La salud de Diego. La verdadera historia

Nelson Castro

Fragmento

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Prólogo

“A mitad del andar de nuestra vida

perdido me encontré en selva oscura

porque la recta senda estaba extraviada”.

Dante Alighieri, Canto I, La Divina Comedia

Cuando Diego Armando Maradona deslumbró al mundo con su memorable gol a los ingleses, la droga ya había entrado en su vida. Pocos eran los que lo sabían. Debieron pasar algunos años para que esa triste realidad llegara a la esfera pública. No hubo ámbito que escapara al estrépito producido por esa noticia, que generó —como siempre— interminables polémicas pasionales. Lo que nadie imaginó, sin embargo, fue el laberinto de autodestrucción por el que, a partir de ese momento, transcurriría la existencia del Diez.

A la edad de 30 años, la mitad exacta de lo que sería su vida, el ídolo se encontró perdido en esa oscura selva de las adicciones de la que nunca pudo salir. No estaba tan lejano aquel mediodía del ٢٢ de junio de ١٩٨٦ cuando una multitud extasiada en el Estadio Azteca de la Ciudad de México, y millones de personas frente a las pantallas de televisión, vieron cómo esa zurda dotada de una magia prodigiosa dejaba atrás a la mitad del equipo inglés y convertía, a los once minutos del segundo tiempo, ese gol inolvidable. Fue su momento de gloria.

No fue el primer deportista de elite —ni será el último— en sucumbir ante la tentación de las drogas que, como la manzana de Adán, en medio de ese olimpo al que los lleva el don quasi divino de sus talentos y habilidades, transforma sus vidas en un verdadero infierno.

El brasileño Manuel Francisco dos Santos, Garrincha, considerado por muchos como el mejor puntero derecho de la historia, padeció las adicciones al tabaco y al alcohol, y falleció en Río de Janeiro el 20 de enero de 1983 —a los 50 años— a causa de congestión pulmonar y pancreatitis ocurridas en un contexto de alcoholismo crónico.

El británico George Best, otro puntero derecho cuyo nombre apareció en la lista de los jugadores más grandes del mundo FIFA 10, fue adicto al alcohol, que le causó una cirrosis hepática por la cual debió someterse a un trasplante de hígado. Falleció en Londres a la edad de 59 años, el 25 de noviembre de 2005, debido a una infección provocada por una sobredosis de los inmunosupresores que tomaba para evitar el rechazo de su órgano trasplantado. Verdadera ironía del destino: quince años después, el 25 de noviembre de 2020, el inglés Paul Gascoigne, talentoso mediocampista que de tanto en tanto era noticia por aparecer en la vía pública ebrio y casi desnudo, debió abandonar la práctica del fútbol como resultado del deterioro producido por su adicción al alcohol.

No fue fácil hacer este libro sobre las enfermedades de Diego Armando Maradona. Varios colegas a los que mucho valoro contribuyeron a su génesis: Rodrigo Alegre, Sergio Farella, Cecilia Boufflet e Ignacio Ortelli.

Hubo que bucear en archivos no siempre disponibles. Hubo que reunir toda la información médica desde el comienzo hasta el final de la azarosa vida del Diez. Su historia clínica es un verdadero vademécum donde conviven las lesiones osteomusculares del principio de su carrera junto a las patologías producidas por sus adicciones. Fue adicto a la cocaína, al alcohol, a la comida y al sexo.

Maradona, además, fue un paciente muy difícil para la mayoría de los médicos que lo trataron en los momentos más dramáticos de su vida.

Habría sido imposible acometer este desafío si no hubiera contado con el trabajo descollante de Pablo Corso y Juan Manuel Lombardero, cuyos entusiasmo, pasión, nivel de información, rigurosidad, minuciosidad y perseverancia fueron fundamentales para encontrar documentos, ubicar protagonistas y chequear repetidamente datos clave de esta dramática historia. Así fue como, por ejemplo, Pablo rescató del olvido y contactó —poco antes de su fallecimiento— al doctor Roberto Paladino, que atendió a Maradona en sus comienzos, y Juan Manuel llegó al doctor Carlos Chaux, quien le realizó el bypass gástrico y contó cosas que aún no se sabían de aquellas dos operaciones. Fue este verdadero trabajo de equipo lo que permitió reconstruir con todo detalle el historial médico de Maradona y su circunstancia. Ha sido para mí un auténtico privilegio trabajar con ellos en estos meses intensos y apasionantes.

El lector encontrará una información médica profusa que fue chequeada con todas las fuentes de ese ámbito vinculadas al caso a lo largo de los años. Hemos buscado presentarla de una forma sencilla y explicativa, limitando los tecnicismos a lo mínimo e indispensable. Vaya el agradecimiento para todos los que dieron su testimonio on the record y para quienes lo hicieron off the record.

Intentamos hablar tanto con el doctor Leopoldo Luque como con la doctora Agustina Cosachov. de los dos aceptó.

Aunque todo lo escrito aquí es real, la historia que el lector está a punto de comenzar tiene ribetes novelescos y, por momentos, supera cualquier ficción imaginable, porque, a la inversa del camino del Dante en La Divina Comedia —que lo lleva del infierno al paraíso—, la vida de Maradona transcurrió por el camino de la droga y las adicciones, un infierno que lo destruyó.

Nelson Castro

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Capítulo 1

De Fiorito a cebollita

(1960-1975)

Primeros años. La familia y el sacrificio de los padres. Hacinados cerca de la quema. Pasos iniciales en el potrero y presentación en Los Cebollitas. Ganar kilos y masa muscular. La influencia de Francisco Cornejo. El doctor Paladino, “un fenómeno”. La primera lesión importante. “Una jeringa grande con una aguja enorme”.

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Es bárbaro recorrer el pasado cuando venís de muy abajo y sabés que todo lo que fuiste, sos o serás, es nada más que lucha.

Diego Maradona, Yo soy el Diego de la gente

Dalma y Diego —o Tota y Chitoro— tenían 13 años cuando se conocieron en una comparsa en el pueblo correntino de Esquina. Hija de Salvadora Cariolicci y de Román Edisto Franco, Dalma emigró a principios de los 50 a Villa Fiorito (Lomas de Zamora), casi una villa miseria, que sin embargo prometía posibilidades de progreso. La acompañó Ana, su hija mayor. Ya acomodada, convocó a Chitoro, hijo de Saturnino Maradona y Lucía Dora Vallejo. Lanchero y futbolista amateur de pegada violenta, se había quedado en el pueblo con Rita, la menor.

Hacia mitad de esa década, Diego empezó a trabajar en Tritumol, una empresa de molienda de huesos, de cuatro de la mañana a tres de la tarde. Ganaba poco y hacía todas las horas extra posibles. Tota se multiplicaba como ama de casa; tenía que levantarse a la madrugada para lavar los guardapolvos y las medias: no tenían de recambio.

Después de otras dos nenas (María Rosa y Elsa), tuvieron a su primer varón. La noche del sábado 29 de octubre de 1960, y a pesar de la panza de nueve meses, habían ido a un baile. El entretenimiento duró poco. Enseguida debieron salir a toda velocidad rumbo al Policlínico Gregorio Aráoz Alfaro, en L

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