambio una mirada vacía o la respuesta displicente: “Come lo que quieras”? Este libro ofrece un cúmulo de respuestas muy distinto y empoderador.
Comer para sanar se divide en tres partes. En la primera cuento la fascinante historia detrás del poder de los sistemas de defensa de la salud, cómo se descubrieron, cómo funcionan y cómo podemos canalizar sus poderes curativos. Lo que es mejor, actualmente los científicos estudian los alimentos con los mismos métodos y herramientas que utilizan para estudiar los tratamientos farmacéuticos. En la segunda parte revelaré, con algunas sorpresas, los alimentos que activan los sistemas de defensa de la salud. Te hablaré de las increíbles investigaciones de más de 200 alimentos promotores de la salud, con resultados que te dejarán con la boca abierta. En la tercera parte encontrarás formas fáciles y prácticas de incorporar estos alimentos a tu vida. Diseñé una herramienta flexible llamada el marco 5 × 5 × 5, el cual facilita la elección cotidiana de los alimentos que más te gustan, promoviendo tu salud.
Para extraer todos los beneficios de este libro, recomiendo que lo leas una vez de principio a fin y obtengas así un panorama completo de cómo debes comer para acabar con las enfermedades. Aprenderás sobre las defensas de la salud, los alimentos, cómo y por qué comerlos. Después, regresa a las tablas y gráficas que he incluido, donde se resumen los distintos alimentos (y bebidas) y cómo afectan positivamente tu salud. Ten presentes los alimentos que te gustan y los que tal vez quisieras probar. Siempre debes comer alimentos que disfrutas y te interesan.
Cuando estés listo, vuelve a la tercera parte, pero ahora ten papel y lápiz a la mano. Escribe tu lista personalizada de alimentos preferidos y llena la hoja de trabajo 5 × 5 × 5 en el apéndice A, como describí en el capítulo 11. Entonces, ¡adelante!: usa tu hoja de trabajo y elige qué vas a comer cada día para evitar las enfermedades.
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No existe “fórmula mágica” para ninguna enfermedad ni para la salud en general o la longevidad. No hay un solo factor en tu vida que vaya a evitar la enfermedad, pero mi investigación demuestra que tenemos algo aún mejor. Hay una forma de estimular tus sistemas de defensa para que tu cuerpo se sane a sí mismo. Estas revelaciones nos dicen que hemos subestimado radicalmente nuestro poder transformador y restaurador de la salud.
Si tu meta es extender la cantidad de años frente a ti, tus decisiones de alimentación pueden inclinar la balanza a tu favor. Al estimular tus sistemas de defensa y mantenerlos en forma, tendrás más oportunidad de alejar las enfermedades y no sólo extender tu tiempo de vida, sino su buena calidad.
Las decisiones que diariamente tomas sobre los alimentos ofrecen oportunidades perfectas para conservar la salud mientras disfrutas de la vida. Así como por la noche tenemos la precaución de cerrar las puertas antes de dormir o antes de salir nos aseguramos de que esté apagada la estufa, tomar medidas preventivas deliberadas utilizando nuestra alimentación es mero sentido común. Junto con el ejercicio regular, una buena calidad de sueño, manejo de estrés y lazos sociales fuertes, tu dieta puede ayudarte a alcanzar todo tu potencial de salud.
Vivimos en tiempos de un enorme y sorprendente progreso científico, así que una buena salud debería estar al alcance de casi todos. Sin embargo, millones de personas sufren y mueren de enfermedades crónicas que pudieron haber evitado, a la par que se inventan tratamientos de más alta tecnología. Entre los costos elevados del cuidado de la salud y un medioambiente cada vez más tóxico y desequilibrado, una mejor salud es un problema de equidad que nos afecta a todos. El aplastante costo del cuidado de la salud sigue en aumento, creando una situación precaria donde todo el sistema de medicina moderna está a punto de colapsar. La única forma de reducir integralmente el costo del cuidado de la salud es disminuir la cantidad de personas enfermas.
Todos tenemos que poner de nuestra parte, y la mejor forma para hacer del mundo un lugar más sano es empezar con tus propias decisiones y las de tus seres queridos. Abandona la idea de que la salud es la ausencia de la enfermedad y empieza a comer para vencerla cada día. Bonne santé y Bon appétit.
PRIMERA PARTE
ESTÁS PROGRAMADO PARA LA SALUD
Los sistemas de defensa naturales del cuerpo
Las fuerzas naturales en nuestro interior son la verdadera cura de la enfermedad.
HIPÓCRATES
La salud no es simplemente la ausencia de enfermedades. La salud es un estado activo. Tu cuerpo tiene cinco sistemas para defender su salud: la angiogénesis, la regeneración, el microbioma, la protección del ADN y la inmunidad. Estos sistemas son responsables de mantener nuestro estado de salud y resistir el daño regular que enfrentamos como parte de nuestra vida cotidiana: nos curan cuando la presencia de una enfermedad inflige algún daño en nuestro cuerpo. Si sabes cómo estos sistemas defienden la fortaleza de tu cuerpo, puedes dirigir su poder curativo hacia una vida más sana y longeva.
Cada uno de los sistemas de defensa tiene una historia fascinante de investigación y descubrimiento. Cada uno cuenta con el apoyo de una sinfonía bien orquestada por distintos ejecutantes: órganos, células, proteínas y otros. Cada uno es un denominador común en la prevención de múltiples enfermedades, no sólo una. Además, los cinco sistemas trabajan en conjunto para mantener un gran estado de salud desde que sales del vientre materno hasta que exhalas tu último aliento. Acompáñame en los siguientes cinco capítulos para aprender más sobre estos sistemas y los beneficios que pueden ofrecerte.

Capítulo 1
Angiogénesis
Todos estamos desarrollando cáncer en nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros, incluso tú.
En estudios realizados durante la autopsia de personas que nunca recibieron un diagnóstico de cáncer en su vida, casi 40% de las mujeres entre 40 y 50 años tenían tumores microscópicos en los senos, alrededor de 50% de los hombres de entre 50 y 60 años tenían cáncer microscópico en la próstata, y casi 100% de la gente de más de 70 años tenía cáncer microscópico en la tiroides.1 Tumores como éstos se desarrollan cuando las células sanas cometen errores naturales durante su división celular o cuando su ADN muta por exposición medioambiental. Pueden ocurrir hasta 10 mil errores en el ADN de las células al dividirse en tu cuerpo todos los días, por lo que la formación de cánceres no sólo es común, sino inevitable.2 Sin embargo, estas formas microscópicas de cáncer son completamente inofensivas; la mayoría de ellas nunca se vuelven peligrosas. Comienzan minúsculas, más pequeñas que la punta de un bolígrafo, y mientras no se agranden ni invadan órganos, no pueden extenderse ni matar.
Tu cuerpo tiene un sistema de defensa impresionante que mantiene pequeños a esos cánceres microscópicos, coartando el abastecimiento de sangre y nutrientes que necesitan para crecer, y tú puedes optimizarlo a través de los alimentos que consumes. Más de 100 alimentos pueden estimular la capacidad de tu cuerpo para matar de hambre al cáncer y mantener pequeños e inofensivos a esos tumores, entre ellos la soya, los jitomates, la frambuesa negra, la granada y algunas sorpresas, como el regaliz, la cerveza y el queso. Puedes encontrar tu armamento de defensa para mantener a raya estos tumores en las tiendas, el mercado o en tu jardín.
El sistema de defensa que permite a nuestro cuerpo interceptar el cáncer de esta manera se llama angiogénesis: el proceso que utiliza nuestro cuerpo para crear y conservar vasos sanguíneos. En circunstancias normales, los vasos sanguíneos sustentan la vida, entregando oxígeno y nutrientes a todos nuestros órganos. Pero cuando crecen vasos sanguíneos anormales, pueden nutrir cánceres microscópicos. Un sistema sano de angiogénesis regula cuándo y dónde deben crecer esos vasos sanguíneos, y puede evitar que los tumores redirijan su propio abastecimiento de sangre para extraer oxígeno y expandirse. Cuando el cuerpo pierde su capacidad de controlar los vasos sanguíneos, puede aparecer una gran variedad de enfermedades, incluido el cáncer.
Mientras el sistema de angiogénesis opere adecuadamente, los vasos sanguíneos crecerán en el lugar adecuado en el momento correcto para no ser demasiados ni muy pocos, sino la cantidad justa. Conservar ese equilibrio perfecto en el sistema circulatorio es elemental para que la angiogénesis defienda la salud, manteniéndonos en un estado llamado homeostasis, definido como la estabilidad presente en el cuerpo mientras funciona normalmente y se ajusta a la vez al constante cambio de condiciones. La angiogénesis tiene un papel vital en la creación y el mantenimiento de todo el sistema circulatorio así como en su adaptación a diversas situaciones a lo largo de nuestra vida para proteger la salud.
Gracias a este poderoso sistema de defensa que corta naturalmente el abastecimiento de sangre a los tumores, el cáncer no tiene que ser una enfermedad.3 En la segunda parte expondré cómo los últimos avances en angiogénesis moldean nuestra forma de pensar sobre qué alimentos pueden ayudarla a conservar nuestra homeostasis y cómo puedes matar de hambre al cáncer, crear vasos sanguíneos que alimenten tu corazón y mantener a raya las enfermedades mortales para disfrutar una vida más sana y longeva. No obstante, para apreciar completamente cómo es que la comida influye en la angiogénesis y en tu salud, primero veamos cómo funcionan tus vasos sanguíneos en su día a día.
El trabajo de la angiogénesis
En tu cuerpo existen casi 100 mil km de vasos sanguíneos, cuyo trabajo es entregar oxígeno y nutrientes para mantener vivas tus células. Son los vasos de la vida que nutren tus órganos sanos y los protegen contra las enfermedades. Si todos tus vasos sanguíneos estuvieran alineados uno tras otro, le darían más de dos vueltas a la circunferencia de la Tierra. Sorprendentemente, entre que tu corazón bombea una gota de sangre y ésta circula por todo tu cuerpo y de regreso sólo transcurren 60 segundos.
Los vasos sanguíneos más pequeños se llaman capilares. Son más delgados que un cabello y tu cuerpo tiene 19 mil millones de ellos. Los capilares tienen una relación singular con todas las demás células porque son el último eslabón de la cadena del sistema de entrega de sangre a tus células. Como están al final, prácticamente todas las células del cuerpo se localizan a 200 micrómetros de una capilaridad.4 Es una distancia en verdad muy corta: apenas poco más del grosor de un cabello humano. Cada órgano tiene su propia densidad y su propio patrón de capilares, dependiendo de lo que haga y cuánto flujo sanguíneo necesite. Tus músculos, por ejemplo, tienen una gran demanda de oxígeno, así que necesitan cuatro veces más abastecimiento de sangre que tus huesos, los cuales actúan como apoyo estructural. Otros órganos con una alta demanda de sangre son el cerebro, el corazón, los riñones y el hígado. Todos tienen una densidad capilar impresionante, de 3 mil vasos por milímetro cúbico: 30 veces más que los huesos.
Bajo el microscopio, los capilares se ven como obras de arte, esculturas creadas para embonar en los órganos donde crecen. Los que alimentan tu piel se ven como tiras de sujetadores de velcro, con aro tras aro de vasos distribuyendo la sangre que le da su temperatura y color a la superficie de tu cuerpo. Junto con tus nervios, desde la médula ósea hasta las puntas de tus dedos, los capilares recorren toda la superficie como líneas telefónicas para alimentar las neuronas y mantener agudos tus sentidos. En el colon, los capilares forman un hermoso patrón geométrico parecido a una colmena para poder estirarse con él conforme se llena de materia digerida, a la vez que ofrece un área máxima para absorber fluidos de vuelta a tu torrente sanguíneo.
La importancia de la angiogénesis para la vida es tan fundamental que comienza en el sistema reproductor, incluso antes de la concepción. Para cuando el espermatozoide fecunda un óvulo, el vientre ya se preparó con el endometrio, una pared de nuevos vasos sanguíneos se prepara para recibir y nutrir al óvulo fecundado. Si no ocurre un embarazo, esta pared se desecha cada mes durante la menstruación. Si se implanta el óvulo fecundado, los vasos sanguíneos actúan como la primera vía de abastecimiento para el feto que se está desarrollando. Alrededor de ocho días después de la implantación se crea un nuevo órgano vascular, la placenta, para llevar sangre de la madre al feto.5 En los siguientes nueve meses se crea en éste una sinfonía de angiogénesis que forma todo el sistema circulatorio desde cero y luego va llenando cada órgano del cuerpo en desarrollo. Hacia el final del embarazo, mientras el cuerpo de la madre se prepara para el parto, la placenta libera un factor antiangiogénico natural llamado Flt-1 soluble, el cual desacelera la creación de vasos sanguíneos. Esta capacidad de encenderse, reducirse y apagarse es el símbolo de la angiogénesis como sistema de defensa, no sólo en la creación de vida durante el embarazo, sino en la protección de la salud a lo largo de la vida.
La defensa de la angiogénesis es un método de protección para todos los animales con sistema circulatorio, incluidos los humanos. Cuando te has hecho un corte profundo, ya sea por cirugía o una lesión, sin duda habrás notado que la zona herida comienza a cambiar en cuestión de segundos, iniciando un proceso que prosigue hasta que la herida sana. Si alguna vez te raspas la rodilla lo suficiente como para sangrar y luego formar una costra y la arrancas antes de tiempo, podrás ver este proceso ocurriendo ante tus ojos. Bajo la costra, el tejido es rojo y brillante. En ese parche rojo hay miles de nuevos vasos sanguíneos creciendo en la herida para restaurar el tejido lastimado.
Cuando lo ves, eres testigo de la angiogénesis que se enciende en el tejido lastimado tan pronto como comienza el sangrado. El detonante es la hipoxia, o los bajos niveles de oxígeno, provocados por la interrupción del flujo normal de sangre en la herida. La falta de oxígeno indica la necesidad de más vasos sanguíneos para llevar más oxígeno. La hipoxia provoca que las células heridas comiencen a liberar señales de proteína, llamadas factores de crecimiento, cuyo trabajo es estimular la angiogénesis. La inflamación es muy importante al principio de la curación. Las células inflamatorias, llamadas macrófagos y neutrófilos, se arrastran hacia el interior de la herida para limpiar cualquier bacteria o desecho de la lesión y liberan sus propios factores de crecimiento angiogénicos, amplificando así la respuesta de creación de vasos sanguíneos.
A partir de este momento, tienen lugar varios sucesos a nivel celular para crear vasos sanguíneos. Gracias a las células especiales que delimitan tus venas, llamadas células endoteliales, hay un equipo de rescate esperando recibir las señales del factor de crecimiento que les dan a las células endoteliales la instrucción de desplegarse. Hay cerca de un billón de células endoteliales delimitando tu sistema circulatorio, por lo que son uno de los tipos de células más abundantes en tu cuerpo. Piensa en cada una de estas células endoteliales como el motor de un automóvil conectado al contacto para encenderlo. Ahora imagina que los factores de crecimiento que se liberan en una herida son las llaves del auto. Los factores de crecimiento embonan en receptores específicos salpicados por toda la superficie de las células endoteliales, así como las llaves embonan en contactos de autos específicos. Cuando la llave correcta entra en el contacto correcto, el motor se enciende y las células endoteliales están listas para migrar hacia la superficie de los factores de crecimiento proteínico, y comienzan a dividirse y a formar tubos que se convertirán en nuevos vasos sanguíneos. Sin embargo, las células endoteliales primero necesitan salir de la vena. Liberan enzimas que digieren la pared de la vena, parecida a una manga, afuera de la célula, creando agujeros en la pared arterial. De este punto en adelante, las células endoteliales activadas comienzan a salir de estos hoyos, siguiendo la gradiente de factores de crecimiento que llegan del área lastimada y crean nuevos vasos sanguíneos en esa dirección. Conforme se elongan los brotes de vasos sanguíneos, se enrollan a lo largo para crear tubos que a la larga se conectan en las puntas para formar aros capilares. Al haber más aros capilares en la zona tratada, nace una nueva circulación para sanar.
Los vasos sanguíneos recién formados son demasiado frágiles como para soportar el flujo sanguíneo por sí solos, así que reciben ayuda de otro tipo de célula, el pericito, que los ayuda a madurar. Los pericitos ayudan de dos formas. Primero, se envuelven alrededor de los tubos endoteliales como un calcetín sobre un tobillo para proveer estabilidad estructural. Simultáneamente, los pericitos desaceleran la angiogénesis, así que no hay una sobrecarga de vasos sanguíneos.6 Los pericitos son cambiantes. Una vez anclados a un nuevo vaso sanguíneo, extienden brazos parecidos a tentáculos para abrazar las células endoteliales que tienen alrededor. Un solo pericito puede tocar hasta 20 células al mismo tiempo y liberar una señal química que las apaga del frenesí de actividad alrededor de la angiogénesis.7
Una vez que los vasos sanguíneos brotan y se estabilizan, comienza el flujo sanguíneo. La inundación de oxígeno nuevo apaga el interruptor de la señal del factor de crecimiento, desacelerando los motores de la angiogénesis hasta que finalmente se detienen. Al mismo tiempo, se liberan inhibidores naturales de la angiogénesis en el área, suprimiendo todavía más el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos. Cuando éstos se solidifican en su lugar, las células endoteliales a su alrededor producen proteínas, llamadas factores de supervivencia, que ayudan a sanar las células en las áreas cercanas donde se desarrolló la angiogénesis. Cuando se componen de forma adecuada, los nuevos vasos sanguíneos como defensa pueden durar toda la vida, manteniendo vivos los órganos y la piel.
El sistema de angiogénesis siente constantemente dónde y cuándo se necesitan más vasos sanguíneos para mantener los órganos sanos y funcionales. Como un albañil profesional, los vasos sanguíneos detectan la necesidad de tus músculos después de un entrenamiento, cuando se requiere más flujo sanguíneo para desarrollarlos. Por otra parte, el sistema también busca contantemente las situaciones donde se deben podar los vasos sanguíneos. El sistema sano de angiogénesis se diseñó para, 24 horas al día, lograr el equilibrio y la mezcla adecuada de vasos sanguíneos: ni muchos ni pocos.
Es como un regulador de luz. Se puede subir la intensidad para crear más vasos sanguíneos cuando es necesario. Cuando hacen falta menos, tu cuerpo tiene inhibidores endógenos de la angiogénesis (que se presentan naturalmente en el cuerpo) que apagan este proceso. Los estímulos y sus respuestas están por todas partes, incluyendo los músculos, la sangre, el corazón, el cerebro, la leche materna y el semen.
El control que tu cuerpo tiene de la angiogénesis necesita ser perfecto para optimizar tu salud. A lo largo de la vida, no obstante, muchos factores pueden descarrilar este sistema de defensa, provocando un exceso de angiogénesis que alimente tejidos enfermos, o una insuficiencia de angiogénesis que traiga consigo pérdida de tejido y muerte. En la segunda parte leerás sobre los alimentos que apuntalan tus defensas de angiogénesis para ayudar a tu cuerpo a resistir las enfermedades, pero antes volvamos a los cánceres microscópicos que crecen en tu cuerpo y veamos cómo se derrumban las defensas y sus pésimas consecuencias, para que sepas por qué es importante comer los alimentos correctos para estar sano.
La principal razón por la que los cánceres microscópicos no crecen son los inhibidores naturales de la angiogénesis. Tal contrarresto mantiene a raya los tumores, al privarlos de sangre. Como descubrieron investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard en 1974, mientras no crezcan vasos sanguíneos para alimentar tumores, las células cancerígenas permanecerán dormidas y neutralizadas. Tu sistema inmunológico, del cual hablaré en el capítulo 5, tarde o temprano los ubica y destruye. Con el tiempo, sin embargo, algunos minúsculos nidos de cáncer pueden abrumar al sistema de defensas y sobrepasar la respuesta antiangiogénica, al liberar enormes cantidades de las mismas señales del factor de crecimiento que participan en la curación de heridas. En experimentos de laboratorio, una vez que brotan nuevos vasos sanguíneos dentro del pequeño cúmulo de células cancerígenas, pueden hacer que un tumor crezca exponencialmente, extendiéndose hasta 16 mil veces su tamaño en sólo dos semanas después de iniciada la angiogénesis.8 Cuando los tumores secuestran el sistema de defensa de la angiogénesis para crear su propia circulación, un cáncer inofensivo se convierte rápidamente en uno que puede ser mortal. Lo que es peor, los mismos vasos sanguíneos que alimentan los tumores cancerígenos también pueden servir como canales de salida para que células malignas escapen hacia el torrente sanguíneo. Esto se conoce como metástasis, el aspecto más peligroso del cáncer. Los pacientes de cáncer rara vez mueren por su tumor inicial, que en muchos casos puede extirparse con cirugía; la metástasis acribilla al cuerpo como perdigones.
Ayudar al cuerpo a evitar la angiogénesis indeseable puede tener un efecto poderoso en la supresión del cáncer. La meta es estimular tus defensas de angiogénesis, ayudando a la respuesta natural de tu cuerpo a conservar el equilibrio normal de vasos sanguíneos, para que así las células cancerígenas no reciban el alimento que les permita crecer. El primer paciente en beneficiarse de un tratamiento antiangiogénico fue un niño de 12 años llamado Tom Briggs, de Denver, Colorado. Se le diagnosticó una enfermedad llamada hemangiomatosis capilar pulmonar, que hacía crecer tumores en sus pulmones. Conforme crecían los tumores se le dificultaba respirar, lo que interfería con su capacidad de jugar sus deportes favoritos, como el beisbol, y a veces incluso dormir bien. Como último recurso, recibió un medicamento llamado interferón alfa, que detenía la angiogénesis. A lo largo de un año, sus tumores pulmonares se encogieron y Tom pudo seguir con su vida normal. Su caso fue tan sorprendente que se publicó en el New England Journal of Medicine como “el primer caso humano”, un vistazo hacia el futuro del tratamiento tumoral.9
Desde los años noventa las empresas de biotecnología comenzaron a desarrollar medicamentos específicos para tratar la angiogénesis tumoral. El primer cáncer que mostró el beneficio de la terapia antiangiogénica fue el de colon, donde atacar los vasos sanguíneos tumorales mejoró la supervivencia de los pacientes usando un tratamiento llamado Avastin. Muchos otros cánceres se han vuelto tratables por estimular la respuesta angiogénica del cuerpo, usando Avastin y más de una docena de otros medicamentos de diseñador que la inhiben, incluidos el renal, pulmonar, cerebral, de tiroides, hepático, cervicouterino, de ovarios y de mama así como múltiples mielomas. En 2004, el comisionado de alimentos y medicamentos en Estados Unidos, Mark McClellan, declaró: “Los inhibidores de angiogénesis ya pueden considerarse la cuarta modalidad de tratamiento contra el cáncer (después de la cirugía, la quimioterapia y la radiación)”.10
La angiogénesis excesiva promueve la enfermedad en muchas otras afecciones además del cáncer, como la pérdida de visión. En un ojo sano, la visión es posible porque la luz puede pasar a través del fluido cristalino hacia la retina y se registra en el cerebro sin interferencia de los vasos sanguíneos. La angiogénesis en el ojo se controla rigurosamente, tanto que, por lo general, las células endoteliales que cubren los vasos sanguíneos de la retina se dividen sólo dos veces en la vida de una persona. Sin embargo, en la degeneración macular asociada con la edad (DMAE), la principal causa de ceguera en el mundo para personas mayores de 65 años, y en la pérdida de visión relacionada con la diabetes, la angiogénesis lleva a la formación de nudos anormales en los vasos sanguíneos, los cuales filtran fluidos y sangran. Esa consecuencia desastrosa de la angiogénesis indeseable destruye la visión. Por fortuna, esas dolencias ahora son tratables utilizando medicamentos biológicos aprobados por la FDA que los oftalmólogos inyectan en el ojo para detener la angiogénesis destructiva, parar la filtración y proteger la visión. Algunos pacientes incluso recuperan la visión. Tuve una paciente que estaba legalmente ciega por degeneración macular y no podía manejar ni jugar golf, su pasatiempo favorito. Después del tratamiento pudo manejar nuevamente y volvió a practicar su swing en el campo.
En la artritis reumatoide y la osteoartritis, la inflamación de las articulaciones provoca que los nuevos vasos sanguíneos liberen enzimas destructivas, las cuales atacan tus cartílagos provocando dolores incapacitantes. En la psoriasis, condición dérmica capaz de desfigurar, la angiogénesis anormal bajo la piel ayuda a que las zonas de placas de piel enrojecida crezcan, lo que viene acompañado de inflamación, comezón irritante y dolor.
Se descubrió que la enfermedad de Alzheimer involucra una angiogénesis excesiva y anormal. En 2003, junto con un psiquiatra, el doctor Anthony Vagnucci, en un artículo publicado en The Lancet, planteé que las anormalidades en los vasos sanguíneos del cerebro contribuían a la enfermedad de Alzheimer.11 Hoy en día sabemos que los vasos sanguíneos en los cerebros afectados con Alzheimer son anormales y no mejoran el flujo sanguíneo; por el contrario, liberan neurotoxinas que matan las células cerebrales.
Incluso la obesidad tiene una fuerte conexión con la angiogénesis. Aunque se trata de una enfermedad multifactorial, comer en exceso y consumir los alimentos equivocados produce altos niveles de factores de crecimiento que estimulan la angiogénesis mientras circulan por el torrente sanguíneo.12 Al igual que los tumores, una masa de grasa necesita nuevos vasos sanguíneos para crecer y alimentar las células adiposas.13 Por esas y otras cuestiones de salud, es emocionante ver cómo los nuevos tratamientos con medicinas enfocadas en la angiogénesis muestran resultados prometedores en las pruebas clínicas y de laboratorio.
Eliminar el exceso de vasos sanguíneos es importante, pero también lo es mantener la capacidad del cuerpo de crear un sistema circulatorio adecuado para proteger los órganos que necesitan incrementar o restaurar su abastecimiento de sangre. Al envejecer, nuestra circulación muchas veces decae, por lo que necesitamos incrementar y estimular nuestra capacidad de alimentar y conservar sanos los tejidos y los órganos. Cuando se ven comprometidos, la incapacidad de montar una respuesta angiogénica defensiva tiene pésimas consecuencias.
Una de ellas es la neuropatía. Las neuropatías ocurren cuando se compromete el funcionamiento de tus nervios. Esto puede llevar a adormecimientos o dolor que varían de moderados a incapacitantes. Los nervios periféricos son el cableado eléctrico que recorre todo tu cuerpo, transmitiendo indicaciones de tu cerebro a tus músculos, diciéndoles cuándo contraerse y cuándo relajarse. Los nervios también envían sensaciones de parte de tu piel y tus músculos hacia tu cerebro. Ese cableado eléctrico tiene su propio minisistema circulatorio, llamado vasa nervorum (vasos que irrigan un tronco nervioso), que mantiene el flujo de sangre hacia los nervios. Cuando los vasa nervorum se apagan, los nervios empiezan a morir. Los síntomas varían desde un hormigueo o un dolor insoportable, hasta el adormecimiento de manos, piernas y pies por completo.
Las personas con diabetes pueden desarrollar un abastecimiento dañado de la sangre a los nervios, sobre todo si la glucosa no está controlada. La diabetes también desacelera la angiogénesis, lo cual daña los nervios. Los investigadores han estado trabajando en nuevas maneras de mejorar el flujo sanguíneo a los nervios usando terapias de angiogénesis. En el laboratorio, cuando los investigadores inyectan el gen para desarrollar la proteína angiogénica FCVE (factor de crecimiento vascular endotelial) en los músculos de animales diabéticos, descubren que pueden incrementar el flujo sanguíneo a los nervios y restaurar su función a niveles casi normales.14 Otra causa común para la neuropatía periférica es la quimioterapia para el cáncer, que no sólo mata las células cancerígenas, sino que puede ser altamente tóxica para los nervios y destruir su minisistema circulatorio. En el laboratorio la terapia genética que utiliza FCVE protege totalmente los nervios y su abastecimiento de sangre contra la pérdida de funcionamiento.15
Cuando tus defensas de angiogénesis están dañadas, muchas otras enfermedades pueden presentarse. Las heridas crónicas son un ejemplo. Si bien una herida normal sana en una semana más o menos, las de tipo crónico sanan lentamente o no sanan. Estas yagas abiertas se infectan, se gangrenan y muchas veces obligan a amputar la extremidad dañada. Esto afecta a más de 8 millones de personas sólo en Estados Unidos, en especial gente que padece diabetes, arteriosclerosis, mal funcionamiento de válvulas en las venas de las piernas, o que está confinada a la cama o necesita silla de ruedas. Es una epidemia silenciosa y mortal con un índice de mortandad mayor que el cáncer de colon y de mama.16 Si tienes una herida crónica, uno de los principales objetivos de tu médico debería ser encender la angiogénesis para mejorar el flujo sanguíneo y acelerar la curación. Esto puede hacerse a partir de una serie de técnicas y herramientas médicas, incluida la alimentación. En el capítulo 6 hablaremos de los alimentos que estimulan la angiogénesis.
Tu cerebro y tu corazón también dependen del sistema de defensa de la angiogénesis para responder cuando hay una amenaza en su propia circulación. Restaurar rápidamente el flujo sanguíneo de estos órganos es una cuestión de vida o muerte, literal. Cuando hay un bloqueo de sus vasos sanguíneos, lo que ocurre con la arteriosclerosis, tu sistema de defensa entrará en automático y generará nuevos vasos sanguíneos para ayudar a formar un bypass natural alrededor del canal bloqueado. Un bypass natural, llamado vaso colateral, se forma cuando ocurre un bloqueo lento y gradual, estrechando los vasos coronarios o las arterias carótidas. La gente puede vivir durante años o décadas con cardiopatía coronaria o enfermedad carótida si su sistema de defensa de angiogénesis hace su trabajo. Incluso en el caso de bloqueos repentinos, como en un ataque cardiaco o un infarto isquémico, si el paciente sobrevive, la defensa angiogénica empezará a formar un bypass natural.
Esta defensa se da lentamente si el paciente tiene una enfermedad que frustra la angiogénesis, como la diabetes o la hipercolesterolemia, o si fuma o es una persona mayor. Las pruebas clínicas con tratamiento que estimulan la angiogénesis en el corazón o el cerebro han demostrado que es posible dar nuevos tratamientos para acelerar este proceso, pero todavía están en etapas experimentales, a años de distancia de usarse para tratar pacientes. En la segunda parte te contaré qué alimentos puedes utilizar en casa para ayudar a la angiogénesis cardiovascular y la curación.
Alimentos y angiogénesis
Es claro que un sistema de defensa angiogénico totalmente funcional nos protege de muchas enfermedades. Tu salud depende de un equilibrio normal en el sistema circulatorio, sin un exceso o insuficiencia de vasos sanguíneos en los órganos. Cuando ese equilibrio se perturba, tu cuerpo necesita ayuda. Los investigadores de compañías biofarmacéuticas y de equipos médicos están en una carrera para desarrollar nuevos tratamientos para salvar la vida, las extremidades y la visión, pero crear una nueva terapia puede tomar un decenio o más, costar más de mil millones de dólares e, incluso si es exitosa, tal vez no pueda, por su costo y disponibilidad, llegar a todos los necesitados. Es más, esos medicamentos y herramientas están enfocados en el tratamiento de las enfermedades, no en su prevención.
Puedes usar la dieta para evadir enfermedades así como apoyar el tratamiento. Las investigaciones que se realizan en todas partes del mundo revelan que alimentos y bebidas específicos, incluyendo muchos de los que reconocemos y disfrutamos, pueden estimular tus defensas angiogénicas en ambos lados de la ecuación. Aun la forma como preparas y combinas los ingredientes puede influir en la angiogénesis. Esto le da una perspectiva completamente nueva a nuestra forma de pensar sobre los alimentos que consumimos y la forma en que los preparamos. Además, abre nuevos umbrales si quieres incrementar tus probabilidades de prevenir enfermedades influidas por la angiogénesis. Si actualmente combates una afección dependiente de la angiogénesis, elegir los alimentos correctos puede ayudarte a controlar o incluso vencer esta enfermedad.
Hay gran cantidad de evidencia sobre el poder de este enfoque. La gente de Asia, en cuya dieta se consume mucha soya, verduras y té, tiene un riesgo significativamente menor de desarrollar cáncer de mama o de otro tipo. En Japón hay más de 69 mil personas mayores de 100 años.17 China también tiene una población elevada de centenarios. Mi tío bisabuelo, quien vivió sano aun hasta los 104, residía en el pueblo de Changshu, en las afueras de Shanghái, en las faldas de la montaña Yushan, donde se cultiva el té verde. Los centenarios vibrantes de Ikara, Grecia y del centro de Cerdeña, comen una dieta mediterránea, atestada de ingredientes estimulantes de las defensas angiogénicas y no son estrictamente veganos. Comprender que la angiogénesis es un sistema de defensa clave para la salud es vital al momento de desentrañar nuevos secretos para una salud a largo plazo dentro de tu cuerpo y fuera del sistema de seguridad social.
ENFERMEDADES EN LAS QUE SE VULNERAN LAS DEFENSAS ANGIOGÉNICAS
• Angiogénesis excesiva
• Artritis reumatoide
• Cáncer cerebral
• Cáncer cervicouterino
• Cáncer colorrectal
• Cáncer de hígado
• Cáncer de mama
• Cáncer de ovario
• Cáncer de próstata
• Cáncer de riñón
• Cáncer pulmonar
• Cáncer tiroideo
• Degeneración macular asociada con la edad
• Endometriosis
• Enfermedad de Alzheimer
• Leucemia
• Linfoma
• Mieloma múltiple
• Obesidad
• Pérdida de visión asociada con la diabetes
• Psoriasis
• Angiogénesis insuficiente
• Alopecia
• Cardiopatía isquémica
• Disfunción eréctil
• Enfermedad arterial periférica
• Fallo cardiaco
• Neuropatía
• Neuropatía periférica
• Úlceras diabéticas en los pies
• Úlceras por presión
• Úlceras venosas en las piernas

Capítulo 2
Regeneración
Si la angiogénesis crea nuevos vasos sanguíneos para alimentar tus órganos como un sistema de defensa, ¿qué hace crecer y mantiene a los órganos mismos? La respuesta: las células madre. Son tan cruciales para tu salud que si de pronto dejaran de trabajar estarías muerto en una semana. Desde tu concepción, las células madre tienen un papel primordial en la generación y el mantenimiento de tu cuerpo y tu salud. Literalmente, estamos hechos de células madre. Alrededor de cinco días después de que el espermatozoide de tu padre se encontró con el óvulo de tu madre, comenzaste a vivir como una pequeña bola de entre cincuenta y cien células madre embrionarias (CME) en el vientre. Lo impresionante de estas células madre es que son pluripotentes, es decir, pueden formar cualquier célula o tejido en el cuerpo, desde músculos y nervios hasta piel, cerebro o un ojo. Conforme “tú, el embrión”, madurabas a lo largo de 12 semanas hacia tu versión de “feto”, todos tus órganos básicos se crearon a partir de las células madre que mutaron hacia células más especializadas para desarrollar las funciones de cada órgano. Pronto, las células especializadas de tus órganos comenzaron a sobrepasar en cantidad a las células madre no especializadas en la formación de tu cuerpo.
Las células madre en el feto no sólo construyen el organismo, sino proveen las defensas de la salud, incluso para la madre. Científicos de la Escuela de Medicina del Hospital Monte Sinaí, en Nueva York, hicieron un experimento trascendental donde estudiaron ataques cardiacos en ratonas preñadas. Los ataques cardiacos eran lo suficientemente serios como para dañar 50% del ventrículo principal en el corazón. En un humano, este grado de daño sería suficiente para provocar una falla cardiaca, si no una muerte rápida.1 En las ratonas sobrevivientes, a lo largo de las semanas posteriores al ataque cardiaco, los investigadores descubrieron que las células madre del feto migraron del vientre hacia el torrente sanguíneo de la madre. Desde ahí, es impresionante cómo las células madre del feto se quedaron en el área dañada del corazón de la madre y empezaron a regenerarlo y repararlo. Un mes después del ataque cardiaco, 50% de las células madre del feto que migraron hacia el corazón de la madre se volvieron células cardiacas adultas, capaces de latir espontáneamente. Este estudio fue uno de los primeros en demostrar que las células madre de un feto pueden ayudar a defender la salud de la madre.
Para el momento del parto, la mayoría de las células en el humano en desarrollo ya se transformaron en la forma final de un órgano, dejando sólo una minúscula fracción de células madre. Después del nacimiento, algunas células madre se quedan en el cordón umbilical y la placenta. Las de aquél pueden recolectarse en forma de sangre y enviarse a un banco de células madre, donde se congelan y se resguardan para su eventual uso médico. Algún día podrán ser útiles para tu hijo o incluso para ti y los miembros de tu familia y reparar o sanar órganos dañados. Recomiendo enfáticamente recolectar y guardar la sangre del cordón umbilical; es una oportunidad irrepetible.
A pesar de sus bajas cifras, las células madre aún tienen un papel vital en la vida adulta. Conforme envejecemos, regeneran en silencio casi todos nuestros órganos “tras bambalinas”. El proceso se da a su propio paso, distinto para cada órgano:2
• Tu intestino delgado se regenera cada dos o cuatro días.
• Tus pulmones y tu estómago cada ocho días.
• Tu piel cada dos semanas.
• Tus glóbulos rojos cada cuatro meses.
• Tus células adiposas cada ocho años.
• Tu esqueleto cada diez años.
La velocidad de la regeneración también cambia con la edad. Cuando tienes 25 años, se renueva alrededor de 1% de las células de tu corazón cada año, pero esto comienza a desacelerar conforme creces. Para cuando llegas a los 75 años, sólo 0.45% de las células cardiacas se renueva cada año.3
Tus células inmunológicas se regeneran cada siete días, así que, si tus células madre desaparecieran, probablemente morirías de una infección poco después. Si de alguna manera sobrevivieras a la infección, entonces morirías de una hemorragia por razón de que los componentes sanguíneos llamados plaquetas, responsables de la coagulación, se reemplazan cada diez días. Si sobrepasaras eso, tu piel se caería en seis semanas. Luego colapsarían tus pulmones y te sofocarías. Nuestras células madre defienden la salud y son uno de nuestros salvavidas.
El poder curativo de las células madre
Lo que sabemos de las células madre de nuestro cuerpo data de los tiempos de la bomba atómica. La aniquilación nuclear de Hiroshima y Nagasaki mató un estimado de 200 mil personas en 1945, concluyendo la Segunda Guerra Mundial. Los médicos advirtieron que algunos sobrevivientes al impacto inicial sucumbían después en una segunda oleada de muerte porque la exposición a la radiación destruyó la capacidad de su cuerpo de renovar sus propias células en la médula ósea. Mientras el gobierno hacía preparativos para las guerras nucleares del futuro, los científicos comenzaron su búsqueda de células madre que pudieran usar para tratar y proteger a los sobrevivientes del efecto mortal de la radiación. En 1961, dos investigadores canadienses, James Till y Ernest McCullough, mostraron que las células madre estaban presentes en la médula ósea y el bazo, y que podían regenerar los componentes de la sangre. Till y McCullough descubrieron que, si se inyectan a tiempo, las células madre pueden rescatar animales de laboratorio expuestos a cantidades letales de radiación.4
El trabajo de Till y McCullough llevó al desarrollo de los trasplantes de médula, procedimiento que salva vidas y ahora se realiza en todo el mundo para rescatar a pacientes de cáncer que reciben los tratamientos más duros de quimioterapia y altas dosis de radiación. Aunque la quimioterapia y la radiación matan las células cancerígenas, también arrasan con las células madre sanas en la médula ósea. Sin ellas, se desploma el sistema inmunológico del paciente de cáncer y puede morir de alguna infección generalizada. Aun así, al trasplantar células madre de la médula ósea de un donador hacia el paciente de cáncer, los médicos pueden salvar pacientes de esta muerte segura. Las células madre del donador circulan hacia la médula ósea del paciente y se adaptan; entonces, reconstituyen el sistema inmunológico. La técnica de trasplante de médula ósea usando las células madre de un donador se consideró un gran avance médico. Su pionero, E. Donnall Thomas, ganó el Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1990, junto con el pionero del trasplante de riñón, Joseph Murray. No obstante, aun sin estar dañado por la quimioterapia o la exposición a la radiación, tu cuerpo necesita sus células madre porque reconstruyen continuamente tu cuerpo de adentro hacia afuera.
Entre los 37.2 billones de células en tu cuerpo, las células madre constituyen una cifra minúscula, pero muy poderosa: sólo 0.002%, pero son capaces de regenerar tu salud.5 Las células madre reparan, reemplazan y regeneran las células muertas y gastadas conforme se necesitan. Como si fueran soldados de fuerzas especiales de tu cuerpo, recolectan información, hacen reconocimiento y ejecutan misiones para mantener los órganos en un estado óptimo. Cuando sufres alguna lesión o adquieres una enfermedad, tus células madre entran en acción para crear nuevos tejidos que sanan o ayudan a tu cuerpo a superar la dolencia. Es tu sistema de defensa regenerativo y, al igual que el sistema de angiogénesis, las últimas investigaciones muestran que la alimentación puede influir mucho en tus células madre.
No importa si eres un atleta que quiere fortalecer sus músculos, una mujer embarazada interesada en desarrollar un feto o alguien que lucha contra el azote de la edad, los alimentos adecuados pueden estimular la cantidad y el desempeño de tus células madre así como su capacidad para regenerar tu cuerpo. Puedes comer para proteger tu corazón, para conservar tu mente lúcida (regeneración cerebral), sanar tus heridas y mantener tu cuerpo en un estado de salud juvenil. En la segunda parte del libro te hablaré sobre los alimentos que pueden estimular la defensa de tus células madre, pero primero te daré una introducción sobre la regeneración para que veas por qué comer los alimentos correctos puede salvar tu vida.
Las células madre y las lesiones
El sistema de defensa de la regeneración está conectado de manera que siempre esté listo para responder en todo momento a una lesión o traumatismo. Las células madre adultas siguen sin especializarse, en espera de que se les necesite y entren en acción. Pueden renovarse y replicarse por división celular, y conservar de todos modos su pluripotencial. Cuando están en una misión, sienten su ambiente y usan las claves a su alrededor como instrucciones para convertirse en el tipo exacto de célula que se necesita regenerar. Si están en un pulmón, se vuelven un pulmón. Si están en el hígado, se vuelven parte del hígado.
La historia de cómo las células madre logran esas funciones protectoras comienza donde viven en su estado inactivo, indiferenciado y renovable. Residen en escondites especiales llamados nichos. Están en la piel, a lo largo de las paredes intestinales, en la base de los folículos capilares, en los testículos y los ovarios, en la grasa, en el corazón y el cerebro, y, particularmente, en la médula, el material esponjoso dentro de nuestros huesos.
La médula es una unidad de almacenamiento de al menos tres tipos de células madre distintas. Las células madre hematopoyéticas (CMH) se convierten en células formadoras de sangre. Las células mesenquimales estromales (CME) son precursoras de músculos, grasa, cartílago, hueso y otros elementos no sanguíneos. Las células progenitoras endoteliales (CPE) contribuyen a la creación de nuevos vasos sanguíneos en la regeneración de los órganos. Juntas, se denominan células mononucleares derivadas de la médula ósea (CMDM) porque todas residen dentro de ella.
Cuando una parte del cuerpo necesita que las células madre entren en acción para regenerarlo, se da una serie de sucesos que sacan la célula madre de su nicho y la llevan hacia el sistema circulatorio. Las células madre en la médula ósea reciben la alerta de las señales de un factor de crecimiento liberado por el órgano afectado. Un factor de crecimiento en particular, el vascular endotelial (FCVE), es muy poderoso para activar las células madre. Esa señal de alarma llega a la médula ósea por medio de los vasos sanguíneos que penetran el hueso. Una vez en el interior, las señales viajan por el sistema de capilares, llamado canales sinusoidales, dentro de la médula y llegan a las células madre adheridas a las paredes del canal. Las células madre interpretan la señal como una alerta química y responden a su vez. Lo que comienza con una llamada de auxilio termina con una oleada de células madre volando como abejas fuera de la colmena, desde la médula ósea hacia el sistema circulatorio del cuerpo.6 Ese paso importante en la regeneración de una parte lesionada del cuerpo se llama movilización de células madre.
Lo que sucede a continuación es una potente ilustración del ingenio con que reaccionan las células madre. Cuando se trata de una emergencia, llegan rápidamente al frente de una lesión. Viajan en el veloz torrente sanguíneo, impulsadas por la acción de bombeo del corazón, y utilizan su localizador biológico para ubicar el punto exacto en el órgano que envió la señal de alarma. Como un misil guiado acercándose a su blanco, las células madre encuentran su punto de impacto. Las proteínas en la célula madre, llamadas receptores, se adhieren a las proteínas en el punto de impacto. Se unen como velcro celular, asegurándose de que las células madre se adhieran sólo a la zona lesionada.7 Todo sucede muy rápido después de que se envía la señal de alarma. Las investigaciones demuestran, por ejemplo, que 48 horas después de que un cirujano hace una incisión, hay, comparadas con las cifras antes de la cirugía, 14 veces más células progenitoras endoteliales en el sistema circulatorio debido a la necesidad de curación.8
Una vez adheridas al punto de impacto, las células madre evalúan el ambiente del órgano al que llegaron y ejecutan su misión basándose en las instrucciones que reciben de ese ambiente. Si están en la piel, se vuelven células dérmicas y responden de la forma que cubra las necesidades de la piel. Si están en el corazón, se vuelven células del músculo cardiaco (cardiomiocitos) y responden a las necesidades de ese órgano. Las células madre hacen su trabajo después de una lesión como parte de un grupo de jugadores más grande. Es todo un equipo de rescate que incluye células inflamatorias y otras inmunológicas, células de vasos sanguíneos y de coagulación, y llegan listas para realizar sus tareas específicas.
Lo que las células madre hacen exactamente una vez que se encuentran en el tejido lesionado sigue siendo un misterio. Sabemos que se diferencian en ese tejido local y lo regeneran, pero no se quedan ahí durante mucho tiempo: unos cuantos días cuando mucho. Los científicos trabajan para documentar qué les sucede en realidad. Hay
