PREFACIO
Habían pasado dos años del inicio de la década del sesenta y los Blaquier estaban en su máximo esplendor. Las mujeres de la familia eran las artífices principales del futuro socioeconómico de sus hijos. En La Concepción, el campo de los Blaquier Nelson, Malena Blaquier conversaba con el duque Felipe de Edimburgo. Su alteza real estaba fascinado con la viuda de Silvestre y lo único que quería era quedarse a solas con ella. La dueña de casa ya había terminado con su luto y, aunque extrañaba a su marido, le divertía coquetear con su invitado. Con nueve hijos a cargo y la administración de la fortuna que le había dejado Silvestre, tenía demasiadas responsabilidades. Por eso vivía sin culpa el tiempo libre que le quedaba. A algunos kilómetros de allí, en La Biznaga, los Blaquier Arrieta celebraban que Carlos Pedro asumía la dirección del Ingenio Ledesma. “Lo voy a convertir en el más grande del país”, le juró Blaquier a su suegro, y cumplió. Con los años, se transformó en el Complejo Agroindustrial Ledesma. En 2022, Ledesma cerró su ejercicio económico con una ganancia neta de 5.637 millones de pesos, que resultó algo menor a los 8.357 millones de pesos ganados durante el ejercicio 2021, reexpresados en pesos de mayo de 2022. El patrimonio de los Blaquier Arrieta llega a los casi 500 millones de dólares según la revista Forbes. A pesar de las constantes denuncias de sus empleados, en 2023 la Revista Fortuna (Editorial Perfil) en la 18.ª edición le otorgó el premio a la “Mejor empresa de alimentos”.
Solamente en Jujuy, el Ingenio Ledesma abarca 156 mil hectáreas y, según su página web, emplea a más de 6.000 personas. En el primer cuatrimestre de 2011, la empresa de los Blaquier exportó sus productos por un valor de 24.057 millones de dólares.
“Somos una familia renormal”. Esta era la conclusión a la que llegaban las Blaquier cuando trataban de entender por qué eran tan cuestionadas. No se cansaban de asegurar que el apellido que portaban no les pesaba ni las hacía sentir privilegiadas. Pero las Blaquier conforman una de las familias más glamorosas de la clase alta porteña y también una de las más criticadas. ¿Quién no ha tenido contradicciones, errores, momentos de arrepentimiento? Las Blaquier fueron, por décadas, el tema preferido de los círculos más selectos. Habían nacido en cuna de oro y se animaron a transgredir algunos límites atípicos para las mujeres de su clase.
A los miembros de la aristocracia estas características les parecían inadmisibles y a la vez atrapantes. Será por eso que algunos de ellos hablaron y compartieron recuerdos y anécdotas para este libro. La única condición que pusieron fue que no develara sus nombres. Lo mismo solicitaron los integrantes de la familia Blaquier que decidieron romper con el pacto de silencio. En sus relatos no faltan el amor, el perdón y también el sufrimiento.
Sin duda, las experiencias de las Blaquier son mucho más interesantes de lo que se puede advertir a primera vista. Hay un mundo escondido y doloroso detrás de sus temporadas en el campo y en Punta del Este, los hijos, los eventos sociales y de la ardua tarea de seguir formando parte de un grupo que en apariencia lo tiene todo. En Dolores, Nelly, Ginette, Delfina, Malena y Mimí conviven historias de lucha y dolor. También está la huella de un amor que marcó sus vidas. Fueron elegidas, traicionadas y abandonadas. Sin quererlo compitieron entre ellas por un mismo hombre. Carentes de resentimiento, supieron transitar por las experiencias más amargas. Llevan en la sangre las ganas de divertirse, aun en los peores momentos. A simple vista, pueden parecer esnobs, superficiales, pero están lejos de vivir tibiamente. Las Blaquier se animaron a ir contra algunos mandatos, algunas veces por pasión, otras por rebeldía y también por ambición. Rara vez un hombre logró domar su temperamento.
Este libro comprende dos ramas del apellido: la primera compuesta por Juan José Silvestre Blaquier y Malena Nelson Hunter y la segunda por Carlos Pedro Tadeo Blaquier Álzaga y María Esther Estrugamou. Si bien, en 2002, algunos integrantes de la familia —entre ellos Malenita, Carlos Pedro y Alejandro Blaquier— escribieron juntos la novela Coincidencias1, los Blaquier Nelson y los Blaquier Arrieta tienen pocos rasgos en común. En sus vidas y estilos hay casi un abismo.
El rito del matrimonio es fundamental para ambas ramas. La libreta roja y el vestido blanco son mojones que sueñan alcanzar antes de los treinta años. Una maternidad joven y prolífera es un paso obligado. Al igual que sus madres, abuelas y bisabuelas, este es un rasgo que aún las distingue, como también la escasa participación en actividades profesionales. Una Blaquier se caracteriza por la belleza, el poder de mando, el refinamiento y ese encanto propio de quienes se criaron entre el campo, Europa y la ciudad. Fueron felices, fracasaron, sufrieron hasta querer morirse y volvieron a ponerse de pie. El amor y la codicia las llevaron a lugares oscuros.
Nelly Arrieta de Blaquier —la dueña del Ingenio Ledesma— le cedió el mando total de su empresa a quien entonces era su marido. Carlos Pedro Blaquier se convirtió en el hijo que los Arrieta no habían tenido. Nelly y sus padres confiaron en él, convencidos de que no había nadie mejor para presidir la empresa familiar. Los Arrieta no midieron los métodos que utilizarían para lograr que Ledesma se convirtiera en el mayor ingenio del país.
Dolores Blaquier, quien hoy se muestra como una abuela retirada de la noche y dedicada al campo, todavía se lamenta de los años de exceso que marcaron el resto de su vida. Tras atravesar momentos durísimos —que incluyeron el accidente de su ex marido que quedó parapléjico y una tormentosa separación del padre de su hija menor—, fue acusada de liderar una banda que comercializaba estupefacientes entre los VIP de Buenos Aires. Las malas compañías la llevaron a conocer la humedad y las ratas del penal para mujeres de Ezeiza. Luego, la Justicia dictaminó que solo era responsable del delito de tenencia de estupefacientes. Creyó que nunca más podría recuperarse; sin embargo, la experiencia le sirvió para volverse más fuerte.
Lo de su sobrina, Ginette Reynal, fue más glamoroso aunque no menos traumático para los Blaquier. La hija de Malenita siempre mostró interés por las tablas, las luces y las pasarelas. Sin importarle la opinión de sus familiares y amistades, se animó a conducir un programa de chimentos e incluso jugar de vedette en el teatro de revista. No siempre estuvo a gusto con sus trabajos en los medios pero demostró una encantadora habilidad para moverse en un ámbito que claramente no era el suyo, simplemente, porque necesitaba trabajar.
Cada una a su modo y a su tiempo dejó en claro que le importaba muy poco el “qué dirán”. Las Blaquier crecieron con la premisa de pasarlo bien, de acertar y también de equivocarse. Será por eso que las pocas familias aristocráticas que quedan en nuestro país no las reconocen como parte de su grupo. Creen que los Blaquier son demasiado rebeldes, oscuros, políticamente incorrectos. Sostienen que los escándalos no aportan la nobleza necesaria para ser un aristócrata.
Pero, a pesar de las opiniones, las Blaquier siguen formando parte de esta elite social. Lograron matrimonios con miembros de familias ricas y de prosapia. Tienen relación con la nobleza europea y algunos de ellos se convirtieron en referentes de distinción en París y Nueva York. Crecieron esperando al príncipe azul, soñando con formar una familia numerosa y contenedora. Si hay algo en lo que están siempre de acuerdo es que no se puede hacer ingresar en la familia a una persona de otra clase social. Cuando se trata de amor, darle chance a un Pérez resulta un desafío a la estirpe, admiten los pocos que intentaron ir contra los mandatos ancestrales. Las Blaquier solo se mueven entre conocidos de toda la vida. Se casan con amigos de sus primos, cuñadas o hermanas. Con un temple de acero, aprendieron a convivir sin resentimiento después de atravesar grandes conflictos. Las Blaquier son mujeres fuertes, con un enorme poder de resiliencia, capaz de perdonar cualquier tipo de traición. Juran que, a pesar de todo, se mantienen unidos. Reunirse en el campo familiar es una de las costumbres que siguen manteniendo. Allí se realizan las fiestas más divertidas y también las más criticadas.
Resulta ineludible la dedicación full-time a esos niños que deberán seguir con el legado: sumarse a la conducción del Ingenio Ledesma o administrar los campos heredados. Apenas estrenan el matrimonio, las mujeres dejan de lado sus intereses individuales en pos del proyecto familiar. Su labor es ocuparse de los hijos y permanecer —a fuerza de muchas lágrimas— en los círculos más exclusivos de la Argentina y del resto del mundo.
Ser una Blaquier no es una tarea sencilla, y querer vivir como si no existiera tal apellido, una osadía que pocos se animan a emprender. Existe un camino trazado antes de que salgan al mundo y quienes intentan correrlo pueden pagarlo de la manera más cruel. Claro que en este libro no solo encontrará algunas de sus experiencias sino también los rasgos de una clase y las alianzas que los miembros más poderosos formaron para hacer crecer su patrimonio. Todavía Nelly se acuerda de la felicidad de su padre cuando le presentó a Carlos Pedro como su novio. El ingeniero Arrieta no tardó en darse cuenta de que su futuro yerno tenía la capacidad y el don de mando necesarios para liderar su ingenio. Por primera vez en su vida, Nelly contaba con la aprobación de un candidato. Sin tiempo para pensarlo demasiado, la dueña de Ledesma se encontró organizando su boda. Estaba deslumbrada con Carlos Pedro y sus padres, fascinados con su inteligencia. A la familia se incorporaba un Blaquier, el eslabón que los introduciría en la aristocracia porteña, y también en los titulares de las páginas de la sección de policiales en la que se lo acusaba de ser responsable de muertes y desapariciones durante “La noche del apagón” y cliente de una red de trata de personas.
La descendencia de Carlos Miguel Félix Blaquier Álzaga —encabezada por el poderosísimo Carlos Pedro Blaquier— es muy diferente de la de su primo, Silvestre. Carlos Pedro, director del Ingenio Ledesma, logró que la empresa que heredó de sus ex suegros dominara la mayor parte del mercado azucarero del país. Los Blaquier Arrieta se caracterizan por la disciplina, el estudio y la habilidad para los negocios. Los hijos de Carlos Pedro y Nelly son ejecutivos recibidos en las universidades más importantes del país y trabajan en la empresa de sus padre