Entrevista con María Rosa Lojo

La escritora anticipa su nueva novela Así los trata la muerte. Relatos que recrean historias de personajes enterrados en el Cementerio de la Recoleta, como Lucio V. Mansilla, Mariquita Sánchez de Thompson, Camila O'Gorman y Dominguito Sarmiento.

En primer lugar, este es tu segundo libro relacionado con la Recoleta y, en particular, con su cementerio y muertos célebres. ¿A qué se debe este interés?

 Me interesan la historia y la literatura argentinas desde muy joven, quizá porque necesitaba "apropiarme" simbólicamente de la patria en que nací. Toda mi familia era española: mis padres, cada uno por su lado, decidieron emigrar en la posguerra civil. Se encontraron y se casaron en la Argentina. Aunque en casa no faltaban libros (mi mamá era muy lectora y había sido librera en Madrid), no podían transmitirme una “tradición argentina” que no poseían. En la adolescencia descubrí esa tradición desde la mirada excéntrica de Lucio Victorio Mansilla, que luego sería protagonista de una novela mía (La pasión de los nómades) y que vuelve en uno de los cuentos de este mismo libro ("La vida sin Don Lucio"). 

Pronto averiguaría que muchas personalidades históricas de mis lecturas tempranas estaban sepultadas en la Recoleta; algunos, como Juan Manuel de Rosas (futuro personaje de La princesa federal) iban a ser inhumados después. Uno de los aspectos fascinantes del cementerio (creado como tal en 1822) es que ofrece un variado friso de la memoria nacional, en el sentido de palimpsesto, en profundidad, así como en la sincronía: este espacio reúne a amigos y también a enemigos que se combatieron ferozmente mientras vivían. Por otro lado, es cierto que hay próceres y figuras políticas prominentes, desde Juan Facundo Quiroga a Bartolomé Mitre, pero otros y otras, desconocidos, no tienen menos interés.  

En algún momento comenzaría también a visitar el cementerio. En 1979, poco después de casarnos, mi marido y yo hicimos un ‘safari fotográfico’. Nos tomamos el tiempo para ir a conocerlo bien y todavía tengo fotos y diapositivas de esa época. Realmente es un patrimonio cultural deslumbrante en todos los sentidos. Arquitectónico, histórico y narrativo. Esto último Sarmiento lo vio desde el vamos y lo escribió en una meditación sobre el Día de los Muertos: “Cada existencia es un drama, y no habría novela tan tierna ni tragedia tan pavorosa, como la que encierra bajo sus tapas de mármol cada uno de esos sepulcros”.

¿Cuándo empezaste a trabajar en los relatos que componen Así los trata la muerte

La idea de este nuevo libro arranca en 2017. Pensaba avanzar literariamente en una línea parecida a la del libro anterior centrado sobre personajes del cementerio: Historias ocultas en la Recoleta (2000, con la coautoría de Roberto Elissalde en la investigación histórica). Después se me ocurrió darle una vuelta de tuerca. ¿Por qué no jugar con lo que podría pasarles a esos muertos en un trasmundo conjetural? Una posvida que no sería un espacio externo ni ajeno, sino una dimensión imaginada a partir de lo que estos personajes fueron e hicieron en sus vidas terrenas. Ahí se me develó toda la potencia del título que elegí. “Así los trata la muerte” es un verso de las famosas Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique. Se refiere, en principio, a la “muerte igualadora” como gran tópico de la literatura y el pensamiento de la Edad Media: nadie escapa a su destino mortal, ni el rey ni el mendigo. Pero se lo puede pensar asimismo en otro sentido: nadie se libra, tampoco, del peso de sus actos, sus deseos, sus temores, sus asignaturas pendientes. Por eso en este libro todos encuentran un más allá a su medida, para bien y para mal.

En Así los trata muerte hay personajes ilustres, pero de otro tipo. Algunos son escritores: Lucio V. Mansilla, como ya dije, su hermana Eduarda (protagonista de mi novela Una mujer de fin de siglo), Victoria Ocampo (protagonista de Las libres del Sur), o Mariquita Sánchez de Thompson. Otros son hijos de escritores y periodistas: Dominguito Sarmiento, Vicki Walsh. Unos son héroes poco familiares para el público actual: el jefe de bomberos José María Calaza; o testigos de terribles hechos que los atormentan: como el médico Polidoro Segers, presente en el principio del exterminio del pueblo selknam. Se agrega Camila O’Gorman, a quien recordamos hasta hoy por haber sostenido hasta las últimas consecuencias su derecho a la libertad de amar, en abierto contraste con el frívolo “Macoco” Álzaga Unzué, un playboy rico y prepotente que desperdició su vida y su fortuna y que recibe del otro lado abundantes dosis de su propia medicina. Este es uno de los cuentos más humorísticos junto a “El rey del fuego” donde el bombero Calaza va a interrogar al emperador Nerón. 

Me manejé con mucha libertad en la construcción de los respectivos trasmundos: hay personajes que viajan al futuro como fantasmas, o que resucitan en otro lado del planeta a donde deseaban ir, o que ingresan, tal vez, en un universo paralelo donde sería posible enmendar la Historia. Tampoco me privé de ciertos encuentros y diálogos entre figuras que vivieron en momentos históricos muy distintos pero que sin embargo tienen entre sí profundas vinculaciones (como Camila con Eloísa, enamorada del clérigo Abelardo, entre otros casos).

Creo que el libro ofrece a los lectores aventuras y encuentros sorprendentes. Y pone a los personajes desnudos ante su propio ser, los enfrenta ante revelaciones y verdades sobre sí mismos que no habían querido ni sabido ver. Es una oportunidad de aprendizaje, de comprensión, incluso de cambio, en esta “otra dimensión” lábil, que no es estática como el Cielo o el Infierno de los catecismos. 

¿Tenés en mente un nuevo proyecto?

No uno sino varios, tanto narrativos como poéticos y estoy trabajando en ellos. Pero el más inmediato es una reedición (quizás ampliada y actualizada) de Cuerpos resplandecientes. Santos populares argentinos. Un libro que combina el ensayo (el prólogo sobre el fenómeno de la devoción popular) con las ficciones que elaboré sobre las figuras elegidas (del Gauchito Gil a la Difunta Correa, de Vairoleto a Gilda) y que buscan ángulos inesperados para contar sus historias.   

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