No voy a decir lo contrario, estaba deseando que saliera publicada la sexta novela de las Siete Hermanas y por eso me he animado a leerla en streaming en Edición Anticipada. Cada vez el círculo en torno a las adopciones de las hermanas parece que se marca más. No obstante, no desvela mucho (o nada), al igual que pasó en las novelas anteriores, pero Pa sigue estando muy presente y todo nos lleva más cerca de ese origen tan extraño y, aparentemente, altruista.
El otro día me preguntaron si se pueden leer individualmente y mi opinión es que no. Las historias en sí son individuales, son únicas, pero llevan un hilo común que esperemos se aclare en el último libro. Eso sí, se pueden ir leyendo poco a poco. No es ningún problema esperar.
La hermana sol es la historia de Electra. Electra es la más pequeña de las hermanas conocidas, también es una modelo impresionante de veintipocos años, muy alta, esbelta y millonaria, y con un grave problema de adición a las drogas y al alcohol; además, también es algo dura, taciturna y, aparentemente, independiente. Es la hermana que menos conocemos, de la que menos hemos oído hablar en el resto de los libros, y en este llegaremos a conocerla muy bien. Se encuentra en un momento muy malo de su vida. Está muy al límite de todo. Cuesta entenderla y aceptarla, pero, cuando lo consigues, puedes ver cómo es realmente, con su fuerza y sus miedos, sus dudas y sus traumas, su búsqueda y sus logros, y, lógicamente, el amor, es decir, la amistad y la familia.
La historia del pasado nos lleva al año 1939, comenzando por una vida privilegiada en Nueva York, para trasladarnos a Kenya. No os voy a contar mucho sobre esta historia ni cómo nos encontramos con ella, pero lo bonito, e interesante, es ir descubriéndola al igual que lo hace Electra, y viajar con ella a través de las palabras. En cierta manera, es un proceso que necesitamos hacer para que Electra también se redima ante nosotros, los lectores.
No voy a aburriros con lo bien que Lucinda Riley hila las tramas y cómo consigue que parezca fácil lo que no lo es. Continúa la autora construyendo historias llenas de ficción, realidad y cientos de detalles que nos llevan a leer una especie de biografía ficticia pero muy cierta, trayendo personajes reales, incluyéndolos en la historia, aportando fuerza al relato y veracidad, y haciendo que sea mucho más interesante el libro.
Aunque recuerdo que en los últimos libros sí que teníamos bastante presencia de la parte actual de la historia (2008), es en este último donde la he notado más, y donde la he disfrutado también más. La historia de Electra que nos llevará a esa búsqueda de su propia identidad. Ese viaje que hacen las protagonistas, Electra y Cecile, es importante, no solo porque encuentran el sentido de lo quieren hacer, sino porque cambia totalmente su manera de concebir su vida.
Curiosamente, me he dado cuenta que me costaba, sobre todo al principio, cambiar de historia. Quería seguir con Electra y ver cómo iba a conseguir avanzar. Confieso que la historia de Cecile no me resultada interesante hasta que me ha conquistado del todo. He sufrido con ella y también he querido con ella. Maravillosa Cecile y su fuerza. Además, el final de esta historia ha tenido un componente romántico inesperado que he llegado a sentir y que ya justificaba la lectura.
Ha sido un libro interesante, con una historia bonita que he leído casi sin respirar, porque quería saber cómo Electra se enfrenta a su origen y a su situación actual, para encauzar ese futuro incierto; y también quería conocer esa historia que me llevaba a Kenya para conocer a una mujer especial, que pasa de vivir una vida acomodada a enamorarse de un país diferente.
Era algo que siempre había en cuenta: en Estados Unidos, la llamada «alta sociedad» estaba formada por hombres de negocios y banqueros. Los títulos nobiliarios habían sido otorgados a las familias que poseían las mayores fortunas y no a las que eran de sangre azul. No es que aquello tuviera nada de malo, pero, a diferencia de Europa, en la tierra de la libertad no había flores ni duques ni príncipes.
Es fácil leer una novela como esta y es difícil que no te guste. Es una novela no muy emotiva pero se adueña de tus minutos leyendo y te invita a ser mejor y a luchar por algo.
No sé deciros si es mejor o peor que el resto de las historias, y, sinceramente, me da igual. A mí me ha gustado muchísimo; he sufrido con Electra y con lo dura que era consigo misma; he llorado y me he enamorado; me ha recordado a las otras hermanas, algunas de las cuales ya tenía algo olvidadas; me he reencontrado con Maia y con Ally, y su felicidad; y me ha hecho recorrer un camino que no me esperaba, difícil en algunos momentos y esperanzador en otros, además de darme unas ganas enormes de leer más historias ambientadas en África.
Si todavía no os habéis animado con esta serie os daré una buena razón para hacerlo: cada libro, cada historia, cada mujer, tiene fuerza por sí misma y te lleva a un viaje, físico y temporal, por distintos lugares, en distintos momentos y con distintas sociedades, demostrando que ellas, las hermanas, necesitan conocer su procedencia, su pasado, para dar sentido a su presente y, por ende, a su futuro. Recorremos Río de Janeiro y París en los años veinte, la sociedad inglesa a finales del XIX, Noruega antes y durante la II Guerra Mundial, Australia y sus aborígenes, España y una gitana que recorre el canto jondo a comienzos del siglo XX, y, por último, Estados Unidos y África antes y después de la II Guerra Mundial.
Eso sí, tras leer el final del libro, lo único que te apetece es llegar por fin a conocer qué se le habrá ocurrido a Lucinda Riley para darle sentido a todo, para luego volver de nuevo a los libros y a cada una de las historias. Son, sin duda, libros para releer. Por cierto, yo tengo mi pequeña teoría pero no sé si es demasiado estúpida o demasiado simple. Ya lo veremos.
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