el pájaro azul
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy demasiado duro para él.
le digo: quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky e inhalo
el humo de los cigarros,
y ni las putas ni los camareros
ni los dependientes de las tiendas
se enteran nunca de que
está
ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy demasiado duro para él.
le digo:
quédate ahí, ¿quieres
complicarme la vida?
¿quieres arruinar
mis obras?
¿quieres que las ventas de mis libros se hundan
en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy demasiado listo y solo lo dejo salir
de noche, a veces,
cuando todos duermen.
le digo: sé que estás ahí,
así que no estés
triste.
luego lo vuelvo a meter,
pero él canta un poco
ahí dentro, no he dejado que se
muera del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y resulta lo bastante agradable como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro, ¿y
tú?
CHARLES BUKOWSKI
La voz de Lisa Marie está en esta fuente.
La voz de Riley está en esta fuente.
Lisa Marie y Riley, por Karen Dvorak
PREFACIO
Durante los años anteriores a su fallecimiento, Lisa Marie Presley, mi madre, comenzó a escribir sus memorias. Aunque probó con distintos enfoques e hizo varias entrevistas para el libro, no conseguía encontrar el modo de escribir sobre sí misma. No se consideraba interesante pese a que, por supuesto, sí que lo era. No le gustaba hablar de ella. No se sentía segura. No sabía bien qué valor podía tener para el público aparte del hecho de ser la hija de Elvis. Era tan crítica consigo misma que la escritura del libro se convirtió en una labor tremendamente difícil para ella.
Creo que no llegaba a entender del todo las razones por las que su historia se debía contar ni el modo de hacerlo.
Y, sin embargo, sentía un ardiente deseo de contarla.
Cuando la frustración alcanzó su grado extremo, me dijo: «Peque, ya no sé ni cómo escribir mi libro. ¿Puedes hacerlo conmigo?».
«Claro que sí», respondí.
Los últimos diez años de su vida habían sido tan despiadadamente complicados que solo era capaz de recordarlo todo a través de ese prisma. Pensó que yo podía tener una perspectiva más holística de su vida que ella. Así que accedí a ayudarla sin pararme a considerar a qué me estaba comprometiendo, dando por sentado que lo íbamos a escribir juntas a lo largo de un tiempo.
Un mes después, murió.
Los días, semanas y meses del duelo fueron pasando. Y, entonces, cogí las cintas con las entrevistas que había hecho para las memorias.
Estaba en mi casa, sentada en el sofá. Mi hija dormía. Me daba mucho miedo oír la voz de mi madre, pues la conexión física que tenemos con las voces de nuestros seres queridos es muy intensa. Decidí tumbarme en la cama, porque sabía lo pesado que la pena hace que sienta mi cuerpo.
Empecé a escucharla.
Me producía un dolor terrible, pero no podía parar. Era como si ella estuviese en la habitación, hablándome. Sentí al instante que volvía a ser una niña y me eché a llorar.
Mi mamá.
El tono de su voz.
Volví a tener ocho años e iba en nuestro coche. Por la radio se oía «Brown Eyed Girl», de Van Morrison, y mi padre detuvo el vehículo y nos obligó a bajar para ponernos todos a bailar en el arcén de la carretera.
Pensé en la preciosa sonrisa de mi madre.
Su risa.
Pensé en mi padre mientras trataba de reanimar su cuerpo sin vida cuando la encontró.
Después, volví a estar en el asiento del coche, mirando el rostro de mi madre por el espejo retrovisor mientras ella cantaba al compás de Aretha Franklin y nuestro coche avanzaba a toda velocidad por la autopista de la Costa del Pacífico con las ventanas abiertas.
Después, estaba en el hospital, justo después del nacimiento de mi nuevo hermanito.
Bombardeada por los recuerdos, como el sensiblero montaje de imágenes en flashback de alguna película. Pero real.
Quería que ella volviera.
Las primeras partes del libro son, sobre todo, su voz. En las cintas habla largo y tendido sobre su infancia en Graceland, la muerte de su padre, las espantosas secuelas, su relación con su madre, su complicada adolescencia. Habla con franqueza y gracia sobre mi padre, Danny Keough. Describe sin tapujos su relación con Michael Jackson. Es dolorosamente sincera con respecto a su posterior adicción a las drogas y a los peligros que acarrea la fama. Hay también ocasiones en las que parece que quiere reducir el mundo entero a cenizas; en otras, se muestra compasiva y empática, todas las facetas de la mujer que fue mi madre, cada uno de esos aspectos hermosos y rotos, forjados a la vez en torno a sus primeros traumas y vueltos a juntar al final de su vida. Las cintas están en bruto, con todos los arranques y vacilaciones que la gente tiene al hablar. Siempre que me ha sido posible, lo he transcrito exactamente como ella lo dijo. En otros casos, he editado las palabras de mi madre para conseguir más claridad o para ir al grano de lo que sé q